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El Plan, Regreso a Casa


Cuando regresé a casa de mi abuela me dirigí de inmediato a mi habitación, debía pensar en un plan para volver a unir a las hermanas, que en el futuro son mi madre y mi tía, a esta última no la había reconocido bien, ya que he visto muy pocas fotos de ella cuando más joven.

Me tiré en la cama y pasé casi toda la tarde pensando, hasta que de pronto un golpe en la puerta me sacó de mis cavilaciones.

—¿Sí? —dije al notar que se comenzaba a abrir la puerta de mi habitación, nadie respondió por lo que me comencé a asustar— ¿Abuela eres tú? —pregunté, pero nuevamente no obtuve respuesta—. ¿Quién está ahí?

—Diana te estuve esperando todo el día -escuché la voz de Delfina, seguido entró a la habitación y se abalanzó sobre mí con lágrimas en sus ojos.

—Disculpa, olvidé ir a jugar contigo... ¡Espera, ¿cómo sabes dónde vivo?!

—Te seguí, ayer en la noche -susurró, apenada.

—¿Tus padres saben que estás aquí?

—No, pero mi hermano me acompañó.

Justo en ese momento Javier entró a la habitación, con esa sonrisa tan característica de él en su cara. No pude evitar sonrojarme levemente al verlo, cada vez que lo veía sentía algo extraño en mi interior; pero sabía que no podía enamorarme, era una regla que no podía romper.

—Este lugar es enorme, iré a dar una vuelta -Delfina se soltó de mí y salió disparada de la habitación, dejándonos solos a Javier y a mí.

—Te extrañé —dijo—, aunque sé que apenas nos conocimos ayer —al escucharlo decir eso, sentí cómo mi corazón comenzaba a latir cada vez más rápido.

«Tranquilo corazón, recuerda que no te puedes enamorar».

Di un suspiro tratando de calmarme, mientras pensé en cómo cambiar la conversación que llevaba un rumbo muy peligroso para mí.

—¿Quién los dejó entrar? —pregunté.

—Una chica nos recibió, y le mentimos diciendo que ayer se te quedó algo en nuestra casa y veníamos a traértelo.

Me eché a reír y él también lo hizo. Luego lo invité a dar un paseo por la casa y buscar a su hermana, al encontrarla, estaba en el patio jugando con las mariposas, nos unimos a ella y pasamos un buen rato juntos; pero era hora de que volvieran a su casa. No puedo crear lazos de amistad u otra cosa con ellos, aunque, al parecer, ya es un poco tarde para evitarlo.

—Ya es tarde, quizás debas llevar a Delfi a casa —dije casi sin ánimos de que se marcharan.

—Tienes razón —mencionó Javier-, salimos sin decirle a nadie y de seguro se están preguntando en dónde estamos.

—¿Nos podemos ver mañana? —preguntó la niña, vi como un rayo de esperanza brillaba en su mirada.

—Puede ser —dije dudosa, pues no sabía por cuánto tiempo iba a estar en este lugar.

—Bueno, si te decides, te estaremos esperando en casa —me dijo, agarró a su hermano por una mano y se alejaron.

Javier se giró para verme mientras era halado por su hermana y me dijo adiós sacudiendo la otra mano. También le dije adiós de la misma forma; pero una extraña sensación de nostalgia se apoderó de mí en ese breve instante y un pensamiento me invadió la mente.

«¿Será esta la última vez que lo vea?».

──────♡──────

La noche anterior, después de la visita de Javier y su hermana, me la pasé ideando un plan, el cual pondría en marcha al día siguiente, solo tenía que lograr que Susana pudiera ayudarme. 
A penas amaneció fui en busca de las cosas que necesitaba para mi plan, una vez que reuní todo busqué a Susana para contarle mi idea. Obvio que tuve que mentirle un poco al decirle que me dolió verlas pelear y por eso quería ayudarlas, por suerte ella no dudó ni un minuto en lo que dije y decidió ayudarme a llevar a cabo lo que tenía en mente.
Luego de hablar con Susana partí en la búsqueda de la chica que me contó le había dicho a Martha que ella le quitó a su prometido, al encontrarla le mentí diciendo que era una mensajera de Susana y que esta pedía que se encontraran en cierto lugar para conversar de algo urgente. Luego fui en busca de Martha y le dije lo mismo, mientras Susana esperaba en lugar pactado la llegada de Graces, la chica que había arruinado la relación entre hermanas con una mentira, por envidia.
Martha salió al encuentro con su hermana, yo le seguí a escondidas. Cuando llegó al lugar pactado, vio a Susana conversando con Graces y decidió esconderse para escuchar. Fue así como se enteró de que todo era un invento y que su hermana nunca intentó quitarle a su prometido —mi padre supongo, aunque mi abuela no me lo ha dicho—. Al saber la verdad Martha interrumpió la conversación y le dijo un poco de cosas a Graces, la chica se fue de allí llorando y luego ambas hermanas hicieron las paces.
Martha se sintió muy arrepentida por haber desconfiado de su hermana, pero al final Susana la perdonó y ambas terminaron llorando, lo cual me conmovió profundamente y provocó que unas lágrimas rodaran también por mis mejillas.
Salí de mi escondite, para darle más tiempo a solas, en ese momento noté que mi collar volvía a brillar tal como lo hizo la primera vez, me comencé a sentir algo mareada y caí sobre el frío suelo de cemento. Cuando volví a abrir nuevamente los ojos estaba en mi habitación y mis hermanas me miraban con preocupación, mientras mi madre entraba junto a un médico, mi tía Susana y mi prima Elizabeth, que habían venido para mi cumpleaños. Ya estaba de vuelta en casa.
—¿Estás bien Diana? —preguntó una de mis hermanas.
—Estoy bien —respondí.

—Nos diste un buen susto —protestó mi madre—, te encontraron tirada en el suelo inconsciente, por mucho que te sacudimos no despertabas —a mi madre se le aguaron los ojos.
—Lo siento, solo me desmayé, salí sin desayunar. Pero ya me comeré mi pastel, no se preocupen.

—Martha ya ella está bien, creo que sería mejor dejarla descansar un poco y que coma algo —propuso mi tía Susana.
Mi madre asintió y todas salieron de la habitación. Una vez sola me dirigí rápidamente hasta mi clóset y de la gaveta saqué el cofre que decía la carta, donde me aguardaba un regalo de cumpleaños. Luego cogí un trozo del pastel que me había traído la abuela y me dirigí nuevamente hasta aquel árbol de manzana, donde había iniciado el viaje. Me terminé de comer el pedazo de pastel, me senté en el suelo y abrí el cofre. Dentro encontré un diario, junto a dos fotos en blanco y negro.
En una de las fotos estaba Javier junto a… «¿mi tía Susana?». Agarré la otra foto y vi a un bebé, no sabía quién era, pero tenía un mal presentimiento, al voltear la foto tenía escrito lo siguiente: “Nuestra pequeña Elizabeth, te queremos”, y más abajo decía “Javier y Susana”.
Justo en ese momento mi collar comenzó a brillar y nuevamente una luz violeta me abrazó.
«Ay no, no puede ser». Una nueva misión, estaba por comenzar, y fue justo cuando comprendí a mi abuela. No podía enamorarme. El amor fuera de tiempo, estaba totalmente prohibido.

Fin

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