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Capítulo 10

—Mamá, por favor reacciona –pedía Camilo desesperado después de colocar a su madre en la cama

—Camilo, Emma, ¿qué pasa? –preguntó Aurelio desesperado y con impotencia al no poder ayudar a su amada debido a su ceguera

—Mi mamá se desmayó, está muy pálida y fría, Emma, una manta

—Llamen a un médico, rápido –pidió Aurelio

—Papá, puede ser una fuerte impresión verla

—No me importa –gritó Aurelio, asustando a su hija –no estoy dispuesto a perderla otra vez

—Aurelio tiene razón Emma, yo tampoco quiero perderla, iré por Rómulo, Jonathan o Mariko –decidió el empresario y así salió

—Perdóname hija, no fue mi intención gritarte –dijo Aurelio arrepentido cuando se quedó solo con Emma y Julieta

—Descuida papá, es la emoción del momento –Emma abrazó a su padre para demostrarle que todo estaba bien –ahora debemos enfocarnos en que Julieta se sienta cómoda, amada y pueda recordar todo lo que vivió con nosotros

—Ojalá no sea tarde –baja la cabeza

—No lo será, ten confianza

—Acércame a la cama por favor, antes de que vayas por el alcohol

La diseñadora hizo lo que su padre pidió y después fue a buscar los implementos, Aurelio se acomodó más en la cama y abrazó a Julieta con extrema delicadeza y una sensación de alivio por tenerla en sus brazos, viva, no podía imaginar lo que fue para ella estar tres años sola, sin memoria y en una ciudad extraña, debió sentirse tan perdida, quizás tanto o más que él

—Todo estará bien mi amor, me encargaré de que recuerdes todo el amor que sientes por mí y tus memorias dulces –susurró al oído de su amada –y de ser el mejor padre para nuestra hija

—¿Qué pasa Camilo? –preguntó Darcy cuando vio a su amigo desesperado -¿cómo resultó la reunión?

—Más o menos, Aurelio se acercó mi mamá y de pronto ella se desmayó

—¿Qué? –exclamaron Darcy y Elisabetta

—Sí, de la impresión, necesito ir a buscar a Rómulo, Jonathan o Mariko para que venga a revisarla

—Espera, ¿qué vas a decirle? –preguntó Elisabetta –acordamos no decirle nada a nadie

—Seré discreto, le diré que alguien se puso mal y debe ser revisado, cuando lo traiga le diremos todo

—Yo subiré para ver en qué puedo ayudar –dijo Elisabetta

En el cuarto, Elisabetta encontró a Aurelio abrazado a Julieta mientras Emma buscaba alcohol , la escritora observó cómo el botánico acariciaba el rostro de Julieta, susurrando palabras de cariño, no quiso romper el momento y solo se limitó a observar, Emma apareció con algodón y alcohol y al acercárselo a la nariz de Julieta ella comenzó a despertar, ella movió la cabeza un poco y lentamente abrió los ojos, sintió unas caricias en su mejilla y al levantar la mirada vio a Aurelio cerca de ella, a pesar de no poder ver, su expresión era de preocupación

—Julieta, gracias a Dios, ¿cómo te sientes? –exclamó Emma

—Aturdida –susurró sin despegar la vista de Aurelio

—Camilo fue por un doctor para revisar a Julieta –dijo Elisabetta

—No, no es necesario, ya me siento bien –dijo Julieta sentándose en la cama

—Te desmayaste –dijo Aurelio mientras acariciaba su pelo –necesitamos saber si estás bien

—Melissa, mi hija –se preocupó

—Ella sigue durmiendo en la cama, está bien

—Emma, Elisabetta, ¿podrían hacerme un favor? –dijo Julieta

—Claro –contestaron las chicas

—¿Podrían dejarme a solas con Aurelio hasta que llegue el médico? –preguntó, dejando sorprendidos a los presentes

—Eh sí –contestaron –si nos necesitan, estaremos abajo

Elisabetta y Emma salieron del cuarto, admiradas de que Julieta quisiera quedarse a solas con Aurelio, oraban de que en ese pequeño tiempo juntos recordara todo, Julieta se apoyó en el respaldar y ayudó a Aurelio a hacer lo mismo, cuando se acomodaron, él le dijo:

—Aún no puedo creer que estés aquí conmigo, no tienes idea de cuánto te extrañé, sufrí horrores cuando Emma me dijo que estabas muerta –quiso inclinarse para besarla pero ella se apartó -¿qué pasa?

—Perdona pero no te conozco

—Ya lo sé y no te culpo –dijo sujetando su rostro con sus manos –Emma me contó todo, que estuviste en Santa Catarina en un instituto y que perdiste la memoria

—Esa fue la razón por la que no te abracé cuando te vi he estado con Camilo, mi hijo, conversamos pero no pude acordarme de él

—¿Y de mí? –dijo sentándose en la cama

—No, pero... -dijo sentándose también

—¿Pero qué?

—He soñado contigo

—¿En serio? ¿Qué has soñado?

—Que me abrazas como hace un rato, me besas y también hice un retrato tuyo

—¿Me pintaste?

—Sí, un día tenía un lienzo en blanco frente a mí y entonces quise pintar un rostro, hice los trazos y el resultado fuiste tú, sin tener una foto

—¿Y al verme cómo crees que quedé?

—Te pinté muy bien, cuando lo terminé sentí curiosidad, tenía la sensación de que no lo había imaginado y que sufrías por mí, quería encontrarte para aliviar ese dolor pero no tenía ninguna pista, ni siquiera la certeza de que existías

—¿Sabes por qué sentías todo eso y tenías esos sueños?

—No, pero seguro es por haberte pintado, comenzaron después de pintarte

—No, porque mi corazón habla con el tuyo, yo también he soñado contigo

Cuando Aurelio dijo eso, un pequeño recuerdo llegó a la mente de Julieta

Flashback on

—Quiero que sepas que yo te deseo, te deseo mucho cada día más como hombre como parcero, te necesito

—Calma, no te sientas presionada a nada –dijo acercándola a su pecho –mi corazón habla con el tuyo

Flashback off

—Fuiste tú el que me lo dijo

—¿Qué? ¿Recordaste?

—Ayer cuando llegamos, Elisabetta dijo que no me sintiera obligada a nada y con eso que dijiste creo que recordé cuando lo dijiste, estábamos en un escritorio yo vestía de negro, muy afligida, no sé por qué entonces me abrazaste

—Sí, fue ahí, unos días después de comprometernos

—¿En serio?

—Sí –dijo sonriendo –ya estás recordando mi amor

—Quizás, pero no quiero ilusionarlos

—Tranquila, poco a poco volverán los recuerdos a tu mente –dijo tomándole las manos –lo importante es que sepas que te amo y estos tres años sin ti fueron horribles, estuve en medio de la oscuridad y el dolor

—Emma me contó que no quisiste operarte al saber que estaba muerta

—Es cierto, cuando me dieron esa noticia no quise volver a ver nada que no fueras tú, además lo hice para castigarme, sino hubiera tenido la idea del viaje

—¿Me obligaste a ir?

—No

—¿La pasamos bien?

—Celebrábamos nuestro aniversario

—Entonces no te culpes –dijo Julieta –aunque no te recuerdo mucho, puedo ver que no harías nada que me hiciera daño

—Gracias mi amor –dijo besándole las manos con ternura

—Cuéntame, de dónde nos conocemos, cómo nos enamoramos

—Te lo contaré con gusto, mi padre, el Barón de Oro Verde era dueño de esta casa, hizo malos negocios y se endeudó, la mayor deuda fue con la tostaduría

—Emma me contó que los desalojaron

—Sí el nuevo dueño le permitió quedarse aquí

—¿De verdad?

—Sí, se conmovió al verla y la dejó

—Pues me alegra, no era un despiadado después de todo, ¿y a los demás a dónde fueron?

—Al hotel del Valle

—¿El que cobró la deuda no les dio oportunidad?

—Sí pero mi padre no las aprovechó y no le quedó remedio que sacarnos a la fuerza, aunque lo hacía para huir de sus sentimientos hacia mí

—¿De qué hablas era una mujer?

—Sí, la más linda que he visto, un poco seria pero no dejaba de ser bella

—Espera –dijo después de reflexionar -¿era yo?

—Sí, tú, la Reina del Café y también de mi corazón

—No lo entiendo, ¿cómo pudiste enamorarte de alguien que le quitó todo a tu familia?

—No se decide en los asuntos del corazón, yo te amé desde el primer momento

—¿Y yo?

—No lo sé, talvez llamé tu atención, pero fue hasta después de nuestro primer beso que empezaste a sentir lo mismo, Emma se fue con Elisabetta y Jane a Sao Paulo, tú diste un baile de máscaras para buscarle una novia a Camilo

—¿Ahí conoció a Jane?

—No, ellos se conocían aquí en el Valle, lo enviaste para expandir tus tierras, dio un baile, Emma ofreció la casa, invitaron a todos aquí y se enamoraron, pero tú no estabas de acuerdo con esa relación porque Jane era de otra clase social, no creías que estaba a la altura del hijo de la Reina del Café, yo fui con Jorge mi abogado y amigo a buscar a Emma, me encontré contigo y fuimos a tu oficina, conversamos, ninguno de los dos cedía, perdimos el control y...

—¿Y qué?

—Me abofeteaste

—¿Cómo? –exclamó Julieta horrorizada

—Pero fue mi culpa, dije una imprudencia me lo merecía, estabas muy molesta tanto que quisiste abofetearme otra vez pero fui más rápido y sujeté tu brazo, te sujeté hasta que quedaste cerca de mí, estuvimos así unos segundos y nos besamos, el tiempo se detuvo para mí

—¿Cómo reaccioné?

—Te apartaste y me exigiste que me fuera, antes de que lo sumaras a la deuda que tenía contigo, en nuestra noche de bodas me contaste que rompiste un espejo porque removí a la Julieta que estaba contenida ahí dentro

—Espero no haberte golpeado muy fuerte

—Lo hiciste, estas manos tan delicadas pueden ser duras cuando quieren pero el beso que nos dimos lo compensó, te volviste todo para mí desde esa noche sí me preocupé porque no sabía si tomarías represalias

—¿Qué más represalia que quitarte todo? Aurelio por favor perdóname

—Calma –dijo tocándole el rostro –no me pidas perdón, perderlo todo fue lo mejor que me pasó, me hizo conocerte a ti, redescubrí el amor le diste un nuevo sentido a mi vida Julieta, nos curamos el uno al otro y estoy seguro de que esa Julieta sigue ahí, perdida en el olvido pero no muerta

—Quiero pensar que tienes razón pero, toda esa historia siento que no es la mía te creo pero no me puedo acordar de nada de eso, no tengo sentimientos que me acerquen a ti, en este momento eres un desconocido para mí

—Pues entonces volvamos a conocernos, dame la oportunidad de reconquistarte demostrarte cuánto te amo, seguir contándote nuestra historia y si en un momento vez que no puedes sentir nada por mí, nos separamos, me dolerá en el alma pero si es lo que quieres lo aceptaré

—¿Estarías dispuesto?

—Solo quiero tu felicidad ¿qué dices Julieta?

—Está bien, acepto

—Muy bien –dijo extendiendo su mano –Aurelio Cavalcante, botánico de profesión, encantado de conocerla

—Julieta Sampaio, pintora y Reina del Café –dijo estrechando la mano de Aurelio mientras pensaba –Dios mío ayúdame a recordarlo

—Dios mío, haz que se acuerde de mí –pensó Aurelio 

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