Capítulo dos: Into the old world.
ChanYeol se sentía como un demonio, sentía asco de sí mismo. Por su posición había tenido acceso a la flor más bella de todas, claro que por su humilde condición nunca había sido una amenaza, por eso no se había visto desplazado de su posición, de saber lo que albergaba su corazón hace tiempo hubiera sido ejecutado.
Por fuerza mayor tuvo que hacerse responsable de sí mismo, su madre murió cuando él era muy joven, tuvo que aprender a sobrevivir en un mundo hostil siempre poniendo la mejor cara, tal y como decía su mami, solo que en ocasiones era muy difícil. Trataba de ser diligente, pero cuando no tienes a nadie por quien esforzarte todo era muy penoso, un trabajo en vano, luchar contra la corriente.
Debido a la suerte o como infortunio, quién sabe, conoció a BaekHyun, un pequeño príncipe mimado que no toleraba un no como respuesta. Su amor fue creciendo, así como ese pequeño brote de flor lo hizo, convirtiéndose en el hombre hermoso que era.
Lo que era lamentable, sabía de lo incorrecto de su amor, sabía lo imprudente que era mirarlo más de un segundo porque su corazón a penas si podía soportar esa vorágine de sentimientos que fluían cuando lo veía, por ello lo evitaba, por eso se alejaba y buscaba alejarlo también, que ese pequeño príncipe decidiera por cuenta propia dejarlo solo, así de esa forma poder superar ese amor imposible.
BaekHyun nunca lo hizo, no importaba qué, siempre parecía feliz de verlo. Con esas hermosas mejillas coloradas, como si hubiera sido pintado a mano por el nivel de detalle, esa piel tan nívea que siempre estaba desgraciadamente cubierta por ropajes coloridos. BaekHyun no necesitaba esos adornos, era la alegría pura por sí mismo. Sus cabellos negros de ébano parecían brillar con tal intensidad que a veces sentía que debía entrecerrar los ojos para poder mirarlo y qué decir de esos ojos negros que eran como dos diamantes relucientes. Eran un claro ejemplo de oxímoron, cualquiera pensaría que esos ojos grafitos estarían desprovistos de vida, pero, al contrario, dentro de esa oscuridad se encontraba una luminosidad que llenaba toda la habitación.
Si había alguna cosa más linda, él no la conocía.
Por ese amor tan intenso no quería corresponder las infantiles muestras de amor de BaekHyun, temía aceptarlas y que BaekHyun después destrozara su corazón con la cruda realidad. Además, sabía de la diferencia de edad entre ellos, su hermoso príncipe estaba recién entrando en lo más hermoso de su juventud, mientras él tenía que haber contraído matrimonio hace tiempo, ocasiones no le faltaron. En el palacio había la suficiente gente joven que buscaba desposarse, pero no podía hacerlo cuando su corazón estaba tan comprometido con aquella divinidad.
Su amor pudo seguir así de puro, soportando a base de migajas y miradas furtivas, de no ser por el terrible accidente de los reyes, que logró volver realidad su mayor sueño; poseer aquellos labios en pétalo. Fingió no querer corresponderlo, pero era únicamente para ocultar su necesidad, temía que de besarlo nunca más pudiera detenerse. Cuando fueron descubiertos por la princesa temió que su vida acabaría, y aun peor, todo aquello con BaekHyun.
Casi lo hizo, de no ser por la insistencia de BaekHyun, que con su obstinación de siempre consiguió arrebatarle una confesión de la boca, desde ese momento ya nunca pudieron separarse, no a voluntad al menos.
Poseer su cuerpo había sido la cosa más maravillosa del mundo. Recorrer con su boca aquellos pechos llenos y pesados, como dos frutas de temporada, aquella piel increíblemente suave y su interior aterciopelado fue el epítome del amor y el placer y si debía morir por eso que así fuera.
Por supuesto no quería que sus pensamientos fueran tomados tan literalmente, nunca quiso ni esperó que la última vez que sus ojos vieran a su hermoso BaekHyun sería por medio de una ventana, con su flor hermosa llorando y gritando mientras él, era arrastrado por dos hombres que lo lanzaron a un carruaje.
Iba a morir, lo sabía. Nadie regresaba de la frontera con el país viejo, era una sentencia de muerte firmada y estaba siendo condenado por el pecado más grave, amar al Rey. No estaba feliz, pensar en nunca volver a ver aquellos ojos que lo llenaban de vida lo atormentaba duramente, pero al mismo tiempo consideraba que si su amado podía salir bien librado de eso, todo estaría bien.
Al menos se reencontraría con su madre si es que Dios lo perdonaba y le permitía ir al cielo con ella.
No tenía ninguna esperanza, golpeado y torturado como había sido no tenía posibilidad de defenderse, era un blanco fácil y los enemigos no dudarían en atacarlo. No tendrían compasión por un borrego de la nueva Corea, un país que había aceptado la modernidad con los brazos abiertos. Desafiando todas las antiguas tradiciones.
En el pasado existieron dos reyes hermanos. Como dos ramas de un árbol de fuertes raíces habían sido educados exactamente igual, pero terminaron siendo tan opuestos que nunca pudieron conciliar pensamientos. Mientras el mayor se apegaba a lo antiguo, las tradiciones y las leyes, el menor quería conocer todo lo proveniente del nuevo continente, empaparse de nuevas culturas e intercambiar todo lo que fuera posible.
Como nunca pudieron encontrar un punto medio optaron por dividir la nación, todo pudo seguir con normalidad, de no ser por los hijos de esos antiguos reyes, que presos de la envidia comenzaron a atacarse mutuamente al punto que nunca más existió paz. Su abuela, antes de dejarlo, casi en la misma fecha que su madre, siempre le contaba de esos tiempos de armonía, donde era posible viajar por todo el país, aquellas no eran más que sueños ahora.
Cualquiera que pisara la frontera enemiga tenía la muerte asegurada, y siendo brutalmente honestos les tenía mucho miedo a esos bárbaros atrapados en el pasado con esos pensamientos tan desgastados, era irónico que fuera a morir de esa forma y no en los brazos de su amado BaekHyun. Su cuerpo temblaba, pero sus ojos se negaban a llorar, quizás no lograba asimilar aún que estaba a días de desaparecer. En cuanto fuera abandonado en ese campo sucumbiría en cosa de minutos y las ventanas de aquel carruaje eran tan pequeñas que no dejaban ver nada más que pequeños atisbos de luz.
Moriría como un cerdo, sin ver, amarrado y asustado. Todo para cumplir con los caprichos de alguien más. Solo deseaba que su BaekHyun supiera que siempre fue amado y que con su último suspiro seguiría deseándole todo lo mejor porque su amor era sempiterno y no necesitaba de nada más que la seguridad de ser correspondido, aunque fuera tan solo un instante.
Para su fortuna o infortuna, era difícil vislumbrarlo tan pronto. El campamento era algo mejor de lo esperado y peor de lo deseado. Era un lodazal, los hombres se movían de un lado a otro usando ropa precaria, pero con botas lo suficientemente fuertes para permitirles desplazarse por esa tierra infértil, donde todo el esplendor de su bella ciudad y el palacio parecía un sueño lejano. En ese mismo lodo fue lanzado, ensuciando lo que quedaba de su ropa limpia.
—Aquí te quedarás bastardo, ni te atrevas a huir, tenemos órdenes explícitas de fusilarte si intentas abandonar el páramo, lo haríamos ahora, pero no tenemos suficientes hombres, conque te mantengas un día con vida será suficiente. –el soldado no contento con eso lo pateó con furia, no entendía de dónde venía eso, ellos ni siquiera se conocían e incluso si fuera así, su único gran pecado era haber amado al futuro rey.
No dijo nada, no tenía nada que decir, de todas formas, había aceptado su destino con el poco honor que le restaba, pensando que al menos con su muerte podría traer un poco de paz a BaekHyun, solo Dios sabía qué clase de castigo estaría sufriendo su tesoro, aquello era lo que más temía. BaekHyun con su pequeño cuerpo y frágil espíritu no podía pasar miseria y conociendo al temible consejo era posible que le estuvieran dando el peor de los castigos, esos ancianos no conocían la misericordia.
—Tú, llévatelo a las barracas, que se instale rápido y venga a ayudarlos de inmediato, no quiero verlos perder el tiempo. –dicho eso el soldado lo obligó a ponerse de pie para luego lanzarlo con fuerza hacia el chico que había pasado por ahí, un hombre tan delgado y sucio, se notaba que la vida ahí era muy difícil. Al tener las manos aún atadas no pudo detener el impacto llenándose de más lodo al caer al piso, nuevamente.
—Sí, señor. –respondió aquel muchacho, ayudándolo a ponerse de pie y guiándolo a un campamento precario, esa cosa apenas y podía protegerlos del sol y el frío, pero supuso que era lo que llamaría casa por el tiempo que durara vivo. —Amigo, ¿qué hiciste para que te trataran así? Eh visto criminales de guerra ser tratados con más dignidad. –preguntó aquel muchacho de no más de veinte años.
—¿Puedes desatarme? –prefirió cambiar de tema, no importaba qué, nunca mancillaría el honor de su amado BaekHyun y si decía algo aquí quién sabe cuánto tiempo se tardaría en que todo el pueblo se enterase.
—Sí, por supuesto. –el chico sacó de su bolsillo una pequeña daga con la que desgarró las cuerdas, dándole un poco de libertad. —Te apretaron con mucha fuerza, tus muñecas dolerán un par de días, lamentablemente no tengo nada para ayudarte con eso, aquí escasea todo, nunca nos llegan provisiones de nada porque saben que servir aquí es una misión suicida, pero los que hemos aguantado meses aquí lo agradeceríamos. –asintió sin decir nada, era un alivio que ese chicho fuera amable, pero en aquel momento no se sentía con ánimos de sociabilizar con nadie. —Soy Kim SaeHo ¿cómo te llamas tú?
—Park ChanYeol. –respondió escuetamente.
—Muy bien, Park ChanYeol, mientras vivamos seremos compañeros, te darán un saco y es mejor que te quedes a mi lado, hay gente aquí que está muy desesperada y eso les hace cometer actos horribles, por lo menos hasta que te familiarices con este lugar quédate a mi lado.
Simplemente asintió, no tenía más opciones y ese chico sonaba lo suficientemente bueno. No tuvo tiempo para reposar sus carnes, inmediatamente fue enviado a servir la frontera que estaba solo unos metros allá. Le dieron una pesada arma que se sintió como fuego ardiendo en sus manos, le tomó unas horas acostumbrarse a la situación, a esquivar los proyectiles vecinos y apuntar al mismo tiempo, no quería herir a nadie, pero tampoco morir, era una situación horrenda.
Cuando su primera bala fue a su objetivo, acabando con la vida de un soldado enemigo lloró, nunca se había sentido con el derecho de arrebatarle la vida a nadie, por eso su trabajo era únicamente ser capataz, cuidar del establo, el ganado y la granja, cuidar la vida, nunca arrebatarla.
—Es duro, pero después te acostumbras, Park, son ellos o nosotros, la guerra es así de miserable, esto te cambia, pero solo procura tener esta determinación aquí, en la franja y no seas como los otros de nosotros, que más que humanos son bestias. –dijo SaeHo palmeando su espalda para luego seguir con su trabajo.
Sonaba horrible, pero era cierto, con cada disparo te adormecías un poco más, pero prefirió hacer caso al consejo de SaeHo y dejar el horror para la frontera, lastimosamente la mayoría de sus compañeros no pensaban igual. De hecho, eran rudos, déspotas, crueles y ladrones, siempre buscaban hacer daño, nunca había tenido que lidiar con gente así y eso lo atemorizaba, tener que compartir habitación con ellos era un suplicio.
—Antes de venir acá, cuando supe que estaba condenado a esta mierda le robé los ahorros a mi madre y fui directo al burdel, contrate las dos putas con los senos más grandes y me las follé toda la noche, aún puedo recordar el sabor de sus tetas, uno era uno de estos hombres, donceles creo que les llaman, de pelo negro y corto con lindos ojos, pero sus tetas eran de otro mundo y la otra una chica de cabello rojo, fue asombroso, si iba a morir moriría con gloria. –respondió Lee JongSuk, el peor de todos, una bestia en todo sentido, siempre buscando robar las raciones de los demás, frustrando sus intentos de fuga y siempre buscando pelea. Era con el que peor se llevaba.
—¿Y el dinero de tu mamá para qué era? –preguntó otro de los soldados que lo escuchaba.
—Medicina, comida, qué se yo, esa vieja estaba casi con un pie en la tumba y nunca me escribió así que me da igual. –su frialdad le asqueaba y supuso que su rostro lo delató, porque de inmediato ese repugnante hombre se dirigió a él. —¿Algún problema con eso, Park? No creo que tú seas tan bueno si terminaste aquí. –como ni siquiera le importaba lo que ese hombre dijera lo ignoró, lo que fue aún peor. —Siempre fingiéndote bueno, no eres más que una mierda como nosotros, me tienes harto, arreglemos esto como hombres.
Ese era el problema de JongSuk también, siempre quería arreglar todo a los puños, era un tipo fornido y bastante alto, que gustaba de golpear a los demás con cualquier excusa, pero como siempre prefirió ponerse de pie y dejar la barraca mientras JongSuk lo llamaba cobarde. SaeHo lo siguió de cerca.
—Tienes mucho autocontrol. –dijo SaeHo, que como un buen perrito siempre lo seguía de cerca.
—Ojalá. –respondió recordando cómo fue justamente aquello lo que le faltó para no caer ante los brazos de BaekHyun, trayéndolo solo desgracia para ambos.
—Podrías romperle la cara si quieres, eres mucho más grande. –insistió aquel muchacho.
—No me gustan esas cosas, si nos comportamos así no seremos mejores que ellos. –respondió sin mucho ánimo.
En ese lugar, constantemente se sentía que la muerte era un mejor destino y de no ser por sus estúpidas ansias de volver a BaekHyun probablemente hace mucho tiempo hubiera sucumbido.
—ChanYeol, dime la verdad ¿por qué estás aquí? No eres como los otros, ni como yo, no creo que tú quisieras dejar tu hogar ¿hiciste algo que no debías? ¿Te involucraste con el esposo de alguien? ¿Alguien te odiaba?
—SaeHo, no quiero hablar de eso...
Se vieron interrumpidos por un tumulto, cientos de soldados corrieron hacia los hombres con sacos que repartían misivas. Increíblemente recibían correspondencia, él no esperaba algo de su tipo, no creía que BaekHyun tuviera tiempo para eso y de todas formas nunca había aprendido a leer, era un esfuerzo en vano, un hombre de su profesión no necesitaba eso.
—Carta para Park ChanYeol. –gritaron de pronto, aquello fue sorpresivo, no había recibido ninguna de esas en todo el tiempo que ahí había estado, su estupefacción le impidió actuar, así que SaeHo fue más rápido arrebatándola.
—Carta para ti, de BaekHyun, que raro, no dice el apellido ¿lo conoces? –preguntó su amigo observando el sobre por ambos lados.
—Yo, sí, sí, lo conozco. –respondió con la voz cortada, lleno de una emoción difícil de describir. Su BaekHyun, su amado BaekHyun no lo había olvidado, la prueba estaba ahí, después de meses por fin había tenido algo suyo, lastimosamente ni siquiera podía entender qué significaba porque su cara de desconcierto llamó la atención de SaeHo.
—¿No sabes leer? –cuestionó aquel muchacho, arrebatándole la carta de las manos otra vez. Lastimosamente asintió, las letras era un mundo desconocido para él. —Yo puedo leértela, era profesor antes de venir aquí.
—Por favor, solo quiero saber que está bien. –rogó, tan cerca, pero tan lejos de la información que tanto añoraba.
—Claro, ven por acá, aquí nadie nos escuchará. –SaeHo lo guió por la zona de las letrinas, el olor era insoportable, pero era verdad que tenían más privacidad. Sae abrió la carta empezando a leer de inmediato.
Mi amado ChanYeol.
Los días sin ti han sido oscuros, te he extrañado con locura y no he podido dejar de llorar desde que nos alejaron tan inmisericordemente, el Consejo aún no ha decidido qué hacer conmigo, pero me mantienen furtivo, una de las criadas me ha hecho el favor de enviarle esta carta a mi hermana y mi hermana la ha enviado a ti, tengo fe de que llegue a tus manos y sepa que nunca te olvidaré, por favor mantente fuerte, por ti y nuestro hijo.
Te ama, BaekHyun.
—Wow, esto es romántico ¿por él te enviaron acá? –preguntó Sae entregándole el papel que inmediatamente guardó en su ropaje.
—Eso no importa, lo que importa es que está vivo y que tiene un hijo mío, Sae, seré padre.
Aquella noticia le permitió seguir viviendo, lo único que lo mantuvo con vida por más tiempo, cuando sentía que no podía más, pensaba en un BaekHyun con su vientre redondo, hinchado de su hijo y con un brillo especial.
Las cartas solo llegaban cada tres meses y no eran demasiado largas. Con ayuda de Sae había logrado enviar una de vuelta, donde le decía que estaba vivo, bien y con esperanza de conocer a su hijo, la tinta y papel era escasa y debía pedirle ayuda a SaeHo para escribir, por esos sus misivas eran cortas, pero llenas de sentimientos.
La siguiente vez que llegó una carta fue como su día de cumpleaños. Su corazón regocijado no podía con tanto, no entendía ni una palabra, pero memorizaba cada trazo en la letra de BaekHyun, que era tan bella como él.
Mi amado ChanYeol.
Estoy bien, tan gordo como puedo estarlo, estoy pronto a dar a luz y cuanto desearía que estuvieras aquí conmigo, ansío el día que nos reunamos. Me temó que el Consejo se ha olvidado de mí, no he sabido nada de ellos ni me han mandado a llamar, por primera vez tengo miedo al futuro y es porque no estás aquí.
Siempre tuyo, BaekHyun.
—Te ama mucho, amigo. –comentó Sae mientras silbaba.
—Y yo lo amo aún más. –respondió con el corazón lleno.
—Hubiera deseado enamorarme así antes de esto, yo era maestro ¿sabes? Pero me arriesgué demasiado y terminé aquí, pudo ser peor, pude morir.
—¿Por qué te arriesgaste? ¿A qué te refieres? –preguntó sorprendido por la revelación de Sae, el chico tampoco hablaba demasiado de su vida antes de todo.
—Pues el dinero no era suficiente, pero más que eso, escuché que en el otro lado hay más oportunidades ¿sabes? Allá no tienes que morir como un mendigo si naciste mendigo ni como príncipe si naciste príncipe, te dan acceso a la educación y el trabajo de maestro es bien pagado, yo solo quería saber si era cierto lo que decían.
—Pero si al otro lado es un país abandonado en el tiempo, lleno de tradiciones absurdas y muertos de hambres. –comentó en base a lo que todos sabían, aquello no era un misterio.
—Eso es lo que quieren que creamos, pero tengo conocidos que fueron y dijeron que valía la pena, solo regresaron por sus cosas y se fueron otra vez, creí que quizás valía la pena iniciar de nuevo, mi madre había muerto hace poco y yo no tenía nada, con esto de que la guerra estaba cada vez peor creí que valía la pena, pero fui atrapado en la frontera y castigado con esto.
—Lo siento mucho, no merecías estar aquí. –exclamó asombrado.
—¿Y tú sí? ¿Por qué estás aquí? –preguntó SaeHo, antes no había querido responder a eso, pero un año después ya no tenía mucho sentido ocultarlo, mucho menos a su único amigo.
—Me enamoré de alguien que estaba muy por sobre mí, al Consejo de ancianos no le gustó y me mandaron a morir acá, pero no pienso hacerlo, regresaré por mi amado, no importa qué y tú puedes venir conmigo.
Sae sonrió ampliamente, la felicidad que sentían en ese momento era contagiosa. —Pero no puedes irte de acá siendo un inculto, yo te enseñaré a leer.
Las lecciones no fueron sencillas, no tenían los materiales ni el tiempo libre, pero cada noche que podían, se escapaban fuera. Donde Sae con esfuerzo les enseñaba las letras, le gustaría decir que fue un proceso largo, pero ciertamente le tomó más tiempo del que quería, además no era demasiado listo y eso hacía las cosas peor, pero SaeHo nunca se rendía.
Las cartas de BaekHyun fueron acumulándose con el paso del tiempo, solo gracias a ellas podía saber qué día o mes era.
Mi apreciado ChanYeol.
Nuestro bebé es grande y fuerte, hermoso, el bebé más lindo que he visto y llora tan fuerte, ciertamente sacó mis pulmones, tengo una criada que me asiste en todo, pero cuanto desearía que fueras tú ayudándome, nunca pierdo las esperanzas, porque mientras vivamos siempre perteneceremos uno al otro.
Atentamente el padre de Park BaekHon.
PD: como tu hijo es exactamente tu copia al menos me he tomado el derecho de llamarlo como yo quería.
—Felicidades, amigo, tu bebé nació. –comentó Sae, que inmediatamente después le enseñó a escribir el nombre de su hijo, una y otra vez hasta que salió perfecto.
También le enseñó a escribir su propio nombre y por fin pudo firmar una carta enviada a BaekHyun, su letra era horrible y desprolija, pero era su primer acercamiento personal a Baek, era más que especial. Cuánto le hubiera gustado ver las mejillas rojas de su hijo, verlo, aunque fuera un instante, pero solo podía imaginarlo en sueños.
Así el tiempo siguió transcurriendo, antes de darse cuenta dos años habían pasado desde que estaba ahí, su escritura era mala, pero salvable, pero su lectura iba muy atrasada, con suerte podía reconocer ciertas palabras y armar frases muy básicas. SaeHo nunca se enojaba, pero a veces sentía que lo hacía perder el tiempo, era realmente malo en eso.
Cuando su bebé cumplió un año no recibió una carta, lo que le asustó en demasía, ese mes casi perdió la cabeza varias veces de no ser por Sae, que le cuidaba la espalda.
Pero ocurrió algo mágico el mes siguiente con la llegada de una carta de su amado, sus miedos se esfumaron con ella.
Mi precioso ChanYeol.
Nuestro BaekHon ha cumplido un año, es tan saludable como puede serlo y bebé tanta leche como un ternerito, le he enseñado tu nombre y sabe que eres su padre, he tratado de dibujarte como te recuerdo, pero no soy tan bueno, pero ha quedado feliz con eso y lo lleva a todas partes.
Pero lo increíble no es solo eso, mi hermana ha venido de visita y con ella, su esposo, que nos ha contado de algo increíble llamado fotos, es cansador hacerlo, pero realmente son el retrato más preciso que he visto. Por alguna razón el consejo ha llamado a un fotógrafo luego de que mi hermana se fuera y nos han ilustrado, esta es una de las copias que he podido robar para ti, guárdala cerca de tu corazón para que estemos más cerca.
Tu amado.
Ese papel era la cosa más hermosa que había visto nunca y en medio de un fondo negro estaban las siluetas de sus personas más amadas. BaekHyun sonreía sentado sobre una silla mientras sostenía a su bebé. Con solo verlo comenzó a llorar, SaeHo palmeó su espalda, acompañándolo en todo momento.
—Son realmente lindos, ChanYeol, tienes mucha suerte.
Las cosas después de eso fueron duras, la guerra estaba en un punto álgido y los que seguían vivos a penas si se mantenían de pie, el estrés entre ellos era horrendo y aquello había suscitados más peleas, como aquella vez que el idiota de JongSuk aprovechó que se daba un baño para husmear sus cosas, encontrando aquella fotografía.
—Vaya que tetotas tiene tu viudo, Park. –exclamó JongSuk enseñándole a todos, el retrato de BaekHyun con su hijo, apuesto que da leche como una vaca lechera. –ese idiota no sacaba sus asquerosas manos de su cosa más preciada, —¿Estás seguro que ese hijo es tuyo?
Aquello fue lo que sobrepasó los límites, le asentó a JongSuk un golpe que lo aturdió, con ello guardó su foto y estaba listo para terminar con la pelea, pero los soldados en medio y el llamado a la batalla lo impidió, aunque aquello no le impidió a ese imbécil hacer amenazas.
—Me lo pagarás caro, Park.
Esa amenaza no se cumplió, no a largo plazo al menos.
Lo único que sí ocurrió fue el hecho de que el trabajo duro a veces era demasiado y su mente era lenta, recién a su segundo año ahí, más cerca del tercero que nada logró escribir un párrafo por sí solo, pero de leer, pff, estaba muy lejos de eso y aquello lo desanima en extremo.
—No te sientas mal, ChanYeol, tu amado escribe de forma distinta a le gente común, diría que, de casi la realeza, pero no creo que eso sea posible, así que es obvio que se trata de alguna clase de noble, ellos escriben muy complicado y con símbolos diferentes, por eso con lo demás no te cuesta tanto, pero con esto sí.
—Creo que solamente soy estúpido, Sae. –respondió desanimado.
—Ningún estúpido se mantendría con vida aquí, alejado de los problemas y hasta siendo respetado por los soldados como tú, ChanYeol, lo volveremos a intentar, no importa lo que pase.
Sae hablaba de su buena puntería, con el tiempo se había hecho especialmente diestro en eso y los soldados de rangos especiales siempre lo reconocían, de vez en cuando hasta le daban algún tipo de premio por eso que compartía con Sae, pero él no sentía que fuera la gran cosa, en casi tres años aquí algo debía aprender.
Su amigo le decía que había visto soldados veteranos fallar los tiró que él asentaba, pero Sae tenía la mala costumbre de siempre intentarlo sentir bien, así que no le creía demasiado.
El tiempo ahí era extraño, cada día se sentía tan extremadamente largo. A penas había comida, solo tenían agua fría, en inviernos no les brindaban nada con que calentarse y en verano el sol los azotaba hasta afiebrarse. Las palizas dadas por los soldados de alto rango otorgadas solo porque sí eran muy comunes, pero al mirar atrás había cumplido cuatro años ahí. El tiempo había pasado tan rápido que dolía. Era una contradicción, el día era eterno, pero el cúmulo de ellos era demasiado veloz, como una vorágine.
Su hijo había cumplido tres años y aprendía más rápido que él. Había recibido hermosos dibujos de su parte y su bebé firmaba las cartas con su nombre, aquello era la cosa más especial que tenía, pero debía confesar que desde hace meses sentía las palabras de su amado más distante, más lejano, como si no fuera él, pero sí lo era, se había grabado a fuego en su memoria su hermosa letra, cada curva de su escritura y cada trazo. Sae le decía que quizás tenía mucho que hacer, pero no podía ser eso, él conocía a BaekHyun y a veces se temía que su amado se hubiera cansado de esperarlo cuando aún ni siquiera existía un día claro para su regreso, si es que alguna vez lo hubiera.
La respuesta la obtuvo en la siguiente carta, fue ciertamente demoledora y aquella fue la primera vez que su buen amigo lo vio llorar.
Mi amado ChanYeol.
Te ruego me perdones, sé que no merezco pedirte nada, pero si eso no podré seguir viviendo. Estoy destrozado y sé que es mi culpa, pero no tuve el valor para decirte antes, en mis cartas anteriores solo buscaba hacerte saber que te amo, pero la culpa, ese maldito remordimiento me impedía ser yo y ya no puedo soportarlo más, te diré la verdad.
Me he casado, me casé con un hombre mayor que vive en las montañas, no nos llevamos bien y eso que he tenido un año para conocernos, cuando esta carta te llegue es probable que ya se haya cumplido nuestro primer aniversario.
No lo amo ni el me ama, pero el consejo ha dicho que es el único hombre que me aceptaría con mi hijo. BaekHon ha preguntado si es su padre, pero le he dicho que no, que tú lo eres y que esto será momentáneo, pero me temo que no sé si eso es verdad, te espero cada día y siempre lo haré, pero a veces tengo miedo de que sea en vano.
Además, debo decir que somos un matrimonio realmente constituido, vivo con él y me dedicó a las tareas que se supone hace un esposo, con todo lo que ello implica, pero mi corazón siempre está contigo. Solo que ya no podía ocultarte esto más.
Tu apenado, BaekHyun.
Y BaekHon.
Aquella carta le destrozó el corazón. Ni siquiera Sae tuvo palabras para consolarlo, solo se quedó a su lado palmeando su espala, le tomó mucho tiempo saber qué decir porque no había palabras y por primera vez pudo escribir su carta solo, su lectura había mejorado bastante, pero aun así necesitaba de SaeHo para ayudarlo con lo que no podía entender.
BaekHyun.
Me hubiera gustado que me contaras eso antes, por un momento creí que te habías cansado de esperarme, aunque con tu última carta no hay mucha diferencia entre lo uno y lo otro.
Hubiera deseado que te rehusaras a contraer matrimonio, pero sé lo que hay en juego, si tu corazón está conmigo, entonces el mío aún te perteneces.
Firma Park ChanYeol, padre de BaekHon.
La siguiente carta fue una de BaekHyun reafirmando su amor y enviando una segunda foto, en la que ahora salían tres personas. El tercero era un hombre mayor parado detrás de la silla de Baek que ahora cargaba a su hijo mucho más grande, de unos tres años en ese momento. Al menos BaekHyun se había encargado de rayar la cara de ese hombre, pero a veces en sus pesadillas un hombre sin rostro le quitaba lo que más amaba. La escritura algo escueta de BaekHyun no lo ayudaba, de alguna forma sentía que lo estaba perdiendo, aunque Sae le dijera que solo era ideas suyas.
El último año que pasó ahí fue tumultuoso, solo quedaban un par de decenas en el campamento y la guerra parecía perdida, lo que implicaba acercarse mucho más a los soldados enemigos y exponerse a la muerte más de cerca.
Pero de alguna forma aún lograban sacar tiempo para estudiar y cuando por fin logró leer por sí solo las cartas anteriores de BaekHyun fue como un soplo de brisa cuando tienes mucho calor. Sae lo felicitó y compartieron juntos un buen trago de agua, lo único que tenían.
—Es increíble, ChanYeol, podrás leer todas las cartas por ti mismo ahora. –lo encomió Sae, al menos espero que me cuentes un poco, sabes que amo meter las narices por donde no debo.
—Realmente eres un metiche de lo peor, pero te lo debo por acompañarme todo este tiempo. –exclamó en medio una misión. Debían acercarse a la franja enemiga y eso hacían, cargando el peso de sus armas y evitando resbalarse con el lodo, extrañamente los soldados contrarios no se veían cerca, aquello debió ser un indicio de que algo no iba bien, pero lo ignoraron en pos de su trivial conversación.
—Espero que digas eso cuando salgamos de aquí y te siga como un perro recién nacido sigue a su madre...
Sae no pudo terminar su frase, a lo lejos se escuchaba un estruendo y luego otro, se tardaron bastante tiempo en darse cuenta de lo que estaba sucediendo, y solo cuando la sangre fresca de sus propios compañeros los empapaba junto con el resto de su cuerpo, brazos, dedos, piernas, carne colgante se dieron cuenta. Había minas antipersonales en ese exacto lugar y eso estaba acabando con todos.
Ambos dieron un paso atrás, pero Sae no dio el correcto, antes si quiera de poder despedirse su amigo, su fiel amigo, Kim SaeHo dejó de existir como un solo ente y su cuerpo se dividió en ciertos de partes. Si eso no te quita la cordura dudaba que algo más pudiera.
Su primera reacción fue gritar, tratar de ayudarlo, pero imposible arreglar algo así de roto. Pero estaban en flanco enemigo que viendo los pocos que quedaban comenzaron a dispararles y el que lo salvó de una bala directo a la cabeza no fue nadie más que Lee JongSuk.
—Idiota, no te quedes expuestos o acabaron contigo y cuidado donde pisas.
—Pero...pero SaeHo, él...
—Olvídate de él, no hay nada que puedas hacer, él ya pasó a mejor vida, es mejor que nos retiremos ahora. –JongSuk al ver su lenta respuesta lo alejó de ahí, dejando atrás al mejor amigo que pudo tener, al menos hubiera deseado darle el entierro que merecía, pero en ese desorden era imposible.
Solo sobrevivieron diez de ellos, los que no murieron con las minas antipersonales acabaron acribillados. El ambiente fue tan tenso que los dejaron un par de días en las barracas en lo que se tranquilizaban las cosas, palabras propias de su capitán.
¿Tranquilizaban? Su mejor amigo había muerto, no cualquiera, pero a ellos ni siquiera parecía importarles.
La llegada de la carta BaekHyun logró mejorar su ánimo, solo un poco, al menos hasta que por primera vez y por sí mismo, sin la ayuda de SaeHo leyó su contenido.
Park ChanYeol.
Lamento escribirte para esto, pero ya no puedo soportarlo más. Debo decirte la verdad y al mismo tiempo pedirte que no me escribas más.
Mi esposo es un buen hombre, hemos desarrollado una relación al menos amistosa y dice que será un buen esposo para mí y mi hijo, que él se hará cargo de BaekHon desde ahora, así que, por favor, te pido, no nos busques, ya no tenemos nada que ver y lamento ser tan directo, pero me temo que no entenderías de otra forma. BaekHon ya la considera su padre, espero puedas entenderlo, es solo un niño y nunca te conoció.
Voy a intentarlo en serio con mi esposo, sé que notaste mi actitud anterior y quiero que sepas que esto no es un impulso, llevo semanas pensando, meses, esta es la mejor decisión, te deseo lo mejor, pero lejos de mí.
Byun BaekHyun.
Realmente si eso no terminaba de matarte dudaba que algo más pudiera hacerlo.
Había perdido toda razón para vivir, sin amigos, sin familia y con un hijo que llamaba padre a otro no tenía nada porque vivir. Por eso al día siguiente, en medio del campo de batalla se dejó herir, premeditado o no, daba igual una bala directo en su pierna lo hizo caer, haciéndolo perder el conocimiento más pronto de lo que esperaba, su estado era muy débil para aguantar tanto.
Lo último que vio fue a Lee JongSuk tratando de ayudarlo a levantarse, diciéndole que no se rindiera, que tenía hijo y esposo que lo esperaban, de haber tenido fuerzas hubiera reído, pobre tonto, si tan solo supiera que eso no era verdad lo hubiera dejado morir tranquilo.
Por eso lo último que JongSuk vio de Park ChanYeol fue un esbozo de sonrisa burlesca, no podía entenderlo, ciertamente no era el mejor hombre, pero admitía tener aprecio por sus compañeros, eran años juntos y ChanYeol era un padre, por eso estaba decidido a ayudarlo a volver. Él había sido abandonado junto a su madre a muy temprana edad, una mujer que lo odiaba hasta los huesos que se prostituía en las noches y en las mañanas apostaba el dinero y al perder le otorgaba palizas. Siempre creyó que de tener a su padre las cosas hubieran sido distintas, por eso estaba decidido a ayudar a ChanYeol a regresar a casa.
—Déjalo ahí. –lo detuvo uno de sus superiores, empujándolo y obligándolo con eso a dejar a ChanYeol nuevamente en el suelo.
—Está herido, pero vivo, si lo llevamos ahora aún puede vivir. –respondió entre dientes.
—No nos importa, ese hijo de puta vivió más del tiempo que debía y si lo dejamos vivir fue únicamente por su puntería, el consejo lo quiere muerto así que déjalo en paz. –el solado mayor, Kwon, nunca mencionó más que su apellido le instó nuevamente a abandonarlo.
—Pero no podemos, su hijo lo espera en casa. –respondió tratando de cargarlo otra vez, siendo amujado nuevamente para para que lo soltara.
El soldado junto a los otros no hizo más que reírse.
—Por supuesto que no, ya nadie lo espera, déjalo morir en paz. –ordenó aquel soldado, su imagen no parecía humana y ciertamente Lee JongSuk sentía miedo de solo verlo y aun así se armó de valor para agregar.
—Pero su hijo...
—Por una mierda, Lee, aléjate de ese cadáver ahora o te asentó una de esta en medio de las dos cejas. –aquel soldado lo apuntó directo a la cabeza, obligándolo a retroceder y dar vuelta a las barracas sin mirar atrás, desde ese día en adelante no hubo noche en que no pensara que pudo hacer más para salvar a Park ChanYeol y esperaba que el hijo de su compañero pudiera perdonarlo alguna vez.
ChanYeol no sabía qué había más allá de la muerte, pero suponía que debía ser algo distinto en vida. No esperaba mucho, solo que nunca creyó ver a un hombre con un rostro sumamente angelical cuidar de su herida mientras usaba un traje extraño. Era blanco, delgado, alto, pero no tanto como él, tenía labios rosados y una leve herida cicatrizada bajo el labio, su rostro sumamente hermoso a penas se veía afectado por ello.
—Veo que ya despertaste. –dijo este chico sin mirarlo, sorprendiéndolo, solo que cuando trató de hablar su garganta dolió en demasía. —No te esfuerces, has dormido tres días, tu garganta debe estar tan seca como el Sahara, ten. –le entregó una cantimplora con agua, el líquido se sintió maravilloso después de todo lo sucedido.
—Gracias. –logró decir después de sentirse más compensado. —¿Quién eres?
—No soy nadie. –respondió el chico con una sonrisa, alejándose para sentarse de piernas cruzadas frente a él, estaban en una zona extraña, rodeada de árboles frondosos y acompañados del canto de los pájaros.
—¿De dónde eres entonces? –inquirió nuevamente.
—De por aquí, de por allá, de ningún lado realmente, pero de todos a la misma vez. –aquel chico vestía un ropaje de seda, pero lejos de los faldones del castillo o el duro uniforme de los soldados usaba un traje de seda con zapatos delgados y muy suaves. Nunca había visto ropa así. —¿Y tú de dónde eres? ¿La nueva o la vieja Corea?
—L-La nueva. –respondió aún atontado, de pronto los recuerdos anteriores a su casi muerte lo invadieron.
—Qué raro, fueron ellos los que te dejaron para morir aquí. –exclamó aquel chico enarcando una ceja. —Pensé que eran tus enemigos y estaban siendo piadosos.
—Yo no tengo enemigos. –exclamó mirando hacia otro lado, solo quería olvidar los horrores de la guerra.
—¿Y por qué matábamos a los soldados de la vieja Corea en ese caso? –preguntó aquel muchacho, poniéndose de pie y brindándole un poco de pan con queso trozado de forma rudimentaria. —Ten, come un poco, no has probado bocado en días.
Hizo caso a su recomendación, comiendo aquella comida escasa, pero que le supo tan maravillosa, en cuanto acabó, respondió. —Nunca quise matarlos, me mandaron a ese horrible lugar y era ellos o yo.
—¿Y por qué no tú? –pregunto ese chico extraño, tomándolo por sorpresa otra vez.
—Y-Yo...yo tenía un hijo y un amado, yo...creo que quería vivir más que los otros. –respondió honestamente.
—¿Tenías? ¿Ya no?
Aquella pregunta lo dejó pensando, reabriendo esa herida que nunca había sanado en primer lugar, debía admitir que era terriblemente doloroso. —Tenía, ya no tengo a nadie y mi mejor amigo murió en esa infame guerra en la que nos obligaron a estar, los odio a todos, la vieja, la nueva Corea, me da igual, ya no tengo nada. –exclamó lleno de rabia, dándose cuanto lo apretado de sus manos mientras bramaba.
—Eso es bueno, creo que nos estamos entendiendo, soy LuHan. –ahora por fin ese muchacho tenía un nombre, un nombre para esa cara bonita,
—¿LuHan cuánto? –soltó lo primero que vino a su cabeza.
—Así, solo LuHan, Lu, Han, LuHan. –respondió aquel chico con esa sonrisa que prometía únicamente travesuras. —¿Cómo te llamas tú?
—Park ChanYeol. –fue su respuesta, le costaba seguirle el ritmo a aquel chico. —¿Puedes decirme tu edad o a qué te dedicas o eso también es secreto? Realmente no veo porque guardarte todo eso cuando literalmente estamos solos.
—Uhhh, eso no es el tono de voz para hablar a quién te salvó. –se burló LuHan, —Pero tengo treinta y cinco años, me dedicó a viajar por aquí y por allá, buscar cosas perdidas ¿tú? No me digas que lo único que hacías antes era matar a esos indefensos que solo querían regresar a casa.
—Y-Yo, no, no, era capataz en el palacio, me encargaba de los animales y su mantenimiento, bueno, eso hacía antes de esto, tengo veintisiete años. –respondió analizando todo lo que había sido y cómo había cambiado tanto.
—Dijiste que tenías un hijo y pareja ¿qué les sucedió? ¿Murieron por la guerra? –cuestionó LuHan, parecía ser sumamente curioso pese a no dar muchas respuestas.
—No quiero hablar de eso. –fue lo único que contestó.
—Acabo de salvarte la vida, me lo debes. –exclamó aquel chico haciendo mala cara en medio de pucheros.
—En primer lugar, yo no quería vivir, debiste dejarme ahí, segundo lugar, realmente no quiero hablar de eso, lo siento. –ante su respuesta LuHan mantuvo la mala cara, apretando la boca y entrecerrando los ojos hasta que simplemente dejó de hacerlo.
—Bien, chico callado, aprovecha para descansar, me iré de aquí mañana así que debes ser lo suficientemente valiente para sobrevivir por ti mismo.
Fue extraño, LuHan cuidó de él y se llevaron bastante bien, seguía herido, pero ya podía caminar, pese a lo que había pensado, la herida no fue realmente grave, sino algo superficial que con los cuidados necesarios mejoró antes de lo pensado y si se había desmayado fue por su estado de desnutrición y cansancio, nada más que eso unido a la pérdida de sangre que terminó por afectarlo.
LuHan era un excelente compañero y sintió algo de aflicción cuando lo vio reunir sus cosas sobre un carruaje que ocultaba en medio de los árboles. Aquel muchacho se le acercó con una sonrisa.
—Ahora sí, me voy Park ChanYeol. –exclamó sin perder esa energía que transmitía.
—Espero que te vaya bien, te agradezco por cuidarme, aunque no lo quería. –LuHan se rio ante sus palabras, pero inmediatamente se subió a su carruaje, acariciando los caballos que lo tiraba, en cuanto se subió el aire volvió a sentirse tenso, como si el buen momento solo hubiera durado un segundo.
Aun así no dijo nada y se limitó a despedirlo con la mano, hasta que solo unos metros más allá LuHan se detuvo de golpe. —Al demonio ¿quieres venir conmigo? –preguntó LuHan esperándolo en medio del camino.
—Pero ¿dónde iremos? –preguntó un poco asustado, su vida no era así, siempre había estado asentado en un solo lugar.
—Dónde sea, lo veremos en el camino.
Realmente se tomó unos segundos para pensarlo, nunca había soñado con viajar, pero SaeHo sí, solo quería saber si lo que decían del otro lado y al mismo tiempo, ya no tenía nada que lo atará a esa tierra, por eso con lo último de su determinación se puso de pie y subió a ese carruaje, listo para empezar la aventura que fuera. —Vámonos. –exclamó, LuHan solo sonrió, pero arrió el carruaje lo suficiente para empezar a andar.
Con LuHan aprendió muchas cosas que nunca esperó. Con él descubrió que existían muchas formas de pasar a la vieja Corea sin siquiera exponerse. Lu con su cara angelical y un rostro compungido se acercaba a los guardias diciendo que solo era un mercader en busca de cosas exóticas, les daba algo de lo que cargaba y lo dejaban pasar sin más. Siempre era así y cuando no, LuHan no se complicaba, simplemente les daba un golpe en la cabeza que los aturdía y ya. Ese chico estaba lleno de sorpresas.
LuHan le contó que venía de un país extraño y que siempre había amado viajar, que ni siquiera la guerra iba a impedirle hacerlo. LuHan siempre tenía algo nuevo que mostrarle y lo que no, lo aprendió por sí mismo.
La vieja Corea era muy diferente a lo que había imaginado. Sí estaba llena de tradiciones y sí era como un viaje al pasado, pero su gente, su gente era otra cosa, gente muy amable que recibían a todos con los brazos abiertos, pero con cierto temor de los extranjeros por la horrible guerra. Había comida en abundancia y buenas ropas para todos.
Además, siempre alguien los invitaba a quedarse con ellos, por lo que tenían una cama limpia y un baño asegurado, de no haberlo visto por sí mismo nunca lo hubiera creído.
Pero hubo una cosa más que lo tomó por sorpresa y esa era la forma en que LuHan se ganaba la vida. Con su personalidad pensaba que era un mercader, pero con su lindo rostro creía que era el amante de algún rico, pero no era ni lo uno ni lo otro. Lo descubrió un día, en una casa alejada de todos en el que un tipo fornido los recibió, no parecía satisfecho, pero el sensual toque de los labios de LuHan sobre su oído y la promesa de una noche encantadora lo convenció.
Se sintió algo incómodo porque su compañero de viaje decía todo eso delante de sus narices, pero Lu nunca le pidió que se quedara en la carreta ni nada parecido, se había convencido de que su acompañante era una prostituta o un ladrón, de no ser porque en la cena lo vio, mientras se acercaba a aquel hombre y lo tocaba cerca de su miembro, con la otra mano desenvainó una daga y con esa le cortó el cuello en un solo movimiento, dejándolo sin saber qué decir.
—Muy bien, uno menos. –comentó LuHan mientras tomaba la cabeza de aquel hombre y la guardaba en un saco junto a un anuncio de se busca; vivo o muerto.
—Pero... ¿qué? ¿Cómo? –ni siquiera podía articular una pregunta clara, solo que con verlo a los ojos LuHan ya entendía todo.
—Soy un caza fortunas, busco a estos hombres malos, bu, bu y les doy su merecido, si cooperan solo me los llevo, en casos como este bribón voy por el camino fácil y ya.
—¿No tienes miedo de que te delate? –pregunto todavía atónito, pero algo satisfecho de que LuHan no matara por diversión o algo así.
—Lo que hago es perfectamente legal, aquí y allá, los guardias y la policía este concentrado en la capital y estas pequeñas ciudades se han llenado de asesinos, ladrones que buscan escapar de la justicia escondiéndose aquí, los guardias reales me entregan mi recompensa cada vez que les llevo uno, no tienes que preocuparte, de ser un buen chico no hubiera terminado. –exclamó LuHan mientras apuntaba aquella cabeza todavía tibia.
—¿Puedo ayudarte? –fue lo primero que salió de sus labios, la promesa de una vida nueva, sin un lugar fijo era lo que necesitaba, concentrarse en algo y ya, su corazón se había quedado con BaekHyun y su hijo, pero era una verdad que con ellos ya no había espacio para él, debía hacerse un nuevo lugar.
—Por supuesto, necesito alguien que cargue las bolsas. –respondió Lu en medio de risas sentándose a terminar su cena como si nada hubiera ocurrido. —Uff, me urge un baño.
Por imitación hizo lo mismo, solo que, en vez de baño, solo pensaba que a BaekHyun ya no le importaba, el Consejo debería quererlo muerto y su hijo ni siquiera lo conocía, si se quedaba con LuHan al menos tendría algo, tampoco terminaban con gente buena y lo que hacían era legal, no debía sentirse mal con eso, pero suponía que le tomaría tiempo acostumbrarse.
Cumpliría el sueño de SaeHo, conocería el mundo que parecía tan inaccesible para ellos, de igual modo, si moría en uno de esos viajes nadie iba a extrañarlo. Con esa determinación se dispuso a terminar su carne, aunque por dentro aún sangraba y lloraba por la pérdida de sus seres amados, ya sea por la muerte o por sus propias elecciones, lo disfrazó de una nueva esperanza. No había tiempo para lutos, había que vivir.
Aquí la segunda parte, espero que me comenten cuando puedan, gracias por leer.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro