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Capítulo 17

Julieta narrando:

Después del desayuno subí las escaleras para volver a mi habitación pensando en la escena que tuve con mi hijo temprano, cuando pregunté el motivo de nuestro llanto se puso nervioso como si no supiera qué contestar, su respuesta fue que me caí del caballo y tenía un tobillo lastimado pero tengo la sensación de que no es el verdadero motivo, algo me lo decía, quizás el instinto de madre en mí y no podía imaginarlo, pero no debía ser bueno, quizás no quiso hablar en ese momento y estaba esperando el indicado.

Cuando entré a mi cuarto busqué mis hojas de dibujo, lápiz y pinceles, amaba dibujar, cuando lo hacía viajaba a otro lugar y olvidaba mis problemas, además de Aurelio, por el dibujo y la pintura me mantuve firme y no me rendí.

Recordé las rosas que vi ayer y quise dibujarlas, puse las hojas en posición vertical y comencé a dibujar los pétalos, luego las hojas y el tallo, esa primera rosa me quedó muy bien, entonces quise dibujar otra.

—¿Abuela? –dijo una vocecita en la puerta

Me volteé y vi a Catarina, llevaba una muñeca en sus manos y me miraba como decidiendo si entrar o no, la llamé

—¿Qué haces? –dijo sentándose a mi lado

—Estoy dibujando unas rosas

—¿Rojas?

—No sé, talvez después las pinte de ese color, ¿te gustaría?

—Sí, ¿todavía te siguen gustando las rosas rojas?

—Siempre me han gustado

—Antes de que te fueras la casa estaba llena de rosas rojas, en cada mesa había un florero, a veces cuando Afránio y yo veníamos de visita con papá y mamá estabas arreglándolas, todo cambió cuando te fuiste –dijo bajando la cabeza

—Pero volví mi amor y no volveré a irme

—Me hiciste mucha falta abuela –dijo abrazándome

—Ya querida, todo está bien, aquí estoy ya no llores, ¿sí? –dije abrazándola fuerte

—Te quiero mucho abuela

—También yo

Sentía mucho el amor de esa niña hacia mí, de todos ellos y la falta que les hice todavía no comprendo cómo pude olvidarlos, estar tan tranquila en Santa Catarina cuando ellos estaban aquí llorando por mí, quería aliviar el dolor de todos y comenzaría con Catarina, entonces le dije:

—¿Te gustaría dibujar conmigo?

—¿Puedo? –dijo mirándome emocionada

—Claro preciosa

—Sí, dime qué hago

—Mira, puedes dibujar pequeñas flores alrededor de estas que estoy dibujando y después las pintamos del color que tú quieres, ¿te parece?

—Sí –dijo animada

—Bien aquí tienes tu lápiz a dibujar –dije entregándole un lápiz

—¿Abuela? –me dijo mientras dibujaba

—Sí

—¿Qué se siente no tener memoria?

—Pues es como si tu vida no existiera para ti y nunca la hubieras vivido, como si esta muñeca fuera tu favorita y no lo recordaras o si mañana no recordaras haber pintado este cuadro conmigo

—Cielos

—Imagina lo que estoy pasando Catarina

—Pero vas a recordar ¿no?

—No sé, quisiera decirte que sí

—Si pudiéramos encontrar la lámpara del Genio de Aladino le pediría que recordaras y que todo volviera a ser como antes

Le di un beso en la frente con mucho amor y luego seguimos dibujando nos quedó muy bien, Catarina es una gran dibujante, las flores naranja que pintó combinaba muy bien con las rosas que dibujé

—Nos quedó muy bien ¿verdad?

—Sí abuela, ¿Además de pintar qué hacías en Santa Catarina?

—Estuve en un instituto porque no podía caminar cuando me recuperé me dediqué a pintar para poder vivir

—¿Ibas a quedarte en Santa Catarina para siempre?

—Talvez, si tu mamá, Darcy y Elisabetta no me hubieran encontrado

—Qué bueno que lo hicieron

—A mí también que da gusto

—Hola –dijo Aurelio apareciendo en la puerta con Dolores, una de las sirvientas

—¡Abuelo! –dijo Catarina levantándose y corriendo a saludar a Aurelio con un abrazo

—Hola mi princesa –dijo pasando su mano derecha por el pelo de su nieta -¿cómo estás?

—Bien, la abuela Julieta y yo estábamos dibujando

—¿En serio? ¿Y qué dibujaban?

—Rosas

—Estoy seguro de que les quedaron muy lindas

—Sí

—¿Dormiste bien? –dijo dirigiéndose a mí

—Bien gracias, ¿y tú?

—Como hace mucho no lo hacía

—Catarina –dijo Dolores –tu madre te está buscando será mejor que vayas

—Está bien –y volviéndose hacia mí dijo –adiós abuela dibujamos otro día

—Claro preciosa –le dije sonriendo

—Gracias por traerme Dolores, ya puedes irte

—¿No quiere que lo lleve a la cama?

—No gracias estoy bien

—De acuerdo, con permiso

—¿Quieres sentarte? –dije levantándome y caminando hacia él

—Sí, pero antes

—¿Qué?

—Quería darte esto

Extendió su mano izquierda, hasta ese momento detrás de él, con ella sostenía una rosa roja, la tomé y por un momento nos tocamos con los dedos

—No pude traerte el desayuno a la cama pero te traje la rosa sin espinos, espero que te guste

Cuando Aurelio extendió su mano con la rosa, tuve un recuerdo donde Aurelio le daba una rosa mientras yo me levantaba de una silla de la sala sonriendo enamorada y después él me besaba

—¿Cada cuánto me regalabas rosas rojas?

—Siempre que podía

—¿Y en la sala?

—Sí, espera, ¿recordaste más?

—Creo que sí, estábamos en la sala y tú llegabas con una rosa

—Una de las tantas veces que lo hice

—Supongo que era tan linda como esta

—No puedo verla para saber, pero muy pronto talvez pueda

—¿Te dijeron?

—No, es que le encargué a Emma que sacara una cita para mí en el hospital del Valle

—Me da gusto, la rosa está hermosa, me encantó está muy linda –dije aspirando su aroma

—¿En serio te gustó?

—Sí

—Es tu flor favorita

Lo tomé por el brazo y lo conduje hacia la cama

—Entonces Catarina se puso a dibujar contigo

—Sí, es una niña muy linda y se nota que te quiere mucho

—Yo la amo, recuerdo cuando ella y Afránio nacieron, fue una tarde soleada, estábamos aquí cuando llegaron a avisarnos que Emma comenzó con los dolores de parto, fuimos de inmediato a la Hacienda Oro Verde, cuando llegamos Ernesto estaba muy nervioso, pero Mercedes, Dolores y Tenoria mi hermana la ayudaron

—¿Tienes una hermana?

—Sí y un sobrino, Tirachinas, están en la capital regresan en un par de días se llevarán una sorpresa cuando te vean

—Me gustaría que los prepararan antes, no me gustaría que se asustaran al verme aquí

—No te preocupes –dijo tomando mi mano libre, me encantaba ese toque deseaba que nunca terminara –se pondrán felices y te abrazarán

—¿Y qué pasó? Con el parto de Emma

—Dos horas de trabajo de parto y se escucharon los llantos de mis nietos, después del nacimiento de Ema y nuestra boda ese fue el día más feliz de mi vida

—Jane me contó esta mañana que nos casamos el mismo día y también vi el vestido rojo

—Sí así fue, aún recuerdo como te veías de linda en ese vestido rojo –dijo sonriendo

—Emma me mostró una foto de nosotros ese día y debo decir que tú tampoco te veías mal

—Gracias mi amor, Julieta, además de traerte la rosa, vine a hacerte una invitación

—¿Cuál?

—Me gustaría invitarte a un picnic esta tarde tú y yo solos, ¿qué dices?

Me sorprendió mucho esa invitación, no la esperaba pero qué podía pasar además me gustaba la idea de estar sola con Aurelio, y quién sabe talvez recordara más así que le dije:

—Está bien acepto

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