-Suena duro -dijo el duque.

-Demasiado -respondió el pequeño Louis. -Por su culpa... Muchos niños... Quedan desprotegidos... ¡Qué rabia me da!

-No te preocupes más, porque de ahora en adelante los vamos a cuidar a todos.

Esas palabras calmaron al muchacho y este, sonrió cálidamente.

-Eso es lo que más quiero. -dijo entonces, Louis.

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Transcurrió la noche y cuando los niños, ya se debían ir a dormir, Louis y el duque se despidieron de cada uno.

-Eres muy bueno con los niños -comento Damián.

-¿Eso piensa? -cuestiono Louis avergonzado-. Aunque en realidad... Trato de ser el hermano mayor que siempre quise tener.

Damián sintió algo en su pecho al escuchar eso.

"Este pobre chico, ha estado solo desde que me conoció y yo lo único que hice, fue herirlo..."

"No me extrañaría que me odiara, pero no lo hace"

"Porque él es tan bueno..."

No podía dejar de pensar y de torturarse de mil maneras, el duque.

Pero sabía que se lo merece.

Trato muy mal e injustamente al muchacho. Y ahora que se dió cuenta, solo quiere llorar de la frustración.

-Sé que soy un verdadero hijo de puta -empezo a decir el duque-. Pero... Quiero cambiar. Ya no quiero ser más ese tipo malo, que no piensa en los demás. Quiero ser mejor.

Louis sonrió dulcemente y se permitió abrazar al gran cuerpo corpulento del duque. Y él no dijo algo más, solo correspondió.

Con el chiquillo a su lado, sintió que ya había ganado todo en la vida.

-Llegando, te daré una habitación sola para ti. Te la ganaste. -dijo entonces Damián.

-¡¿De verdad?! -respondió incrédulo Louis.

-De verdad. Ahora vayamos a casa.

Y eso hicieron.

***

Llegando al condominio, y dicho y hecho, el duque le dió una habitación espaciosa para el muchacho.

Louis miro sorprendido su nueva habitación, mientras se dejaba caer en la cómoda cama matrimonial.

No podría sentirse más feliz.

Pero esa felicidad poco iba a durar.

Pues bien dicen, que lo que rápido llega, rápido se va.