Capítulo 36
Volver a ver a Julieta vestida de novia, me hizo revivir toda nuestra historia, las luchas, las lágrimas y los sufrimientos que tuvimos que vivir para poder estar juntos, pensé que solo volvería a verla en el Cielo donde imaginaba que estaría cuidándonos junto a mi padre y el Emperador Don Pedro II.
Después de que lanzara el bouquet cuya ganadora fue Mariko, nos dirigimos a la mansión para la fiesta, en nuestra ausencia se quedaron sirvientes puliendo los últimos detalles así que cuando llegamos ya estaba todo listo, había mesas con arreglos florales y una pista en el centro, encima de esta unas guirnaldas florales era hermoso.
Nos posicionamos en el centro de la pista, el grupo de violines entonó el vals y comenzamos a bailar, me sentía dichoso al tener a mi Julieta en mis brazos y bailar con ella, sonreía y tenía un brillo en sus ojos que durante tres años y sumido en las tinieblas extrañaba ver.
—Hace un año no hubiera creído que estaría casándome de nuevo con la mujer que amo –dije besando su mano, cuando terminamos el vals y nos dirigíamos a nuestra mesa
—Te creo porque yo tampoco, quizás estaría pintando un nuevo cuadro o anunciando una nueva exposición
—¿Y en esa exposición estaría la del Hombre Misterioso?
—No, ese cuadro es para mi disfrute y el de mis seres queridos
—Si es así, ¿por qué no lo he visto?, hace tres meses recuperé la vista y como es un retrato mío tengo el derecho a verlo
—Tienes razón, por eso preparé una sorpresa para ti
—¿De verdad?
—Sí, y ahí viene
En ese momento vi a Olegario y Ernesto transportando un caballete cubierto con una manta, lo colocaron junto a la mesa principal, Julieta pidió que detuvieran la música, se dirigió al centro y anunció:
—Mis amigos, primero quiero agradecerles su presencia en este día, desde que asumí el papel de patrona del Valle del Café he sentido su cariño, en especial el de mi familia, hoy deseo darle a mi esposo Aurelio un regalo especial, como todos saben, estuve tres años en Santa Catarina, sin memoria e inválida, en un momento de reflexión e inspiración en el azul del cielo, mi mente trajo a relucir la imagen de Aurelio, lo tracé en el lienzo y aquí está el resultado, algunas personas ya lo vieron y es hora de que él también lo haga, para ti mi amor, tu retrato –dijo mientras Olegario y Ernesto quitaban la manta
Emma me había dicho que el retrato era idéntico a mí, pero solo al verlo supe cuánto, sentía como si estuviera viendo mi reflejo o a mi gemelo, muchas personas se acercaron a mirarlo más de cerca, expresando su admiración intercambiando la mirada del retrato hacia mí comparando el parecido, yo no tenía palabras estaba muy emocionado, solo podía concentrarme en el cuadro y en mi reina que sonreía mirándome enamorada
Cuando se reanudó el baile después de la conmoción nos acercamos al cuadro para analizarlo juntos:
—Este es mi retrato
—Sí
—Te quedó muy bien –dije abrazándola por detrás
—¿No te parece muy imaginario?
—No, quedé muy bien mi amor, guapo, bueno, siempre he sido guapo
—No me cansaré de decirlo, eres un petulante
—Pero aún así me amas, ¿cierto?
—Por supuesto, con todo mi corazón, ¿sabes? En Santa Catarina miraba ese cuadro y me preguntaba si te había imaginado, si eras real, pasaba mis manos sobre el lienzo y sentía paz en medio del torbellino en el que estaba sumida y a veces besaba esos labios y miraba esos ojos de mar y me quedaba perdida en ellos durante horas
—Tuviste algo de mí en todo ese tiempo que no estuve contigo –dijo besando su cabeza
—¿Me imaginabas?
—Sí, en especial cuando estaba solo en nuestro cuarto y en el cementerio, todos los meses Emma me llevaba, cortaba una rosa del jardín, le quitaba los espinos y la ponía en el florero, ahí me arrodillaba y llorando imploraba tu perdón y decía cuánto te extrañaba –dijo abrazándola más fuerte
—Y pensar que yo no
—Shh, debemos quedarnos con la enseñanza de esta historia: ni el tiempo, ni la distancia pueden apagar el amor cuando este es verdadero
—Y que el corazón siempre sabe cuál es su otra mitad, aún si la mente la olvida –dijo volteándose para verme –te amo mi caballero
—Yo te amo –dije besándola sintiendo la felicidad dentro de mí
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