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Capítulo 1

¿Qué es el amor? Una gran pregunta que muchos han intentado resolver, unos dicen que es algo químico, otros más sentimentales que es algo del corazón, pero al fin y al cabo todos le dan definiciones diferentes.

Para Kumiko, el único amor real era el que le tenía a su hermano, el recién fallecido Tsubasa, de 12 años. Se sentía devastada, sin ganas de seguir viviendo en un mundo donde ya no tenía a quién amar, a quien abrazar, a quien recibir en casa día a día, pero estaba en conocimiento de que Tsubasa había muerto haciendo lo que más le apasionaba, el realizar misiones con su equipo.

Lamentablemente, ellos no tenían padres, habían crecido juntos porque los habían abandonado cuando tan solo eran pequeños, Kumiko creció cuidando al pequeño por lo que no tuvo una gran infancia. Al crecer, ella se convirtió en una ninja ejemplar, y su pequeño hermano también lo hizo al tener la edad suficiente, pero en su primera misión rango B, recibió heridas severas y llegó a Konoha en estado crítico, quedando en coma y así falleciendo semanas después, semanas en las que la peliblanca se dedicó a estar siempre a su lado, por si despertaba.

Estando en su funeral, no pudo evitar llorar desconsoladamente, finalmente se había quedado sola, sin familia y sin ninguna motivación para seguir viviendo además del sueño de su hermano de llegar a ser el mejor ninja de toda la aldea, sueño que la de ojos naranjos se había propuesto cumplir por sí misma. Sería la mejor ninja de la aldea por su pequeño hermano.

—Kumiko-chan, es hora de irnos, vamos a comer, ¿sí?

La chica salió de sus pensamientos inmediatamente, dándose vuelta a ver quién le había hablado. Haru le sonreía tristemente, él era un chico de cabello y ojos negros que era su amigo y compañero de equipo. Mientras todos los demás se habían ido, él estaba ahí para ella.

—Sí, Haru, lamento hacerte esperar.

—No hay problema...

Se despidió una última vez de su hermanito y se giró de nuevo hacia Haru, para caminar juntos hacia algún lugar donde comer. Llegaron a un lugar de Barbacoa que los chicos conocían muy bien, por lo que entraron y se sentaron en alguna mesa vacía.

Pidieron lo de siempre y se quedaron en silencio, la chica pensando mientras el chico se veía un tanto exasperado. En cuanto Kumiko se dio cuenta, levantó una ceja y preguntó:

—¿Qué es lo que pasa?

Haru solo suspiró e hizo un pequeño puchero.

—Los chicos de esa mesa te miran mucho.

La peliblanca, que ya estaba acostumbrada a que la miraran por su inusual apariencia, no hizo caso de lo que el chico decía y tan solo se dedicó a esperar lo que ordenaron, suspirando varias veces en el proceso al sentir las miradas en su nuca.

—Esto se está volviendo incómodo, Haru-kun —suspiró una vez más.

—Si quieres, puedo...

—No, no, no, tú tranquilo —lo interrumpió, sabiendo que lo que quería hacer no era nada bueno.

En unos minutos, llegó su pedido y empezaron a asar la carne. Estaban en eso cuando una chica de ojos cafés, y pelo castaño atado en dos tomates, se les acercó.

—¡Hola! —sonrió la chica—. Me llamo TenTen, y el chico de allí quisiera saber tu nombre —señaló a un chico de la mesa desde la cual la miraban, el cual tenía unas marcas rojas en las mejillas y además, estaba rojísimo, la chica no podía entender si de vergüenza o de ira, porque se veía que estaba siendo molestado.

Kumiko se sintió avergonzada, nunca nadie le había preguntado así su nombre antes, ¿acaso estaba interesado en ella? De cualquier forma, hubiera sido mejor si hubiera ido a preguntarlo él mismo, aunque no quería ser descortés con la chica que tenía en frente.

—Oye, no creo que ella...

—Tranquilo, Haru —sonrió apenada, interrumpiéndolo, para luego mirar a la chica—. Mi nombre es Kumiko, Kumiko Matsushita.

—Te me haces conocida, eres una kunoichi, ¿no? —preguntó TenTen.

—Sí, lo soy.

—Bueno, ya recordaré de dónde eres, muchas gracias por decirme tu nombre, espero no haberte incomodado, ¡suerte! —se despidió, para luego caminar tranquilamente hacia su mesa.

Los dos se quedaron en un silencio incómodo.

—En serio, no debiste hacer eso.

—No importa, sabes que no me interesan esas cosas, estoy centrada en el sueño de mi hermano.

Sonrió tristemente dando vuelta la carne, y así estuvieron un buen rato asando carne y comiendo, para después pagar e irse a sus casas.

Ya en casa, Kumiko se preguntó: ¿qué es el amor, y por qué duele tanto?

El amor que sentía por su hermano le estaba doliendo más que nunca, al estar completamente sola en su departamento de dos habitaciones. No sabía ni siquiera qué hacer con las cosas de su hermano, todas estaban llenas de recuerdos y no creía poder venderlas, botarlas o regalarlas. ¿Y ahora qué haría con sus recuerdos? Con eso en mente, se fue a dormir después de llorar y gritar desconsoladamente.

Dos semanas después, sentía que había podido hacer algo con su gran amor. Limpió la pieza de su hermano, la dejó tal cual estaba, y le hizo un pequeño altar en casa, le rezaba todos los días antes de salir a entrenar y antes de irse a dormir, pedía que donde sea que estuviera, esté feliz. Eso fue lo que ayudó a recuperar su pobre corazón que tanto estaba sufriendo.

Aquel día, había quedado en ir a comer a BBQ con Haru, según él, tenía algo importante que decirle después.

En cuanto se sentó, sintió una mirada fuerte que hizo que se encogiera en el asiento. Inmediatamente vio a su amigo mirar mal a alguien, lo que la hizo darse vuelta.

Ahí estaban los chicos de la otra vez, comiendo y disfrutando. Al ver que la chica se había dado vuelta, todos volvieron a lo que hacían.

La chica se divirtió un poco, y sin saber por qué, los encontró familiares, como si se hubieran visto antes de la primera vez en el restaurante.

—Deja de mirarlos mal, son divertidos —se dio vuelta la chica a hablarle a su amigo.

—Tiene lindos ojos —se pudo escuchar el comentario de una chica de la otra mesa, lo que la hizo sonrojar.

—Claro, te divierte que te presten tanta atención, ¿no? —preguntó el pelinegro, enojado. La chica se sorprendió y, casi enseguida, frunció el ceño.

—Escúchame, Haru. No porque seamos amigos voy a aguantar que me digas algo así.

—Tienes razón —suspiró. Comieron en un silencio incómodo y cuando terminaron, tan solo pagaron y se fueron a un parque cercano—. Escúchame, Kumiko.

La chica asintió, suspirando. Lo que sea que le tenga que decir, parecía un tema serio.

De pronto, sintió un fuerte agarre en sus muñecas y que el chico la tiraba hacia él.

—Te amo —sintió unos labios juntarse con los suyos y abrió mucho los ojos, Haru la estaba besando. Definitivamente eso no se lo esperaba, y menos de una forma tan brusca como esa, era su primer beso, se lo esperaba bonito y color de rosas, no así, por lo que se sintió en un dilema: ¿concederle lo que quería a alguien que siempre había sido amable con ella, quien la acompañó en la muerte de su hermano, o separarse y dejarlo?

Forcejeó, no quería esto. A la única persona a la que amaba era su hermano, un amor puro, no como lo que estaba experimentando en ese momento, sentimientos de tristeza se arremolinaban en su pecho, empezó a llorar y tratar de soltarse con más convicción.

—¡Akamaru, ataca!

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