23:
Al amanecer Anna pensó que deberíamos salir a recorrer la ciudad antes de que se pusieran a trabajar. Jacob no se opuso, aunque si fue bastante difícil para Anna levantarlo, mientras yo susurraba a su oído "duerme hermoso, bebé, duerme".
Él sonreía mientras ella quería que se levantara... y finalmente lo consiguió. Jacob se levantó y bañó. Esperamos a que saliera. Era una escena al revés. Era Anna quien esperaba a Jacob que se arreglara. Era gracioso.
―Listo ―dijo Jacob.
―Por fin ―dijo Anna y se levantó―. Tengo mucha hambre. Vamos.
Jacob la siguió, yo me quedé parada ahí. La realidad de que estaba siendo ignorada me golpeó directo en la cara.
―¿No vienes? ―me preguntó Jacob, de frente, en voz alta, haciendo que mi mente se fuera otra vez de su lado. Sonreí. Era imposible seguir sintiendo cosas cada vez que tenía un gesto conmigo.
Mi corazón yacía en un cuerpo sin vida, de hecho, ya no había ni cuerpo ni corazón, era polvo. Entonces ¿por qué seguía sintiendo mis latidos acelerados en algunas ocasiones? Me llenaba de felicidad, pero a la vez la tristeza se envolvía a mí alrededor.
―Claro ―respondí.
Lo seguí mientras el caminaba a lado de Anna.
Por un par de segundos deseé tanto estar en el lugar de ella. No pensé que ese pensamiento tuviera mucha importancia, hasta que el golpe de la realidad me causó un dolor en el pecho. Estaba involucrándome mucho. Jacob no lo merecía.
Bajamos en el ascensor.
―¿Notas eso? ―le preguntó Anna a Jacob.
―¿Qué cosa?
―Ese... aroma. Ese calor.
―¿Qué? ―dijo Jacob.
No tuve que voltear para saber la expresión de desentendimiento de Jacob. Yo les daba la espalda, no quería verlos.
―Es como una presencia ―dijo ella. Abrí los ojos y me volteé.
―¿De-de-de qué hablas?
―Cálmate y actúa normal ―le dije a Jacob. Anna lo miraba fijamente.
―Es que... es como si hubiera alguien más aquí. Nah, olvídalo. Tengo tanta hambre que ya deliro.
Jacob corresponder la sonrisa de Anna, pero no le salió.
―Debe ser ―se limitó a decir él.
―¿Debo dejar de respirar? ―le pregunté a Jacob. Mi broma no tuvo el efecto deseado. Él estaba preocupado, y se notaba claramente las ganas que tenía de decir algo.
Salimos del hotel y caminamos por la vereda. Jacob parecía ido. Pasamos por una pareja de adolescentes, empecé a caminar más lento, quedándome atrás.
La pareja discutía. Ella estaba enojada, al parecer porque su novio no quería ir al cine.
―Quiero ver una película ―gruñó ella―. Dame una buena razón para no largarme sola y dejarte aquí botado.
Él no dijo nada. Ella bufó.
Ambos se pusieron a discutir en plena calle. Me parecía un tanto estúpido perder el tiempo así... Daría lo que fuera por estar ahí, en su lugar, con tiempo para compartir con Jacob. Así no hiciéramos nada. Solo estar juntos.
El chiflido de Jacob llamó mi atención. Ni siquiera me había dado cuenta que había dejado de caminar. Avancé a paso lento, dejando atrás la pareja que envidiaba, y llegando a pararme frente a la chica que envidiaba.
La envidia no es buena, pero no se puedo evitar no sentirla cuando anhelas algo de verdad y ves que alguien más lo tiene.
Llegamos a un Starbucks. Jacob pidió un café y unos muffins. Anna pidió un sándwich y un mocaccino. Comieron despacio, mientras yo esperaba arrimada a una pared. Jacob me miraba con incomodidad. Se levantó y me hizo una seña para que lo siguiera. Entramos al baño. Él se aseguró que no hubiera nadie. En otra vida, hubiese pensado que haríamos el amor en uno de los cubículos. Era excitante, pero ya no era más que una fantasía.
―¿Qué sucede? ―le pregunté.
―Estoy... Estoy mal, Amber.
Me preocupé de inmediato.
―¿Qué te pasa? ¿Anna te hizo algo? ¿Qué te dijo? ¿Es el café? Te dije que no ingieras mucha cafeína...
―Para ―demandó―. No es eso.
―¿Entonces?
―No puedo verte así...
Me miré de pies a cabeza. ¿A qué se refería?
―No hablo de tu ropa ―me dijo―. Sino de esto, de esta situación. Amber, quiero que te sientes conmigo en esa mesa, quiero que desayunes conmigo, quiero que me hables, quiero tocarte, quiero que te unas a mí. No puedo, no quiero, verte ahí, parada, como si fueras... algo, algo distinto a mí. Es frustrante.
Notaba cómo se controlaba al hablar. Era como si presionara su voz para que no se convirtiera en grito.
―Yo... Jacob...
El sonido de alguien tratando de abrir la puerta por el lado de afuera me interrumpió, aunque no sabía qué decir a continuación de todas formas.
―Discúlpame ―dijo Jacob, ignorando por completo la puerta―. Es solo que...
―Está bien ―le dije―. Yo me siento igual a veces. ―Esperaba que mis palabras lo hicieran calmarse. Su mirada se tornó triste. Mi corazón, se apretujó en mi pecho. Espera... ¿Mi corazón?
―¿Qué pasa? ―preguntó Jacob.
―Mi corazón late ―le dije, tocando mi pecho. Casualmente cuando dejaba de ser fantasma, mi cuerpo se volvía físico, pero aún así no sentí sueño, o hambre, o mi corazón latir. Ahora lo hacía, y Jacob dio un paso y puso su mano en mi pecho, con algo de miedo.
―Uou ―exclamó―. Es... uou. Late.
―Sí ―respondí, entumecida mientras la emoción y preocupación se entremezclaban en mi pecho.
Jacob dio otro paso y acortó aún más la distancia entre nosotros, si fuera eso posible. Luego, cuando lo tuve frente a mí, sentí mi corazón acelerarse, como si fuera el galopar de un caballo dentro de mí. Mis manos estaban temblando, y luego él las tomó. Levanté la mirada y lo vi mirarme fijamente. Ahí supe que jamás encontraría a nadie con una mirada intimidante como la suya.
―¿Qué-qué pa-pasa?
Me sentí torpe al decir eso, pero no hubo tiempo para pensar. Él respondió de inmediato.
―No hay tiempo que perder ―dijo―. He estado esperando que tu cuerpo se vuelva físico para poder hacer algo que quiero. O aunque sea solo tus labios...
Con eso entendí a qué se refería.
Subió mis manos he hizo que rodeara su cuello, luego rodeó mi cintura con sus brazos. Apegó nuestros cuerpos y sentí como mis fuertes latidos hacían zumbar hasta su cuerpo... ¿O eran sus latidos? No importaba. Jacob iba a besarme, y yo no iba a oponerme. Mientras me miraba a los ojos, recordé tantas ocasiones en las que estuvimos así, tan juntos, tan unidos, como si fuéramos uno solo. Un beso. Solo quería eso. No me había dado cuenta de lo mucho que extrañaba a este hombre, o tal vez si lo sabía, pero no lo aceptaba.
Jacob cerró sus ojos, y entreabrió sus labios. Yo hice lo mismo.
Su aliento chocaba contra mi cara, la punta de nuestras narices se tocaban.
Entonces escuché unas llaves y la puerta abrirse. Abrí los ojos de golpe y vi la cara de Jacob venir hacia mí, pero no se detuvo. Pasó de largo. Maldición. Había vuelto a ser un fantasma.
Jacob retrocedió, mirándome fijamente otra vez. La frustración era evidente en sus ojos. Sentimiento que pronto fue suplantado por la tristeza cuando llevé mi mano a mi pecho, e hice una mueca de decepción al no sentir mi corazón.
―¿Se encuentra bien? ―dijo un hombre. Giré un poco el rostro, era un chico con uniforme, un empleado del lugar―. Un cliente dijo que había tocado pero nadie había respondido.
Miré a Jacob, quien no dejaba de mirarme.
―Sí, estoy bien ―dijo. No le creí. Luego él salió del baño sin mirar atrás.
Vi como el chico miraba a Jacob. Pensaría que estaba loco o algo así. Luego salí yo también.
Llegué a la sala, donde había aumentado un poco el número de clientes. Jacob ya se había sentado y continuaba su desayuno. Anna ya había terminado y miraba a Jacob como si quisiera decir algo, pero no decía nada. Solo tocó su hombro. Sentí celos.
Al ver el tacto, sentí impotencia por no poder hacer lo mismo cada vez que quería. Casi me besó, y ese recuerdo solo me hacía sentir peor. Lo anhelaba tanto. Entonces me miré en un espejo ubicado en el lateral del local. No reflejaba nada. Recordé que no estaba viva, que no tenía derecho de quejarme. Mi oportunidad ya había pasado, yo la había desperdiciado. Pero entre tanto desperdicio, pasó algo hermoso llamado Jacob. Lo único bueno de mi vida como tal. Hasta podría decir que cada vez que pensaba en las palabras "mi vida", pensaba en él. Y por él debía alejar estos pensamientos y enfocarme en lo que de verdad importaba.
Lo que yo quería ya no importaba más, importaba lo que debía hacer.
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