CAPÍTULO 9
No había persona que pudiera odiar los viernes, en especial si se era estudiante universitario. Ese día se acababan las clases, se salía por las noches y había oferta en la mayoría de los pubs. El mejor día de la semana.
Excepto para Martina.
Tuvo que excusarse de la reunión con el fin de salir a tomar aire y despejarse, de lo contrario su venenosa lengua diría cosas que no la enorgullecerían. Solo ver a Danielle hacía que se alteraran sus chacras. Llevaban la última hora analizando cómo proceder con el proyecto final y sentía que no era distinto de hablar con la pared.
—¿Martina?
Se giró asustada, como si hubiese invocado a la susodicha.
—Disculpa, pero debo irme por una emergencia familiar —dijo. Se veía angustiada—. Haré los avances en el informe y te los enviaré mañana a más tardar.
—Ah, claro, no te detengo.
Esta era la tercera vez que salía con esa excusa. Se enojaba al pensar que le estaban viendo la cara de tonta, pero siempre terminaba creyéndole; algo en su aire de cachorro la debilitaba.
Preguntó en el chat si alguna estaba disponible para perder el tiempo con ella, siendo vilmente rechazada. Todas tenían cosas que hacer: Lucy estudiar, Tamara continuar con su maqueta, Ivonne ir a su trabajo de medio tiempo y Florencia estar en clases.
Recogió sus cosas y emprendió camino a la hamburguesería, nada que la glotonería no pudiera solucionar. En lo que esperaba para ser atendida se percató de que Enzo estaba ahí. Estuvo a punto de llamarlo, pero se detuvo al reconocer quien lo acompañaba: Giselle. Aquello la dejó con la boca abierta, y encendió su curiosidad como si de petróleo se tratara.
—¿Qué desea ordenar?
Martina se sobresaltó cuando le hablaron.
—Quiero la promoción de dos hamburguesas con extra queso, ¿puede agregarle aros de cebolla dentro? Ah, y que la bebida sea tamaño jumbo, sin hielo. Para llevar, gracias.
La dependienta le preguntó cuantos tenedores y cuchillos debía incluir, y Martina respondió que dos; no quería que pensaran que era una puerca. En lo que preparaban su comida, se vio en la ferviente necesidad de saber sobre qué conversaban Enzo y Giselle. Disfrazó su impertinencia de lealtad hacia Lucy y se sentó en la mesa detrás de él, aprovechando que estaban tan inmersos en su plática que no se percataron de su presencia.
—No creo que me corresponda hablar con ella sobre esto. —Oyó que decía.
—Míralo desde el punto de vista de Damián, Enzo. Él también es tu amigo y lo que pasó con ella el lunes lo dejó mal.
—Es mi mejor amigo, Giselle. Lo conozco lo suficiente como para saber que está enojado, pero si él no quiere hablar conmigo sobre el tema yo no voy a forzarlo. Y debo advertirte que no se va a tomar bien lo que estás haciendo.
—Solo quiero ayudarlo.
—No te corresponde, Gise.
Martina sonrió, orgullosa de Enzo. Diez puntos para Gryffindor.
—Es mi novio, claro que me corresponde.
Y la sonrisa se le borró. ¿Novios?, ¿Cuándo pasó eso?
—Me refiero a que este problema es entre ellos tres, y es mejor que te mantengas al margen. Damián odia que la gente se meta en sus asuntos sin permiso.
—¿Podrías hablar con Lucía al menos?
—¿Y decirle qué?
—Que charle con Damián.
Él resopló y se desordenó el pelo.
—¿Me pides que le diga a la ex de tu novio que se junte con él?, ¿No te preocupa?
Ella no respondió, haciendo que el ambiente se hiciera tenso.
—Lo quiero de verdad —insistió en un susurro—. No me gusta verlo así.
Mierda. Martina se vio, por un breve momento, empatizando con el enemigo. Que frustrante debía ser estar con alguien que permanecía atrapado en el pasado. Seguía siendo leal a Lucy, aun así, sintió un poco de lástima por Giselle.
—Se le quitará. —La tranquilizó Enzo—. Si realmente te gusta deberías saber que es malhumorado, arrogante y un poco egocéntrico.
—Pero así lo queremos, ¿no?
Los dos rieron y empezaron a hablar sobre la infancia de Damián. Martina, en tanto, tuvo sentimientos encontrados, sin saber qué hacer a continuación. Podía decirle a Lucy lo que había escuchado, o tal vez hablarlo con Enzo y cooperar juntos desde las sombras, como héroes anónimos.
—¡Martina!
Ella salió disparada de la silla cuando la llamaron para recoger su pedido. Se preguntó cómo pudo ser tan tonta de dejar su nombre real en vez de un alias, sintiendo las mejillas arder de vergüenza. No quería girarse a averiguar si Enzo o Giselle la habían reconocido, y cuando tomó su bolsa se apresuró a la salida. De reojo notó que los dos miraban en su dirección, y eso solo la hizo ir más de prisa.
Al regresar a casa cerró la puerta de un portazo, aliviada de que no la hubieran seguido, aunque no duró al ver que tenía un mensaje de Enzo. Le preguntaba si era ella la que había estado en la hamburguesería, sintiéndose estúpida por pensar que estaba a salvo.
Él le dijo que debían conversar y que iría a su casa en un rato, y ella, resignada, contestó que lo estaría esperando. Ese viernes estaba yendo cada vez peor.
—Giselle pide que por favor no digas nada —dijo Enzo, robando algunas de las papitas de Martina. Ella le pegó en la mano.
—Se me va a salir. Yo lo sé, tú lo sabes, Diosito lo sabe. Y si no se me escapa a mí, será a ti.
—¿Qué hacemos entonces?
—Decírselo a Lucyfer, y esperar a que no se lo tome mal.
La forma en que él la miró le hizo entender que era una idea tonta.
—¿Por qué no vas y hablas con Damián? —propuso ella—. ¿Es cierto eso de que no se lo está tomando bien?
—Lleva siendo un imbécil toda la semana —suspiró Enzo—. Igual debe ser impactante ver a tu ex y a tu primo juntos, ¿no? Si mi ex me hiciera eso...
—¿Cuál ex? Yo he tenido más novias que tú, perdedor.
—Bueno, es la idea —se defendió él, sonrojado—. Lucy es mi amiga, pero creo que esta vez tuvo un epicfail.
—¿Por qué le echas la culpa? Lucas pudo decirle que no, además, ella ha intentado comunicarse con Damián, pero él la bloqueó de redes sociales.
Enzo no sabía eso.
—Qué estresante —se quejó—. Y uno aquí, sin perro que le ladre.
«Por despistado», pensó Martina, recordando como la pobre de Florencia suspiraba por él desde pequeña, aunque lejos de darle lástima le daba rabia. Par de tontos.
Se pusieron a cantar karaoke en lo que llegaban las demás. Lucy y Florencia fueron obligadas a unirse, e Ivonne se adjudicó el derecho de elegir las canciones para cada participante. Tamara solo se salvó porque la llamaron por teléfono.
—Mañana tengo que levantarme temprano —dijo Lucy, despidiéndose.
—¿Otra vez a modelar? —preguntó Florencia.
—Ajá. Prometí llegar en mejores condiciones que la semana pasada.
Se fue a su dormitorio, dejando a los cinco restantes en la sala de estar. Siguieron cantando un rato más cuando Martina sacó a flote lo que había pasado esa tarde, ignorando los berrinches de Enzo.
—Giselle pidió que no dijeras nada.
—A mí me la suda Giselle, ni bien me cae.
—Entonces, recapitulando, Damián está de malas porque Lucy besó a Lucas, ¿así? —Ivonne dejó de pintarse las uñas—. Yo no creo que haya sido tan terrible, ni que fuera su papá o su hermano.
Enzo negó.
—Cuando falleció el papá de Damián, la familia de Lucas los cuidó a él y a su mamá. Se criaron juntos, como nalga y calzón, así que para él esto es grave porque Lucy debía de saberlo.
—Visto así...
—Pero, ¿y si ellos se gustaran? —preguntó Florencia. Enzo abrió mucho los ojos.
—¿Se gustan?, ¿De verdad?
—No lo sé, solo en caso figurado.
—Supongo que eso haría las cosas más simples de explicar.
Desde el segundo piso, sin que la vieran, Lucy se masajeó el puente de la nariz. Había oído la conversación por accidente en lo que iba al baño, teniendo que procesar un montón de información. Lamentaba que sus amigos tuvieran que estar metidos en sus problemas, en especial Enzo, que era el chivo expiatorio entre Damián y ella.
Regresó a su dormitorio y tomó su celular, revisando si Damián ya la había desbloqueado, pero no. Ambos se debían una conversación seria, sin embargo, él se las ingeniaba para esquivarla en clases. Bufó.
Tecleó los números y dio a marcar. Estaba preocupada de que no le contestara, y en cada tono ella se tentaba a cortar.
—¿Lucy?
—Hola Lucas —saludó—. ¿Crees que nos podamos juntar? Necesito hablar contigo.
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