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Amor Gemelo

AMOR GEMELO

No tenía recuerdos del día en que Zeke murió. La policía me dijo que me hallaron inconsciente en la cocina de nuestra casa. El caso quedó inconcluso, ya que nunca encontraron al asesino. No habían robado ningún objeto, por lo que se creyó que fue un ajuste de cuentas. Me interrogaron incontables veces, preguntándome si Zeke tenía enemigos o alguna ex novia celosa. Descarté esas posibilidades, mi novio era la persona más bondadosa que había conocido.

Después de un año de lo sucedido, aún no lograba recordar qué me paso ese maldito día. La última imagen que mi mente evocó, era estar preparando el desayuno. De repente sentí un dolor intenso en mi cabeza, y me desplomé. Desperté en el Hospital con la terrible noticia de la muerte de mi novio.

Desde ese día he tratado de continuar mi vida, retomé mi trabajo y volví a salir con mis amigas. De la familia de Zeke, solo su madre se puso en contacto conmigo en algunas ocasiones. Su padre había fallecido cuando él tenía dieciséis años y su hermano gemelo, Mark estaba viviendo en el extranjero. Al menos eso era lo que yo creía.

Un sábado a la noche Cassandra, mi mejor amiga, me convenció para ir a una discoteca. Allí nos encontraríamos con Paul, que era como mi hermano, nos conocíamos desde que tenía memoria y fue un gran apoyo cuando sucedió lo de Zeke. Sin tener opción, me enlisté con mi adorado vestido negro, de espalda descubierta y un buen escote. Hacía tanto tiempo que no me calzaba los zapatos de tacón, que podía asegurar que al final de la noche, acabaría con unas terribles ampollas.

Cuando llegamos a Destiny, Paul estaba esperándonos con tragos en mano. El lugar estaba abarrotado, todo el mundo parecía divertirse y aunque no conocía la música que el DJ estaba pasando, me mentalicé en disfrutar.

—¡Hola bellezas! —saludó Paul —. ¿Están listas para romper la noche?

—Claro, ¿por qué no? —rodeé los ojos al tiempo que le daba un gran abrazo.

—Vamos, Lena. Prometiste que intentarías divertirte —gritó Cassandra en mi oído —. No puedes estar de luto toda tu vida.

Le di una mirada asesina cuando escuché lo que dijo. No era algo que no supiera, pero ella no entendía que tenía una deuda pendiente con Zeke. Algo que jamás podré saldar si no recuperaba la memoria de lo que sucedió ese día.

—Haré de cuenta que no te oí —repliqué mientras me dirigiía hacia la pista de baile, con Paul pisando mis talones.

—¡Eh, Lena! No te enojes, sabes que no quise decir eso —se defendió mi amiga.

Le hice un gesto con la mano, indicándole que olvidaría todo. Cerré los ojos, afortunadamente mi cuerpo mantenía el recuerdo de cómo bailar. Con sensuales movimientos mecí mis caderas, y me dispuse a dejarme llevar por la música. Lentamente me encerré en mi propia burbuja, olvidándome de la gente alrededor. Hasta que un grito de Cassandra me sacó de mi ensoñación.

—¿Recuerdas a Milton? —abrí los ojos y observé a su compañero de trabajo. Lo salude dándole un beso en la mejilla y mi vista viajó hacia su espalda, a unos inconfundibles ojos verdes. Empalidecí y comencé a sentir que el aire escapaba de mis pulmones. Esos ojos, yo reconocía esas esmeraldas. Zeke. Pero era imposible.

De inmediato me separé de mis amigos y me dirigí hacia donde estaba el extraño. Él comenzó a caminar hacia el sector de los lavabos, y lo seguí. Estaba de espalda, aún así podía sentir la intensidad de su mirada.

—¿Zeke? —balbuceé con el resto de voz que me quedaba. El desconocido dio la vuelta, me observó con los ojos en plato—. ¿Mark? ¿Eres tú?

¿Qué probabilidad había de encontrarme al gemelo de mi novio muerto en una discoteca? Lo observé, claro qué era igual a Zeke, pero viéndolo con detenimiento, sus ojos no tenían la veta ámbar que poseían los de mi prometido.

—¿Lena? —Su ceño fruncido demostró que no estaba muy feliz de verme y menos aún de que lo hubiera confundido con su hermano — ¿Qué haces aquí?

—Debería preguntar ¿qué haces tú aquí? ¿No estabas en Londres?

—No lo sabes —murmuró.

—¿Qué es lo que no sé? —puse mis brazos en jarra solicitando que se explayara en su afirmación.

—Mi madre está internada. Tiene cáncer, Lena —suspiró hondo y metió sus manos en los bolsillos —. No le queda mucho tiempo de vida.

—¡Oh por Dios! No, no lo sabía —me apoyé contra la pared, tratando de asimilar lo qué acababa de decirme —. ¿Por qué no me telefoneó? Podría haberla acompañado.

—No quería preocuparte. Mi madre siempre piensa en ti, después de lo de… Te siente como una hija —dijo lo último de extraña manera.

Mark jamás superó lo de su gemelo, tal vez por esa conexión especial que se decía que tienen. Además no me había perdonado por no recordar. Si él pudiese entender que yo daría lo que fuera por recuperar mi memoria, encerrar al maldito que me quitó al amor de mi vida.

—Mañana mismo iré a verla —repliqué.

—Como quieras. Te enviaré la dirección del Hospital —giró para continuar su camino, pero lo tome de un brazo y lo detuve.

—Mark ¿te quedarás?

Me observó enarcando una ceja, no pude evitar reconocer la cicatriz que la cruzaba. Se la había hecho cuando su hermano se metió en una pelea en el Instituto. Mark no dudó en salir en su defensa, y como recuerdo obtuvo varios puntos y muchos magullones.

—¿Lena? ¿Estás bien? —Paul apareció a mi espalda. Se detuvo en seco cuando vio a Mark, pero luego reaccionó —. Hola, Mark —el aludido respondió con un movimiento de cabeza y luego de mirarme a los ojos, siguió su camino —. Ven, vayamos con Cassandra —mi amigo me tomó de la cintura y me arrastró hacia una mesa, donde estaban Cass y Milton.

—¿Qué ha pasado? Pareces que hubieras visto un fantasma —gritó una muy borracha Cassandra.

—Algo así —murmuré —. Vi a Mark.

—¿Aquí?

—No, Cass. En los diez minutos que no estuve ausente, viaje a Londres a verlo —ironicé poniendo los ojos en blanco.

—Bueno, solo preguntaba. ¿Y qué hace aquí?

—Salma está internada. Ahora, cambiemos de tema, por favor —quise dar por zanjado el asunto. Ya demasiados recuerdos había removido con ver al gemelo de Zeke.

Después de una hora de tratar de despejar mi mente, decidí dar por terminada mi noche. Paul se ofreció a llevarme, pero no quise agobiarlo con mi deprimente humor, así que solo tomé un taxi a casa, luego de despedirme de mis amigos.

Una vez en mi habitación, saqué la caja que guardaba debajo de mi cama. Allí tenía parte de los recuerdos de mi vida junto a Zeke, en ella había fotos, cartas y regalos. Tomé un retrato donde estábamos los gemelos y yo. Ellos me levantaban, sosteniendo una mano y una pierna cada uno. Estábamos riendo, y recordé que había sido uno de los mejores veranos de mi vida.

Pasé un dedo sobre el rostro de Zeke. Muchos los confundían, pero yo siempre distinguía cuál era cuál aunque quisieran engañarme. Mark era mucho más rudo, siempre fue el más fuerte, el que estaba dispuesto a comerse el mundo. Sus cabellos castaños también hacían la diferencia, Zeke lo tenía un poco más largo, con unos mechones cayendo sobre su frente. Por el contrario, su gemelo, siempre lo usó muy corto, dando la impresión de ser un soldado.

Me recosté en mi cama, abrazando la fotografía, como antes. Hacía más de seis meses qué no abría esa caja, y el encuentro con Mark, obviamente revivió mis fantasmas. Cuando desperté, tomé una ducha y me encaminé al hospital donde estaba Salma. No sabía con qué encontrarme, solo esperaba que no estuviera sufriendo. Ya tuvo demasiado dolor cuando perdió a su hijo.

Al llegar, una de las enfermeras me condujo hacia su habitación y me asombró encontrarla sola. Dejé las flores que le había llevado en uno de los jarrones dispuestos sobre la mesa de noche y me acerqué para saludarla.

—¡Lena! —Exclamó en cuánto me vio —. ¿Cómo has sabido que estaba aquí?

—Mark me lo dijo, me encontré con él anoche —omití darle más detalles —. ¿Por qué no me llamaste? —inquirí.

—No quería que te preocuparas, ya demasiado tienes…

—Debiste decirme, yo habría estado contigo hasta que Mark volviera —comenté con un notable enfado.

—No es nada, niña. Ya estás aquí y eso es lo que importa —le dio un golpecito a mi mano, y lentamente fue cerrando los ojos —. Estoy algo cansada, es por los medicamentos —murmuró —, ¿no te enojas si duermo unos minutos?

—Claro que no. Descansa, yo me quedaré a tu lado —respondí tomándola de la mano.

Al cabo de unos minutos, su respiración se hizo más lenta y quedó profundamente dormida.

—¿Lena? —giré para ver quién me llamaba y me encontré con Mark apoyado en el marco de la puerta.

—Se ha dormido. Me dijo que los medicamentos la agotan —repliqué soltando la mano de Salma y poniéndome de pie.

Podía sentir que estaba recorriéndome con la mirada sin perder detalle de mi cuerpo en ningún momento. No que fuera una bomba sensual, por el contrario, era una chica normal, de cabello castaño y ojos almendras. Pero aún así su escrutinio me incomodó.

—Te invito un café —murmuró —, no va a despertar hasta dentro de dos horas.

—Claro.

Salimos de la habitación y nos encaminamos hacia la cafetería contigua al hospital. Nos sentamos y ordenamos nuestro café, Mark no quitaba sus ojos de mí y mi incomodidad crecía.

—¡Ya deja de hacer eso! —exclamé —. Estas mirándome raro y me inquietas.

—Lo lamento, no quise hacerte sentir así. Solo que… —pasó sus manos por sus cabellos y los desordenó —, te veo y no puedo evitar pensar en Zeke.

—¿Y me lo dices a mi? Estoy sentada frente al gemelo de mi novio. ¿Cómo crees que me siento al verte?

—Lo sé —apoyó sus codos en la mesa y se inclinó para hablarme —. No he vuelto sólo por mi madre, Lena. Estoy aquí porque necesito descubrir qué es lo que pasó con mi hermano —respiré hondo y traté de que el aire llegue a mis pulmones —, y necesito tu ayuda.

Jamás me negaría a ayudarlo en lo que a Zeke se refería, aunque me destruyera por dentro, porque sabía que al intentar descubrir lo sucedido, reviviría el momento. Solo esperaba esta vez ser más fuerte.

Mark me observó, esperando una respuesta. Cada minuto que pasaba a su lado, volví a distinguir los pequeños detalles que los hacían tan diferentes. El lunar que tenía encima de su boca, la mandíbula un poco más angulosa que la de Zeke, y sus ojos. Eran tan hermosos como los de su gemelo, pero los de Mark se veían apagados, sin vida.

—Te ayudaré, haré todo lo que sea posible para descubrir que sucedió con Zeke —respondí agachando la cabeza, para que no pudiera ver las lágrimas que comenzaban a salir.

—Sé que todo esto te lastima, pero entiendes que es algo que necesito, ¿verdad? —levantó mi barbilla y me miró a los ojos.

—Pero creí que me culpabas por lo sucedido —murmuré entre hipidos.

—¡Diablos, no! Estaba enfadado por lo que había pasado, pero jamás te culparía —con su pulgar limpió mis lágrimas.

—¿Entonces por qué me dejaste sola, Mark? Éramos amigos, él era tu hermano y no estuviste cuando más te necesité —grité, quitando su mano de mi rostro.

—Es difícil de explicar —dijo por lo bajo.

—¡Explícalo! Porque en verdad no entiendo, creí que me odiabas. Todo este tiempo sufrí pensando que el hermano de mi novio me detestaba…

—No vuelvas a decir eso —se acercó a mi lado, tomó mi rostro con sus manos y apoyó su frente en la mía —. Jamás te odiaría, jamás.

—No sé qué pensar, Mark. Creí que me querías…

—¡Demonios, Lena! Te amo, siempre te amé —exclamó, soltando mi cara para mirarme a los ojos —. No dije nada, por Zeke, pero yo me enamoré de ti desde el primer día en que te vi. Pero lo elegiste a él y no pude hacer nada contra eso.

Puse una mano sobre mi pecho, atónita ante la declaración. Todo esto no podía estar pasando. Mark me amaba, ¿estuvo enamorado de mi todo este tiempo, durante tres años? ¿Cómo no me había dado cuenta?

—¿Zeke lo sabía? —pregunté con el último resquicio de voz.

—Creo que sí.

—¿Crees?

—Sí, antes de proponerte matrimonio, quiso hablar conmigo —volvió a su asiento, pero tomó mis manos entre las suyas —. Me preguntó si yo estaría bien ante su proposición. Aunque nunca me dijo nada directamente, creo que él sabía.

—Yo… no puedo… esto es demasiado —me puse de pie —. Necesito estar sola, cuando pueda asimilar todo esto, te llamaré.

Él asintió con la cabeza y no respondió. Agradecí que me diera tiempo para pensar. Lo que acababa de decirme me daba vueltas en la cabeza. Mark me amaba y Zeke lo sabía. ¿Cómo pudo continuar conmigo sabiendo que rompía el corazón de su hermano?

Llegué a mi casa y lo primero que hice fue llamar a Paul. Necesitaba hablar con alguien. Cuando mi amigo me vio, de inmediato me abrazó. Él siempre fue mi pilar para cuando mis fuerzas flaqueaban. Paul estuvo a mi lado cuando apartaron a Zeke de mi vida y tenía la certeza que siempre estará allí, cada vez que lo necesite.

—¿Qué pasó, hermosa? —preguntó acariciando mi cabello.

—Me encontré con Mark —repliqué sorbiendo mi nariz.

Cuando oyó su nombre todo su cuerpo se tensó. Sabía que no se agradaban, incluso hasta con Zeke tenía sus reparos.

—¿Qué te dijo? —preguntó frunciendo el entrecejo.

—Qué ha vuelto para descubrir quién asesinó a Zeke.

Paul tomó mi rostro entre sus manos y me miró fijamente. Sentí que su agarre era más fuerte que de costumbre, pero se trataba de Paul, mi amigo, él jamás me haría daño.

—¡Aléjate de él, Lena! Solo te lastimará —farfulló.

Algo en la forma en que lo dijo y en su mirada gélida, me estremeció.

—Paul ¿qué te sucede? Sé que no eres devoto de Mark, pero él no va a lastimarme —hablé tratando de calmarlo. Pero ante su reacción, obviamente no iba a decirle nada de la declaración.

Tiró de mí y me abrazó, todo estaba resultando muy extraño.

—Lo lamento, Lena —me zafé de su agarré y caminé hacia atrás. Él dio un paso hacia mí, pero me aparté nuevamente —. Nena, no quise asustarte. ¿No has tenido suficiente con los hermanos McDouglas?

—¿Suficiente, Paul? Zeke está muerto y Mark apareció después de un año sin saber nada de él. No, no he tenido suficiente —espeté.

—De acuerdo —suspiró hondo, y pasó sus manos por su rostro —. Entiendo, pero por favor ten cuidado. Tal vez lo que descubras no te guste.

—¿Qué quieres decir? —pregunté frunciendo el ceño. Paul nunca se había comportado de ésta manera, haciéndose el misterioso y gritándome.

—No quiero insinuar nada, solo qué a veces las cosas es mejor dejarlas como están —me tomó de una mano y la apretó, ésta vez con suavidad —. ¿Vas a ayudarlo?

—Claro que sí —sacudí mi cabeza, era increíble que me preguntara eso, ¿acaso no era obvio? —. Necesito saber qué paso, y por qué sigo con vida. El asesino pudo haberme matado a mí también y no lo hizo. A veces me gustaría haber ocupado el lugar de Zeke.

—Nena, no vuelvas a decir eso jamás. Yo no podría vivir sin ti —me arrastró hacia él y me abrazó.

Por un momento analicé sus palabras, era mi amigo, no debería percibir nada raro en su declaración. ¿Pero por qué sentía que atrás de todo había algo más? Le pedí que me dejara sola, ya que mi cabeza estaba peor que antes. Me urgió la necesidad de pensar. Cuando se fue, me dejé caer en mi cama y las lágrimas me envolvieron.

Pasé el resto del día recostada, sin atreverme a probar bocado, porque no era lo quée me interesaba en ese momento. Tenía que llamar a Mark, decirle que cuánto antes empezáramos a buscar pistas, mejor. Una vez que descubriera quien era el responsable de la muerte de mi prometido, podría descansar tranquila.

Pasamos dos semanas tratando de recolectar información en mi viejo vecindario. Los vecinos repetían lo mismo que le dijeron a la policía, que no vieron a nadie. En la estación, el comisario nos permitió ver el expediente de Zeke. Pero no había nada esclarecedor. Todo había sido investigado con detalle y no encontraron ni una pista. Si solo pudiera recordar algo, aunque sea un mínimo detalle.

Un día estando en casa observando unas fotografías, una idea llegó a mi mente. Era posible que no funcionase, pero no tenía nada que perder.

—Voy hacer que me hipnoticen —comenté a Mark. Él me observó frunciendo el ceño.

—¿Crees que pueda funcionar?

—No lo sé, pero tengo que intentarlo. No puedo creer que no se me ocurriera antes —murmuré un poco más animada.

—¿Estarás bien? Sé que a veces con esas sesiones se abren heridas, no será fácil.

—Mis heridas nunca cerraron, Mark. Es lo mínimo que puedo hacer por Zeke, solo así su memoria descansará en paz.

—De acuerdo, lo haremos —ante mi mirada de incredulidad, me explicó —. No te dejaré sola con esto, ésta vez no me apartaré de tu lado.

Tiró de mis brazos y me encerró en un cálido abrazo. Quedé relajada ante su contacto, pero por primera vez no imaginé que era Zeke con quien estaba, era muy consciente de que esos brazos pertenecían a Mark. Apoyé mi cabeza sobre su hombro, e inhalé su perfume. Tan masculino, tan irresistible, tan Mark.

Lentamente él aflojó el abrazo para tomar mi rostro entre sus manos, acarició mis mejillas con sus pulgares. Cerré mis ojos ante su toque. Desde lo sucedido, no había estado con ningún otro hombre, ya que ninguno estaba a la altura de Zeke, y era reconfortante sentirme querida de nuevo. Sentí su aliento muy cerca de mi boca, y relamí mi labio ante la idea de un beso. Mark gruñó, abrí los ojos para verlo y vi el deseo reflejado en su mirada.

Sus labios rozaron los míos, pidiendo permiso. Abrí mi boca, dándole el consentimiento que necesitaba. Me besó con ternura, como si tratase de atesorar ese momento para siempre. Alabó mis labios con su lengua, sin dejar recoveco por adorar. Respondí a cada una de sus caricias, moviendo mi boca junto a la suya, deseando mucho más que un casto beso. Entonces respondió a mi plegaria silenciosa, y sus labios comenzaron a devorarme con un frenesí interminable. Con desesperación y ansias acumuladas de años de amor no correspondido.

Me olvidé del tiempo y del espacio, solo Mark y yo existíamos. Y cuando él se separó de mí, para tomar el tan necesitado aire, me miró con tanta ternura, que mi corazón dio un brinco dentro de mi pecho. Volví a besarlo, succionando su labio inferior. Él apretó su agarre en mi cintura, y pude notar lo mucho que me deseaba. Y nos dejamos llevar por ese deseo y esa pasión. Hicimos el amor como si el mundo fuera acabarse. Mark repitió sus palabras de amor cuando llegamos al éxtasis.

Nos dormimos abrazados, con nuestra piel en contacto y nuestro corazón movilizado. No sabía si lo que hice fue lo correcto, pero estuvo bien. Por primera vez no comparé a alguien con Zeke, solo dejé que Mark me hiciera suya. Al despertar, él estaba acariciando mi cabello y observándome con una rara expresión en su rostro.

—Buen día, ¿qué sucede? —pregunté mientras entornaba mis ojos para mirarlo con detenimiento.

—Solo pensaba… —quedó en silencio por unos segundos, como si estuviera debatiendo decirme algo, o no —. ¿Estuviste conmigo porque te recordé a mi hermano? —preguntó.

—¿Qué? Claro que no, ¿por quién me tomas? —exclamé enfadada. Era increíble que me hubiera hecho esa pregunta.

—Lo lamento, Lena. Es qué siempre he deseado estar así contigo y ahora todo me parece muy irreal.

—Te entiendo —acaricié su mejilla y él cerró los ojos —. No he olvidado a Zeke, pero tengo muy claro que hice el amor contigo.

—Quiero que lo intentemos, que me permitas entrar en tu corazón —suplicó abriendo sus ojos.

—Necesito un poco de tiempo, Mark. Hasta semanas atrás creí que me odiabas…

—Está bien, tomate el tiempo que necesites. Pero no me dejes fuera de tu vida —se acercó y me dio un dulce beso.

Tres días después, me encontré en el consultorio del Psicólogo encargado de practicar el hipnotismo. Mark estaba a mi lado y cuando el profesional comenzó con su tarea, apretó fuerte mi mano y se sentó el sofá a pocos metros de mí.

—«Sólo deja que tus pies se relajen. Siente tus caderas, y tu cintura relajándose. Siente tu pecho, y tus brazos relajándose. Tus hombros, tu cuello y cabeza relajándose. Siente tu cuerpo entero relajándose por completo» —comenzó a recitar el psicólogo.

Lentamente sentí mis parpados pesados, y junto a las palabras del Dr. Priestys, fui adentrándome a la mañana trágica en que murió Zeke.

—«Estoy en la cocina, preparando el desayuno. Zeke está en el comedor, leyendo el periódico. Acabo de poner la cafetera, cuando siento un fuerte dolor en mi cabeza, todo se vuelve oscuro, siento como voy cayendo, pero antes de desvanecerme noto a alguien de cuclillas junto a mí. No alcanzo a ver su rostro, pero noto una cicatriz en su brazo, una especie de cruz. Después la oscuridad se cierne sobre mí y me dejo llevar por la inconsciencia»

—«Para cuando llegue a la cuenta de cinco, estarás despierta por completo y sintiéndote perfectamente bien».

Cuando desperté, sentí que esa opresión que tanto tiempo atravesaba mi pecho, se había diluido. Mark se aceró a mí y me tomó de la mano. Recordé todo lo que dije, lo que vi. Y tuve la extraña sensación de conocer esa cicatriz, estaba segura de haberla visto antes. Al salir del consultorio, le pedí a Mark que me dejase en mi casa, necesitaba estar en soledad para procesar todo lo ocurrido.

Después de una larga ducha, bebí una copa de vino y me recosté. Estuve cerca de dos horas durmiendo cuando el timbre me despertó. Me apresuré en colocarme la bata y fui a recibir a mi visitante. Abrí la puerta y Paul estaba allí. Cuando vio mi expresión turbada, me abrazó fuertemente. Nos sentamos en el sofá, aún en sus brazos, comencé a contarle lo de la sesión de hipnotismo.

—Recordé algo, pero no pude ver la cara del atacante —le comenté.

—¿Así que no lo reconociste? —preguntó con preocupación.

—No… —quité su brazo para levantarme, cuando noté algo bajo mi mano. Una cicatriz. Lo giré y lo que vi me dejo sin habla, no podía ser…— ¡Tù! —susurré, percatándome que Paul por lo general llevaba un grueso brazalete que ocultaba la cicatriz.

Quitó su brazo inmediatamente y me miró con expresión horrorizada. Yo me levanté de golpe, con el pecho contraído.

—Lena… —estiró su mano para tocarme.

—¡No me toques! —grité —. ¿Tú mataste a Zeke?

—No entiendes…

—¡Contéstame! —volví a gritar.

—¡Demonios, Lena, sí! —se giró de manera brusca y de un manotazo tiró un jarrón que estaba sobre la mesa —. ¡Él no te merecía! Ninguno de esos hermanos te merece… —me tomó de los brazos con mucha fuerza y me empujó contra la pared —. Tienes que estar conmigo, siempre te he amado —su rostro estaba desfigurado por la locura y yo sentía que iba a desmayarme en cualquier momento.

—¿Por qué, Paul? Si me amaras como dices, no habrías matado a mi novio —sollocé.

—No era mi intención matarlo, solo quería asustarlo, dejarle claro que debía alejarse de ti —se rió con una risa macabra, que sacudió mi cuerpo —. Pero el muy idiota no quiso entender, me dijo que jamás te dejaría y que te diría todo para que tú no quisieras verme más —apretó mis mejillas con una sola mano —. ¿Ahora entiendes por qué tuve que matarlo? No iba a permitir que te separara de mí.

—Paul, me haces daño —murmuré entre lágrimas.

—No, hermosa, esos malditos hermanos te hacen daño. Debo decir que me sorprendió lo de Mark, siempre pensé que él te odiaba, que te culpaba por lo de Zeke —me dio un beso en la frente sin soltarme —. Pero parece que tendré que ocuparme también de él —exclamó.

—¡No! Deja a Mark fuera de esto, por favor —las lágrimas descendían hasta mi boca, y sentí que estaba ahogándome.

—Solo si me dices que te quedarás conmigo, que me amarás —habló en mi oído.

—Lo haré, pero por favor no le hagas daño —logré hablar entre hipidos, temiendo que Mark acabara de la misma manera que Zeke.

Paul, sonrió malicioso. Desconocía a ésta persona, él no era mi amigo. En algún momento se había transformado en un monstruo que mató a mi novio por celos. Oí la puerta abrirse y mi corazón casi salió de su pecho cuando vi a Mark observándonos horrorizado.

—¡Lena! —Dio dos pasos, pero Paul interpuso mi cuerpo entre ellos, usándome de escudo —. Paul, no sé lo que sucede, pero suéltala.

—Vaya, vaya. ¿Así que los gemelos estaban enamorados de la misma mujer? —alzó una ceja y se rió —. ¿Qué sentías cuando la veías besarse con tu hermano? ¿Querías matarlo, verdad? Bueno, niño bonito. Deberías agradecerme, lo hice por ti —torció la cabeza hacia un lado, y lamió mi cuello. Yo me estremecí —, en realidad lo hice por mí. Lena será mía y tú no te interpondrás en mi camino —sentenció.

—Paul, por favor. Hablemos —imploré.

—Cariño, no hay nada qué hablar. Tú vendrás conmigo —caminó unos pasos y amenazó a Mark —. Quítate del medio, porque si ella no es mía, no será de nadie.

Comenzó a caminar arrastrándome consigo. Mark mantenía sus manos en puños al costado de su cuerpo. Le rogué con la mirada que no cometiera ninguna locura, pero cuando pasamos al lado de la barra americana de mi cocina vi el destapador que había utilizado para abrir el vino. Sin pensarlo dos veces, lo tomé y sacando fuerzas de donde no tenía, lo enterré en la pierna de Paul.

Él me soltó, e inmediatamente Mark tiró de mí a su lado. Paul se abalanzó sobre él y comenzaron a pelear. Me parecía estar dentro de una película, o de una pesadilla. No podía creer que Paul hubiese sido capaz de matar a Zeke. Él era mi amigo, mi hermano.

Mark esquivó un puño dirigido a su rostro, pero no pudo con otro que le dio en las costillas. Cayó al piso, sin aire y Paul comenzó a darle patadas. Yo grité y traté de pegarle para que lo dejara, pero él era más fuerte y de un empujón me lanzó contra la pared. Cuando pensé que nada podría salvarnos, la puerta de entrada se abrió de un golpe y dos policías entraron apuntando su pistola hacia Paul.

Todo pasó muy rápido. Lo esposaron y se lo llevaron. Yo me dejé caer al lado de Mark, que aún yacía en el piso, dolorido.

—¿Estás bien? —balbuceó

—Sí, por favor no hables. En minutos vendrá la ambulancia —dije mientras acariciaba su rostro y le daba un suave beso —. No entiendo quién llamó a la policía —murmuré.

—Yo lo hice. Te llamé varias veces a tu celular y no me respondías. Decidí venir a ver si estabas bien —tomó aire y continuó —: Cuando vi como te sostenía supe que algo andaba mal. Tenía mi móvil en el bolsillo trasero del pantalón y marque al 911. Creo que rastrearon la llamada, tuvimos suerte que llegaran rápido —dijo mientras la tos interrumpía sus palabras.

—Shh, todo estará bien ahora —lo tranquilicé, pero con esas palabras trataba de consolarme a mí misma. Al fin habíamos descubierto al asesino de Zeke y estuvo todo éste tiempo ante mis ojos.

Una vez en el hospital, nos atendieron y afortunadamente Mark no tenía ni una costilla rota. Solo unos cuantos golpes. Volvimos a mi apartamento y nos quedamos recostados en mi cama. Él me abrazó y sentí una paz que hacía mucho tiempo no sentía.

—¿Mark?

—¿Hmm?

—¿Crees que Zeke querría que estuviéramos juntos? —susurré.

—Creo que él querría que fueras feliz —se separó unos centímetros y me miró a los ojos —. ¿Serías feliz conmigo?

—Podría intentarlo —dije, y tomé su rostro en mis manos para besarlo.

—Yo quiero que lo intentes. Te amo, Lena —devolvió el beso con ternura, dejando que yo tuviera la iniciativa. Permitiéndome llevar el ritmo.

—Quiero amarte, Mark. Prometo intentarlo.

El hecho de descubrir al asesino de Zeke, cambió todo. Después del inmenso dolor de su perdida, logré sonreír de nuevo. Y aunque mi pesar ahora era distinto, por la traición de Paul, prometí tratar de ser feliz.

Y cómo no querer serlo con alguien que me amó toda su vida, que sacrificó su felicidad por la de su hermano.

 

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