-¿Están seguros de que es por aquí? -preguntó el menor del grupo, el cual estaba compuesto por: Noah, Tomás, Louis y Jack.

-Eso creo -respondió Noah. -Debe ser por aquí. La última vez que escuché que dijeron algo del duque, fue que estaba secuestrado por alguien realmente peligroso.

-Tenemos que dar con ellos -dijo Louis.

-Es lo que estamos haciendo, genio -reprendió Noah-. Quizás los alcaldes, sepan algo. Pero dudo mucho que quieran compartir una información tan valiosa a unos viles mocosos.

-Tenemos que hacer algo rápido... -protestó Louis. Pensó en mil planes, hasta que dio con uno, que tal vez podría funcionar. -Chicos, se me acaba de ocurrir una idea.

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-Quiero que este día, todos lo recuerden como el mejor día de sus vidas. Cómo el día en el que, por fin renací como un fénix, y despoje al gran duque, de su puesto. Traiganlo de inmediato.

Y como si fuese una orden mágica, lo trajeron de inmediato. William, el rey de los vampiros, no tuvo reparos en patearlo, y lanzarlo contra el suelo.

-A partir de ahora, yo ya soy el nuevo duque y jefe de los cinco distritos, distritos, los cuales se los robe, a este miserable hombre, si es que se le puede llamar hombre a un ser tan despreciable como este. Ahora soy su nuevo rey, malditos mocosos. Arrodillense ante mi -ordeno.

-Estas loco si crees que... te voy a dejar hacer lo que te plazca... Mientras yo siga vivo... Seguiré... Siendo el duque...

-Maldita rata asquerosa -maldijo William, golpeándolo en la cara, con su bota altamente costosa.

William, comenzó a golpear con sus nudillos al duque mientras esté escupía sangre. No podía defenderse, por la debilidad en su cuerpo, se encontraba en serios problemas.

El rostro de Damián, estaba cada vez más herido, pero William no planeaba detenerse por nada del mundo. Y cuando estaba apunto de dar el golpe final, alguien atravesó el cuerpo de William, con una poderosa daga.

Y fue ni más ni menos, que la mano derecha de William. La vampira en la que más confiaba.

Su esposa.