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4:

Luego de cuatro horas cubriendo gran parte del perímetro de la ciudad, descubrimos que en ningún lugar necesitaban algún contador o experto en contabilidad, que era el área de Jacob. Se había especializado, luego de su primera carrera, en administración de empresas, gracias a lo cual logró sacar a flote la suya.

―Deberíamos irnos ―dijo él, resoplando como un caballo.

―Ánimos ―sonreí―. Capaz en el siguiente...

Jacob me miró, negando con la cabeza, como si no pudiera creerse que le estuviera hablando. ¿Tanto le molestaba mi presencia? Una señora que pasaba frente a la banca en la que estábamos sentados le dio una rara mirada. Jacob la siguió con la mirada hasta que se alejó. Se volteó a mí y dijo: ―Ya me harté de esto.

Esperé un momento antes de contestar. Él se acomodó mejor en el asiento, viendo a los autos pasar tranquilamente.

―Aún no se acaba el día ―dije en voz baja―. Todavía podemos...

Él rio sarcásticamente.

―¿En serio? ―volvió a reír. Lo miré, confundida.

―Creo... ―respondí, mirando al cielo, poco convencida de lo que estábamos hablando.

―Amber ―dijo él. Subió una pierna, volteándose en el asiento y mirándome a la cara―. ¿Crees que es la primera vez que hago esto? ―preguntó.

Lo miré, sin saber qué responder.

―Bien ―tomó la palabra―. Para actualizarte: He buscado empleo por meses y parece que el universo se ha encargado de que no consiga nada.

Analicé la situación; su apartamento pequeño, comida, ropa. ¿De dónde sacaba dinero entonces?

―Pero...

―Déjame terminar ―me interrumpió―. Tenía una cuenta privada, lejos de mis negocios, para alguna emergencia. He sobrevivido con eso por todo éste tiempo y dudo que me siga alcanzado para más de un mes.

Ambos nos quedamos callados. Él parecía tratar de contener la rabia que amenazaba con explotar en mi cara a través de sus palabras. ¿Qué estaría pasando en su interior? ¿Cuántas palabras de insultos, quejas, refunfuños, estaría guardándose para no explotar? El Jacob que conocí, tan feliz y orgulloso de todo lo que había conseguido bajo sus propios méritos... ya no existía. Y si lo hacía, entonces estaría en otro lugar, porque en el cuerpo sentado junto mi lado, solo quedaba ira y decepción.

Jacob se levantó de la banca y caminó en dirección a su casa. Pronto sería el mediodía. Esta vez lo seguí, caminando a su lado por más de media hora y sin decir nada.

―¿Almuerzas? ―preguntó él cuando llegamos al domicilio.

―No ―murmuré.

―Bien.

Sacó una funda de Nuggets del pequeño refrigerador, tiró dos trozos al sartén y guardó el resto en el lugar del que los sacó.

―Debo ahorrar ―me dijo, cuando notó mi mirada.

―Claro ―contesté.

Preparó los Nuggets, ensalada con unos vegetales que no daban buena pinta, y ese fue su almuerzo, más un vaso de agua.

―¿No comes arroz? ―pregunté cuando se sentó en el sillón frente al televisor.

―Compro una vez al mes ―respondió, comiendo su almuerzo y quitándole importancia al tema que tratábamos―. Ya se acabó la semana pasada.

―Oh.

Me levanté y caminé por la sala. No había notado la ventana que estaba en la pared delantera. O no la noté porque estaba disimulada con cortinas del mismo color de las paredes o porque toda mi atención estaba puesta en Jacob.

―¿Por qué no la abres? ―preguntó detrás. Volteé, bebía de su vaso. Debió tener mucha hambre porque ya no tenía nada en el plato. Esta vez sonó algo amable, muy muy poco, pero algo era algo.

―No... ―quería explicarle que no podía, pero no sabía cómo.

―Ah ―dijo él―. Eres un fantasma ―añadió, con tono gracioso.

―Creo...

―Bueno ―dijo antes de levantarse y caminar hasta la ventana, cruzando a mi lado, dejándome oler su aroma.

Corrió las cortinas; el cristal tenía una raya en diagonal cubierta por cinta de embalaje. Jacob me miró como si hubiese querido disculparse. Asentí sin más.

―¿Qué hay de tu nutrición? ―le pregunté mientras miraba por la ventana. Él se había retirado a lavar los platos. Pasaron varios segundos antes de que hablara.

―Estoy bien ―respondió―. No como tanto en cantidad, pero sí en calidad. Me aseguro de que sea algo sano y que sea lo justo que necesita mi cuerpo. ―Lo miré y me acerqué, sin causar molestia.

―Ah ―me limité a responder.

Mientras más me inmiscuía en la vida de Jacob, peor me sentía. De tener mi cuerpo, sentiría mi corazón quebrarse, no literalmente, pero lo sentiría. Aunque, aún en mi forma espiritual, tenía la sensación en el pecho.

Cuando Jacob terminó de lavar los platos, se regresó al sillón, encendió la tv y esperó... y esperó... pero la estática no se aclaró para nada. Al final, tuvo que apagar el aparato. Resignado, me invitó a sentarme en una silla cerca.

―¿Cómo volviste? ―me preguntó, cuando tomé asiento. Para este entonces ya lo notaba mucho más relajado.

―¿Perdón?

―Esto ―señaló, mirándome de arriba abajo y haciendo algún gesto con el dedo―. ¿Cómo es que tú...?

―Ah ―respondí en voz alta―. No sé.

―¿No sabes? ―Se rió, negando con la cabeza.

―No. Oye, es en serio. Si tuviera las respuestas a las preguntas que me haces, estaría más que feliz de dártelas.

Su mirada confundida, mientras yo revolvía mi memoria por buscar una explicación lógica y fácil de entender.

―Bueno... ―Él dirigió la mirada hacia otro lado, haciéndome sentir parte de su incomodidad.

―Esto es lo que sé ―le dije,soltando el aire. Él regresó su mirada a mí―. Es decir, primero desperté en un lugar muy extraño, luego me dormí y desperté de nuevo, pero esta vez bajo el cielo nocturno de algún lugar con montañas y sin civilización.

―Como una película.

―Como una película ―concordé.

―¿Y por qué regresaste conmigo? ―preguntó.

―Ya te lo dije... El error y...

―Ah ―contestó―. Claro.

Volvimos al silencio, mirando a varios lugares. Él con la vista en la puerta y yo en una...

―¡Agh! ―grité.

―¿Qué pasó? ―preguntó Jacob preocupado, levantándose y siguiendo mi mirada. Podía sentir que mis manos temblaban, que mis piernas temblaban, que todo mi yo temblaba―. Ah... ―dijo él, sonriendo.

―¿Ah? ―cuestioné en voz muy alta―. ¡Oh, por Dios, se está moviendo!

Me levanté y corrí en dirección opuesta a la cucaracha en la pared.

―Tranquila ―no me lo dijo a mí, se lo dijo a la cucaracha―. No te pasará nada.

―¡Jacob! ―le grité cuando quiso tomarla con la mano―. ¡No lo hagas! ¡Va a morderte!

Se volteó y rodó los ojos. Ese... insecto seguía en la pared, inmóvil, esperando la mano de Jacob. Mierda, iba a matarlo.

―Ves ―dijo él, encerrándola entre sus manos cuando la tomó. Se giró y caminó hacia mí―. No hace nada ―agregó, con una sonrisa ladina.

―¡No! ―volví a gritar―. ¡Aléjate! ¡Qué asco!

―¿Eres un fantasma, y le temes a una cucaracha? ―bufó.

―Jacob... aléjate, por favor.

―Amber, te dije que no... ¡AGH!

―¡QUÉ! ¡Jacob! ¿Estás bien? ¡Oh por Dios! ¡Jacob, dime que estás bien! ―Grité casi sintiendo el llanto.

Él se rió mientras caminaba hacia la puerta. La abrió y liberó al insecto. Regresó, con la misma sonrisa burlona y se sentó en el sillón. Lo miré, consternada.

―¡Estás loco! ―le grité.

―Cierto ―dijo él―. No me lavé las manos. ―Se levantó y caminó a la cocina.

―¡En serio, estás loco!

―Cierto ―volvió a responder en el mismo tono burlón―. Veo fantasmas, habló con un fantasma, pero estoy loco por tomar una cucaracha entre las manos.

―¡Maldición, Jacob! ¡No soy un fantasma! ―empecé a perder los estribos―. Solo soy... soy... una representación ya no tan física y sexy de mí.

Fuera de mis predicciones en respuesta para ese comentario, él se echó a reír, y debo admitir que escuchar el sonido su risa me transportó años atrás, al mirador de la ciudad, en lo alto de las colinas, en un picnic nocturno. En ese entonces, él me había prometido que veríamos una estrella fugaz. Nunca la vimos, pero sí pasamos una hermosa noche... una de las mejores. ¿Cómo pudo hacerme pensar en eso con solo reírse?

Volviendo al presente, él seguía riendo. El televisor estaba encendido y, por fin, sintonizaba algún canal deportivo.

Jacob se sentó de inmediato frente a la tv mientras yo lo miraba a él. Un año no lo había cambiado mucho y a la vez bastante. Era contradictorio tratar de especificar lo que sentía al momento; él sonreía y mis piernas temblaban.

Cuando el programa terminó, Jacob, tranquilo, se fue a dar una ducha. Esperé en la sala pacientemente. Comencé a deambular por el lugar, viendo fotos, recuerdos, y mi anillo. ¿Cómo lo habría sido el momento en el que tuvo que ir por él junto a mi cadaver?

Sin darme cuenta, atravesé una puerta, no quería hacerlo, en realidad había llegado hasta ese punto de alguna manera, inconsciente, por así decirlo. No era normal, pero mis mejillas ardieron terriblemente cuando vi a Jacob, de espalda, desnudo, en la ducha, con sus lindas nalgas mirándome.

―¡Agh! ―gritó Jacob al voltearse. ¡Jesús! Él se cubrió la entrepierna con las manos―. ¡Maldición, Amber! ¿CÓMO...? ¿QUÉ HACES...? ¡Mierda!

―Yo... yo... ―balbuceé. Me di la vuelta tan rápido como pude para salir por donde entré, chocando fuertemente con la puerta de madera. ¿Qué?

―Amber... ―Jacob se acercó, con una toalla alrededor de la cintura. Yo permanecía sentada en el suelo, sobando mi nariz. Ese golpe fue tan real que me dolía la cabeza. Jacob detuvo su mano en el aire frente a mi cara, estaba a punto de tocarme y quizás se dio cuenta que no podía.

―Lo siento ―murmuré―. Solo caminaba y no me fijé...

―No importa ―dijo él con voz seria―. Ahora... ¿puedo terminar de bañarme?

―Claro ―le dije. Él abrió la puerta y salí arrastrando mi verguenza detrás de mí.

―No quiero que eso vuelva a pasar ―me dijo cuando salió del baño―. ¿De acuerdo?

Asentí, viéndolo meterse a su habitación.    

Unas horas más tarde, cuando cayó la noche, Jacob decidió salir a caminar un rato y, para sorpresa mía, me invitó a recorrer la zona. Luego me explicó que no confiaba dejarme sola en su casa. No dije nada.

El lugar no era tan malo después de todo; tenía un parque, muy viejo, pero lo tenía. Había varias personas ahí reunidas, conversando entre sí, en pequeños grupos y unos cuantos niños brincando de un lado a otro. Jacob los miraba con un brillo en los ojos que solo vi cuando él me habló de formar una familia. Ese quizás, no era más que otro de los sueños que arruiné.

―Jacob...

―¿Sí?

―¿Estás soltero?

Él volteó, me miró y respondió con ironía: ―¿Tú qué crees?

Supuse que sí. Sonreí disimuladamente y no pregunté más. por un rato más, caminamos sin decir nada hasta llegar a una banqueta de acero. Al igual que mientras caminabamos, no dijimos nada, solo vimos niños correr de un lado al otro, comiendo dulces, riendo, saltando, yendo con sus padres y alejándose del parque.

Para cuando llegamos nuevamente a la casa, eran casi las once de la noche. Jacob soltó el aire, deteniéndose en el umbral de la puerta de su habitación.

―Tal vez mañana tengamos suerte ―dijo, dándome la espalda. Se introdujo en la habitación y cerró la puerta. Asumí que me permitía quedarme ahí esa noche. 

―Claro ―sonreí.

Escuché el chirrido de los resortes cuando se echó de golpe sobre la cama, demostrando su cansancio. Varios minutos después ya estaba roncando. Me senté en el sofá, a esperar el nuevo día, y dispuesta a idear una forma de encontrar una buen trabajo para Jacob. Mientras, buscaría algún equivalente del hielo en el mundo espiritual para calmar el dolor que sentía en mi cara por el golpe tan real que me di contra la puerta del baño.



Hey, amigos... Espero les haya gustado. No se olviden de votar o comentar en la novela, así subirá en el ranking de su categoría. :D De igual manera, gracias por su apoyo; lo aprecio mucho, de verdad. Un beso. ¡Nos vemos el capítulo 4!

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