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21:

El día del viaje llegó. Jacob se arregló tanto como pudo; se puso unos vaqueros, su chaqueta marrón y su gorra azul marino. Nada más.

Tomó un poco de ropa y la metió en una valija. Ni siquiera revisó lo que llevaba. Dijo que mientras tuviera un pantalón, una camiseta, un bóxer y su chaqueta, todo estaba bien. Mencioné cepillo de dientes, desodorante, entre otras cosas, ganandome su sonrisa socarrona.

―¿Y qué si tienes una reunión de gala o algo por el estilo? ―pregunté mientras él cerraba la maleta.

―Es una feria de flores, Amber. No habrá reuniones de gala.

―Pero ¿y si sí?

―Entonces subiré la cremallera de la chaqueta y me quitaré la gorra.

Jacob volteó y me miró a los ojos.

―Y me peinaré ―dijo―. Luego estaré a la altura.

Dejé salir el aire de forma escandalosa.

―Si tú lo dices...

Él sonrió.

Al llegar a la terminal de buses, Anna ya nos esperaba ahí. Bueno, esperaba a Jacob. Se saludaron con un beso en la mejilla y luego se sonrieron. Volteé la cara y alcancé a distinguir detrás del cristal un hombre, mirándome directamente.

Era el hermano de Anna, Chris. Lo recordaba claramente. Él miraba hacia nuestra dirección. Exactamente a mí. Chris estaba mirándome directo a los ojos. Entrecerró los suyos y ladeó un poco la cabeza, como tratando de averiguar quién era yo. Mis manos casi sudaron. Me puse nerviosa. Si él podía verme, todos podían. Pero detrás de mí se escuchaban risas bajas de la conversación de Anna y Jacob.

Enfoqué de nuevo a Chris y vi una mujer pequeña que se acercaba a él. Le tocó el brazo y Chris se desconectó de mi mirada. Enseguida Tina miró hacia donde estaba yo, pero pareció no darle importancia. Ella le dijo algo a Chris, el cual buscaba algo con la mirada. Luego sonrió y Tina pareció darle una mirada de loco. Luego ambos se fueron.

Mi respiración era anormal. Trataba de ordenar mis pensamientos cuando Jacob me preguntó si estaba bien. Le dije que sí.

―No me hables ―le dije murmurando, igual que hizo él al preguntar. Jacob me miró y alzó una ceja―. No me malinterpretes ―dije rápido―, solo no quiero que te crean loco o algo así.

―Ahh... ―dijo él, como si entendiera la situación. Aunque yo sabía que no.

Anna le dijo a Jacob que ya sabía dónde estaba el bus, que la siguiera. Jacob me miró, hizo un guiño y empezamos a caminar. Jake a lado de Anna, y yo detrás. Empezaba a sentirme incómoda.

―Será divertido ―escuché decir a Anna por enésima vez.

Jacob respondía con sonrisas. No le seguía la conversación como normalmente lo hacía, y Anna parecía notarlo porque dejaba de hablar tanto.

―Aquí es ―dijo Anna, saliendo por una de las tres puertas dobles que daban hacia el patio de buses.

Habíamos subido una escalera eléctrica, pero vi que había otra que llevaba a un piso más alto, por lo que me di cuenta que estábamos en el de en medio. Anna sonreía a Jacob y yo empezaba a sentir claustrofobia. Sentía que el piso de arriba caería sobre nosotros y nos aplastaría hasta hacernos mierda de topo.

―¿Estás bien? ―me preguntó Jacob disimulando. Busqué a Anna con la mirada y la encontré comprando algo en un quiosco.

―Sí ―respondí con falta de aire―. ¿Por qué?

Jacob no respondió, así que lo miré. Él alzó una ceja y apunto con la mirada hacia un lugar a lado mío. Baje la mirada y encontré mi mano sujetando con fuerza el tacho de basura que me llegaba hasta la mitad del cuerpo.

―Es que... no me gustan los lugares cerrados ―le dije.

―Ven conmigo ―me dijo.

Lo seguí y vi cómo, detrás de los buses, no había una pared sólida. En cambio, habían enormes vigas que sostenían el piso de arriba. Entre ellas no había ni concreto ni cristal, por lo que el exterior se veía en HD. Además, entraba aire fresco. Inhalé como si recién saliera del agua luego de haber permanecido quince minutos ahí dentro.

―¿Mejor? ―preguntó él.

Asentí.

―No sabía que podría darte un ataque de esos ―comentó.

―Yo tampoco ―respondí.

―Creí que podrías desaparecer y aparecer en otro lugar en caso que se caiga todo. O que todo te traspase.

La sola idea de que todo se cayera, hacía que mi cuerpo temblara. Pero la idea de que Jacob se quedara ahí, sufriendo, me llenaba de un terrible miedo.

―Amber ―dijo Jacob con desesperación―, no quise decir eso... ¿Estás bien? ¿Amber?

―Estoy bien estoy bien. Estoy bien...

Todo se quedó en silencio en ese momento. Si me concentraba bien, podía escuchar la respiración de Jacob.

―¡Jacob! ―gritaron.

Ambos miramos en la dirección de la que vino el grito y vimos a Anna moviendo su brazo en el aire, con una sonrisa en el rostro. Jacob levantó la mano en respuesta. Anna le hizo señas para que regresara.

Tuve que esperar a que todos se subieran al bus para poder subirme yo. Casi me cierran la puerta en la cara.

Al entrar al vehículo, la ola de aire acondicionado me golpeó en mi cara y manos. Pronto sentía el frío en mi ropa. Había sentido el aire antes, así que no me preocupé y seguí avanzando entre los asientos... hasta que di con el de Jacob y Anna.

Ella iba sentada a la ventana, y Jacob a lado del pasillo. Estaban dos asientos delante del último y Anna sonreía bastante, mirando por la ventana mientras el bus salía de la terminal.

―¿Te emociona mucho viajar, verdad?

―Es que no salgo mucho ―respondió Anna a la pregunta de Jacob.

Jake sonrió. Luego giró la cabeza y alzó la mirada. Yo estaba ahí parada y le sonreí. No había ni un asiento en el que pudiera sentarme. Jacob dejó de sonreír y se dispuso a levantarse. Supuse que lo que él quería era darme el asiento, así que lo detuve y me senté en el pasillo.

―No me canso ―le dije―. No me dolerá la espalda. ¿Recuerdas?

Jacob sonrió un poco y se acomodó en el asiento.

―¿Pasa algo? ―preguntó Anna.

Jacob dijo que todo estaba bien.

Luego de un rato, cuando ya habíamos salido de portland, Anna rompió el silencio. Justo cuando Jacob empezaba a cabecear a causa del sueño.

―Cuando éramos niños ―dijo ella―, mi papá nos decía que algún día, si estudiábamos y trabajamos, podríamos tener las vacaciones que quisiéramos donde quisiéramos.

―¿Éramos? ―preguntó Jacob.

―Sí, éramos ―respondió Anna. Luego de observar la mirada de Jacob, dijo: ―Oh, mi hermano... Es decir, tengo un hermano. El chico que estuvo hace unos días en la florería.

―Ah, es tu hermano ―dijo Jacob en voz alta. Me miró de reojo, como si me culpara por no habérselo dicho. Pero en realidad, yo no se lo dije. Solo me reí.

―Sí. ¿No sabías? ―dijo Anna con incredulidad.

―No. Bueno, tu papá tenía razón. El aprendizaje es nuestra arma más poderosa si sabemos usarla.

―No lo había visto de esa forma ―contestó ella―, pero él era muy sabio. Así que lo escuchaba en todo.

―¿Y por qué trabajas en una florería entonces? ―preguntó Jacob.

Anna se removió en el asiento.

―Mi papá pagaba mis estudios, tuve que dejarlos cuando murió.

Jacob asintió.

―Mi hermano tiene sus gastos y no puedo ser mantenida por siempre.

Jacob sonrió.

―¿De qué murió? ―preguntó Jake.

―Un infarto. Fue tan repentino. Simplemente... pasó. Un día estábamos comiendo juntos, riéndonos. Al siguiente, estábamos llorando su muerte.

―No podemos detener el transcurso de las cosas ―dijo Jacob con suavidad―. Lo que tiene que pasar, pasará. Aunque se oponga el mundo entero.

―Cierto ―dijo Anna con una sonrisa―. ¿Qué hay de ti? Cuéntame tu historia.

Ahora fue Jacob quien se acomodó en el asiento. Pero antes, me dio una mirada.

―Cuéntele ―le dije―, no importa. ―Sonreí.

Jacob empezó a narrar su historia. De cómo creció teniendo la necesidad de ser alguien en la vida y no depender de nadie más. De cómo soñaba con ser su propio jefe y cómo lo había conseguido. Todo el esfuerzo que invirtió desde que era adolescente preparando su futuro. Y de cómo se enamoró perdidamente de la mujer más hermosa que había conocido.

Anna pareció interesarse más en el tema, así que lanzó la pregunta que yo creía Jacob estaba evitando:

―¿Y después?

―No todo es felicidad ―dijo Jacob―. A veces las cosas están bien solo temporalmente. Ese temporal pueden ser años, o pueden ser días.

―¿Te dejó? ―preguntó Anna con voz baja, como si no pretendiera molestar a Jacob, el cuál rió bajito.

―Algo así ―dijo Jacob.

―¿Te engañó? ―volvió a preguntar Anna. Jacob sonrió.

―Murió.

Esa parte no me la esperaba. Por un momento creí que diría que lo que le quitó la felicidad era que yo lo había estafado.

―Lo siento ―dijo Anna―. Yo... no sé qué decir.

―No te preocupes ―dijo Jacob―. Siento como si ella estuviera conmigo todo el tiempo. ―Sonrió―. Incluso diría que gracias a ella llegué a la florería.

―Eres muy fuerte ―le dijo Anna sonriendo―. Es admirable.

Me reí. Jacob me miró como reprimiendo una risita.

―¿Como si estuviera contigo todo el tiempo? ―le pregunté sarcásticamente.

Jacob me hizo un guiño.

Luego de un par de minutos, Anna dejó de mirar a la ventana y preguntó:

―Oye, ¿y qué pasó con tu empresa? ¿Por qué trabajas en la florería?

Casi sentí como si una navaja diera con la punta en el pecho de Jacob.

―Quebró ―dijo él―. Un mal negocio.

Anna asintió.

―Hay que empezar de nuevo ―dijo Jacob sonriendo un poco―. Mientras hay vida, hay oportunidad.

Anna sonrió, y con eso di por terminada su conversación, ya que ambos se echaron en sus asientos y miraron a la ventana.

No me resultaría raro que Anna terminara enamorándose de Jacob, aunque la idea me molestaba solo se cruzárseme por la mente.

Descansé mi cabeza junto al asiento de Jacob y me perdí en mi mente, pensando en Jacob y sus mil formas de enamorar a una mujer, sin siquiera intentarlo. Quizá hasta los hombres caerían a sus pies.

Cuando levanté la cabeza, vi que ya se hacía de noche. Las luces pronto se encendieron, pero eso no fue motivo para que Jacob y Anna despertaran. Las personas normales se hubiesen quedado dormidas en la misma posición en la que se sentaron, pero estos no. Anna se había rodado en el asiento y tenía un brazo sobre la cabeza y la boca abierta. Pero no parecía estar incómoda aunque era lo que yo creía. Y Jacob, sus rodillas se clavaban en el asiento de adelante y su cara en mi dirección. También tenía la boca abierta. Pensaba que en cualquier momento caería saliva de su boca tan lenta como cuando se vierte miel desde un recipiente a otro. Me reí de mi imaginación.

La mano de Jacob se deslizó desde su regazo y cayó, quedando colgada en el aire a lado del asiento. El respaldo para los brazos prácticamente estaba aguantado todo el cuerpo de Jacob.

Sonreí, porque en vez de querer burlarme de la imagen que él proyectaba, sentía una inmensa ternura. Sentía que tenía la obligación y necesidad de proteger sus sueños, de no dejar que nada malo le pasara.

Levanté mi mano, en un intento de tomar la suya, rogando que funcionara. Y así fue. Me alegré al instante. Levanté la mano de Jacob y la ubiqué en su regazo, lo empujé un poco, haciendo que se acomodara mejor en el asiento. Y por qué no, a Anna también. Aunque luego de acomodarse, volvió a rodarse. Podía comprenderla; es el problema de las personas bajas al quedarnos dormidas en el bus, siempre nos rodamos en el asiento.

Me senté de nuevo en el pasillo, viendo ahora la parte de atrás de la cabeza de Jacob. Toqué el respaldo de los brazos y sentí el material duro, así que pensé que el efecto de tener contacto con lo físico no había desaparecido. Extendí mi mano hasta dejarla sobre la de Jacob y, así en esa forma, entrelazar nuestros dedos.

Arrimé mi cabeza al cuerpo de Jacob. Lo sentía respirar y casi sentía sus latidos. El calor que salía de su cuerpo hacía que me olvidara del frío aire acondicionado. Permanecí así un par de horas, esperando a que el efecto pasara, y mientras tanto, disfrutando del toque de la piel de Jacob. Hasta que mi cabeza dejó de sentir el cuerpo de Jake, hasta que el aire se volvió completamente frío, y hasta que mi mano dejó de tocar nada.


A veces terminar un capítulo no es tan fácil como parece, así que muchas gracias por apreciarlo. :) Gracias por sus votos y comentarios en los capítulos anteriores. Y gracias a todas las personas que han añadido la novela a sus listas de lectura. :)

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