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16:

Por un momento sentí quedarme congelada mientras Anna me miraba a los ojos. La vi fruncir el ceño y luego su sonrisa de poco convencimiento.

―¿Amber? ―preguntó Jacob con voz que, pesimamente, fingía sorpresa.

―Sí ―tartamudeé, poco segura de estar entendiendo su plan―. ¡Jacob! ―fingí sorpresa―. ¿Trabajas aquí?

Por el rabillo del ojo vi como Anna nos miraba con curiosidad. Creía que yo podría fingir mejor que Jacob, pero parecía que no era así.

―Claro ―dijo Jacob―. Me acompañaste hasta aquí esta mañana, ¿recuerdas?

―¡Sí! ―chillé―. Ya recordé ―me reí―. Qué despistada soy.

Entre la confusión de estar viva mientras estaba muerta, Jacob se ponía cada vez más rojo, preocupado. Hasta que Anna intervino, y rompió la tensión.

―Hola ―me dijo ella―. ¿Cuándo llegaste? No te sentí entrar. Ni te vi.

―Ah, pues, ah, uhmmm... Estaba aquí afuera y... pues...

―Creí que no me ibas a saludar ―interrumpió Jacob.

Anna miró a Jacob y él la miró a ella.

―¿La viste entrar? ―preguntó Anna.

―Claro. ¿Tú no?

Anna alzó una ceja. Claro que no me había visto. Jacob estaba tratando de salvarme, pero Anna parecía muy lista como para dejarse convencer por esa historia.

―La verdad es que... no ―respondió Anna―. Seguro estoy muy distraída.

―¿Te sientes bien? ―le preguntó Jacob. Anna se apretó las sienes mientras cerraba los ojos.

―Sí ―contestó ella―. Solo que creo que estoy algo cansada.

Jacob y yo nos miramos. Anna me dijo que era bienvenida a la florería, que me sintiera en confianza de pedir lo que quisiera, que Jacob era muy atento con los clientes, y luego se fue al otro extremo del local, con unas tijeras y a darle estilo a una planta.

―Gracias ―le dije a Jacob cuando Anna salió―. Me salvaste.

―Vamos a volverla loca ―respondió él.

―Pero no vas a negar que su cara fue chistosa ―le dije animada.

Jacob me miró con seriedad y dejé de sonreír.

―En serio, Amber. Debemos saber cómo controlar esto que te está pasando.

―¿Debemos? ―le pregunté.

―Claro. Debemos.

―¿Por qué debemos? ―Hice énfasis en la última palabra. Yo creía que era asunto mío nada más.

―Porque estás conmigo, porque estoy contigo, y porque somos un equipo. Y los equipos se apoyan.

―Gracias ―murmuré. Y lo abracé.

―Somos como el equipo muerto-vivo ―me dijo Jacob. Sonreí.

―¿Equipo muerto-vivo? ―me reí―. ¿Qué es eso?

Jacob sonrió divertido.

―Somos dos, un dúo, pero yo estoy vivo y tú...

Jacob dejó de hablar. Creí que se arrepintió de decir lo que yo ya sabía que diría. Quizá creyó que me sentiría incómoda, así que terminé la frase por él.

―Tú el vivo y yo el muerto, equipo muerto vivo. ―Me reí, como si me hiciera mucha gracia, y en realidad lo hacía. Jacob se relajó y me acompañó con una risa leve―. Muy ingenioso, vivo ―agregué. Me sentí mejor al ver que sonreía y ya no estaba tan preocupado por la broma.

―Claro ―dijo él―. Soy Jacob.

Alcé una ceja y me reí con sarcasmo.

―Lo que tú digas ―bufé.

La mirada de Jacob era como si me robara energía y me hiciera sentir débil de repente.

―Quisiera poder ayudarte más. Se supone que yo debería ayudarte a ti. No tú a...

―Nos ayudamos mutuamente ―me dijo, interrumpiéndome―. Míralo como si... Qué se yo. Como si esta fuera una lección en la que ambos debemos aprender algo.

Me aparte de él con suavidad y lo miré a los ojos, intrigada. Sus palabras tenían algo de lógica. No lo había visto de esa forma.

―Como cuando estuve en tu cuerpo.

Él sonrió.

―Exacto ―dijo en voz alta―. Como en ese momento. Digo, es lo que creo.

―Ahora lo creo yo también ―le dije―. Pero ¿qué podría aprender de esto? Ya estoy muerta, ¿de qué me serviría?

Jacob se encogió de hombros. Yo le di una sonrisa.

Anna había decidido salir, haciendo que Jacob se extrañara cuando casi había pasado una hora y ella no volvía. Pero más extrañada me sentía yo; a pesar de todo, aún no confiaba en ella.

―¿Dónde estará? ―pregunté. Jacob estaba sentado junto a mí, detrás del mostrador.

―Ya llegará ―respondió él―. No te preocupes.

Iba a decirle algo, pero la puerta se abrió. Alcé la cabeza por encima del mostrador y vi a Anna entrar. Mucho más tranquila que antes de irse.

―¿Crees que aún pueda verte? ―preguntó Jacob en voz baja.

―Creo que no ―contesté―. Hoy solo duró unos minutos, una media hora casi. Seguro ya pasó el efecto.

―¿Tú crees?

―Averigüémoslo ―le dije.

Me levanté de la silla con una sonrisa, viendo directo hacia Anna entrar por la puerta. Pasó la vista directo hasta Jacob. Lo tomé como una buena señal, así que me acerqué a ella cuando se detuvo a saludar.

Comencé a hacer muecas y señas raras frente a ella. Hice un "buu", alargando la "u" como si fuera una niña disfrazada de fantasma en Halloween y tratara de asustar a alguien para que me dé dulces.

―¿Estás... bien? ―me preguntó ella.

―¿Eh?

―Que si estás bien.

Escuché a Jacob reírse detrás.

―Sí... Eso creo. ¿Puedes verme?

―Claro ―respondió ella, frunciendo un poco el ceño, extrañada―. Creo que deberías ir a dar una vuelta tú también.

―Sí ―dijo Jacob―. Creo que Amber necesita salir un poco y relajarse.

Miré a Jacob y él dejó de reírse al instante. Anna se fue con las flores, dejándome parada a mitad de local. Torcí la boca en un gesto de molestia. Ojalá existiera un manual de fantasmas. Pero eso sería como pedir un manual de vida, y eso no existe.

Salí de la florería y caminé un rato. Le di a Jacob y Anna espacio para almorzar.

Me encontré con Irene. Tuve que ir a un callejón para que pudiéramos hablar más tranquilas. La gente seguía viéndome.

―¿Qué pasa? ―me preguntó Irene―. ¿Por qué tan misteriosa?

―Pueden verme.

―¿Qué?

―Sí. Pueden verme, oírme, tocarme.

―¿Estás...?

―Sí. Segura.

―¿Estás viva?

―Ah, sí. No. No lo sé. ―Solté el aire y me senté en el suelo, rodando por una pared sucia―. La verdad es que ya no sé nada. Solo sé que Jacob lo toma mejor que yo.

―Amber, eso no es normal. ―Irene se sentó conmigo―. Esto no es normal.

―¿A qué te refieres?

―Hoy Neil me abrazó. Tuve que esconderme para que sus padres no me vieran cuando entraron a su habitación cuando llegó de la escuela.

―¿También te pasa?

―Sí ―pero no tan a menudo―, y por lo general dura unos minutos.

―Tienes suerte. ―Irene no dijo nada; esperaba que continuara, o eso creí, así que continué―. Llevo como cuatro horas así.

―¿Cuatro horas?

―Cuatro. ―Irene se puso de pie―. Ven ―me dijo y me extendió la mano. Dudé en tomarla―. Veamos si ya pasó.

―¿Cómo? ―tomé su mano finalmente y me levantó.

Hicimos lo que siempre hacíamos cuando queríamos ir a algún lugar. Cerramos los ojos y es cosquilleo rápido me dio en el estómago. Al siguiente instante, ya estaba en las colinas.

―Uou ―dije―. Tenía tiempo sin hacerlo.

―¿Y cómo viajas? ―me preguntó Matt, sorprendiéndome. Estaba detrás de nosotras. Volteamos hacia él y nos sonreímos.

―Camino, tomo un taxi...

―Ese Jacob está cambiando tu vida fantasmagórica.

Irene rio.

―Pienso igual que Matt.

No sabía qué decir, así que mejor no dije nada.

―Delia y yo salimos a caminar hoy ―dijo Matt de repente―. Choqué con un tipo y casi me da una paliza.

―¿Una paliza por chocarte? ―preguntó Irene.

―Era un tipo rudo ―dijo Matt―. Parecía salido de la WWE.

―Espera... ―dije―. ¿Chocaste?

―Sí ―respondió―. Simplemente... chocamos. Ahora Delia me pregunta si de verdad soy un fantasma.

―Yo me hago la misma pregunta ahora ―dijo Irene.

―Es como si estuviéramos regresando a la vida ―les dije.

―Es imposible ―dijo Matt.

―¿Por qué? ―pregunté.

―Porque nuestros cuerpos ya deben haberse hecho polvo en nuestras tumbas. Si el plan fuera regresarnos a la vida, nos hubiésemos ido en cuerpo y alma desde el primer instante.

―lógico ―apoyó Irene.

―Entonces ¿qué es? ―pregunté, tratando de no desesperarme.

―No tengo la menor idea ―respondió Irene―. Pero sea lo que sea, no es bueno.

―Y qué tal si de algún modo, nuestros cuerpo regresan poco a poco y regresamos a...

―De igual ―me interrumpió Matt―, eso no es bueno.

―¿Por qué no? ―pregunté, perdiendo un poco los estribos.

―Porque si fuera algo bueno, no tendríamos malos presentimientos al respecto ni estuviéramos asustados.

―Yo no estoy asustada ―respondí al instante en voz alta.

―¿En serio? ―preguntó Irene manteniendo la seriedad y compostura.

―Amber ―me dijo Matt―, cálmate y respóndeme. ¿Crees que todo esto sea algo bueno?

Respiré con calma, manteniéndome centrada en el tema. La verdad era que estaba muy asustada. No sabía qué pasaba, incluso, sentía ganas de empezar a cambiarme la ropa negra que siempre usaba, en caso de que alguien pudiera verme.

―Quiero volver a estar viva ―les dije.

Matt e Irene se quedaron en silencio.

―Eso es lo que te desvía de pensar con la preocupación que amerita el caso ―dijo Matt―. Estás enamorada de Jacob, y quieres regresar con él.

―¿Qué vamos a hacer? ―le pregunté.

―Estoy haciendo averiguaciones ―respondió él.

―¿Y qué has conseguido? ―preguntó Irene.

―En el sur hay un tipo ―respondió―, también tiene una misión. Dice que se topó con alguien que le dijo que nos llaman los misioneros.

―¿Misioneros? ―bufó Irene―. Qué nombre tan feo.

―"Nos llaman" ¿Quiénes nos llaman así? ―le pregunté.

―No sé. No me dijo nada más.

Procesé la información. Había más como nosotros, aparte había alguien, o algunos, que nos llamaban misioneros.

―Si saben algo, ¿me avisan? ―les dije, tenía que volver con Jacob.

―¿Ya te vas? ―preguntó Irene.

―Tengo que regresar.

―Amber ―me dijo Matt―, ten cuidado. Ellos son nuestras misiones, no creo que salga nada bueno al involucrarnos de alguna forma que no sea la de cumplir nuestro trabajo.

―Lo tendré en mente ―le dije.

―Amber, espera ―dijo Irene, apresurada. La miré, expectante―. Creo que... ―miró a Matt y regresó a mí―. Creo que sería bueno que nos viéramos aquí todos los días a media noche.

―¿Tienes miedo? ―preguntó Matt. Irene nunca mostraba miedo, ella siempre era segura y fuerte.

―No es eso... Bueno, sí, no me miren así. Solo quiero que nos veamos y conversemos sobre lo que pasó en el día. Quizás uniendo piezas saquemos el rompecabezas.

―Cuenta conmigo ―le dije.

―Media noche ―dijo Matt.

Nos acercamos, nos abrazamos. Matt le dijo a Irene que no tuviera miedo.

Después de regresar, esperé en una esquina cercana a la florería lo último que quería era tener que explicarme de nuevo con Anna.

Pensaba en lo que me había dicho Matt. ¿Y si en realidad me estaba involucrando con Jacob? ¿Qué tan malo podría ser? Cuando me hice esa segunda pregunta, de inmediato pensé en cómo quedaría Jacob cuando me fuera, y la descarté al instante.

Matt tenía razón. Estaba asustada. No quería irme, quería quedarme con Jacob, pero eso solo lo lastimaría. Tal parecía que mi vida giraba en torno a las formas de lastimar al amor de mi vida tanto como pudiera, y él jamás me odiaría, o eso parecía.

Un gato pasó delante de mí y gruñó. El niño que iba detrás, se detuvo y miró en mi dirección, pero no a mí. El efecto había pasado.

Salí corriendo hacia la florería más adelante. Cuando llegué, estaban preparándose para cerrar. Saldrían a las ocho. Jacob sonreía y Anna hablaba. Cuando entré, escuché mejor de lo que hablaban.

Al parecer Anna tenía una anécdota sobre una excursión, o exposición, o algo que tenía que ver con su vida después de comenzar a trabajar en la florería. Me quedé parada en la puerta por unos minutos, insegura de acercarme, pero finalmente lo hice.

Me paré detrás del mostrador y Jacob me miró, alarmado.

―¿Qué pasa? ―le preguntó Anna.

Definitivamente no podía verme. Respiré tranquila.

―Nada ―contestó Jacob―. Me picó un mosquito.

―Ah, bueno, como te decía...

Dejé de prestar atención a Anna. Me acerqué al ventanal luego de hacerle un guiño a Jacob. Afuera, al igual que todos los días, la gente caminaba tan tranquila. Nadie se imaginaba que un fantasma estaba viéndolos detrás del cristal y pensando lo afortunados que eran por tener vida.

Seguí mirando por un rato más, dejando que mi mente vaya de un tema a otro.

―No lo olvides. ―Salí del trance y vi que ya las luces del local estaban apagadas. Era Anna quien hablaba. Jacob iba detrás de ella―. No hagas planes.

Cerraron la puerta, yo seguía dentro, pero no me preocupaba. Fui hasta la puerta y caminé decidida, sin detenerme. Y a causa de ello, choqué fuertemente con el cristal de la puerta, cayendo de culo al suelo.

―¿Qué fue eso? ―oí preguntar a Anna.

―¿Qué cosa? ―preguntó Jacob―. Yo no escuché nada.

Me levanté, y esta vez pasé mi mano primero, y funcionó. Saqué todo mi cuerpo, justo a tiempo para ver cómo se despedían. Anna dijo que había sido un día algo raro, y que sentía que eso significaba que estaba demasiado cansada. Jacob le dijo que esperaba que descansara y se sintiera mejor.

―Por poco ―dijo Jacob despreocupado.

No contesté.

―¿Pasa algo?

Pasaba de todo, pero no podía preocuparlo, porque, conociéndolo como lo conocía, Jacob se preocuparía y querría ayudarme de alguna forma, y eso sería involucrarlo en algo que podría ser peligroso.

En seguida pensé en lo que dijo Matt. Si estaba volviendo a la vida, ¿por qué tenía malos presentimientos y me sentía asustada al respecto?

―Nada ―respondí con una sonrisa.

―¿Segura?

―Totalmente.

―Bueno... ―Jacob sonrió. Me encantaba verlo sonreír.

―Y, ¿qué te dijo Anna? ―pregunté cuando empezamos a caminar―. ¿Por qué no quiere que hagas planes?

―Me dijo que hay una... algo así como una expo feria de flores y todo eso.

―¿Y qué pasa con ello?

―Que el dueño de la florería tiene un lugar en la feria, y Anna lo hizo bien el año pasado, así que quiere que asista otra vez, pero en esta ocasión quiere que vaya yo también.

―¿Por qué tú?

―Porque soy un empleado ejemplar.

―Llevas un par de días, y algo más.

―Gracias, Amber.

Me reí.

―Bueno, ¿irás?

―No sé. ¿Quieres que vaya?

―¿Quieres ir? ―le pregunté, algo tímida por cómo me preguntó él.

―Sí.

―Entonces si quiero que vayas ―le dije sonriente.

―Y yo quiero que vengas conmigo.

―¿Y pensabas que no iba a ir? ―bromeé. Jacob rio.

Él me contó la anécdota de Anna, que se cayó con todo y mesa cuando la expo feria se inauguró el año anterior. Según, nadie pareció darse cuenta a pesar del estruendo, así que Anna levantó todo tan rápido como pudo, recogió la tierra y limpió las plantas como pudo, luego puso una sonrisa de "Bienvenido" en su cara sucia. Jacob se rio, su risa me dio risa. Él no sabía contar chistes, y le quitaba la gracia a lo que fuera. Pero su risa contagiosa era más que suficiente para hacer reír hasta el más serio.

Un auto pasó a toda velocidad, Jacob lo miró hasta que giró en una intersección. Él tenía uno parecido, aunque a diferencia de éste rojo, el de Jacob había sido color negro.

A veces parecía olvidar cuál era mi misión en este mundo. Necesitaba recordar el motivo de mi regreso, aunque tuviera que escribirmelo por todo el cuerpo con tinta espiritual. Claro, en caso de que existiera esa tinta.


Muchas gracias a todos los que votan/comentan en mi novela. Ver que les gusta me anima mucho, además del hecho de que lleva ya varios meses dentro del top 30 de su categoría. :') Un beso.


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