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1. Encuentro


El duque salió del despacho y lo que encontró fue insólito.

Se encontró a un chiquillo de no más de dieciocho años, de mechones castaños, y ojos verdosos, con pecas esparcidas por todas sus mejillas y nariz, haciendo una protesta contra él.

-¡Esto no puede seguir! ¡Tenemos que ponerle un alto a todo esto! ¡El gobierno está corrupto y el duque...!

-¿Y yo qué? -preguntó con frialdad el duque apareciendo enfrente del muchacho. Él levantó las cejas y lo miro en silencio sorprendido.

-Usted... Usted es el duque.

-Así es, y como no termines toda esta mierda, estarás en serios problemas.

El chiquillo miró hacia el suelo.

-¡No! -protestó-. La gente tiene derecho a protestar.

-Pero no contra mi, niñato.

El muchacho Hamilton frunció el ceño y lo miro con mala cara.

-¿Te atreviste a mirarme con esa cara? Eso se pagará con la cárcel, o ya veré de que otras maneras me la pagarás -comentó el duque. -Llevenselo.

"Mierda, mierda, mierda" pensó Louis.

Louis intentó soltarse y liberarse del agarre de esos tipos, pero le era imposible, pues los esclavos de Blackthorne que lo tenían agarrado, eran vampiros poderosos. No eran de raza pura, pero si eran bastante poderosos.

-¡Sueltenme! -gritó Louis. -¡Qué me suelten, carajo!

-Cuida esa puta boca tuya maldito niño -le reprendió un vampiro. -Que te quede claro, que nosotros aquí somos los que damos las órdenes.

Y entonces, antes de que Louis pudiera decir algo o siquiera defenderse, fue aventado contra una habitación encarcelada.

-¡¿Qué hacen?! ¡Saquenme de aquí!

-Quédate callado, joder -reprendió el duque. -Si quieres salir vas a tener que responder a mis preguntas y prometer que nunca más volverás a protestar en contra mía.

-¡Pero...!

-¿O es que quieres quedarte aquí encerrado para siempre, eso quieres?

-¡No! ¡Claro que no...!

-Entonces responde.

-Lo haré... -dijo sin más opción Louis.

El duque sonrió con satisfacción.

-¿Por qué protestate en contra mía?

Louis se atrevió a mirarlo al rostro.

El rostro del duque era de otro mundo. Su belleza sobrenatural, estaba marcada en cada rasgo de su rostro bien definido. Tenía una mandíbula marcada, y un mentón en forma de v. Pero eso no era todo. Su belleza era salvaje, y a la vez adictiva. Sus labios rojos, y sus ojos rojos, eran lo que más hacían perder la cordura de los humanos. Hasta el punto de volverse fieles ante él.

Era jodidamente hermoso. Pero eso no era lo que pensaba Louis en ese momento. Lo que él pensaba, era todo lo contrario.

¿Por qué alguien como él, tenía que ser el duque?

"¿En serio me lo pregunta?" Pensó el muchacho con ironía.

-Pues... Si le digo la verdad, no le va a gustar.

El duque sonrió ante su respuesta.

-¿Ah, si? ¿Y por qué? ¿Acaso sabes algo que los demás no, humano?

De repente, Louis sintió que le faltaba el aire.

-N-No es eso señor...

Damián agrandó su sonrisa y lo miro con detenimiento.

Era un muchacho sabroso. En palabras de él.

El aroma que emanaba él, simplemente era adictivo. Un instante después, miró su cuerpo delgado pero sano, y bien cuidado, y entonces, se le ocurrió la mejor idea de todas.

-Dime humano, ¿alguna vez has trabajado para un vampiro?

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