27:
―¿Qué crees que le pasó? ―le pregunté a Matt.
Irene estaba sobre el sofá de la sala en la casa a la que nos llevó Matt. No había nadie. Él dijo que era algo de Delia, y nos podíamos quedar allí.
Irene estaba... dormida. Nosotros no dormíamos, pero ella lo estaba.
―Quizá viajó mucho ―dijo Matt.
―No tiene sentido ―dije para mí misma, viendo el pecho de Irene llenarse de aire para luego vaciarse.
―Tendremos que esperar ―mencionó Matt, acercándose a la ventana y mirando el cielo.
Asentí y comencé a deambular por la casa. Era de dos plantas y tenía una escalera curvada que llevaba a un segundo piso polvoso. Parecía que nadie había vivido ahí en los últimos años.
Me reí ante el pensamiento de casa embrujada, pues tenía todos los elementos: telarañas, candelabros, velas, polvo, cosas cubiertas por sábanas que en algún momento fueron blancas, y lo último pero más importante: fantasmas.
El sol ya se estaba ocultando cuando Irene hizo movimientos. Matt y yo regresamos a su lado. Al caminar al sofá, pasé por una flor marchita. Estaba totalmente reseca. Al día siguiente sería el evento del parque.
―Hola ―dijo Matt a Irene con voz serena.
Ella se movió asustada al principio.
―Hey, tranquila ―le dije―, somos nosotros: Matt y yo...
Irene asintió y se sentó, mirando a todos lados, ubicándose. Matt me dio una mirada preocupada.
―¿Dónde estamos? ―fue lo primero que dijo.
―Es seguro ―le dijo Matt―. ¿Nos dirás qué te pasó?
Irene tragó saliva y su mirada volvió a reflejar el miedo con el que la encontramos.
―Estamos seguro ―le dije para calmarla.
Irene asintió. Estaba asustada de verdad.
―Los estaba buscando ―dijo en voz baja―. No los encontré por ningún lado. Fue a donde el brujo de la otra vez y me dijo que estaban aquí.
―¿Qué? ¿Brujo? ―Matt ladeó la cabeza.
―Sí... El que visitamos cuando Amber estaba en el cuerpo de Jacob.
Miré el techo cubierto de polvo y regresé la mirada a Irene.
―¿Cómo sabía él dónde estábamos?
―No lo sé... ―Irene se levantó―. Él solo dijo que estaban aquí, y que viniera y les avisara.
Matt y yo intercambiamos rápidas miradas, luego nos unimos para preguntar a la vez:
―¿Avisarnos, qué?
Irene se volteó, mirándonos directo a los ojos simultáneamente.
―Que los cazadores nos están buscando... Y ya nos encontraron.
Recordé el que vi cuando estuvimos en el hotel. Sabía que Matt también lo había visto, pero me quedé callada.
―Vi algo en el cielo hoy ―dijo Matt, luego se volteó hacia mí―. Y sé que tú también lo viste.
―¿Cómo nos hallaron? ―pregunté estúpidamente.
―Pueden encontrar lo que sea, a quien sea, cuando sea... Y son peligrosos.
Irene me ponía los nervios de punta, pero no fue hasta lo que dijo después que mis sentidos se activaron.
―Y matarán a quien sea que nos oculte o proteja.
Jacob. Pensé inmediatamente en Jacob. Tal vez ya no éramos novios, pero sabía que aún me quería y que iba a protegerme, o trataría, si yo estuviera en peligro.
―¿Te encontraste con uno? ―preguntó Matt.
El silencio de Irene y la cara que puso fueron suficiente respuesta.
―¡Mierda! ―bramó él―. ¿Qué te hizo?
Irene volvió a sentarse. Dejé de lado mi pensamiento de Jacob para sentarme junto a ella.
―Fue horrible ―fue lo primero que salió de sus labios mientras sus ojos se ponían brillosos―. No sé si era un él o una ella. Su rostro era pálido y vacío. Solo abría la boca para emitir un grito horrible que me estremecía todo. ―Matt se sentó en el sofá del frente. Una nube de polvo salió disparada al aire luego de que él se dejara caer sobre el cojín―. Me tomó del brazo y me arrojó contra la pared... ―Una lágrima rodó por su mejilla―. Creí que la atravesaría, pero no. Fue un golpe muy duro. Me levanté como pude y salí corriendo de ahí porque no pude desaparecerme. Él... o ella, lo que sea, me siguió, pero cuando estuvo frente a mí, no pudo tocarme... Gritó otra vez, pero esta vez no lo escuché tan fuerte como antes. Se enfureció y me dijo que me encontraría, a mí y a mis amigos. Su voz era la más ronca que hubiese escuchado antes. Pensé que moriría de miedo solo de escucharlo. Luego se fue. Corrí con la poca fuerza que tenía, me dolía todo. No sé cuánto corrí, hasta que me topé con ustedes. El resto ya lo saben...
Todos nos quedamos en silencio por un par de minutos.
Esas cosas estaban cerca y nosotros aún no sabíamos casi nada. No podíamos huir, o escondernos, ni siquiera combatirlos. Deduje que habría muchos. Aún no entendía de dónde venían o por qué estaban aquí. Lo que si entendía era que nos habíamos vuelto físicos otra vez. Irene dijo que se golpeó contra la pared, además la vi llorar. Matt hizo que saliera el polvo del sofá. Miré mis manos y luego pellizqué, y sí, efectivamente había vuelto.
―Debemos hacer algo ―dije sin pensarlo.
―¿Qué? ―preguntó Matt―. ¿Qué podemos hacer? ―me miró con preocupación y esperanza, él creía que yo tenía un plan.
Me encogí de hombros.
―Debemos llegar con el brujo. Él me dijo que había una forma de escapar...
Matt y yo nos pusimos de pie. Los ojos de Matt brillaron.
―Perfecto ―dijo él―, vayamos ya mismo.
Sonreí, pero luego dije:
―No puedo ―Matt me miró con una ceja alzada, luego su expresión se relajó.
―No puedes quedarte con él.
―Es mi misión, tengo que. ―Sabía que no era por eso que me quedaba, pero esperaba que no hicieran preguntas.
―¿Cuándo termina esto del parque? ―preguntó.
―Creo que es solo mañana, o tal vez pasado mañana también. No lo sé.
Matt suspiró.
―Está bien ―dijo acercándose a Irene―. Podemos esperar un poco, ¿verdad?
Irene asintió.
―Solo debemos evitar que nos vean.
Se escuchaba sencillo, pero no tenía la mínima idea de cómo hacerlo.
―Debo ver cómo está Delia ―mencionó Matt.
―Y yo Neil.
―Tengan cuidado ―les dije.
Ambos se pusieron de pie frente a mí, luego respiraron hondo.
―¿Sigo aquí? ―preguntó Matt.
Asentí.
―Nuestros cuerpos volvieron ―les dije.
Irene pareció preocupada.
―Debo ver cómo está Neil.
―Creo que no podrás por un rato ―le dije―. Tengo una idea. Siéntense.
Matt e Irene hicieron lo que les pedí. Caminé hasta una mesita y tomé unos pedazos pequeños que habían quedado de algún florero que se rompió en el algún momento del pasado.
―Abran la mano.
Puse el primer pedazo en la mano de Matt, luego en la de Irene.
―¿Qué haces? ―preguntó Irene.
―Cuando nuestros cuerpos se vayan, lo sabremos...
Matt entendió, luego se rio. Irene solo sonrió.
―Y se supone que nos quedemos así hasta...
―Hasta que sea necesario ―completé la frase de Matt.
―Miren, no es la mejor idea, pero creo que funcionará. Últimamente el efecto va y viene, y deben aprovechar el momento.
Irene asintió. Matt también. Me senté con un pedazo de florero roto y esperé.
Nadie dijo una palabra. Me metí en mis pensamientos y sabía que ellos habían hecho lo mismo. Trataban de encontrar una solución. Yo buscaba una en la que Jacob no tuviera que ver; no quería involucrarlo en esto, aunque sentí que ya lo estaba. Si los cazadores sabían de mí, sabrían de él.
Me distraje cuando escuché algo golpear el suelo. Era el pedazo de jarrón de Matt. Lo miré y él sonrió, de inmediato su lugar en el sofá quedó vacío. Sonreí.
―Se fue ―dijo Irene.
―Sí ―respondí con voz suave―. ¿Cómo te sientes?
Irene ya no era la misma. Cuando la conocí derrochaba seguridad, belleza, paz... Era como un ángel. Ahora el miedo y la preocupación no dejaban su mirada. Parecía estar alerta a cualquier cosa.
―Bien ―respondió. No le creí, pero sonreí.
―Ten cuidado, Amber. Mucho.
―Tú igual ―le dije.
El pedazo de florero en su mano golpeó el suelo, y de inmediato dejé de verla.
Miré el suelo, ambos restos de florero. El mío estaba en mi mano aún, me levanté y lo dejé sobre la mesita de la que lo tomé. Caminé hasta las escaleras y me dispuse a buscar una habitación. Sentía esa extraña mezcla de cansancio y sueño. Sonreí porque había pasado mucho desde que había sentido algo así de claro.
Recorrí las cinco habitaciones de la casa. Eran grandes, no muy separadas la una de la otra. El polvo estaba en las puertas, en el suelo, en las ventanas, en todos lados. Para mi mala suerte, las camas no tenían colchones.
Regresé a la sala, sin darme cuenta que había estado caminando a oscuras, pues el sol ya se había ocultado del todo. Y no tenía miedo. Pensé que era lo bueno de ser fantasma, entonces pensé en los cazadores, y tuve la repentina ansiedad por prender una vela, encender una lámpara o que ya se hiciera de día.
Terminé en el sofá largo en el que habíamos estado sentados. Me dejé caer, esperando que pasara lo que tuviera que pasar. Pero el rostro de Jacob se me vino a la mente, así que me tomé mi tiempo para revisar la cocina, el comedor, asegurar la puerta de atrás ―como si eso les impidiera entrar―, y luego volví al sofá.
Me recosté y me acomodé hasta que estuve bien acotada en él. Me puse alerta ante cualquier ruido.
Me distraje haciendo planes para el día siguiente, ¿cómo iría hasta el parque? Y lo más importante: ¿cómo hablaría con Jacob? No podía aparecerme así por así. Necesitaba una excusa, y también sabía que tendría que conversar con Anna. Más que nada responder sus preguntas. Era muy curiosa.
Tal vez diría que me encantaban las flores y quería ver la expo feria, o quizá diría que estaba ahí porque quería ver a Jacob y necesitaba estar cerca de él. La primera opción era más factible, pero no era más real que la segunda.
Mis pensamientos se fueron alejando mientras mi mente se fue oscureciendo. El sueño me golpeó tan fuerte, que no me dejó renegarme. Caí en picada en un sueño profundo que ni siquiera me dejó levantarme cuando escuché que algo se cayó en la cocina.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro