El sonido de los pájaros me despertó, así que me preparé de inmediato y justo cuando me peinaba, alguien entró a la habitación.

—Buen día mi niña —dijo mi abuela, que entraba con una bandeja en la mano cargada de frutas, tostadas y jugo de naranja—, espero que hallas descansado bien, aquí te traje tu desayuno. —Se sentó en la cama—. Que estés aquí significa que encontraste la carta que te dejé para cuando cumplieras los 20 años de edad, supongo que en el futuro es hoy, felicidades mi niña.  

—Gracias abuela —fui hacia ella, le quité la bandeja y la coloqué en la cama, luego la abracé—, ¿pero por qué nunca me dijiste nada?

—Porque quería que lo descubrieras por ti sola, además solo podemos comenzar a viajar cumplidos los 20 años. ¿Viste el regalo que te dejé en el cofre?

—No, no tuve tiempo de verlo. Lo haré cuando regrese. 

—Bueno, voy a contarte el motivo de tu misión, el porqué has venido a esta época. 

 Mi abuela me confesó que desde hace tiempo nuestra familia guarda este gran secreto y en todas las generaciones la misión varía, que el collar que llevaba en el cuello me ayudaría a cumplir mi misión, ya que era mágico y brillaría en el momento adecuado. 

Me debuté el desayuno mientras la escuchaba y me advertía nuevamente que, aunque saliera a distraerme por la casa o la ciudad, no debía formar lazos afectivos con nadie. Luego de ella dejarme sola en el cuarto, me cepillé los dientes y salí para dar una vuelta y despejar mi mente un rato. Caminé por los alrededores de la casa hasta que vi a unas chicas peleando.

«¿Qué será lo que pasa?». Me pregunté a mí misma antes de ir a ver cuál era el motivo de la disputa.

Me sorprendí al ver que una de las chicas era mi madre —pude reconocerla debido a las fotografías que había visto de ella cuando más joven—, la otra chica se me hacía conocida, pero realmente no la recordaba.

—Hola, perdonen si interrumpo, ¿por qué se pelean? —pregunté sin saber si responderían o no.

—A ti qué te importa —me contestó mi madre, eso no me lo esperaba.

—Disculpa a mi maleducada hermana —dijo la otra chica—. Me llamo Susana, y esta es mi hermana Martha. ¿Eres la huésped que llegó anoche cierto?

—Así es, me llano Diana.

—Bueno Diana, peleamos porque ella cree que le robé a su prometido.

—Oh, eso sí que es grave —dije más para mí que para ellas.

—Martha debes creerme a mí que soy tu hermana, yo nunca te haría algo así —habló Susana, ya algo cansada—. Sé que él te hace feliz y… —rompió a llorar. 

—Nunca perdonaré lo que hiciste Susana, nunca —le dijo Martha, indignada, posteriormente dio media vuelta y se fue. 

Susana se quedó llorando mientras veía cómo su hermana se alejaba entre los árboles que rodeaban aquel lugar. Me sentí mal por la situación y sentí muy dentro de mí que debía hacer algo para arreglarlo.

«¿Será esta mi misión?».