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3:

La cara de Jacob fue tan pálida reflejando tremendo miedo, hasta sentí que él, de haber gritado, hubiese roto cualquier objeto de cristal dentro del apartamento. Corrió y de un portazo se encerró en su habitación.

―Jake... ―murmuré por cuarta vez sin obtener respuesta.

Tal vez no fue una buena idea haberme acercado tanto. Algo en mi interior me repetía constantemente que me me había precipitado con esa decisión.

―¿Amber? ―escuché luego de varios minutos. Apegué el oído a la puerta, con mucho cuidado de no atravesarla y causarle un paro cardiaco si es que eso era posible.

―Soy yo ―respondí en voz baja, aunque no parecía que me hablara a mí―. ¿Puedes salir? ―Sentía dudas por cada palabra que salía de mi boca.

Después de varios segundos, escuché el crack de la puerta. Se abrió lentamente, dejándome ver la mitad del cuerpo de un hombre completamente aterrado. Parecía tener miedo y no lo culpaba.

―Jake...

―¿Cómo es que...? ―cuestionó, señalándome con la barbilla, interrumpiéndome aunque no iba a decir nada importante―. Yo te vi... Tú estabas...

―Es una larga historia ―le dije―. No voy a hacerte daño, puedes salir ―añadí con una sonrisa forzada. Estaba siendo un momento difícil para ambos.

Jacob soltó el aire de una manera brusca y exasperada. Llegué a pensar que él creía que todo era un mal sueño nada más.

―¿Más daño? ―rió amargamente.

Sus dos palabras dieron en un punto muy en el fondo de mi interior. Traté calmar la sensación de temblores en el cuerpo que empecé a sentir de pronto.

―Por eso estoy aquí ―le dije, después de un momento y sin esperara a que me entendiera. Él seguía detrás de la puerta, dejándome ver solo su torso y cabeza. Me miraba con miedo, horror y... odio.

―¿Ah sí? ―espetó―. ¿Qué quieres? Toma lo que hayas venido a buscar y lárgate.

―No vine a tomar nada ―repliqué―. Por el contrario, vine a devolver.

Estaba sonando como un ser extraño del más allá que venía a solucionarle la vida... Necesitaba ser yo misma, pero no podía. Me esforzaba, pero no parecía dar resultado. 

Él levantó una ceja, intrigado. Una sonrisa burlona se esbozó en sus labios. Rodó los ojos y rió por lo bajo. De la nada, me  miró, dubitativo y empezó a correr con dirección a mí.

―¡Jacob, espera. No es...!

Mi advertencia fue ignorada. A consecuencia de eso, Jacob pasó a través de mí como si no hubiese nada. Chocó contra la pared detrás de mí, causando un estruendo y quejándose. Se sentó en el suelo y se renegó otra vez, sujetando su cabeza. Era mucho para él. En realidad, era mucha situación para cualquiera.

―¿Jacob, estás bien? ―Me acerqué a él pero rechazó mi mano, aunque de todos modos no hubiese podido tocarlo―. ¿Por qué hiciste eso? ¿Te lastimaste?

―Quería...  Quería comprobar que no estaba teniendo una pesadilla. Parece que no ―rió.

Parecía poco convencido de sus propias palabras. Se levantó con algo de esfuerzo y se acercó al sillón frente al televisor. Lo miré moverse con nerviosismo mientras yo trataba de controlar mi preocupación por él.

Después de un rato viendo televisión, Jacob se quedó dormido en el sofá. Creí que era buena idea que descansara un poco así que salí por un poco de aire mientras afuera ya caía la noche y el clima se hacía frío. Sentí el aire pasar a través de mí, que era como caricias para mí, haciéndome sentir relajada.

―¿Cómo voy a hacerlo? ―pregunté mirando al cielo, fijándome en un grupo de nubes en especial.

Respiré hondo y me regresé al interior del lugar. Jacob seguía dormido, avancé hasta su alcoba y me recosté en su cama. Antes de hacer o decidir cualquier cosa, debía esperar a que despertara.

Un par de horas más tarde, escuché los vasos moverse y rozar entre ellos. Un pequeño chorro chocando contra el agua en un recipiente igual que antes.

―Ese fue el sueño más raro de toda mi vida ―dijo Jacob, riendo.

Esto de verdad iba a ser difícil, y la verdad es que no esperaba que fuera de otra manera.

―No fue un sueño ―le dije, saliendo de la habitación.

Casi se atragantó con el agua. Me miró con miedo y allí íbamos otra vez.

Enarqué una ceja, y para mi sorpresa, Jacob tragó el agua en su boca, relajó sus hombros y no dijo nada. Solo miró al suelo y sonrió.

―¿Qué quieres? ―preguntó. Levantó la mirada―. O... ¿quién o qué eres?

―¿Nos sentamos? ―invité, señalando el camino a la habitación, ya que era el único lugar donde podíamos sentarnos juntos.

―No. Aquí estoy bien.

Vi como el vaso en sus manos temblaba, haciendo que el agua reflejara sus vibraciones. Solté el aire, exasperada.

―Bien. Como quieras ―dije.

Aunque pareciera que estaba molesta con él, no era así. Lo estaba, pero conmigo, y más al ver el lugar al que había ido a parar. Por mi culpa. No podía, aunque intentara, sentirme cómoda o mejor de alguna manera mientras estuviera en ese lugar, recordándome a cada instante lo que había pasado.

―¿Eres un fantasma o algo? ―preguntó. Lo miré.

―No. Bueno... más o menos. Es algo difícil de explicar.

―¿Segura que no eres producto de mi imaginación?

No dije nada. Él rió, incrédulo de sus propias palabras.

―Claro ―continuó―. No puedes ser producto de mi imaginación. Si lo fueras, yo sabría todo lo que piensas. ¿Cierto? ―levantó una ceja, con esperanza y confusión.

―Ahm... supongo. Jake, yo...

―Voy a tomar un baño ―dijo.

―Bien ―asentí.

Él caminó por la pequeña sala, introduciéndose en la cocina y abriendo una puerta que no había visto.

Volteé hacia el asiento, viendo el televisor, y dispuesta a caminar hacia la puerta. No fue mucha mi proximidad al aparato cuando la estática se apoderó de la pantalla. Fruncí el ceño y, dudando de mi deducción, retrocedí un paso. La señal volvió. Seguí hacia el frente otra vez, y la señal volvió a perderse. ¿Yo causaba eso? No lo creía.

Solté el aire y esperé sentada en el sillón.

Cuando Jacob salió, volteé, me miró, apretó los labios y siguió hacia la habitación. Gracias a que solo llevaba una toalla que le cubría de la cintura para abajo, pude ver que su cuerpo seguía delineado como cuando lo conocí mejor, por así decirlo, tal cual como se mostró ante mí y yo ante él esa noche que compartimos muy difícil de olvidar.

―¿Sabes que puedo atravesar paredes? ―pregunté en voz alta.

Dentro de la alcoba se escuchó un golpe y supe que Jacob se había apegado a la puerta.

―¿Es en serio? ―le oí preguntar.

―Así es.

―No lo hagas.

―No lo haré.

Reí por lo bajo. Quise alivianar el ambiente en el lugar de algún modo. Esperaba que hubiese funcionado. Lo increíble que hubiese sido si toda esa tensión se hubiese desvanecido del todo.

―Bien ―dijo Jacob, saliendo de la habitación. Volteé y lo vi acercarse. Tomó una silla y la colocó frente a mí, a una distancia un poco exagerada―. Te escucho.

―¿Por qué estás tan... allá?

―Por precaución, supongo. Sólo cuentame qué haces aquí, y cómo es que estás aquí.

Alcé una ceja.

―Bueno ―dije―. Estoy muerta y lo que ves es mi espíritu.

La boca entreabierta de Jake y sus ojos brillosos fueron la señal de que no usé el correcto juego de palabras.

―Tranquilo ―le dije, con voz calmada―. No soy un demonio o algo así, ni vengo a perturbarte. ―Jacob cerró la boca―. Vengo a ayudarte.

―¿Ayudarme? ―Su actitud seguía siendo la de una persona desconfiada. Algo me decía que, incluso, estaba dudando de que estuviese conversando conmigo―. ¿Cómo? o ¿Por qué?

―Cometí un error muy grave ―le conté―. Y fue contigo. Yo cambié tu vida, de cierta forma, con lo que te hice. ―Jacob pareció entender y sonrió agriamente, mirando a un costado―. Ahora debo reponerlo... Por eso me dieron esta oportunidad.

  ―¿Te dieron? ¿Quiénes?

Abrí la boca para responder pero no encontraba las palabras. 

―Increíble ―comentó con una sonrisa que no parecía ser suya.

―¿Increíble? ¿Sólo dirás eso? ―le pregunté. La verdad no sabía qué respuesta esperaba que él me diera, pero quería que siguiera hablando porque a mí empezaba a costarme.

―¿Qué quieres que diga, Amber? ―cuestionó fríamente―. "Hola, Amber, ¿me cumples un deseo?" ―burló―. Por favor, estoy hablando con el espíritu de una chica... ¡Una chica muerta! ―Su frente se tensó tanto que podía verle las venitas brotadas.

―Jake...

Sacudió la cabeza y miró al suelo, con el ceño fruncido. Levantó la mirada y la clavó en la mía. Negó con la cabeza otra vez, deshaciendo lo que sea que fuese a decir y volvió a mirarme.

―No puedes ayudarme, Amber ―dijo, levantándose de la silla, bruscamente―. ¿Ves esto? ―giró completamente, con las manos extendidas―. Aquí vivo. Por más de un año, no he podido salir de aquí. No le pego a ningún empleo de verdad y, a menos que puedas hacer que alguien me llame para firmar un contrato, no creo que tu ayuda me sirva de mucho.

Sus palabras, cada una de ellas, salían cargando ira retenida. La culpa me golpeó en el pecho una vez más al pensar en que yo debí estar a su lado desde hace un año.

―Vamos a cambiar eso ―le dije, esperanzada, y esperando que no me rechace.

―¿Cómo? ―rió.

―Ya veremos ―contesté. Si seguíamos la conversación, posiblemente terminaríamos en una acalorada discusión―. Es muy tarde, creo que deberías ir a dormir.

―¿Me estás diciendo qué hacer? ―cuestionó.

―No ―dije―. Solo... era un consejo.

―Gracias ―dijo con sarcasmo.

―También porque mañana iremos a buscar empleo ―mencioné.

―¿Iremos?

―Claro ―le dije―. Voy a ayudarte ―añadí con una sonrisa.

Él permaneció quieto, mirándome. Cuando por fin se movió, caminó a su habitación. Encerrándose con llave.

―Buenas noches, Jake ―susurré contra su puerta, aunque no hubo respuesta.

El darle la cara había resultado menos dramático de lo que había pensado. No hubo necesidad de ambulancias o cualquier cosa que indicara que Jacob había quedado traumado de por vida.

Durante la noche, lo escuché sollozar. Miré al suelo varias veces, como si la respuesta a cómo debería actuar estuviera escrita por algún lado.

El sol salió, mostrando un nuevo día. Tal vez no uno muy soleado, ya que la luz que entraba por las rendijas de la puerta no era muy fuerte.

Escuché ruidos en la habitación de Jacob y me levanté del sofá. Caminé un poco, acercándome, pero antes de que llegara, la puerta se abrió de golpe. Jacob me miró. Tenía una gorra en sus manos.

―Bien ―dijo él―, eres real ―más como para tratar de convencerse.

Asentí. Traté de sonreír pero no pude; él se metió de nuevo a la habitación. Salió después de varios minutos con sus jeans, camiseta negra y campera marrón.

―Vamos ―dijo.

―Claro ―contesté, siguiéndolo hasta la puerta―. ¿Todo bien?

―Mientras más rápido lo arreglemos, más rápido te irás.

Jacob siguió caminando, mientras yo masticaba sus amargas palabras. Se detuvo en la vereda y me miró.

―¿Todo bien? ―Su voz tenía cierto toque de ironía―. No sé qué eres y no me importa. Solo sé que te irás si consigo un empleo. ―Cada palabra tenía un poco más de enojo que la anterior―. ¿No es verdad? ―Casi gritó.

―Sí ―murmuré, cohibida, sin saber qué hacer o decir. Jacob estaba molesto. Y mi presencia lo molestaba más. Podía verlo.

―Perfecto ―dijo en voz elevada―. ASÍ QUE BUSQUEMOS ESE... ―se calló de inmediato cuando una anciana con ropa deportiva pasó a trote lento a su lado, mirándolo como si estuviese loco―. Así que busquemos ese trabajo para que desaparezcas. Antes de caminar, agregó una última cosa―: Y no esperes un trato especial, si lo que te imaginas, Amber. Ya no más.

Tal vez sentía rabia por cómo me estaba tratando, o tal vez la sentía porque no encontraba las agallas necesarias para enfrentarlo. Él tenía razón de estar molesto, y quizás estuvo guardándoselo por mucho tiempo, ¿qué se suponía que debía hacer, si lo que buscaba era acercarme a él? Exacto: Debía tragarme sus palabras aunque me dolieran. Él se tragó las consecuencias de mis malas acciones.

Jacob caminaba dos tres pasos por delante de mí, cuando llegamos al centro y, las calles, como todos los días a ésta hora, ya comenzaban a rellenarse de gente por doquier.

―¿Todos pueden verte? ―preguntó en voz baja, mirando al frente. Apresuré el paso un poco hasta estar a su lado, tratando de llevarle el ritmo. Algo casi imposible considerando mis cortas piernas. Pensé en desaparecerme de donde estaba, aunque eran unos sesenta centímetros detrás de él, y aparecerme a su lado, pero ya había tenido suficiente con ver un fantasma, como para ver al fantasma en acción. Me miró disimuladamente, esperando mi respuesta.

―No lo sé.

Rió por lo bajo.

―¿No lo sabes? ―cuestionó sarcástico.

―No.

―Bien.

Caminamos un par de cuadras más, sabiendo que no íbamos a ningún lado en específico. Paró en la esquina, y miró a su alrededor. Sacó un teléfono celular, con el exterior muy gastado.

―¿Dónde buscamos empleo? ―preguntó cuando se llevó el celular al oído derecho.

Lo miré un momento. ¿Con quién hablaría? Lo más probable era que buscara alguna solución para deshacerse de mí.

―¿No vas a responder? ―preguntó mirándome. Hablaba conmigo.

―Ah, eh, pues... No lo sé ―sonreí, excusándome.

―¿Hay algo que sepas?

Su voz y su trato hacían que extrañara el poder llorar. Además de que tenía unas increíbles ganas de poder golpearlo, pero no podía tocarlo.

―Jake...

―Jacob.

―(...)Jacob. Esto es difícil para ambos... Por favor... coopera.

―¡Estás muerta, Amber! ―gritó al teléfono. Entendía su plan con el aparato, para que nadie creyera que estaba hablando sólo, pero el gritar las palabras que había usado, a cuqluiera hubiese hecho voltear con curiosidad―. ¿Cómo pretendes que coopere con una muerta? Aún tengo la duda de si eres real o no.

―Soy real, Jak... Jacob. Mira esto.

Desaparecí y aparecí detrás de él. Cuando se dio cuenta se volteó y volvió la mirada hacia la nada.

―¿Cómo hiciste eso? ―su voz temblaba.

―Si fuera producto de tu imaginación, habrías esperado eso, o incluso podrías desaparecerme por completo. ¿No lo crees? En cierta forma, si tu mente me hubiese creado, tu mente me controlaría. ―Lo miré fijamente―. Tú mismo llegaste a esa conclusión, ¿recuerdas?

Se quedó callado, sin siquiera respirar. Aunque Jacob parecía asustado, más bien actuaba como si todo el lío fuera porque se rehusaba a creer que yo fuera real. Él no quería verme más, y ya me había quedado claro. Tal vez me odiaba tanto que el solo pronunciar mi nombre le repugnaba.

―Tiene lógica ―dijo al fin―. ¿Qué hacemos? ―preguntó con voz fingidamente calmada, mirándome a los ojos y manteniendo el teléfono en la oreja.

―Busquemos un empleo. ―Puse una sonrisa tímida en mi rostro, tratando de animarlo. Juraría que por poco sonríe, pero se volteó y comenzó a caminar. El semáforo estaba en verde.

―¡JACOB! ―grité cuando vi un auto azul a toda velocidad.

Jacob volteó, me miró y vio el auto. Antes de que yo pudiera correr y empujarlo, él ya se había arrojado a la vereda. Corrí y me acerqué a él.

―¿Estás bien? ¿Te... te pasó algo? ¿Jake?

Me miró con cara de sorpresa. ¿Creería que no me importaba?

―Lo siento ―le dije―. Jacob. ―Debería olvidar ese diminutivo de su nombre; ya no parecía agradarle.

―Estoy bien ―contestó.

Las personas que de pronto se acercaron, volvieron a su tránsito diario. Como si les hubiese importado. Si hubiese tenido mi cuerpo físico, apostaría mis manos a que todos se acercaron más por curiosidad que por ayudar.

―Ven ―le extendí la mano, olvidándome de los seres humanos a nuestro alrededor. Reí. Su mano traspasó la mía.

―Puedo sólo ―dijo.

Se limpió la ropa con las manos cuando estuvo de pie.

―¿Seguro que...?

―Sí. Estoy bien. Sigamos.

―Claro...

Lo seguí, caminando por la vereda, sin saber exactamente a dónde íbamos. Solo sabía que Jacob estaba enojado, que me odiaba, que quería que me desapareciera, y que debíamos encontrarle un empleo para que yo desapareciera de su vida. Lo único que no le expliqué, era que no me iría hasta que su vida volviera a tener todo lo que le arrebaté. Todo por lo que trabajó día tras día. Entonces, después de eso, me iría. Jacob tendría que lidiar conmigo por un buen rato.


Lectores: Espero les haya gustado el capítulo, disfruto mucho escribiendo esta historia y saber que ustedes están ahí para leerla. Gracias por eso, y por sus votos y lindas palabras en los capítulos anteriores. También gracias por ese #13 en el que pusieron a mi novela dentro de su categoría; ¡es increíble! :D

Hasta una nueva entrega.

*¿Creen que Jacob se acostumbre a la presencia de Amber?

*Hasta aquí, ¿sienten algo de cariño por los personajes?

*¿Qué opinión tienen sobre mi novela?

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