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12:

Irene y yo nos encontramos como habíamos quedado. Y al parecer, ambas quisimos ir directo al grano.

―No lo sé. Ni siquiera lo pensé. Solo pasó.

Ella sabía que Neil podía verla, pero luego él se acercó y la abrazó. Irene dijo que no se confundió para nada. Esa sensación era la de un abrazo. Eso no se confunde.

―Esto es muy raro ―le dije―. A mí me pasó con Jacob, y aún no sé cómo explicarlo.

―La única explicación ―dijo Irene―, es que los espíritus no pueden abrazar a los vivos. La mera idea puede sonar algo aterradora.

―También puedo oler cosas. Pensé que solo era el viento arrastrando aromas a través de mí y que mi mente los asociaba, pero ahora estoy segura de que he olido varias cosas estos días. Y sentir también.

Irene me dio una mirada interrogante y preocupada.

―¿Crees que algo está mal, Amber?

―¿Qué está mal? ―peguntó una voz de hombre.

Nos volteamos para ver a Matt acercándose a nosotras. No perdimos tiempo en contarle lo que pasó e inmiscuirlo en la conversación. Por un momento me preocupé, luego todo pasó al ver su sonrisa de orgullo; A Matt le había pasado lo mismo con Delia.

―¿Cómo fue? ―pregunté, algo asombrada de su tranquilidad.

―Pues. ¡Cool! ―exclamó él―. Estaba ahí y de pronto ella me miró a los ojos. Luego me tocó la mejilla y yo no me aparté, pensando en que traspasaría y luego ella se iría corriendo pensando que estaba loca.

A Matt era el único de los tres al que no le había pasado que su misión pudiera verlo.

―Luego... solo me tocó. Y dijo algo como: "Eres real". Después me preguntó tantas cosas que ya no puedo recordar.

―¿Y crees que está bien? ―preguntó Irene.

―¿Qué cosa?

―Que ella pueda verte. Que pueda tocarte...

―No... lo sé. Pero si pasó, ha de ser normal. ¿Cierto? ―me miró a mí, luego de preguntar.

―Supongo. ―Aunque traté, no soné tan segura como pensé.

―No es normal ―dijo Irene―. No somos humanos. Algo tiene que estar mal con todo esto.

―Hoy no parecías tan preocupada ―le dije―. Cuando viniste a verme, incluso estabas bromista.

―Lo sé, es solo que cuando estaba con Neil, lo pensé mejor. ¿Y qué si esto es una prueba?

―¿Prueba? ―preguntó Matt―. ¿De que estamos muertos? ―bufó, mirándome, esperando mi apoyo. Me quedé callada.

―Sí ―respondió ella―. Una prueba. Yo no me lo voy a tomar tan a la ligera.

―Oye ―le dijo Matt―, relájate un poco. Es algo reciente, dejemos que avancen los días y así... Qué sé yo; Así sabremos si es algo para preocuparse.

Irene no dijo nada más. Parecía no querer discutir. Se marchó luego de un rato. Tratamos de calmarla, pero ella insistía en que debíamos averiguar.

Matt seguía tomándoselo a broma. Me quedé luego de que él se fuera. Supe que tenía que volver cuando vi el sol salir por el este. Era tan hermosa la vista desde la colina.

Cuando llegué a la casa, Jacob me esperaba despierto.

―¿Dónde estabas? ―me preguntó, caminando de prisa hacia el baño con una toalla en la mano.

―Fui... a dar una vuelta ―sonreí.

Él frunció el ceño un poco, luego desapareció tras cerrar la puerta.

―¿Vas a la florería? ―pregunté en voz alta. Escuché un golpe en el interior de baño.

―¡Sí! ―gritó su respuesta―. ¡Y tú vendrás conmigo!

―¿Yo? ―me hice la desentendida, aunque sabía que iría así él no quisiera―. ¿Por qué tengo que ir?

―Porque eres como... mi ángel guardián. ―Jacob se calló un rato, lo suficiente para dejarme procesar lo que dijo―. No quiero que todo vaya mal en mi primer día.

―A ver, déjame ver si te entiendo. ―Me apegué más a la puerta―. Quieres que vaya contigo, no por mi compañía, sino porque me crees una especie de amuleto de la suerte.

Jacob abrió la puerta. El agua escurría por su frente y pecho. Se había puesto la toalla en la cintura apenas había salido de la ducha. Seguro ni se secó el resto del cuerpo.

―Ángel guardián se escucha mejor ―dijo―. Además ―se hizo un espacio para pasar y se detuvo en el umbral de la puerta de su habitación―, si no quieres venir, no vengas. ―Y cerró la puerta.

―Claro ―dije más para mí misma―. Un ángel. ―Luego levanté la voz para decirle a Jacob―: ¿Te gustan mis alas, humano?

Jacob salió, aún tenía algo de agua bajándole por la frente. Se ponía un suéter y tenía los pantalones desabrochados.

―Son hermosas ―dijo con una sonrisa. Rodé los ojos.

―Bueno, tal vez eres de los ángeles que no tienen alas ―comentó.

Él caminó hasta el sillón, luego regresó a la habitación, salió de nuevo con unos calcetines y sus zapatos. Se sentó en el sillón y se los puso.

―Me refiero ―siguió―, hay personas de distintos colores, tamaños y... de diferentes creencias. ―Se agachó para acomodarse sus botas―. Quizá los ángeles también vienen en distintos colores, tamaños y formas. Quizá algunos no tienen alas... como tú. ―Levantó la cabeza y me sonrió.

―Tu imaginación tiene cierta lógica ―le dije―. Entonces, ¿te acompaño?

Él sonrió en respuesta. Unos cinco minutos depués salimos para tomar un taxi.

―Pensé que ya no tendrías dinero ―comenté.

―Queda algo ―contestó―. Suficiente como para ir y venir hasta que pida un adelanto mañana.

―¿Mañana? Ni siquiera sabes si te quedarás con el empleo.

―¿Por qué no me animas? Cumple tu función, ángel sin alas.

Reí maliciosa. ―Jacob, será un milagro si no incendias el lugar.

Llegamos a la florería y estaba cerrada. Notamos que habíamos llegado mucho antes de que abrieran. Según el letrero en la puerta doble, decía que el horario de atención era de nueve de la mañana a nueve de la noche. Y eran apenas las ocho.

―Bien ―dije―, al menos te darán un punto por puntualidad.

―Creo que eso es un buen inicio, ¿no?

―Supongo.

Por una de las paredes había ramas pegadas. Me acerqué y extendí la mano, pero no pude tocarla. Quizá eso de tocar otros cuerpos físicos era momentáneo. Seguro era algo normal, nada de qué preocuparse.

Momento después, llegó la chica del día anterior.

―Hey ―se sorprendió ella, esbozando una enorme sonrisa―. ¿Has madrugado? ―Observó, frunciendo un poco el ceño y haciéndose paso junto a Jacob para abrir la puerta.

―Pues... quería ganarme mi estrellita. ―Jacob sonrió.

¿Estrellita? ¿En serio? ¿Pensaba que eso iba a funcionar? Lo miré con una ceja levantada, y cuando estaba a punto de decir algo, ella habló.

―Como en la escuela ―dijo volteándose hacia Jacob―. Eso es... Tierno. ―Guiñó a Jacob y se adentró en el lugar.

Le funcionó. Jacob sonrió satisfecho. El obtendría su maldita estrella de escuela.

Decidí dejar el berrinche de lado y acompañarlos. Ella empezó a abrir las ventanas, Jacob se ofreció a ayudarla cuando comenzó a sacar las plantas al frente del local, en la vereda.

―¿Haces esto a diario? ―preguntó Jacob cuando iba y venía con masetas.

―Sí ―dijo ella, algo cansada y cargando igual que Jacob―. Normalmente no hace tanto calor aquí adentro, pero hoy creo que el clima ha decidido azotar la ciudad.

―Sí, está raro últimamente. Si quieres... vamos por un helado luego. Yo invito.

Pero Jacob no tenía dinero. Igual que antes, fui interrumpida antes de abrir la boca.

―Claro. ―Ella sonrió.

―¿No piensan presentarse? ―le pregunté a Jacob.

A diferencia de ocasiones anteriores, él sí que se cuidó ésta vez de que nadie lo viera hablando sólo.

―Ayernospresentamos.

Habló tan rápido que casi no pude entenderle. Lo que si entendí era que Jacob estaba fijándose en aquella muchacha. Y no debía importarme, es decir, regresé solo para ayudarlo, no para pelearlo y quedarme en su vida. Era bueno que lo recordara, aunque el rumbo de mis pensamientos estaba yendo a ningún lugar bueno.

―Bien. ―Ella llamó a Jacob con un gesto hacia el interior del local cuando dejaron la última maseta afuera―. Esto es lo que vas a hacer, Jake.

¿Jake? ¿Lo había llamado Jake?

―Oh, lo siento ―de disculpó la chica―. No quise... ¿Puedo llamarte Jake?

Jacob solo la miraba, entonces respondió junto a una sonrisa: ―Prefiero Jacob.

Ella sonrió de vuelta. Me estaba enfermando, además, me sentía como un cuadro en la pared.

―Okay, Jacob... ―dijo ella.

Le explicó unas cuantas cosas a Jacob y él asintiendo, se fue detrás de la caja registradora. La chica se acercó a él y, mientras le tenía la mano con la llave del aparato, le detallaba cómo funcionaban las cosas en el lugar. Jacob le devolvió la llave y la chica se la colgó de nuevo en el cuello.

―Cuando avances más en el empleo, la podrás tener tú ―le dijo ella. 

―No importa. Te llamaré si la necesito. ―Hablaban de la llave. Jacob se puso a trabajar de inmediato.

Me paré detrás de él. El mostrador era alto en la parte de enfrente, lo suficiente para tapar la mitad de la caja registradora, junto a la cual, había una netbook. No la había notado. Jacob tipeaba en ella, guiándose con un cuaderno algo gastado. Entre ratos, abría la caja y contaba el dinero, para lo cual tenía que llamar a la chica y su llave.

―¿Qué haces? ―le pregunté. Dos horas deambulando por ese lugar empezaban a aburrirme.

No sabía qué me aburría más; que Jacob casi se metiera de cabeza en esa computadora, o que cada vez que levantaba la cabeza, lo hiciera solo para sonreírle a la chica, quien pasaba "casualmente" frente al mostrador.

―Anna ―llamó Jacob en voz alta―. ¿Puedes venir? ―preguntó casi disculpándose.

―Voy ―respondió ella, quien atendía a una señora con un niño a su lado.

Por primera vez en todo el día, logré escuchar el nombre de Anna. Tuve una especie de dejavú, justo al día en que me topé con Alex. Él conocía a esta chica. Él la había llamado por su nombre, y ahora era amiga de Jacob.

Comencé a divagar en todos los planes que podría haber tejido Alex para enredar a Jacob en alguna trampa.

―¿Jake? ―llamé cuando Anna se fue después de abrirle la caja registradora.

―¿Uhm?

―Ella conoce a Alex.

Jacob dejó de tipiar. Se irguió, muy serio y me miró por el rabillo del ojo, sin apartar la mirada que tenía hacia Anna, quien ahora despedía a la mujer con el niño.

―¿Por qué lo dices? ―murmuró sin abrir mucho los labios.

―Un día... aquel día pasaba por aquí y vi a Alex comprando. Él le agradeció por su nombre.

―¿Estás segura? ―Jacob seguía serio.

―Sí. Totalmente. Quizá debas preguntarle.

―Anna ―llamó Jacob.

―Pero con discreción ―lo reprendí.

―Okey ―dijo relajándose.

Anna se acercó e hizo ademán de quitarse la llave, pero Jacob la detuvo.

―Por favor, sé sutil y no seas directo ―le susurré, aunque era consciente de que ella no podía escucharme.

―Okey ―respondió. Anna lo miró con una ceja levantada―. ¿Conoces a Alex Clifford?

―Mierda, Jacob ―me quejé. Jacob me ignoró por completo. Su mirada se tornó más seria y Anna pareció un poquito asustada.

―Sí ―respondió ella, dubitativa―. Antes venía muy seguido, ¿por qué? ¿Lo conoces?

―¿Son amigos? ―preguntó Jacob.

―Mmm no. Creo... ―Anna pensó unos segundos y luego dijo: ―Ya no lo he visto desde hace unas semanas. Creo que iba a casarse o algo así. Quizá está de luna de miel. ¿Por qué?

―¿Nunca te habló de mí? ―Jacob se había decidido a ignorar las preguntas de Anna.

―Pues... no. Pero... ¿cómo sabes que lo conozco?

Jacob se calló y se rascó detrás de la cabeza. 

―Un día... Un día pasaba por aquí y lo vi contigo... Acabo de recordarlo. ―Jacob sonrió.

―¿Son amigo? ―preguntó ella.

―Éramos ―respondió Jacob.

Anna pareció dispuesta a preguntar más, pero alguien llegó al local. 

―Larga historia ―le dijo Jacob cuando Anna lo miró―. Entonces... ¿no son amigos?

―No ―dijo ella con más seguridad que antes, y se alejó, disculpándose.

―Recuérdame explicarte el concepto de sutileza ―le dije a Jacob en un tono molesto.

―Lo siento ―se excusó él en el mismo tono.

Decidí cortar el tema ahí. Jacob regresó a trabajar y Anna no paraba de darle sonrisas. Unas que otras acompañadas de un pulgar arriba, dándole ánimos, a lo que Jacob respondía con una brillante sonrisa.

Cuando estaba por morir de aburrimiento, y eso que ya estaba muerta en el momento, me acerqué por detrás de Jacob para ver lo que hacía. Sin pensarlo, puse mi mano sobre el mostrador, y me sostuve en él. No reaccioné hasta que mi mente se despejó de formular preguntas para Jacob, permitiéndome registrar el tacto de la madera pulida. Me alarmé un poco al ver mi mano sobre la superficie de madera y poder sentir lo que había debajo de mi palma, quise decirle a Jacob, pero sería entrar en un tema algo desconocido para mí. No había tiempo. No aún.

Pensé que sería como en otras ocasiones; pasaría una vez, luego ya no. Pero no fue así... Levanté la mano y la afirmé otra vez. Y otra vez. Sonreí ampliamente y miré a Jacob, pero él no me miraba.

―Jake ―dije algo emocionada.

―¿Uhm?

―Jacob, mira esto...

―¿Qué cosa? ―murmuró él aún con la mirada en la diminuta pantalla.

Toqué otra vez el mostrador, pero Jacob seguía sin darme atención. Quizás el hacer que viera me ahorraría un poco el que le explicara.

―Jacob. Mira.

―¿Qué cosa? ―Jacob levantó la mirada.

Jacob me miró con una ceja alzada, yo sonreí como idiota. Entonces noté que ya no sentía la madera bajo mi mano. Volteé la cara hacia abajo a mi mano derecha, la cual estaba metida en el mostrador, traspasando la madera, como todo fantasma haría.

Miré a Jacob, quien levantó la ceja en señal de desentendimiento por segunda vez.

―Nada ―dije desanimada―. Ya nada. Olvídalo. ―Sonreí.

Jacob frunció el ceño.

―Hoy estás rara ―me dijo.

No sabía qué responder, así que me quedé callada.

Horas después, llegó un sujeto con un traje azul marino. Anna salió a recibirlo. Quizás eran amigos. Él le entregó un envase de plástico y luego se dio la vuelta, pero ella lo detuvo. Intercambiaron unas cuantas palabras y él le entregó otro envase de los mismos. Después de eso, él se marchó.

Anna caminó hacia Jacob con ambos envases.

―Llegó la cena ―anunció ella. Jacob levantó la mirada y se llevó la mano al estómago. Recordé que no habían almorzado, y no parecieron notarlo―. La casa invita.

En otras circunstancias de la vida, Jacob hubiese rechazado que le regalaran algo. Pero en esta ocasión, él solo aceptó gustoso el regalo de Anna.

―Gracias ―dijo Jacob―. Me estoy muriendo de hambre.

―Ya me estoy dando cuenta ―comentó ella, mirando como Jacob quitaba la tapa a la tarrina con desesperación―. Ahí debajo hay un paquete de cucharas desechables. Pásame una, por favor.

Jacob hizo lo que se le pidió, y cuando se levantó de nuevo preguntó:

―¿Adónde vas?

Anna ya estaba en la puerta del local.

―Por bebidas aquí a la vuelta. Ya regreso.

―Déjame ir a mí ―se ofreció Jacob.

Levanté una ceja con curiosidad.

―¿Quieres ir por las bebidas, porque tú eres el hombre?

Jacob asintió.

―Está bien ―dijo ella―. Ya vuelo ―añadió en tono más dulce. Y se fue.

Jacob sacó las cucharas, una para él y otra para Anna y se sentó en su sitio.

Un par de minutos después, Anna regresó con dos latas de coca cola. Ambos comieron con calma. Uno a cada lado del mostrador. Eran casi las siete de la noche y no había clientes.

Jacob estaba sentado y Anna permanecía de pie, negándose a tomar el asiento de Jacob. Qué linda.

Para las nueve de la noche, cuando cerraron el local, Anna le pidió a Jacob que estuviese presentable al día siguiente. Dijo que asistiría el dueño del local para conocer al nuevo empleado. Jacob se preocupó un poco, pero Anna le dijo muy dulcemente que lo había hecho bien.

―Bien, que tengas buena noche ―dijo ella luego de darle unas palmaditas en el hombro.

―Tú también. ―Jacob sonrió.

Se besaron en la mejilla y tomaron caminos distintos. Sentí un gran alivio al comenzar a caminar. La noche estaba fría, y aún así Jacob había decidido que caminaramos hasta casa.

―Es una chica muy directa ―dije cuando íbamos llegando.

―Bastante ―contestó, abriendo la puerta.

―Y le encanta tomar la iniciativa.

―Así parece. Eh, si no te importa, voy a ducharme... Estoy algo cansado.

―Ve ―le dije.

Él me sonrió, y sentí algo dentro de mí moverse, y ese algo desapareció cuando Jacob cerró la puerta del baño.

Al rato, cuando ya estaba en la cama, pensé en quedarme junto a él y conversar, pero Jacob se quedó dormido ni bien su cabeza tocó la almohada.

Me levanté y caminé hasta la sala. Planeaba quedarme ahí hasta que amaneciera, pero entonces vi una tarjetita en el suelo. No tuve que levantarla para ver de qué trataba, solo agacharme. Estaba el nombre de Anna Montés junto a un número de teléfono. Todo escrito a mano. Quizás ella se lo había dado a Jacob el día anterior, para lo del empleo.

Del otro lado de la tarjetita se veían más letras, así que hice movimientos en el aire hasta que, con ayuda del viento, pude voltear el papel. Estaba una dirección.

Lo analicé por un rato, y luego se me prendió el foco; Podría quedarme junto a Jacob, mientras él dormía y yo no hacía nada..., o podía buscar esa dirección e investigar un poco más a fondo la vida de Anna Montés.


Hey! Un poco raro el capítulo, pero espero les haya gustado. :D No se olviden de votar o dejarme sus dudas o comentarios en... los comentarios. xD ¡Gracias por leer! Hasta luego. :)

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