8:
Un par de días después, Jacob recibió la llamada del Gerente del Banco Internacional. Había dejado ahí su hoja de vida mucho tiempo atrás, y por eso le sorprendió la llamada.
En la entrevista nos fue mucho mejor que en la anterior. El señor Bernard, gerente del banco, recibió a Jacob con mucha simpatía. Yo solo trataba de calmar las ansias de Jacob. Su mente era un remolino que siempre terminaba en una conversación sobre su pasado.
―Bien ―dijo el gerente. Jacob no paraba de tocarse los dedos, nervioso―. Veo que cumples con todo.
El señor Bernard levantó la cara con una sonrisa complaciente.
―Eso es bueno ―contestó Jacob con torpeza.
―Haré un par de llamadas y te notificaré si el puesto es tuyo.
Él volvió a sonreír y tuve que ser yo quien devolviera el gesto, ya que Jacob estaba casi congelado.
Durante la entrevista, se tocaron temas solo laborales, algo que nos brindó cierta comodidad a ambos. Jacob no quiso responder cuando rozaron el tema que me involucraba, sin embargo, y a diferencia del tipo del banco anterior, éste no profundizó en ello y siguió con la entrevista.
Al parecer Jacob era muy conocido, pero nadie había querido hacer negocios con él o darle trabajo, más que nada por el rumor que se había esparcido sobre que Jacob tenía algo que ver con los estafadores.
―Estaré atento al teléfono ―dijo Jacob muy animado y bromista. Rodé los ojos. El señor Bernard le correspondió con una risita.
Cuando salimos del banco, nos metimos en un local de comida rápida. Jacob comió como nunca. El día anterior había decidido sacar todo lo que le quedaba en el banco, cantidad que no le serviría para más de tres o cuatro días, y eso si la distribuía bien.
―Te vas a atragantar ―le dije.
―Tengo... hambre
―Jacob, la gente te mira raro.
―Que... se jodan.
―No hables con la boca llena.
―Lo siento. Tengo hambre.
Efectivamente, todos nos miraban, o lo miraban a él. Es decir, ¿quién no miraría a un hombre con un hambre voraz y hablando sólo?
―¿Terminaste?
―Amber, haz silencio.
Al terminar de comer, nos levantamos, yendo a la heladería conjunta por un helado de chocolate.
―Jacob, no creo que sea buena idea tirar el dinero así...
―No lo estamos tirando. Estamos invirtiéndolo el alimentación.
Y cuando hablaba así, me recordaba porqué me enamoré tan profundamente de él. Tristemente me di cuenta de ese amor demasiado tarde.
―De todas formas. Si no consigues el empleo...
―Amber, has silencio. Disfruta del helado y punto. Mañana veremos lo del trabajo. Ya mucho tuvimos por una semana.
Me sumí en mi silencio, permitiendole al paladar de Jacob y a su sentido del gusto dejarme sentir el sabor del helado. Aunque estaba delicioso, no sentía ganas de comerlo, no lo necesitaba. Pero le dije a Jacob que me encantaba la idea de volver a probarlo.
Jacob pareció notar que estaba mintiendo, pero no dijo nada.
La noche se puso fría. Cuando llegamos a la casa, entramos riendo por el chistoso castañeo de los dientes de Jacob. Nos dimos una ducha y nos metimos a la cama. Esa extraña sensación que sentí cuando nos cubrió con la cobija y se acurrucó en posición fetal.
―Buenas noches, Amber.
―[...]Buenas noches, Jacob.
A la mañana siguiente, Jacob decidió que desayunaríamos en una cafetería cercana. No entendía cómo podía estar tan confiado de que le darían el empleo.
―Es una bonita mañana ―susurró.
―Eso creo ―le dije mentalmente.
―Esto está delicioso.
La verdad es que lo estaba. Había ordenado café con mucha crema, panes, mermelada, deditos de queso, jugo y fresas con yogurt.
―¿Quieres ir a algún lugar? ―preguntó, cuando terminó de comer.
―¿Qué tienes en mente?
―Hay un lugar... Bueno, es un parque. No he tenido la oportunidad de ir y pues... ―se rascó la nuca―. ¿Quieres ir conmigo?
Me reí. No pude evitarlo.
―Jacob. Estoy atada a ti. Aunque no quisiera, tendría que ir porque no tendría más opción.
―Entonces ¿no quieres ir? ―sentí como tensó su frente.
―Si quiero. Vamos.
Mientras caminábamos por la calle, Jacob me dijo que se sentía bien poder estar de acuerdo, refiriéndose a los movimientos que realizábamos al estar dentro del mismo cuerpo.
―Aquí es ―anunció Jacob cuando nos bajamos del taxi. Su cara se entristeció al ver el letrero de "cerrado por mantenimiento". Resopló―. Y está cerrado.
Me sentí mal por él. Su emoción comenzó a desvanecerse como la espuma que subió tan rápido pensando que estaría así por mucho tiempo.
―Jacob...
―No importa. Tampoco tenía tantas ganas.
―Jacob.
―Vámonos.
―Estás actuando como un niño, ¿lo sabías? ―le dije divertida.
Él sonrió.
Era raro. Cada vez que yo demostraba alguna expresión, la ponía en su mente y así era como él me veía. Él sonreía en su exterior y yo podía sentirlo, más no verlo. No era justo. Sin embargo, sentir su felicidad me bastaba, y más aún cuando había pasado tantas cosas duras, y encontraba de nuevo su camino.
Al llegar a casa, Jacob quiso que conversáramos.
―¿Crees que sea una buena idea? ―pregunté.
―Claro.
―Pero si no podemos vernos y así no...
―Tranquila. Ya pensé en eso.
―¿De verdad? ―me sorprendí―. ¿Cuándo? Yo no he visto nada en tu...
―Justo ahora.
―Oh.
Jacob se levantó y acercó un espejo. Lo colocó en el piso, junto a la pared y la silla frente al espejo. Se sentó y miró directo a sus propios ojos, sentí como si me miraba a mí. El contacto era más profundo aún.
―Ves. Todo tiene solución.
―Bueno, y de qué quieres hablar.
―De nosotros.
Esas dos palabras me hicieron retroceder en la historia. Ahora íbamos a rebobinar todo y aclarar las cosas.
―Relájate, Amber ―dijo él con una sonrisa―. Estás haciendo que me den muchas ganas de orinar por tus nervios. ¿Eso es normal?
―¿Que te hagas pis en los pantalones?
Rió.
―No. Que puedas estar nerviosa.
―Ah, pues... la verdad es que no lo sé.
―Como sea. Empecemos.
―Bien. Pregunta.
Estábamos siendo directos y yo no sabía si eso era bueno o malo, sin embargo estaba dispuesta a seguir hasta donde Jacob pretendiera hacerlo.
―¿Hubo alguien más cuando estabas conmigo?
Su pregunta golpeo mi cabeza espiritual.
―No ―respondí―. No hubo nadie ni antes ni después.
El pecho de Jacob se llenó de mucho aire y un cosquilleo revoloteó por todo su estómago, desconcentrándome a mí también.
―Okey ―dijo―. Ahora pregunta tú.
Entendí el juego: una pregunta cada uno. Pero yo no tenía nada que preguntar.
―Ahm... ¿Qué sentiste cuando me viste por vez primera?
No planeaba decir eso, pero salió. Jacob sonrió.
―Dos cosas: Que estaba loco por estar viendo un ángel...
―Eso fue... romántico ―dije sintiendo mis mejillas calientes.
―No hagas eso ―dijo él.
―No puedo controlarlo ―me excusé, sintiendo más ardor en la cara.
Él rió.
―Y... ¿cuál es la segunda?
―Que jamás conocería un ser magnífico como tú.
―Eso fue...
No aguante la risa nerviosa que me atacó repentinamente. Fue un caos; yo quería seguir riendo, Jacob quería parar.
―Lo siento ―me disculpé.
―No importa.
―Bien ―dije, parando de reír―. Te toca.
―¿Qué sentías cuando decía que te amaba?
Otra pregunta dolorosa. Jacob parecía tenerlas todas en una lista porque salían de golpe.
―Sentía que... La verdad es que no sé cómo explicarlo. ¿Por qué no lees mi mente? ―Eso no sonó como pretendía que sonara. Pensé que Jacob se enojaría o algo, pero solo sonrió y pasó sus dedos sobre su reflejo, en el rostro específicamente, como una caricia. Casi la sentí en mi mejilla.
―Solo di lo que piensas. Quiero oírlo. ―Rodó los ojos y rió leve―. Aunque sea con mi propia voz.
―Claro. Bien. Bueno... En realidad. ¡AG! Me sentí especial. Me sentí importante. Nunca nadie me dijo algo así. Jamás. De repente tú apareces y comienzas a darme toda esta atención que nadie me dio y... llegué a pensar que era mentira, que nada era real, que todo era parte de un sueño. [...] Me sentí amada por primera vez.
Jacob guardó silencio.
―Entonces creo que logré mi cometido ―dijo él con una sonrisa.
―Gracias, Jake... ―Él sonrió. Tomé eso como un permiso para volver a llamarlo así.
―No tienes que hacerlo ―mencionó―. Tenía ese pensamiento de que nada de lo que había hecho había sido suficiente...
―¿En serio? Jacob, hiciste mucho y más. Incluso con tus palabras. Todo era más de lo que merecía.
―Todo lo que hice fue menos de lo que merecías.
Por un momento sentí que Jacob había olvidado que hablaba con la mujer que lo lastimó. Luego vi en su mente que él lo recordaba, pero parecía no importarle.
―Gracias, Jacob. ―Sonreí.
―Te toca ―dijo él.
Otra vez me quedé sin palabras. Me costó tanto generar una nueva pregunta.
―¿Por qué fuiste por mi anillo?
Los recueros Jacob se revolvieron. No sé de dónde me salió eso, me pareció muy cruel. Antes de que me retractara, él respondió:
―Porque no lo creía.
―¿A... qué te refieres?
Jacob apretó los labios, empezó a jugar con los dedos de sus manos y bajó la mirada. Tomó aire profundamente, tratando de calmar la pena dentro de él.
―Después de que te fuiste, recibí cientos de llamadas. Muchas del banco para preguntar por qué había retirado todo el dinero. Dijeron que mi firma estaba en los papeles. Destapé una botella de vino ―Jacob esbozó una sonrisa triste―, pretendía emborracharme y quedarme dormido, pensar que todo era un mal sueño y que despertaría para darme cuenta que no era real.
―No tienes que seguir ―le dije.
―No. Está bien ―dijo él.
Jacob levantó la mirada, sus ojos rojos y apunto de desaguarse. Un nudo se formó en la garganta, pero este fue causado por mí. Luego el de Jacob hizo que se sintiera más fuerte aún.
―Esa noche ―continúo―, recibí otra llamada justo antes de dar el tercer sorbo a la botella. Era un amigo mío. ―Jacob levantó la mirada y parpadeó varias veces mirando hacia algún lado de la pared―. Él trabajaba como profesor de medicina. Llegó un cuerpo para autopsia, y él formó parte del equipo que se encargó de ello. ―Jake volvió a bajar la mirada―. Yo le había contado de ti como a muchos de mis... amigos. Entonces me dijo que habías muerto y que tu cuerpo estaba frente a él.
―Jacob, para.
El pecho comenzó a doler, el nudo en la garganta amenazaba con cortar el oxígeno y los ojos de Jake estaban vidriosos. Mi corazón fantasmagórico se hacía pedazos.
―Tomé un taxi y llegué a la morgue. Mi amigo estaba ahí, me dijo que lo siguiera y luego vi un cuerpo sobre una camilla, cubierto con una sábana celeste. Sentí como si mi vida, toda mi vida, pendiera de un hilo muy frágil. Temía que al levantar la sábana ese hilo se rompiera. Y así fue.
―Jacob...
―Me llevé el anillo para recordar que fuiste real. No me importó lo que hiciste. Me dolió que me mintieras, me dolió que no... que no me amaras de verdad. Pero no importaba más porque ya no estabas. El anillo era lo único que me convencía de que exististe en mi vida.
Ambos reímos suavemente.
―Jacob ―le dije―, te dejé en la ruina. Ese era un recuerdo más que grande.
Él rió.
―Lo sé. Pero prefería recordar lo bonito.
Mi corazón volvió a romperse.
―Te toca ―dijo en voz baja.
Me costó poder hablar claramente. El nudo en la garganta presionaba más.
―¿Eras feliz conmigo, Jacob?
―Lo era.
Sonreí.
―Te toca ―le dije.
―¿Amber?
―¿Sí?
―¿Me amaste de verdad?
Hubo silencio, luego respondí con toda la sinceridad que pude:
―Te amé Jacob. Te amé como a nada. Pero lo hice muy tarde. Descubrí mis sentimientos muy tarde.
Podía sentir algo recorrer la mejilla de Jacob, luego en ambas. Cuando levanté la cara sus lágrimas salían de forma lenta, pero su sonrisa permanecía.
―Gracias ―dijo él en un hilo de voz.
¿Qué tanto debe importarte una persona para que no puedas contener las lágrimas cuando te sientes correspondido?
―¿Me perdonas? ―pregunté dubitativa. Casi pude escuchar mi propia voz, pero no le di importancia.
―No tengo qué perdonarte, Amber. Pero si te hace sentir mejor, sí, ya lo hice.
Ambos sonreímos. Luego cerramos los ojos en un intento por calmar las lágrimas retenidas que por fin eran liberadas. Sentimos un peso desaparecer de nuestros hombros, y a la vez algo separarse.
Intenté abrir los ojos y no pude. Sentía cómo algo tiraba de mí hacia afuera. El calor del cuerpo de Jacob se quedaba lejos de mí y yo era arrastrada hacia algún lugar.
Cuando por fin abrí los ojos, pude ver a Jacob sentado frente al espejo, mirando su reflejo, permaneciendo inmóvil y moviendo sus ojos de un lado al otro. Entonces me vio.
―¿Qué...? ―Jacob se levantó de la silla y se paró frente a mí.
―No tengo idea ―respondí. De repente un recuerdo golpeó mi memoria―. El brujo dijo que algo nos ataba, tal vez era esto. Tal vez ambos necesitábamos desatar este nudo para poder separarnos. ―Mi voz, muy lejos de sonar tranquila por lograrlo, reflejaba tristeza.
Jacob solo sonrió. Sacó un pañuelo, se limpió la nariz y las mejillas.
―Lo logramos ―dijo con una gran sonrisa, aunque casi no me la creí.
Respondí con el mismo gesto, aunque mi sonrisa era más fingida que real.
Nos miramos unos segundos. Yo sentía ganas de meterme en Jacob otra vez y así saber qué pasaba por su mente en ese momento, mismo momento que se tornaba incómodo. Ninguno de los dos parecía tener palabras para llenar el silencio que de pronto se formó en el espacio donde deberíamos estar festejando por lo logrado.
―Creo que... es mejor dormir ―dijo él cortando el silencio.
―Creo que ha sido un día muy largo ―dije.
Jacob se dio una ducha. Cuando salió, no dijimos una palabra. Solo sonreímos. Él se metió en su habitación y dejó la puerta abierta. Pensé que debió estar muy agotado porque cerró la puerta y no volvió a salir. Se oyó el ruido de los resortes cuando se echó en la cama.
―Buenas noches, Amber ―le escuché decir.
―Buenas noches, Jake.
Cuando sentí que se había dormido, me adentré en su espacio para espiarlo dormir. Tan tranquilo, tan él. ¿Así se vería cuando yo estaba dentro? Ya no importaba, porque no estábamos más juntos, ni por dentro ni por fuera.
Me arrodillé junto a la cama, viendo su cara aplastada contra la almohada. Él pudo decir tanto por lo que le hice y todo lo que le importó fue saber sobre mis sentimientos. Pudo atacarme y reprocharme cuanto quisiera, pero eligió preguntarme si lo amaba, si me hizo feliz. Jamás podría entenderlo, incluso estando dentro de su mente.
Extendí mi mano, bajo el impuso de acariciar su mejilla.
Un frío recorrió mi organismo cuando mis dedos palparon la piel de su cara. Tan fuerte y cálida.
Estaba tocando a Jacob.
Hey! Si les ha gustado este capítulo, no olviden el dejar su voto. Lo apreciaría y se los agradecería un montón. :)
Pregunta: (Muy Importante)
-¿Les gusta la novela hasta donde va?
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