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15:

El miedo que sentía por poder tocar cosas de vez en cuando, incluso personas, se había ido. Todo giraba en torno a Jacob y no me sentía mal por ello, al contrario, estaba contenta de estar cerca. Pero era consciente de que no debería permitir esa cercanía, tarde o temprano me iría de nuevo. Y esta vez sería para siempre. De hecho, en aquel momento, por alguna razón, ya me sentía lejos de él, aún mientras caminabamos hacia la florería.

―Parece que será un buen día ―comentó mirando al cielo.

Asentí... aunque él no me veía; iba dos pasos por delante de mí.

―¿Pasa algo?

―No ―respondí.

―¿Crees que el novio de Anna vaya a verla hoy?

―¿Tanto te importa? ―reproché.

―¿Estás molesta?

―No.

―¿Segura?

―Jacob, no comenzaremos ese juego otra vez.

Él rio. ¿Por qué rio?

―No le veo lo gracioso ―le dije.

―Deberías ver tu cara. Estás roja, o verde, o azul. Creo que estás morada.

―¿Eso qué significa? ―empezaba a irritarme otra vez.

―Que estás celosa.

―¡Que no!

Jacob se detuvo y volteo, me miró y yo me quedé tranquila ahí tranquila ante su preocupada mirada. Creía que mi voz había salido muy fuerte y que eso había llamado la atención de Jacob, pero, por instinto, me volteo pensando que él miraba otra cosa detrás de mí.

Estaba un señor, de bigote. Me miraba. ¡Me miraba!

―¿Está bien, señorita? ―me preguntó.

Abrí la boca y luego volteé hacia Jacob. De verdad me estaba viendo.

―¿Estás muerto? ―le pregunté torpemente. Enseguida recordé que Jacob también lo estaba viendo. Ese señor no podía estar muerto.

―¿Está bien, señorita? ―repitió. Seguro pensó que estaba loca.

―Es el café ―dijo Jacob, cruzando un brazo por encima de mis hombros. Pude sentirlo.

―¿Café?

―Sí ―contestó Jacob―. Se pone así cuando no encuentra el café como le gusta. ―Y no era mentira. Me encantaba el café cuando estaba viva.

El señor asintió y luego se alejó. Jacob espero a que se hubiere alejado lo suficiente y enseguida se paró frente a mí.

―¿Amber? ―me preguntó.

Con temor, puso sus manos sobre mis hombros. Volví a sentir su cuerpo... O bien sus manos.

―¿Sí?

―¿Por qué puedo tocarte?

Tartamudeé un poco y miré a mi lado a la puerta enrollable que se alzaba. Un joven quedó mirando a Jacob y luego me miró a mí.

―Buenos días ―nos dijo.

¡Nos dijo!

―Buenos días ―respondió Jacob.

Nos dimos media vuelta y seguimos hacia la florería. No hablábamos. Jacob rosaba su brazo con el mío a propósito a cada instante.

―No lo sé ―respondí muy tarde a su pregunta, justo cuando mi lengua se desenvolvió.

Comencé a mirar a todo lo que hiciera reflejo por donde pasáramos. Quería saber si podía verme aún, y así era.

―En el apartamento te sentaste en una silla ―mencionó Jacob.

―¿Eso qué tiene que ver? Siempre lo hago.

―Claro, claro.

Jake volvió a chocar conmigo. Lo vi tragar saliva.

―No entiendo esto ―dijo Jacob―. Es muy confuso.

―Dímelo a mí.

Lo cierto es que en ese momento sentía tanto miedo. Quizá porque todo me veían cuando pasaba. Estaba tan acostumbrada a pasar desapercibida que recibir algún atisbo de atención se me volvía completamente extraño e incómodo. Me sentía... viva.

Jacob pareció encerrarse en su propio mundo y dejó de hablar. Solo caminábamos. Y la gente seguí volteando a verme. Seguro no estaba peinada o algo.

Algunos pasaban entre nosotros y podía sentirlos. Con mis manos, entre cada toque podía sentir la tela de sus ropas.

Algunas palomas pasaron volando sobre nosotros. Me perdí tanto en mis pensamientos que comencé a pensar en Jacob y yo, aquella tarde juntos en un lago. Estábamos haciendo un picnic y fuimos invadidos por patos. Sí, patos. Jacob había conseguido una manta hermosa... O tal vez lo hermoso era que estábamos ahí los dos. En ese entonces yo todavía no estaba enamorada de él. Pensaba que tal vez era afecto porque nadie me había tratado así antes. Los patos aparecieron justo cuando Jacob sacó unos sándwiches de una canasta. Las aves se quedaron ahí hasta que les dimos pan. Luego, algo avergonzado, Jacob se puso de pie y lo persiguió hasta que entraron al agua. Me había contado de su empresa y lo bien que le había ido esa semana, que se merecía un fin de semana feliz. Lo que yo no entendía era que esa felicidad hablaba de mí. Momento después solo me dijo que me quedara quieta y viera como el sol bajaba tras los árboles frente al lago. Lo que nunca le dije a Jacob, es que ese había sido mi primer picnic.

―¿Amber?

Salí de mi ensimasmiento. Habíamos llegado a la florería.

―¿Qué pasa?

―Aún puedo tocarte ―me dijo con preocupación.

―¿Temes que Anna me vea? ―habló mi subconsciente.

―Temo que esto sea malo para ti.

―¿Cómo puede ser malo?

―No lo sé... Puedo tocarte y tú estás... ya sabes. No creo que eso sea buena señal. ―Jacob meneó un poco la cabeza―. Me da mala impresión, eso es todo.

―Relájate Jacob. ―Sonreí un poco, aunque no tanto como quise. No tanto como para que Jacob quitara esa cara de preocupación―. ¿Qué es lo peor que podría pasar?

―Que pudiéndote tocar, podría acostumbrarme a ti otra vez.

―¿A-acostumbrate cómo? ―comencé a tartamudear. Mi cerebro se preparaba para procesar todo lo que saliera de la boca de Jacob.

―A no querer soltarte. A querer tenerte conmigo.

Mi cerebro procesó lo que dijo, y el resultado fue que Jacob estaba preocupado por él. Porque no sería capaz de soportar perderme otra vez. Un lado de mi mente dijo que Jacob estaba siendo egoísta, que le importaba solo su bienestar. Otro lado, decía que Jacob tenía permitido ser egoísta cuando se trataba de mí.

―Ah ―solté en voz baja.

―Amber ―dijo Jacob acercándose. Tomó mi cara entre sus manos y me miró a los ojos. Sus manos estaban tibias―. No me gustaría que pasara, pero tendrás que irte. Y eso duele. Porque tendré que decirte adiós otra vez. Y lo último que quiero es que, por haberme acostumbrado a tu presencia, te sientas mal porque me quede triste o algo. No quiero que te vayas lastimada. No quiero hacerte daño.

―Jake...

Casi me derretí en sus manos. Mi corazón pareció enviar encargados a mi mente y golpear a ambas partes que arrojaron como resultado temas del egoísmo. Jacob no estaba siento egoísta. Estaba haciéndolo por mí. Jacob seguía queriéndome y me lo estaba demostrando.

Retiré sus manos de mi cara y me lancé a sus brazos, abrazándolo con los míos. Su cabeza descansó en mi hombro y la mía en el suyo.

Quería a Jacob tanto que dolía. Sentía que las lágrimas se me saldrían. Descubrí que no sería capaz de decir Adiós otra vez. No quería irme, quería quedarme.

El día gris sobre nosotros parecía poner el ambiente perfecto para que llorara. Pero ya me había dado cuenta de lo preocupado que estaba él por mí, así que me tragué mis sentimientos y lo abracé con más fuerza.

―No hay forma en la que puedas lastimarme ―susurré. Lo sentí asentir en mi hombro.

Nos apartamos y me limpié las lágrimas que querían salir antes de que Jacob pudiera notarlas. Sonreí para disimular.

Levanté la mirada y sus ojos estaban en mí.

¿Qué tan difícil podría ser decir Adiós, sabiendo que sería el último? Tal vez la muerte nos hacía un favor al llegar de forma sorpresiva, así no vivíamos con la angustia de saber cuál sería el día en el que diríamos adiós a todo cuanto amamos.

Jacob me miraba, expectante de lo que hiciera o dijera.

―Deberías pedir un adelanto ―dije de forma trivial.

Jacob alzó una ceja.

―Es que... ―continué―. Vi que ya no tienes mucho en tu despensa y...

―Ah ―dijo Jacob―. Claro. Le diré a Anna y veré qué me dice. ―Sonrió.

―Bien. ―Sonreí.

Anna apareció detrás de Jacob de un momento a otro. Ni siquiera la vi aparecer.

―Hey ―saludó a Jacob con una sonrisa―. Hola ―me dijo a mí.

Volví a sentir los nervios de que alguien aparte de Jacob estaba dándome su atención. Podría deberse a que llevaba mucho tiempo muerta como para estar viva otra vez.

―Oh. Anna, ella es Amber. Amber, Anna.

―Hola ―le dije, siguiendo el juego.

―Hola ―dijo Anna, con una sonrisa a medias, de esas que pones cuando tu mamá te obliga a ser amable pero no te sale.

Me extendió la mano y le correspondí. Su mano era suave y fría. Además de huesuda.

Anna miró a Jacob, como pidiéndole que le explicara quién era yo para él, pero como siempre, Jake no entendió. Sus ojos fueron de Anna a mí y viceversa.

Anna se dio por vencida y dijo que le alegraba que Jacob fuera puntual. Se dio la vuelta para abrir la puerta de la florería y Jacob y yo intercambiamos una mirada más una sonrisa.

Cuando Anna se volteó de nuevo, miró extrañada hacia donde yo estaba, pero no me miró a los ojos. Era como si viera a través de mí. Lo deduje al instante, pero lo que dijo después, fue lo que aclaró mis dudas.

―¿Dónde se fue...?

―Amber ―completó Jacob. Él me miró y pareció entenderlo también.

―Sí, ella.

Anna se dio la vuelta completa, en espera de alguna explicación.

―Me fui a ver a mi tía ―le dije a Jacob.

―Se fue a ver a su tía ―repitió él.

―Pero si estaba aquí hace unos segundos.

―Su tía es muy... importante para ella. A-además, está muy enferma y... Amber tenía que visitarla.

Bajé la cabeza y la meneé un poco con los ojos cerrados, como cuando alguien como Jacob se inventa una excusa para arreglar alguna situación, pero termina por no convencerse ni a él mismo.

Levanté la cara para ver a Anna con la ceja alzada, interrogante.

―Se fue corriendo ―dijo Jacob.

Sentí ganas de reír, pero no lo hice. Quería estar pendiente de Anna.

―Bueno... ―dijo ella.

Se dio vuelta y empujó la puerta. Jacob la siguió. Yo iba detrás, pero juraría que escuché a Anna decir: "qué raro".

―¿Listo para un nuevo día? ―le dijo Anna, cambiando el semblante a uno más animado.

―Claro ―respondió Jacob en el mismo tono―. Pero antes, quisiera hablarte de algo.

―Dime.

Jacob le pidió a Anna que hablara con su jefe para que le dieran un adelanto a su paga. Le contó su situación y Anna pareció entender.

―Haré una llamada luego ―dijo ella―. A mi jefe no le gusta que lo llamen muy temprano.

―¿En serio? ¡Gracias, Anna! Si se pudiera, me ayudarías mucho.

Jacob puso esa cara y sonrisa que derretía a cualquiera, así como a Anna en ese momento, quien parecía se había quedado colgada de alguna fantasía.

―C-claro ―tartamudeó ella. Yo reí. Por lo menos no era la única que Jacob hacía tartamudear.

Después de que Anna se pudiera a hacer sus cosas alejada un poco del mostrador, donde estaba Jacob, él se hizo señas para que me acercara a él.

Sin dudar, trató de tocar mi mejilla pero su mano pasó de largo. Sentí tristeza. Casi vi tristeza también en los ojos de Jacob, pero su mirada se debió hacia otro lado. Seguí su mirada. Anna lo observaba.

―Un mosquito ―dijo Jacob.

―Claro ―respondió Anna―. Estaba por pensar que estabas loquito.

Ambos rieron, aunque la risa de Jacob era un poco fingida. Se notaba porque era más elevada de lo normal. Reí.

Me senté sobre el mostrador. Jacob se sentó en su silla y prendió la laptop.

―Ya pasó ―me dijo como si estuviera decepcionado, pero aún sonriente.

―Eso creo ―le dije. Traté de mirar sus ojos, pero apartaba su mirada de los míos.

Me quedé callada, viendo ir y venir los clientes, Anna atendiéndolos con una gran sonrisa. Ella era tan buena que no podía molestarme su presencia. A veces me sentía celosa de ella, pero no podía sentir resentimientos.

Almorzaron como los días anteriores. Conversaron de cosas triviales. Jacob alzaba la mirada entre ratos y me sonreía.

En mi mente permanecía la idea de que me dolería decirle Adiós. Pero me dolería más dejarlo atrás. Si Jacob tenía miedo de acostumbrarse a mí, era porque aún me quería. ¿Quién era yo para romperle el corazón dos veces?

Porque sí, el amor de Jacob debía de ser tan grande que no le importaba que le rompiera el corazón por segunda vez. Si eso le importara, él me alejaría a toda costa.

Al rato Anna hizo la llamada a su jefe. Jacob se quedó atento.

―¿Qué pasó? ―preguntó Jacob cuando Anna cortó.

―Pues... ―Anna agachó la mirada, triste. Jacob entendió y se recostó en el asiento, sin poder ocultar su triste decepción. Anna levantó la cara con una gran sonrisa―. Dijo que está bien.

―¿Qué? ―se sorprendió Jake―. ¿En serio?

―Sí ―chilló Anna―. Te deposita esta tarde.

Jacob no reaccionaba. Anna se reía. Jacob tenía cara de perdido.

―¿A mi cuenta? ―preguntó él―. Pero... ¿cómo?

―No, tonto. Lo deposita en la mía y yo te doy el dinero. ―Anna se agachó y se acomodó el zapato―. Cuando formalices tu contrato se solucionará todo. Te depositarán a tu cuenta directamente y no habrá inconvenientes.

―Eso es... uou.

―Sí ―dijo Anna.

―Quita esa cara de tonto ―le dije a Jacob al oído.

―¿Cómo? ―preguntó él, mirándome.

Abrí los ojos con exageración. Jacob hizo lo mismo.

Volteamos a ver a Anna, ella estaba con la ceja levantada.

Miré detrás de mí. Había un poster de algo así como una feria. Había un girasol enorme. Improvisé.

―Dile que cómo pusieron el poster del girasol.

―¿Cómo pusieron el poster del... ―Jacob meditó―.

―Girasol ―repetí.

―Girasol. ¿Cómo pusieron el poster del girasol?

Anna desvió la mirada lentamente hacia el poster.

―Ah, pues, creo que... con ¿una escalera?

―Claro ―dijo Jacob―. La escalera. ¿Con qué más? ―Y comenzó a reír.

―Jake, detente ―le dije.

Jacob paró y Anna comenzó a reír.

―Esta vez sí que pensé que estás algo loco. ―Y siguió riendo―. Volvamos al trabajo. ―Se puso de pie―. Luego me recuerdas lo del dinero.

―Bien.

―Debemos ir al banco antes que cierren.

―Bien ―repitió Jacob.

―Okey ―respondió Anna y se alejó.

Cuando ya se hubo alejado lo suficiente para no escuchar los "susurros" de Jacob, éste me dijo:

―¿Amber?

―¿Sí?

―¿Por qué debemos guardar esto en secreto? ¿Pasará algo malo si no?

―Bueno, aparte de que te creerán loco y te encerraran de por vida en un centro de salud mental... No. No creo que podría pasar algo malo si lo revelamos.

―Muy graciosa.

Sonreí.

Jacob volvió a trabajar. Rodeé el mostrador y me paré junto a uno de los ventanales que daban a la calle. El día estaba en su punto brillante después del mediodía. Pronto el sol comenzaría a caer, pero el cielo nublado no dejaría que se viera el color del atardecer.

Me sentía tranquila porque Jacob tendría el dinero para comprar lo que necesitara.

Tomé una bocanada de aire y exhalé, sonreí. Los autos pasaban en la calle, con personas felices, sonrientes, otros no tan sonrientes, otros muy serios. Tantas vidas pasando frente a mis ojos. ¿Qué problemas tendrían? ¿Acaso estarían lidiando con algún fantasma de su pasado que regresó para devolver sus vidas a lo que eran antes?

Volteé y vi a Jacob trabajar en lo suyo, muy tranquilo y relajado. Anna estaba igual.

Nada podía ir mal. Nada... Excepto que cuando estiré la mano, mis dedos chocaron con el cristal, haciendo algo de ruido, el suficiente para llamar la atención de Jacob... Y también la de Anna.


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