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Capítulo 28.

Esa misma noche, Valeria se encontraba pensando en Vicente sin saber que él también pensaba en ella. Estaba en la habitación que los Villanueva le prestaron. «Ay, mi amor, ¿qué estarás haciendo en estos momentos?». Sus pensamientos fueron interrumpidos porque alguien tocó la puerta.

—Adelante —respondió.

Adrián entró y la saludó.

—Hola, hola.

—Hola.

—Ya casi es hora de cenar, ¿vienes?

—Paso, no tengo hambre.

—Ven por la buena, si no ya sabes que tu mamá subirá por ti para que comas —le advirtió, pues Flavio le comentó acerca de su anterior enfermedad.

—Agh... Sí.

—Ven, ya no estés triste. —Se acercó y la abrazó—. Nada es tu culpa.

—Sí es.

—No, ya ven, no estés torturándote con lo mismo, además mis hermanitos quieren verte, ¡te adoran!

Valeria rio un poco. La niña siempre quería que jugara con ella a las muñecas y el chico, que tenía quince años, estaba enamorado de ella y siempre le hablaba con galantería.

La joven bajó y puso buena cara, al igual que su hermano y su mamá. Lo único que los aliviaba, de cierta manera, era que Juliana recibía la pensión de viudez que tenía por parte de Facundo, no era tan poco dinero pero no era el tantísimo al que estaban acostumbrados; al menos con eso Juliana podría conseguir comida, un departamento decente y ayudar a sus hijos con los estudios, ¡lo bueno que presentaron el examen en una escuela pública! Aunque eso no era lo que le preocupaba a la señora, pues estaba consciente de que, al llevar a cabo su plan de correr a Vicente, ese era el único dinero que recibiría mientras se acomodaban, sin embargo interiormente le dolía depender de sus amigos en lo que encontraba un lugar adecuado. En su momento pensó vender la mansión e invertir el dinero en otra casa para ellos tres y algún negocio pero obviamente ya no era opción.

—Hola, Valeria, ¿cómo estás? —Preguntó Guillermo, el hermanito de Adrián.

—Hola, Guille, estoy bien, ¿y tú?

—Ahora que te veo, estoy mejor.

Valeria soltó una risita y Adrián le dio un zape a su hermano.

—Cállate, rabioso, me haces quedar mal — rio con fuerza.

—Déjalo, no le pegues.

—¿Entonces estás de acuerdo con que te coquetee un mocoso de quince? —Le susurró, divertido.

—No, pero... Olvídalo.

—Asalta-cunas —murmuró Flavio, que estaba al lado de su hermana y escuchó todo.

—Ay, ya, cállate por favor.

La hora de la cena hizo que olvidara sus preocupaciones por un momento, pero éstas volvieron en la noche cuando Juliana fue a su habitación y le preguntó si había estado estudiando.

—No puedo repasar, dejé las libretas y los libros en la mansión de Vicente...

—Ay, Valeria.

—¿Pues qué querías, mamá? Si quieres mañana regreso por ellas —dijo con tono irónico.

—Valeria, no seas rezongona y mejor quédate callada si no tienes nada inteligente qué decir.

—Lo siento, mami.

—No, yo lo siento —dijo después de unos segundos—. No te preocupes, todo saldrá bien.

—Eso espero.

—Ya verás que sí, he estado buscando departamentos y he visto uno que otro bonito y... —Se detuvo al ver que su hija puso una expresión triste—. Vale, tranquila, todo estará bien.

—Te quedarás sola —murmuró.

—Yo estaré bien, no te preocupes por mí, una vez que ustedes se vayan a la universidad, yo me iré a un departamento bonito y amplio.

—No falta mucho.

—Es cierto, y por eso no debes preocuparte por nada, solo concéntrate en tus estudios.

—Sí. —Bajó la cabeza.

—Ya, ya —Juliana se acercó y la abrazó—, estarás bien, estaremos bien los tres.

—Sí, exacto, los tres... Solos.

—Así es como debe ser.

—¡Pero lo extraño tanto, mamá!

Juliana se quedó callada por unos segundos.

—Sabes, yo quise mucho a Alfredo —mencionó el nombre de su padre.

—Sí, ya sé, ¿pero qué tiene que ver?

—Él fue el amor de mi vida, aunque nunca me convino —continuó.

—¿A qué te refieres?

—A que, a pesar de que amé mucho a tu padre, estoy consciente de que dejé pasar buenos pretendientes solo por él, no me convenía pero lo seguí queriendo, aunque nunca me dio la estabilidad que siempre quise.

—Sí, bueno... Sí.

—Y, aunque no quise tanto a Facundo, él siempre me ofreció lo mejor. El matrimonio que tuve con él fue tranquilo y estable, jamás hubo pleitos o cosas que me mortificaran.

—Ya sé por dónde va esto, madre, me estás diciendo que no siempre la persona que amas te va a ofrecer lo mejor en la vida, ¿cierto?

—Exactamente.

—El problema es, mamá, que Vicente no solo me ofrecía lo mejor, sino que también lo sigo amando.

Por un momento, Juliana no supo qué responderle.

—Superarás esto más rápido de lo que te imagines, te conozco.

—¿Tú crees?

—Por supuesto.

—Porque yo no lo creo.

—Verás que sí.

Se quedaron un momentito calladas y Valeria aprovechó para cambiar el tema.

— Mamá, nunca te he preguntado, ¿pero cómo conociste a mi padre?

Juliana rio un poco y negó con la cabeza.

—¡Vamos, dime!

—Está bien. Lo conocí en mi último año de bachillerato. Él estudió en mi escuela pero ya se había graduado... Nunca entendí por qué pero iba con su bola de amigos y se ponían afuera del instituto para tirar basura y decir palabras soeces, así molestaban al director, pues él fue un hombre muy estricto y tengo entendido que siempre los castigaba cuando eran estudiantes, pero cuando el portero salía, muy enojado, para llamarles la atención, él y sus amigos se subían en sus motocicletas y se iban rapidísimo...

—Siempre fue un imbécil. —Rodó los ojos.

—Valeria, no te refieras de esa manera a tu difunto padre.

—Ay, mamá, pero sí fue...

—¡Valeria!

—Está bien, continúa.

—¿En qué me quedé...? ¡Ah, sí! —Tronó los dedos—. Sí te dije que cuando era estudiante siempre fui una alumna ejemplar, ¿no? —La joven asintió con la cabeza—. Sacaba las mejores notas, era la capitana del equipo de volibol, jamás me metía en problemas y...

—Y eras la chica más bella y popular de toda la escuela. —Valeria completó, pues esa era una historia que solía escuchar mucho cuando era más chica.

—¡Sí!

—Lo sé, mami... Siempre quise ser cómo tú pero nunca pude.

—Valeria, ya sé que yo te pude haber presionado para que pensaras eso, pero no necesitas ser como nadie más para brillar, tú eres hermosa así como eres... Aunque tal vez si no fueras tan contestona, serías perfecta. —Bromeó un poco.

Valeria rio al escuchar eso.

—Prosigue, mamá.

—No supe por qué pero Alfredo comenzó a hablarme, es decir, no parecía su tipo de chica, él parecía tener chicas más desinhibidas que yo, con más experiencia y callejeras. Al principio me caía muy mal, pues se me hacía un idiota engreído...

—Eso nunca se le quitó.

—Valeria, ¿qué te dije?

—Lo siento... Sigue.

—Cuando él comenzó a hablarme, yo lo ignoraba, porque siempre hacía bromas de mal gusto, me llamaba "princesa", "Rapunzel", por mi cabello largo, o me decía que tenía nombre de abuela... De veras que era imbécil.

—Te dije.

—Sí... Pero, aparte de eso, en ese tiempo solía ser atento conmigo, comenzó a esperarme al salir de clases, incluso él y sus amigos dejaron de molestar al director para que no los corrieran; me daba regalos o me llevaba a lugares bonitos.

—¿Te subías a la moto con él?

—No, jamás. Solíamos ir caminando o él le pedía prestado el auto a un amigo... Cuando me di cuenta, ya estaba enamoradísima de él.

—Sí, así pasa. —Asintió con la cabeza.

—Aunque al final ya ves cómo acabó todo... Que no estés con el amor de tu vida no significa que no encontrarás a alguien adecuado para ti, incluso puedes encontrar a alguien que sea más alegre y vivaracho, así como tú.

—Trataré de recordar eso, madre... Pero lo bueno es que te tengo a ti y a Flavio.

—Sí, y como te dije hace rato, con nosotros tres basta por el momento.



Holii :3

Este capítulo me gusta porque podemos conocer un poquito más de Juliana. Me gustaría saber ahora qué piensan de ella.

Ya saben, si les gustó dejen su voto, me ayudan bastante.

Estaba pensando que, para no perder la emoción, el penúltimo y el último capítulo los subiré juntos, el mismo día pondré el 29 y 30 para que puedan leer la historia completa. ¿Les parece la idea?

Meme para divertirnos un poco, sé que varios lectores llegaron por él:


Nos vemos pronto :D

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