Capítulo 31
—Estás muy guapo
—¿De verdad mi amor? Gracias, Emma escogió el traje, me alegra que te guste
En realidad lo escogí yo, era el traje que usaba en el baile de máscaras cuando nos casamos, le pedí a Emma que lo buscara y se lo llevara, sin decirle cuál traje era
—¿Sabes? Ella estaba emocionada, lo sentí –dijo mientras bajábamos las escaleras
—¿Emocionada, en qué sentido? –pregunté fingiendo no saber
—No lo sé, como si acabara de recibir una muy buena noticia o si hubiera sucedido un gran acontecimiento, así se ponía cuando organizaba los bailes en sus tiempos de casamentera del valle
—Emma es muy emocional, lo supe desde que la vi en Santa Catarina, lloró y me abrazó fuerte como si no creyera que estaba frente a ella
—No es para menos, yo tampoco lo hubiera creído, te habría abrazado fuerte, diciéndote quién era, luego te hubiera traído de vuelta con la promesa de nunca más soltarte de nuevo
—No tengo dudas de eso Aurelio, en estos días me has mostrado la inmensidad de tu amor hacia mí y estoy convencida de que serías capaz de viajar hasta la luna por mí si fuera necesario
—Nunca lo dudes, lo haría –dijo cuando llegamos al primer piso
—Y yo también –dije continuando mi camino hacia el lugar donde sería nuestra cena, pretendía que fuera sorpresa pero como saben, mi marido me conoce muy bien y notó extraño que siguiéramos en línea recta y no girar a la izquierda en dirección al comedor, así que me dijo
—Mi amor, ¿por qué vamos hacia la puerta?
—Es que Camilo y Jane están afuera y voy a llamarlos, solo será un momento
—No te preocupes mi amor, déjame aquí y ve
—Ah no, quiero que vengas conmigo Aurelio, no hay prisa, fui a la cocina y Mercedes y Dolores todavía siguen preparando la cena
Gracias a Dios pude mantener la sorpresa en secreto, ya que no era el tiempo correcto para revelarla.
Salimos de la mansión y seguimos el camino a la izquierda, Aurelio, iba sujeto a mí confiando en mi guía y yo agradecía la confianza que me tenía, la misma que yo le devolvía, en los cinco años que viví como su esposa, no teníamos secretos, nuestra relación era limpia y transparente y no soportábamos estar el uno sin el otro y seguiría siendo así hasta el final.
Seguimos caminando hasta que llegamos al portón que conducía al rosal, al escuchar el ruido que hacía al abrirse, Aurelio me preguntó:
—Julieta, ¿por qué vamos al rosal?
—¿Cómo sabes que estamos aquí?
—He venido cientos de veces, reconocería ese chirrido en cualquier parte
—Es que mi amor, hubo un cambio de planes, no cenaremos en el comedor sino en el rosal
—¿Qué? –exclamó sorprendido
—Sí, ya está todo listo, solo faltamos nosotros
—Ya me extrañaba sentir la casa tan silenciosa, escuchar a Charles, Afránio y Catarina, ¿están ahí?
—No Aurelio
—¿Qué? ¿Dónde están?
—Camilo, Jane y Charles fueron a casa de los Benedicto, Ernesto, Emma, Afránio, Catarina, Tenoria y Estilingue fueron a la Hacienda Oro Verde, Mercedes y Dolores las envié a acostarse
—¿Entonces no hay nadie en la casa?
—No, solo somos los dos
—¿En serio? ¿Solo nosotros?
—Solo nosotros, igual que en el picnic, solo que esta vez, si nos quedamos dormidos estaríamos hasta el amanecer –dije sacándole una sonrisa -¿vamos?
—Vamos
Avanzamos a través del túnel que conducía al jardín, yo no sabía cómo lo dejaron a pesar de que di instrucciones, pues quería que todo fuera perfecto e inolvidable para Aurelio y para mí.
Cuando finalmente llegamos al jardín, quedé atónita.
La imagen que tenía frente a mí me hizo dudar si estaba dormida o despierta, había un sendero de pétalos de rosa iluminado por velas a los lados, al final, en el centro del jardín había una mesa para dos, con un mantel blanco y la comida lista para disfrutarla, parecía extraído de un libro de romance de aquellos que me gustaba leer, era tan bello que sonreí encantada.
—¿Todo está bien mi amor? –preguntó Aurelio sacándome de mis pensamientos
—Sí, todo bien –dije retornando la caminata mientras recordaba el día en que recibí ese jardín como regalo en nuestro tercer aniversario, siempre esperaba ese día con ansias, aguardando con curiosidad qué me daría, yo ya le había comprado mi regalo hace días: un libro de veterinaria que quería hace días, el día anterior no le comenté nada, pues no había necesidad, él siempre recordaría nuestro aniversario aunque pasaran mil años y me dormí confiada.
Pero cuando amaneció, no lo encontré a mi lado, supuse que había ido a buscar nuestro desayuno como siempre desde la mañana siguiente a la noche en que hicimos el amor por primera vez, de lejos, escuché a Camilo y Jane felicitándose por su aniversario y me emocioné al pensar que en unos instantes haría lo mismo con Aurelio, me levanté, cogí el libro que dejé escondido en mi tocador y después me senté en la cama ocultándolo debajo de las cobijas y esperé a mi amor.
La paciencia es una virtud muy importante para un empresario y si eres mujer todavía más, pero después de media hora de esperar a tu marido y con el estómago pidiendo alimento, esta empieza a agotarse, no tenía idea de dónde podía estar Aurelio, se había ido y sin decirme a dónde, decidí no quedarme con esta incertidumbre, así que me levanté, me vestí y salí a buscar a Aurelio, bajé al comedor y ahí estaban Emma y Jane terminando de desayunar
—Buenos días mi suegra –dijo Jane
—Buenos días Jane, buenos días Emma
—Julieta, ¿qué te pasa? –me preguntó Emma
—Es que estoy buscando a tu padre
—Desayunó con nosotros y después se fue a la hacienda vecina –dijo Jane
—Volverá en la noche
—¿Tan tarde?
—Sí, dejó mucho trabajo pendiente ayer
—Doña Julieta, mire los aretes que me regaló Camilo para nuestro aniversario –dijo mostrándolos eran muy lindos, con forma de gota y con brillantes, Camilo siempre fue detallista con Jane, cualquier regalo era poco para su esposa
—Son hermosos Jane, no me sorprende de Camilo
—¿Qué te regaló mi padre?
—Aún nada, ni siquiera lo he visto, cuando desperté en la mañana ya no estaba, no dejó ni un mensaje
—No puedo creer que mi padre lo haya hecho, para él su aniversario es importante –dijo Emma
—Yo tampoco pero lo hizo, hasta estoy pensando que lo olvidó
—No diga eso mi suegra, el señor Aurelio sería incapaz de olvidar su aniversario
—Jane tiene razón Julieta, mi papá te ama, seguro en este instante planea una hermosa sorpresa y en cualquier momento entrará con ella
—Los años anteriores planea sorpresas pero me trae el desayuno a la cama es una costumbre de los dos y hoy es la primera vez en tres años que no sucede y me duele mucho–dije apenada
—Doña Julieta no se apene, ya verá que todo es un malentendido y al final de este día se reirá de la preocupación que tiene ahora
—Ojalá tengas razón Jane, porque si es así, me causará un gran dolor, estaré en mi oficina por si aparece, con permiso
Fui a mi oficina y di instrucciones de no ser interrumpida, quería estar sola para concentrarme en mis obligaciones y no pensar en cómo debería ser ese momento feliz, como los otros dos años, mientras pensaba en cómo pudo olvidar el día en que unimos nuestras vidas, no pensé que fuera posible, me senté en el escritorio y traté de olvidar metiéndome de lleno en la industria del café, pero fue inútil, mis pensamientos siempre viajaban a Aurelio y a donde estaría y lo más importante, si recordaría nuestro día, porque me partiría el corazón si no era así.
Estuve en la oficina hasta las 12 y me disponía a salir cuando Aurelio abrió la puerta
—Hola mi amor –dijo sonriendo -¿cómo has estado?
—¿Hola mi amor? ¿Desapareces toda la mañana y solo eso vas a decirme?
—Había dejado unos asuntos pendientes, ¿Emma no te dio mi recado?
—Sí me lo dio, solo pensé que hoy podrías hacer una excepción y pasar tiempo conmigo como siempre
—Mi amor, sabes que yo siempre te dedico tiempo, porque estar contigo es lo que más quiero
—Pero hoy más que nunca
—¿Qué tiene este día diferente de otros?
Lo fulminé con la mirada asombrada de su cinismo y despreocupación, era claro que olvidó nuestro aniversario, eso me dolía, lo creía imposible.
—Julieta, ¿estás bien? ¿Por qué me miras así?
—Nada, es solo que me has decepcionado –dije apartándome de él –mejor vete a solucionar tus asuntos y déjame en paz
—Julieta por favor, dime qué te pasa
—Ya te dije que nada
—Bien, ya que no te sucede nada, acompáñame, ven conmigo
—No voy a ninguna parte contigo
—Te aseguro que si vienes conmigo tu mal humor pasará
—Lo dudo
—Ya lo verás –dijo extendiendo su mano hacia mí
Realmente no quería ir, pero cuando Aurelio me miraba y sonreía era imposible negarse, así que acepté, aunque no esperaba mucho, seguro se trataba de un asunto sin importancia, me condujo fuera de la mansión, tomamos el camino a la izquierda y nos detuvimos frente a un portón que no había visto nunca
—¿Qué estamos haciendo aquí?
—Aguarda un poco y lo sabrás, pero primero necesito que te cubras los ojos –dijo sacando una cinta del bolsillo de su pantalón
—¿Es en serio? –dije mientras él me lo colocaba
—Sí, no puedes ver nada por ahora
—Aurelio, ¿qué es esto? Dímelo
—Una de mis tantas demostraciones de amor hacia ti –dijo dándome un beso en la mejilla haciéndome sonreír
Colocó su mano izquierda en mi cintura y la derecha en la otra y empezamos a caminar, me sentía un poco nerviosa pues no sabía a dónde íbamos, percibí un olor que conocía muy bien, rosas, ¿era un atajo para el invernadero? De pronto nos detuvimos, se colocó detrás de mí y quitándome el vendaje dijo:
—Feliz aniversario mi amor
Ver por primera vez ese rosal, me hizo sentirme en el paraíso, las rosas eran hermosas, todas en flor y dando su aroma, había algunas mariposas y libélulas también, estaba muy feliz al estar ahí.
—¿Te gustó mi amor? –dijo emocionado
—Mucho mi amor, es hermoso, creí que..
—¿Había olvidado nuestro día? ¿Por eso estabas tan triste hace un rato?
—Sí
—Julieta –dijo acercándose a mí y tomándome por la cintura –jamás podría olvidar el día en que me uní a la mejor mujer del mundo haciéndola mi esposa, si tuviera que revivir lo que hice para conquistarte lo haría sin dudar
—Gracias por amarme tanto y hacerme tan feliz –dije sonriendo –te amo
—Yo te amo Julieta –dijo besándome con amor
Más tarde le di el libro de veterinaria, le encantó, pero ambos sabemos que su regalo superó con creces al mío.
—¿Hay alguna ocasión especial?
—¿Tiene que haber una razón para que quiera cenar con mi marido?
—No ninguna en especial a parte del amor, Julieta, no te había dicho nada antes pero hueles delicioso
—Me puse el perfume de mi tocador, sé que te gusta
—Cuando no estabas, ese perfume fue mi consuelo, lo rociaba, te imaginaba y en silencio te pedía perdón una y mil veces
—Aurelio –dije poniéndome frente a él -¿sigues culpándote por el accidente?
—No puedo evitarlo mi amor, cada vez que pienso en el asunto solo siento dolor y culpa pasaste tres años sin saber quién eras
—Shii –dije colocando mis manos en su cara y mis pulgares en su boca –esta noche no se permiten culpas, ni dolores, ni tristezas, solo el amor y todo lo que él envuelve, a partir de hoy seremos felices, ¿está bien?
—Sí
Le di el beso que ansiaba darle y después lo guie a la mesa y lo ayudé a sentarse, recordando la vez en la mansión de São Paulo cuando cenamos los dos solos y me miró con esos ojos tan lindos que tiene, dos océanos que merecían ver todo, no permitiría que se quedaran en la oscuridad, mañana mismo llamaría a Rómulo para que diera su opinión profesional.
—Todo debe estar muy hermoso –dijo mientras comíamos
—Sí, las rosas están abiertas, hay luciérnagas y una luna llena nos alumbra
—¿Cuánto tiempo te llevó organizar esto?
—Más o menos lo que a ti te llevó organizar el picnic y también recibí ayuda de todos
—¿Quién hizo la comida?
—Jane, Tenoria y yo, Camilo y Ernesto acomodaron el jardín
—¿Y no quedaron llenas de harina?
—¿Qué?
—Una vez Tenoria les enseñó a cocinar a Jane y a ti, cuando llegué después de revisar el ganado las encontré completamente sucias de harina –dijo riéndose –fue divertido
—Pues no, las tres quedamos limpias sin una sola mota de harina –dije recordando ese día, Tenoria nos dio lecciones de cocina, nos enseñó cómo hornear un pastel, todo iba bien hasta que accidentalmente se cayó la harina y nos cubrió, parecíamos fantasmas de los blancas que quedamos, mientras limpiábamos, Aurelio apareció y se rio de nosotras, como reprimenda, yo le arrojé harina encima y quedó tan blanco como nosotras, sonreí deseando que pudiera verme, sabía cómo le gustaba hacerlo, siempre decía que era la visión más bella y que podría admirarme durante horas sin cansarse.
Estaba esperando el momento para contarle que recordaba todo, pero no estaba segura de cuál, necesitaba salir pronto pues Aurelio debía saber la verdad esa noche.
—¿En qué piensas mi amor?
—¿Qué?
—Estás muy callada
—Estoy bien, solo observando la vista, Camilo y Ernesto lo dejaron muy lindo
—Lo sé, ya me lo describiste -dijo buscando mi mano para tomarla –las velas, la comida, todo es perfecto
—Sí, pero falta un detalle para que sea realmente perfecto
—¿Cuál?
Lo ayudé a levantarse, cogí el libro que estaba al lado de mi plato y lo coloqué en sus manos y él lo tanteó
—¿Qué es esto Julieta? ¿Para qué me das este libro?
—¿Sabes por qué estaba llorando en la mañana?
—No
—Fue por causa de este libro
—No te entiendo Julieta
—Este libro me hizo transportarme a la playa utatuba y a una promesa que hicimos en caso de que alguno de nosotros...
Inesperadamente Aurelio dejó caer el libro y cogió mis manos entre las suyas mientras sus ojos se llenaban de lágrimas
—Julieta, por favor, dime que es lo que pienso –dijo tomando mi rostro entre sus manos –por favor mi vida
—Sí mi amor, recuperé la memoria, recordé todo
Me atrajo más hacia él y nos dimos un largo y profundo beso, donde puse sentir su emoción y la alegría de esa revelación
—Ay mi amor, dime que no estoy soñando por favor
—No mi amor, no estás soñando, recuperé la memoria, recordé todo, recordé mi vida, nuestra historia, la ternura, la paciencia y el amor con el que me trataste y me sigues tratando a pesar de todo, te amo
—Yo también te amor –dijo besándome con intensidad –lo que daría por verte ahora
—No te angusties, podrás hacerlo, además sé que puedes imaginar mi rostro, porque lo conoces muy bien, me lo demostraste cuando volví y me describiste a la perfección
—Ya te dije que me acuerdo de todo respecto a ti
—Bueno, si te acuerdas, entonces puedes decirme qué traigo puesto, ¿o no? Si lo haces te digo el traje que usas
—Lo intentaré
Aurelio pasó sus manos por mi cintura, mi espalda y mis brazos, sintiendo cada detalle del vestido
—¿Y bien mi amor? –pregunté expectante cuando terminó su inspección
—Te veías tan linda con este vestido el día de nuestra boda, con todos esos colores y –dijo pasando su mano en mi pelo –esa corona
—Y tú con ese traje de gala
—¿De verdad?
—Sí, le pedí a Emma que te consiguiera y también esto –dije poniéndole la máscara y después colocándome la mía
—¿Es en serio?
—Sí –recogí el libro, lo puse sobre la mesa y después fui hacia un gramófono que mandé traer, lo puse en marcha y de inmediato sonó el vals de nuestra boda, después le dije
—Señor Aurelio, ¿me concede el honor de esta pieza?
—Con todo mi corazón
Juntamos nuestros cuerpos y comenzamos a bailar, como si el mundo fuera a acabarse al siguiente segundo y deseando que esa noche nunca acabara.
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