Viajes, amigos...y ¿Amor?
Caminé sin rumbo durante varios minutos, observando cada detalle de los lugares por donde pasaba y era mucha la diferencia de esta época y la mía. Hasta que mi marcha se detuvo en una casa que me resultó familiar, como si hubiese estado allí antes.
A lo lejos vi a una niña jugando con una joven que tendría más o menos mi edad. Ambas se veían amables, por lo que decidí acercarme a ellas.
-¿Quién eres? -preguntó la mayor.
-Hola, soy nueva aquí, estoy buscando una dirección -mentí, aunque realmente toda la ciudad me transmitía una especie de deja vú y muy dentro de mí sentía que debía buscar algo, que por alguna razón había llegado a este lugar.
-¿Quieres jugar? -habló la más pequeña, tirando un poco de mi vestido.
-Me encantaría jugar -respondí casi por instinto.
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No sé cuánto tiempo pasó hasta que el sol comenzó a descender y el cielo tomó un hermoso tono rojizo.
-Ya es hora de comer! -dijeron ambas niñas a mi lado.
-¿Te vas a quedar? -indagó clara quien era la mayor.
-Creo que puedo llegar un poco tarde a casa -le sonreí.
-Genial le diré a mamá que tenemos invitados. Delfina quédate con ella y hazle compañía.
De pronto sentí que alguien se me acercaba por detrás, me giré despacio y vi a un chico un poco más alto que yo, tenía los ojos de color verde y el cabello negro, que junto una hermosa sonrisa que su boca mostró al verme, volvería loca a cualquiera.
-Creo que mamá me llama -escuché oír a Delfina mientras se alejaba corriendo.
-Mucho gusto, me llamo Javier -se presentó el joven que tenía frente a mí.
-Gusto en conocerte Javier, yo soy Diana.
-
-¿Eres nueva en este lugar?
-Sí, mis padres y yo llegamos la semana pasada -otra nueva mentira, pero supongo que en estos viajes debo mentir muy a menudo.
-Espero que disfrutes de este lugar y su gente -otra vez me mostró su encantadora sonrisa.
-De seguro así será -le devolví la sonrisa.
-No pude evitar notar que ya eres amiga de mis hermanas.
-Oh, sí, justo hoy las conocí y me invitaron a jugar. Se ve que son muy unidas y es fácil hacerse amiga de ellas -comenté, esta vez sin mentir.
La verdad es que no era necesario ocultarle al chico los amigables que eran sus hermanas; pero el hecho de que él también lo era, me lo callaba, en lo más profundo.
Javier era realmente encantador, no pude dejar de mirarle durante toda la cena, incluso a veces lo sorprendía mirándome también, eso provocaba que me sonrojara levemente. Mi primer día de viajera en el tiempo comenzó de maravilla y terminó siendo toda una sorpresa. Pero, había algo que disminuía mi alegría y la magia del momento.
«Debes saber también que dentro de estos viajes uno debe evitar meterse en problemas o hacer cualquier tipo de amistad. No creo necesario mencionar que tampoco puedes enamorarte».
Esa frase seguía dando vueltas en mi mente: «¿Cómo podría evitar hacer amistad con aquellas chicas, incluso con Javier?». Por lo visto aún me quedaba descubrir cuál era mi misión o el porqué de este viaje, solo espero poder con todo y no hacer nada que pueda perjudicar las cosas en el presente.
-¿Te quedas a dormir? -escuché decir a Delfina mientras ponía una cara de perrito triste.
-Hija, ella debe llegar a su casa -comentó su madre-, además sus padres deben estar preocupados.
-Vendré mañana -le dije para animarla-, lo prometo.
La pequeña me dio un abrazo y dijo que me estaría esperando. Me despedí de la agradable familia y me fui de allí. Ahora la pregunta es: «¿Dónde dormiría?». Mi casa aún no exis... Espera, tal vez mi casa sí exista, más bien, la de mi abuela, este es el año 1997 y esta, la ciudad donde crecí. Después de pensarlo tanto y de recordar los lugares por los que transité hoy en la mañana cuando llegué, comprendí por qué este sitio me transmitía una especie de deja vú. Es el lugar donde vico en el futuro.
«¿Debería visitar la casa? Aunque, no puedo llegar como si nada y decirle: Hola abuela, soy yo, Diana, tu nieta del futuro, he viajado en el tiempo. Tal vez se asuste».
Caminé nuevamente por la calle sin rumbo, debatiéndome si debería visitar la casa de mi abuela o no. La oscuridad de las calles me daba un poco de miedo, no sabía qué peligros me podrían acechar. De repente, escuché cómo una pequeña rama caída de algún árbol se quebraba, como si alguien le hubiese pegado el pie, me ericé por completo, me abracé y miré hacia todos lados, pero no veía nada. Solo tenía ante mí una gran mansión, con el pórtico alumbrado, sin pensarlo dos veces, abrí la portería de hierro que me impedía la entrada y accedí al interior de la mansión.
A paso veloz llegué hasta la puerta y la toqué desesperada, cuando una joven de más o menos mi edad me abrió la puerta.
-Buenas noches, está en la residencia "García", qué se le ofrece.
«¿Residencia "García"?». Sin darme cuenta, había llegado a la casa de mi abuela, al hogar donde vivo en el futuro, salvo que ahora luce algo diferente.
-Hola, yo soy Diana y...
-Oh, Diana -la chica no me dejó terminar de hablar, me haló por un brazo hacia dentro, cerró la puerta y me condujo hasta una habitación en donde había una mujer algo mayor.
La señora al verme se puso de pie y me abrazó. Luego tomó mi rostro entre sus manos y sonrió.
-¿Abuela, eres tú? -pregunté.
-Oh querida Diana, no sabes cuánto te extrañé, de seguro estás cansada y con miles de preguntas -soltó mi rostro y acarició mi cabello-. Aclararé todas tus dudas; pero primero deberías descansar un poco, ya habrá tiempo para ponernos al día.
La misma joven de antes me llevó a una gran habitación, pero no era cualquier habitación, sino la mía en el futuro, lucía distinta, pero sin duda lo era.
«¿Qué es lo que me espera? ¿Cuál es mi misión?».
Bueno tendría que esperar a mañana, para obtener respuestas.
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