Capitulo 1
Corría un fuerte viento aquella tarde, me asomé por la ventana y miré la lluvia caer sobre la terraza de la casa.
La lluvia caía y caía y yo pensaba tantas cosas de las que ahora era muy feliz.
Pasé mis dedos por la ventana y recordé a mi madrina, que hacia tanto tiempo que no sabía de ella, ni de mi prima Catalina.
Había transcurrido mucho de que ocurrió todo, de que crucé su puerta para jamás volver. Desde ese día, mi vida volvió a sonreír y hasta ahora, me creo a mi misma que vivo en un sueño, del que jamás me despertaré.
Bajé hasta la terraza para sentir la brisa de la lluvia sobre mi rostro y a esperarlo a él que regresara de los estudios de grabación.
Han sucedido tantas cosas desde ese día en que me vine a vivir con Joey a su casa, no como una mucama, si no como su esposa para toda la vida.
Hace unos pocos meses atrás nos casamos. Recuerdo aquel momento cuando caminé hacia él. Joey esperaba por mí en el altar, mirándome perdidamente y con su tierna sonrisa especial y yo me sentí en un cuento de hadas.
Al cabo de ese lindo e inolvidable recuerdo, pensé que él, por el momento, no se encontraba en la casa y anhelé que pronto cruzara la puerta. Yo lo vería con dicha y correría a sus brazos para recibirlo y decirle cuanto lo amaba.
En nuestra habitación, me asomé por la ventana y vi que la lluvia se había detenido y que las nubes estaban escasas ante mí, entonces quise correr hacia el jardín trasero.
Miré el lago y me apoyé sobre las rejas, que estaban frente al lago, y pensé y pensé en él y esperé anhelante su llegada.
Aquellas frases de amor decían el inmenso amor que yo sentía por el cantante que me robó cada pensamiento de mí y cautivó ilusiones a mi corazón, pero todo lo que yo escribía jamás se lo había leído a él, ya que mis versos y poemas dedicados sólo a él eran mi único secreto que yo tenía oculto.
Dejó el paraguas estilando sobre la terraza y se dirigió a la habitación.
No me vio ahí y fue a buscarme al jardín trasero. Tenía la certeza que me encontraría en ese lugar.
Me sentía tan inspirada que no podía dejar de escribir en mi libro rosa. Miré otra vez el lago y luego observé los edificios de la lejana ciudad apartada de nuestras vidas.
Mirándome sin que yo me diera cuenta, yo seguía escribiendo y corrigiendo y Joey se acercó lentamente hacia mí. Colocó su mano junto a la mía y miró lo que yo escribía, luego sentí sus caricias en mi espalda y cerré los ojos. Nerviosa se me cayó el libro por vergüenza a que él descubriera su contenido y me agaché rápidamente a recogerlo. Después miré a Joey con mis mejillas ruborizadas y me até el libro al pecho.
_ ¿Qué escribías con tanta inspiración, amor?
Me sonrió y deseó saberlo y yo reaccioné a su anhelada llegada y le sonreí perdidamente enamorada.
_ Hola mi vida. Te estaba esperando
_ Hola pequeña – volvió a sonreír y me abrazó – Sabía que te encontraría aquí
_ Es mi lugar favorito
Me miró con destellos y miró mi libro en mi pecho e insistió curioso en saber que escribía en el con una picara sonrisa.
_ ¿Y me vas a contar que es lo que tanto escribes en ese libro rosa pequeña?
Me sentí otra vez ruborizar y pensé en todos mis poemas y frases de amor, dedicadas solo a él.
_... Es que me da vergüenza decírtelo
Él sonrió tierno
_ ¿Por qué vergüenza pequeña? ¿Tan malo es lo que escribes?
_ No, no es eso es tan solo que...
Me miró y adivinó por mi enamorada y tímida mirada su contenido y sonrió con más ternura.
_ No me digas que escribes de mi pequeña ¿De mí?
_...
No pude más y me volteé toda apenada y con mis mejillas rojas como tomate. Me había descubierto y me sentí como una tonta.
Él cariñoso, me miró con sus maduros ojos celestes brincando de amor y de felicidad y me tomó suavemente por la espalda, amándome con locura.
_ No debe darte pena lo que escribes mi vida. Son tus puros sentimientos, esos que amo con toda mi alma y que jamás lastimaré.
_ Mi Joey
Me miró apasionado.
_ Me Halagas con tus lindas palabras y frases mi bella Margarita. Me hace amarte aún más de lo que ya te amo
_ Yo también te amo y mucho, es por eso que escribo en este libro. Escribo lo cuanto te amo cada día y noche. Me haces tan feliz mi Joey
_ Ven aquí
Me dijo entre susurros, me ató con todo su cariño a sus brazos y me besó.
Luego me susurró cuanto me amaba.
Caminamos tomados de la mano de regreso a la casa y yo con mi libro rosa en mi otra mano, me dediqué a mirar los edificios de la lejana ciudad.
A Joey siempre le agradaba que las cosas de su casa estuviesen en orden. Cuando lo conocí, trabajaba para él y su ex señora en su antiguo hogar, ahora eso había cambiado, ya que yo me había convertido en su esposa y aunque él me había sugerido que contratáramos a una mucama, yo me había negado, ya que feliz me gustaba hacerle las cosas domesticas en su casa.
Joey estaba grabando un nuevo disco junto con su banda, el que saldría a la venta dentro de algunos meses más adelante, por lo que pasaba muy ocupado componiendo canciones y viendo los sonidos con los demás. Yo por mi parte me la pasaba escribiendo poemas durante las tardes y a veces me hastiaba mucho cuando él no estaba.
Al cabo que terminamos de cenar, nos fuimos al dormitorio...
Recostados en la cama, mirábamos la televisión y yo sólo sintiendo el calor de su cuerpo rodear al mío, mi corazón latía de nervios y felicidad, como si fuera la primera vez.
De vez en cuando lo miraba, sin que él se diera cuenta y sentía que lo amaba profundamente. De repente volví a mirarlo, él me miró y yo bajé la mirada sonriendo.
Él tierno sonrió, me acurrucó junto a él y nos besamos.
Era tan feliz junto a Joey, que pensaba que si él no estuviese, mi vida volvería a ser la que fue en un comienzo y ya nada tendría sentido, pues sentía que cada día que transcurría lo amaba más que antes.
Despertando de mi sueño, Joey me observaba con dulzura. Yo le sonreí y saludé sintiéndome feliz y con deseos de pensar que sería un día lleno de emociones y alegría.
_ Cariño, me voy a levantar y te prepararé el desayuno
Me enderecé y él tomó mi mano. Me miró con sus maduros y apasionados ojos celestes.
_ Quédate a mi lado Margarita...
Lo miré y mi corazón latió descontrolado y luego le sonreí.
Besándome, me dejé poseer en sus brazos, nos envolvimos suavemente entre las blancas sabanas y sólo nos besamos y amamos.
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