Salí de casa con un libro en mis manos, donde guardaba entre sus páginas aquella misteriosa carta, la cual leería todas las veces que fueran necesarias, porque todavía me era increíble que yo fuera una viajera del tiempo. No podía creer tampoco que mi familia me había escondido este secreto por tanto tiempo. 

«¿Acaso alguien más sabía sobre esto?». Me pregunté mientras me sentaba junto a un gran manzano, porque su ubicación era la dirección que estaba al final de la carta, cuando una ligera brisa del lugar hizo que mi cabello danzara junto a ella. Y allí, en la tranquilidad que me brindaba ese sitio, comencé nuevamente con la lectura de aquel trozo de papel. 

Tras llevar unos minutos sentada en el suelo, sentí unas pisadas que provenían de la parte de atrás de otros árboles de manzana, que se ubicaban después del que yo disfrutaba de su sombra. Mi curiosidad me ganó y fui a investigar de qué se trataba; seguí el sonido de los pasos, pero al llegar al sitio no encontré a nadie y en su lugar hallé una caja de aspecto antiguo. Me debatí durante unos minutos si abrirla o no, hasta que ya, finalmente decidida, levanté la tapa; vi que en el interior del artilugio había un hermoso collar blanco y junto a él una nota que decía: “Si lo usas prepárate para tu primer viaje”.

Por extraño que parezca aquella idea de viajar a lugares ignotos de épocas diferentes a la mía me emocionó sobremanera, así que volví al árbol donde estaba sentada antes, me coloqué el collar en mi cuello y al instante comencé a sentir un ligero cosquilleo en mi interior, todo mi cuerpo se alzó sobre el suelo. 

—¿Qué está pasando? ¿Será que voy a…? —ni siquiera puede terminar mi pregunta, porque una luz violeta me abrazó por completo y por instinto, o algo de miedo, cerré los ojos y me mantuve quieta. 

No supe por cuánto tiempo estuve sin moverme, cuando algo chocó conmigo y mi cuerpo fue a parar directo al suelo. Abrí los ojos de inmediato, percatándome que no fue “algo” lo que tropezó conmigo, sino “alguien”. 

—Oh lo siento mucho —comentó un apuesto chico, extendiéndome una de sus manos, que tomé sin dudar y él seguidamente ayudó a levantarme—. Nunca te había visto —pronunció al reparar en mi vestimenta—. ¿Tú no eres de por aquí verdad? 

—Bueno… —No supe qué responderle y obvio no le diría a un extraño que justo acababa de viajar en el tiempo—. Yo… me he perdido —dije lo primero que se me ocurrió—. Y, por cierto, ¿dónde estoy, qué día es hoy?

—En Santiago, Chile. Hoy es 17 de octubre del año 1997. 

Mis ojos se abrieron por la sorpresa. Esa fecha era imposible de olvidar, porque mi abuela siempre me contaba una historia, de que ese día, la había visitado una chica encantadora en medio de la noche y la había ayudado en una difícil tarea. Haber viajado a esta época, no creía que fuera coincidencia.