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Capítulo 90

— ¿Tiene una solución? ¿Qué quiere decir con eso? No importa cómo lo mire, no tenemos mucho tiempo. — La preocupación en la voz de Jungkook era palpable.

Estaba consciente que si se demoraban diez minutos más las cosas se iban a complicar, podía frustrarse todo y en el peor de los caso algunos de ellos salir sin vida o no lograr hacerlo ni siquiera después de muertos. Suspiró profundo, supo desde que el día que se vio obligado a huir de Luna Dorada que ir a territorio de Hedas era casi un acto de suicidio si no se estaba bien preparado. Mas nunca tuvo mayor convicción de acabar con ellos que en el momento que sintió que perdí su vida junto a su familia.

Sacar a Kore de allí era una forma de debilitar a Hedas ya que si no tenía a su alma gemela y fuente extra de energía allí, su poder físico se debilitaría notablemente, eso sin contar su estabilidad emocional. Esa era otra de las razones tras el rescate de Kore. No solamente era porque deseaba ver feliz a su esposo y que ella lo ayudara a combatir aunque esto también era de suma importancia.

— Para nosotros juntos no es imposible. Contamos con la regente de Eris, tú mi yerno, el heredero de Luna Dorada y un ser como yo que tiene poderes de ambos mundos de la forma más potente gracias a la mezcla de razas y mi extraño nacimiento. Quizás no sea tan poderoso como mi hijo, menos aún después de unirse a ti y que compartan sus fortalezas, pero soy lo suficientemente capaz de sacarnos de aquí. Si viniste hasta aquí por mí aún con todo lo que está pasando mi hijo, con cada gota de energía de tu cuerpo pidiendo estar con él, yo tengo que colaborar y hacer que esto sea fructífero.

Siempre se había escudado en si misma y en el deseo de mantener a su familia a salvo. Prefirió estar lejos de ella antes de que dañaran a Hoseok o Taehyung, temió no ser lo suficientemente fuerte para enfrentarse a Hedas. De hecho, sabía que perdería la vida porque en aquel entonces, aunque matarla a ella directamente era difícil, con sólo tocar a una de esas dos personas que tanto amaba, hubiese muerto sin necesidad de realizar acción alguna. Sabía que su hijo crecería y si todo iba conforme a su visión él estaría bien y eso fue lo único que le importó.

Ahora en cambio era diferente, hubieron demasiadas injusticias y sufrimientos contras los que no pudo hacer nada. Le tocó sufrir y vivir el dolor de su retoño en silencio sin poder darle al menos un cálido abrazo y dulces palabras que lo reconfortaran. Lo vio perder su rumbo y casi se perdió con él. Ahora, tenía a grandes personas en su vida queriendo ayudarlas, sacrificando y poniendo en riesgo sus vidas por liberarla a ella.

Estaba en la obligación de corresponder a todo es esfuerzo sin importar el resultado. Sabía que con su hermana y yerno, lograrían al menos salir de allí. Confiaba en ellos más que si misma. Su temor se estaba desvaneciendo desde el momento en que lol vio llegar. Temió que fueran a por ella y les ocurriera algo pero ahora que los tenía ahí, sabía que lo que tenía que hacer para salvaguardar su vida, era luchas hasta su último aliento.

— No tienes que preocuparte hijo mío. — Estaba orgullosa de su hijo, de su yerno, de su familia. — ¿Dónde dijiste que se encuentra quien puede ayudarnos?

— A la entrada del palacio. — EL lunasio quedó sorprendido al sentir pese a que se encontraban en Luna Dorada, las cálidas manos de Kore tomar la suya. Era como tomar las de su mafa y esposo a la misma vez. Intentó, pero no pudo contener las lágrimas llenas de nostalgia, tristeza y añoranza. Su cuerpo se sobresaltó al sentirla secando su rostros con un delicado toque y posarle un beso en su frente. — D-Deberíamos llamar a Nana, no podemos detener-

La súbita entrada de Nana fue agitada. Esta se sentó al lado de su hermana, a quien le regaló una sonrisa llena de amor, misma que fue devuelta. Sostuvo las manos de ambos con firmeza con sus orbes buscando por cuenta propia a Jungkook hasta posarse sobre este. Seguía siendo su alma gemela y lo amaba, lo amaba con locura y lo haría hasta el fin de sus días. Sin embargo, estaba feliz de que formara parte de su familia, tenerlo en ella aunque no estuviera a su lado, aunque cada gota de sangre de su cuerpo corriera agitando más a su corazón cada vez que lo veía.

— Como ves, ya la llamé mentalmente, así que apresurémonos. ¿Qué te une a esa persona?

— Es... Es decir, fue mi caballero y amigo. — Kore asintió sabiendo ya de quién se trataba.

— Perfecto, así será mucho más fácil. Eidon, yo extraeré un poco de la energía de ambos para mezclarla con la mía y traerlo aquí, mientras lo hago, debes ordenarle desde el fondo de tu corazón que venga. No como jefe, los hedios o quienes tengan una conexión con ellos pueden revelarse más fácilmente, llámalo como tu amigo. Dru Namjoon sigue siendo tu amigo aunque te sea difícil creerlo.

Jungkook arrugó su frente incrédulo en parte porque su corazón aún estaba dolido y desconfiaba de él pero, lo sentía lo mismo que en aquel momento cuando deseaba matarlo y no pudo, veía todavía hermandad y pureza en los ojos de Namjoon.

Su suegra posó el índice sobre sus labios y miró a su hermana indicándoles que hicieran silencio. Los sentidos de los tres se amplificaron, sintiendo el sonido de varios pasos haciendo eco por los pasillos del lugar. Cada vez más fuerte, señal de que se estaban acercando a ellos. El luniano liberó su mano antes de que las mujeres pudieran reaccionar a la espera de que los hedios se mostraran y, una vez que esto sucedió, los convirtió en escarcha para luego evaporarlos sin dejar rastro. Cinco segundos bastaron para que pudiera deshacerse de la visita inoportuna.

Dos amplias sonrisas aparecieron dándole fin a rostros llenos de angustia. Sus manos se juntaron nuevamente como el más unido de los equipos haciendo aparecer a un confundido Namjoon quien, hacía dos segundos estaba vigilando la entrada y tras pestañear dos veces, se vio en un lugar completamente diferente.

— ¿Qué demo- — Hizo silencio al ver a quienes tenía alrededor. — Príncipe Eidon...

— Ahorrémonos las formalidades por ahora, rápido Nam — pasó energía suya hacia sus manos — quita los grilletes que tiene puesto Kore.

Nuevamente pasos se sintieron, esta vez eran más, muchos más y la velocidad de aproximación era mayor, se habían dado cuenta de la tardanza y caída de algunos de sus compañeros, corriendo para averiguar de que se trataba.

Ninguno dijo nada para no desconcertar a Namjoon pero los segundos apremiaban. Todo ocurrió demasiado rápido, la puerta de desvaneció con varios hedios mostrándose en el mismo momento que ellos desaparecieron. Cuando abrieron sus ojos, todos cayeron en el jardín del palacio real.

Nana, Namjoon y el príncipe que no entendieron muy bien lo que sucedió porque ni siquiera notaron en el momento en el que Kore los tomó a los tres para sacarlos de allí, se pusieron en posición de ataque buscando a los hedios que venían a por ellos. Sus miradas s encontraron y la confusión le dio paso a la emoción cuando notaron en donde se encontraban. Los tres corrieron abrazarse dando brincos para liberar la adrenalina mientras Kore sonreía igual de feliz con tan solo verlos.

Pronto se dieron cuenta de que estaban fundidos en un abrazo y se apresuraron a separarse, yendo hacia Kore para mostrarles su gran afecto y felicidad con otro grande abrazo. Ella clavó sus dedos en los cimientos del jardín y respiró por primera vez en año. Para ella, el tiempo corrió mucho más lento pasando más de medio siglo encerrada en aquella habitación. Por primera vez en mucho tiempo estaba viendo algo más que esas asquerosas cuatro paredes y no pudo evitar llorar de felicidad.

— ¡Lo hemos logrado, Kore! — Exclamó Jungkook sosteniendo su rostro. — Este no es el final, ambos sabemos que se avecinan cosas fuerte pero estaremos todos juntos, logramos salir de eso como lo hemos hecho hasta ahora. Todos estaremos juntos. Pero, por ahora, es momento de que disfrutemos esta pequeña oportunidad.

— Tienes razón, hijo. Tienes toda la razón. — Lo abrazó nuevamente con fuerza mientras este los levantaba a ambos. — ¿Puedo pedirte algo? — Kook asintió. — Mi nieto, me gustaría ver a mi nieto.

— Yo también quiero ver a mi sobrinieto. — Nana habló sonriente acercándose a ellos.

Todos sonreían, todos excepto Namjoon que volvía a sentir un sentimiento de culpa que lo corroía internamente. Por su causa habían perdido a su hijo aunque estaba feliz de que estuviese vivo, él había contribuido a todas esas desgracias. Sin que lo notasen — o al menos eso creyó ya que Jungkook sí se percató — tomó distancia alejándose de ellos, yendo hacia el otro lado del palacio a esperar a que lo necesitasen nuevamente.

Kore temblaba llorando, cada paso que daba le parecía una fantasía. Por muy reales entornos que ella había podido crear, nada se comparaba con estar realmente en el palacio donde ella creció yendo a ver al fruto que el amor de su hijo dio. Su yerno le sostenía firmemente la mano y solamente eso le hacía darse cuenta que no estaba soñando, que no era una imaginación.

Sus trémulas manos se aferraron con mayor ahínco al príncipe cuando este abrió la puerta de la habitación donde podía sentir la energía de su nieto. Eran seguidos por Nana y un abuelo que no quería perderse nada de lo que ocurría. Mismo si no lo decía, no confiaba en nadie si se trataba de su nieto.

Los pasos de los presentes fueron lentos e insonoros. Avanzaron por el amplio lugar sosteniéndose unos a los otros hasta que finalmente rodearon la incubadora de Esir. No había un solo par de ojos que no estuviese inundado de lágrimas en esos momentos, cada persona tenía sus propios pensamientos pero todos ellos se resumían en tres palabras: felicidad, agradecimiento y amor.

+++

Le había sido difícil mantenerse en pie el último mes. Ya tenía cuatro meses y medio de embarazo, cada vez le costaba más trasladarse pero eso no impedía que hiciera lo que deseaba. Si bien su padre y suegro estaban siempre al pendiente de sus necesidades, la necesidad mayor no la podían cubrir. Ni todos los mejunjes preparados por Jimin, ni todos los mimos de su fada lo ayudaban a sentirse mejor.

Bajó las ventanillas del automóvil dejando entrar la brisa del mar, su cabello danzaba con el aire mientras su dedo índice acariciaba sus labios; mantenía el brazo apoyado en la venta, pensativo, contemplando la vista que tenía frente a él. La última vez que pasó por allí iba con Jungkook al volante, regresaban de tener unos días maravillosos en Sokcho. Ahora regresaba, con deseos de sentirlo cerca en un lugar solo de ellos, llenos de sus recuerdos.

— Sokcho, veinte kilómetros. — Leyó la señal de tránsito en alta voz.

Los mayores le advirtieron que podía ser peligroso andar solo, le sugirieron quedarse en la casa porque no había lugar mejor para revivir todas las cosas vividas con su esposo, en el lugar donde compartían su día a día. No obstante, ese era él peor sitio, todos los recuerdos q le venían eran dolorosos, tristes y le causaba mayor desasosiego, por eso necesitaba salir de allí.

Ahora que lo echaba de menos, se daba cuenta de que ese sentimiento podía compararlo con el hambre. Sólo se pasaba cuando se comía la presencia presencia.Sin embargo, a veces, el echar de menos era tan profundo que la presencia era poco. No solamente quería verlo, quería absorberlo enteramente. Tenía el deseo de ser uno, de unificarse como una sola alma, era uno de los sentimientos más urgentes que había tenido en su vida.

Le era imposible desprenderse de las nostalgias porque le era imposible desprenderse de las memorias. No podía desprenderse de lo que amaba. Sentía que no había valorado a su esposo y los momentos juntos lo suficiente y ahora que lo tenía tan lejos, lo veía en todas partes, mas no era suficiente.

Se detuvo varias veces camino a su destino, recorriendo cada lugar por los que pasó con Jungkook. Almorzó en aquel pequeño restaurante rústico pero bien conocido, caminó por las tiendas donde compraron ropa, incluso fue hasta el Kensington Hotel Seorak para ver los alrededores sin llegar a estacionarse. Ya no quedaban lágrimas que se vieran en el exterior, lloraba internamente, era un dolor que no podía ser divisado a simple vista por otros.

Ya comenzaba a atardecer cuando estacionó el vehículo cerca del faro, bebió el preparado que le entregó su suegro y después de permanecer varios minutos mirando a la nada, apagó la música y descendió. La temperatura volvía a ser fría, los meses de verano transcurrieron de forma tan rápida que ni siquiera se enteró de ello y si era sincero, tampoco quería recordar ese tiempo.

Aún el mar conservaba sus tonos esmeralda y zafir, pues pese a ser invierno y estar verdaderamente frío, el sol había brillado todo el día y el más tenía el reflejo del azul cielo. EL faro rojo, que fue uno de los lugares donde ellos tomaron fotos, seguía erguido y hermoso al final de Simgok. Se sentó en uno de los bancos frente a este, contemplando el la vista, viendo como el sol se unía con el mar en el horizonte cerrando el día.

Esa todo tan pacífico y tranquilo que el único ruido, era el de las olas del mar. Todo tan silencioso que cuando que cuando su celular comenzó a vibrar y sonar no pudo evitar dar un brinco sorpresivo. No deseaba hablar con nadie, ver su pantalla y notar que no conocía el número tampoco ayudaba mucho, mas por alguna extraña razón, terminó contestando.

— ¿Dónde estás? — La tierra dejó de rotar, el tiempo se detuvo en el momento que escuchó la voz del otro lado de la línea. No podía ser real, no creía que después de cuatro infinitos meses pudiera escucharlo nuevamente. — ¿Amor?

Sus manos trémulas a penas podías sostener el móvil, sus resecos labios se cuarteaban pero no sentía el dolor o la sangre que de ellos brotaba levemente. No podía cerrar la boca, tampoco emitir palabra. Su cuerpo también comenzó a temblar y aunque estaba sentado, se sentía sin fuerza. Mismo así, se pudo de pie como si eso le ayudara a creer que todo era real, que la voz que estaba escuchando era la de su esposo.

— ¿Mi amor, me escuchas? — Tae asintió como si pudiese verlo. — ¿Dónde estás?

Por algún motivo, no deseaba preocuparlo, si había logrado comunicarse con él desde otro mundo como en ocaciones logró hacerlo su madre, no quería incomodarlo y que se preocupara en vano. Después de todos, para él, Jungkook ni siquiera estaba enterado de su embarazo y su verdadero estado actual. Fue por eso, que sin pensarlo mucho le contestó.

— K-Kook... — Sintió que su corazón se detuvo todo un minuto cuando sintió su risa al otro lado, haciéndolo sonreír de igual manera. — Estoy bien, con algunos amigos en estos momentos. He estado bien aunque no dejo de extrañarte, muero por verte. Dicen que ninguna noticia es buena noticia, así que quiero pensar que estás bien. — Humectó sus dañados labios y cerró los ojos buscando calma. — ¿Lo estás, estás bien?

— Lo estoy amor, lo estoy a medias porque me faltas tú. Extrañé tanto tu voz, tu respiración que quiero aprovechar estos momentos para hablar contigo todo lo que no he podido hacer durante casi dos años. Cuéntame, ¿qué estás haciendo?

Dos años, él había estado sufriendo cuatro largos meses mientras que para el padre de su hijo habían transcurrido casi dos años. Sonrió con tristeza al pensar en la agonía que él también estaba sumido, queriendo serenarlo a la distancia.

— Ya te dije amor, estoy con unos amigos. Aquí ya es casi de noche por lo que iremos a comer algo. Me estoy alimentando bien.

— ¿Es así? — Tae asintió nuevamente antes de responderle afirmativamente. — Ya veo, creo que mi esposo se ha vuelto un chico mentiroso o yo me estoy quedando ciego. Por más que lo intento, no puedo ver a tus amigos.

— Ah, Kook, no es así mis amigos están en... — Había vuelto a despertar en ese momento en el que perdió su voz. ¿Cómo podía Jungkook saber que no tenía amigos alrededor?

La mano que sostenía el móvil tembló mientras que él estupefacto intentaba respirar correctamente. Su mirada estaba perdida en el horizontes, sus labios temblorosos no articulaban palabra y su cuerpo parecía perder toda la fuerza que le quedaba. Miró a ambos lados precipitadamente pero no había rastros de persona alguna. Sin embargo, la temperatura en su interior comenzaba a elevarse, algo que no ocurría desde hacía meses.

Con gran parsimonia, casi como si no quisiera hacerlo, fue moviendo sus pies, girándose hasta divisar al ser que más amaba y más había extrañado en todo su vida, en todo el universo. Estaba allí, parado con un traje azul de Luna Dorada, como si fuera un sueño, el más hermoso de los sueños. Todo el aire contenido en sus pulmones salió y su móvil cayó al mismo tiempo que sus lágrimas. No se lo podía creer, aquel hombre que le sonreía mientras lloraba al igual que él, era su Kook.

Un ataque de adrenalina y desesperación lo embargó junto al miedo de que fuese un sueño y se desapareciera. Si era un sueño, deseaba abrazarlo antes de que se volatizara nuevamente. Saltó por arriba del banco con gran facilidad antes de echar a correr en su dirección.

Esa era la imagen más bella que Jungkook había visto en mucho tiempo, abrió sus manos y también corrió a su encuentro. Una piernas rodearon sus caderas, un torso chocó contra el suyo y unos brazos lo apretaron con tanta fuerza como los suyos a ese cuerpo. Giró feliz, giró nuevamente con su alma gemela en brazos, revitalizándolo porque le estaba pasando su energía pero revitalizándose él también que se había debilitado por su ausencia.

— Estás aquí... — Sollozó abrazándolo con mayor fuerza, sin querer bajarse.

— ¿Escuchas eso? ¿Puedes sentir el sonido de las olas? — Taehyung asintió sin poner distancia entre ellos, escondiendo su rostro en el cuello de su pareja. — Si hacer las olas es el trabajo del océano, el mío es amarte y cuidarte. Claro que estoy aquí, siempre lo he estado y lo voy a estar. Que uno de los dos desaparezca no significa que nuestra presencia o amor lo haga. Hasta el día en que me duerma eternamente, te protegeré, amaré y estaré a tu lado.

Su voz se quebraba pero era entendible, era la mejor música o melodía que Taehyung había escuchado. Él estaba feliz y sus hijos también lo estaban, tenían a la persona que más necesitaba y quería a su lado.

Lloraron abrazados, en silencio sin volver hablarse durante un buen rato. Sus almas y sus corazones conversaban por ellos. Permanecieron en el mismo sitio con el luniano sosteniendo a Tae entre sus brazos, siendo abrazado por sus piernas y manos. Sentía a sus hijos, se estaba muriendo por verlos. Caminó hasta el vehículo de se esposo y tras acariciarle su espalda durante escasos minutos, lo colocó en el capó de este.

Sus ojos se volvieron a encontrar, permaneciendo en trance durante un tiempo. Cuatro meses para uno, casi dos años para el otro pero realmente fue una eternidad para ambos. Se sonrieron, unieron sus frentes mientras se acariciaban el dorso de sus manos con sus dedos entrelazados.

— Estás aquí... — Fueron la primeras palabras que musitó Taehyung rozando sus narices.

— Aquí estamos, juntos.

Con suavidad, liberó sus manos llevándolas hasta el rostro de su alma gemela que, con ojos cristalizados por el llanto, estaba perdido en sus mirada, con la respiración yendo de cero a cien y regresando de forma inestable. Sus pulgares fueron los primeros en rozar los labios del castaño, su nariz le siguió, su lengua también recorrió cada milímetro de sus labios hasta que finalmente, los suyos los tomaron en su poder. Fue un beso muy casto y suave pero duradero. Pese a la ansiedad, el ritmo no se aceleró, se estaban dando la bienvenida, contándose cosas que ellos se negaban a pronunciar.

— Vamos a casa.

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Cada vez queda menos mis lunianos, realmente no deseo terminarla pero creo que de esta semana no pasa que lleguemos al final de "Amor Lunar" 😭
Espero que les haya gustado este capítulo, nos vemos en el próximo...
LORED
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