CAPÍTULO 7
Martina chasqueó la lengua, irritada, dando por perdido el secador de pelo. Venía varios días fallando, y ese por fin decidió partir.
Se enrolló su larga cabellera rubia con una toalla y bajó al primer piso para tomar prestado el de Ivonne, cuando se topó con sus cuatro amigas en la sala de estar; dos de ellas compitiendo por el premio a la cara más larga, y parecía que Lucy iba a ganarle a Tamara.
—¿Quién murió? —preguntó, pero nadie respondió su broma. Florencia la miró como pidiendo ayuda y solo entonces Martina entendió que era cosa seria—. ¿Qué pasó?
—Estoy jodida. —Las palabras rasparon la garganta de Lucy mientas salían—: Damián se enteró sobre lo de Lucas.
—¿Cómo?
—Me vio besarlo en la fiesta de ayer.
Martina abrió la boca y la cerró, como un pez. ¿Cuándo había pasado eso? Esperó una explicación que no llegó, y antes de que la ansiedad se la tragara viva exigió respuestas. Lucy, resignada, le contó todo.
—Yo te lo admiro, de verdad —dijo Ivonne—. Sí, una lástima que sea su primo, pero ustedes ya terminaron hace un año. Ahora, si lo estuvieras haciendo por despecho...
—No fue por despecho.
—Bueno, entonces, ¿te gusta?
—No lo sé. —Se llevó las manos a la cabeza, angustiada—. Un poco, supongo.
—¿Has hablado con Lucas? —le preguntó Florencia, a lo que Lucy asintió—. ¿Qué te dijo?
—Que no me preocupe y que él hablará con Damián, pero el lunes tengo que verlo en clases. —Suspiró—. Va a ser uno de esos días.
—Yo no creo que hayas hecho nada malo, Lucy, siempre y cuando sientas algo real por Lucas —comentó Tamara—. Opino que lo primero es que aclares eso y converses con él.
—Ya, ¿y con Damián qué?
—Al diablo con él.
Lucy se rio, relajándose. Tamara tenía razón, debía pensar que haría a continuación y saber qué le diría a Damián el lunes en clases, porque si bien no estaban juntos, Lucas seguía siendo su familia.
—No es el único que podría irse al diablo. —Ivonne lo dijo mirando a Tamara a los ojos, arrinconándola.
—Lo sé, pero no sé cómo hacerlo.
Su amiga sonrió malévolamente, agitando su celular.
—Un clavo saca a otro clavo. Lo que tú necesitas es conocer a otras personas y darte cuenta de que Joaquín es uno más en el planeta.
—Nunca me ha ido bien en Tinder. No me gusta.
—Te fue mal una vez y cerraste la aplicación —contradijo—. Dale otra oportunidad, ¿qué pierdes? A mí me ha ido fantástico recientemente.
—¿Hablas del chico del otro día? —Martina ni se molestó en ocultar su asombro.
—Es un diamante en bruto. Cuando dice que soy la mujer más linda que ha conocido casi me dan ganas de creerle.
—Suena tierno —comentó Lucy—. Invítalo un día y que te vea beber, a ver si sigue pensando lo mismo.
Le llegó un almohadazo en la cara, que no tardó en responder.
Siguieron conversando y aconsejando a Tamara hasta que Lucy y Florencia se excusaron, ambas porque debían estudiar, quedando así Martina e Ivonne haciéndole un perfil en Tinder.
Si bien era cierto que tenía varios documentos que leer, lo que Lucy en realidad quería era estar sola. Su cabeza estaba hecha un lío, y el corazón un nudo. ¿Qué sentía por Lucas? Lo encontraba atractivo, sí, y era amable y confiable, pero no lo conocía lo suficiente. Las cosas que le gustaban, a lo que se dedicaba, sus sueños... todo eso era un misterio para Lucy. Hacía mucho tiempo que no se sentía así por nadie.
Su teléfono vibró, y la angustia de que fuera Damián otra vez la hizo querer arrojarlo al inodoro. Vio la pantalla, aliviada de que fuera Marco. Le enviaba una foto de los avances del cuadro de esa mañana, agradeciéndole su ayuda, que Lucy contestó con un emoji y un "de nada". Dejó el móvil en silencio y se fue a dormir, aun desgastada por haber trasnochado. Estudiar en las condiciones en las que estaba era infructífero, por lo que decidió que se levantaría temprano al día siguiente.
Y, en general, estuvo mejor. Hizo todos los pendientes y cada vez que su mente amenazaba con distraerse pensando en Lucas y Damián, Lucy se autocastigaba con veinte sentadillas. Al final del día había hecho doscientas cuarenta en total.
—¿Lista? —preguntó Martina en lo que caminaban a la facultad el lunes.
—Lo evitaré mientras pueda —contestó Lucy.
—Cobarde.
—Soldado que huye sirve para otra batalla.
Se despidieron cuando Lucy llegó a su edificio, apretando los dientes en lo que subía las escaleras. Había procurado llegar justo a la hora para no darle a Damián tiempo de interrogarla, y cuando entró al salón se alegró de ver que el profesor ya estaba ahí. Se sentó junto a Eric con la agobiante sensación de estar siendo observada.
—Es raro que llegues después del Dr. Matus, te gusta su clase —comentó Eric.
—Me surgió algo —dijo Lucy, sacando el cuaderno.
—Por supuesto que sí.
Lucy entrecerró los ojos y le sostuvo la mirada. Tenía esa sonrisa en los labios, la que usualmente disfrutaba cuando hablaban como las cotorras que eran.
—Mira tu teléfono —dijo él. Ella obedeció, cerrando los ojos con fuerza después de leer el mensaje y con unas ganas aterradoras de golpear a alguien.
—¿Quién fue?
—Nuestra mejor amiga.
Giselle.
En el mensaje de Eric ponía que la habían visto besando al primo de Damián en la fiesta del viernes, y que todo el curso lo sabía. La sensación de cientos de ojos mirándola se le hizo tan real como la silla en la que estaba sentada.
—Empecemos con la clase de hoy —dijo el Dr. Matus, proyectando la diapositiva —. Hablaremos de la farmacología enfocada en niños, será denso, así que pongan atención.
—Voy a acriminarme, Eric —susurró Lucy, incapaz de concentrarse en nada más.
—Te ayudaré a eliminar el cuerpo si me cuentas qué pasó.
Se lo prometió una vez que la clase acabara y saliera con ella lo más rápido posible. Durante receso los dos se fueron al tercer piso, donde no serían oídos.
—No fue muy astuto de tu parte besarte con él frente a Damián.
—No sabía que nos estaba viendo.
—Estaban bajo el mismo techo, obviamente podía pasar, dah.
—Estoy pagando el precio de mi estupidez —coincidió Lucy—. Maldita sea, no sabía que Giselle también lo vería y soltaría todo el rollo.
—Sigue a Damián como su sombra, era inevitable, aunque en su defensa diré que no fue ella quien lo dijo.
Eric alzó las manos en son de tregua ante la aterradora cara de Lucy.
—Fue Paulina, autoproclamada defensora de los inocentes.
—Creo que la única persona que odio más que a Giselle es a esa desgraciada.
En las fiestas de primer año, cuando nadie se conocía entre sí a excepción de unos pocos, Eric y Paulina se hicieron tan unidos como uña y mugre, hasta que Paulina tuvo el "desliz" —en sus palabras— de ventilar las relaciones amorosas de Eric. No habría sido un problema de no ser porque Eric estuvo con otros compañeros de la carrera, quienes no habían salido públicamente del closet como él. Lucy aún recordaba a Eric llorando en lo que intentaba disculparse con los afectados, como si hubiera sido su culpa. Uno de ellos, con exceso de alcohol en la sangre, estuvo a punto de darle un puñetazo cuando Lucy amenazó con denunciarlo, asegurando que había grabado toda la escena. Aquello había sido una mentira, pues en su nerviosismo nunca logró desbloquear la pantalla del móvil, pero el sujeto le creyó y consiguió sacar a Eric del aprieto. Su amistad empezó a forjarse ese día.
—Siempre ha sido de lengua venenosa. —Lucy estaba muy molesta—. ¿Qué debería hacer?
—Nada, los rumores mueren cuando nadie los aviva.
—Este rumor es muy cierto.
—¿Y? El resto no tiene por qué saberlo, además, ¿qué pruebas tienen?
Razón no le faltaba, aun así, Lucy quería encarar a la culpable. Eric le aconsejó que no lo hiciera, y que intentara arreglar esto de forma sutil con Damián, de lo contrario solo alimentaría más a esas víboras.
Al regresar al salón, sin embargo, sus planes se fueron al traste cuando Damián la tomó por el brazo y se la llevó a un rincón. No había mucha gente, pero los pocos presentes tenían su atención puesta en ambos.
Él la observaba con los ojos brillantes de rabia, y sus cejas se juntaron a tal punto que parecían una sola. Apretó los labios, y suspiró antes de hablar.
—No me has contestado los mensajes —dijo, con la voz hecha un hilo.
«He estado ocupada», y «lo siento» sonaron como excusas tontas en su cabeza. Lucy se limitó a desordenarse el pelo, incómoda. Le sostuvo la mirada con todo lo que pudo.
—Hablemos después de clases —dijo, tragándose el orgullo—, por favor.
Damián miró por sobre su hombro y vio como el resto de sus compañeros regresaba. Accedió a la petición y se dirigió a su asiento, donde ya estaba Giselle esperándolo. Lucy se mordió la lengua para no deformar la cara cuando ella la miró con desdén.
Al final de la clase, Lucy se despidió de Eric y se dirigió hasta Damián. Éste la miró sorprendido, pero no tanto como Giselle.
—¿Vamos? —preguntó Lucy, mirando de reojo a la chica.
—Si, solo déjame guardar esto. Nos vemos mañana, Gise.
—¿No irás a la reunión? —preguntó ella.
—No, tengo cosas qué hacer —contestó, corto de paciencia.
Lucy no lo esperó y empezó a andar, siendo alcanzada por Damián en las escaleras. No se dijeron nada hasta estar fuera del radar de sus compañeros.
—¿Era una reunión importante? Podemos dejar esto para...
—No. Tiene que ser ahora —interrumpió, encaminándolos al quiosco detrás de la facultad.
Damián era una bomba de tiempo, pensó Lucy. Se preguntó cuál de los dos sería el primero en detonar.
—¿Desde cuándo tú y Lucas...? —empezó él.
—No somos nada, pero hace una semana nos dimos un beso. El del viernes fue la segunda vez, eso es todo.
—¿Eso es todo? —repitió. Sonaba herido, para culpa de Lucy—, ¿lo amas, o te gusta siquiera?
No. Lucy no lo amaba, eso podía asegurarlo, pero...
—Sí, creo que me gusta —dijo, sintiendo calor en las mejillas.
—¿Te gustaba mientras estuvimos juntos?
Ella negó, cada vez más afligida. Le fue fiel todos los años que estuvo a su lado, ¿cómo podía decir eso con tanta facilidad?
—No lo entiendo, Lucía. —Damián bajó el tono de voz. Nunca la llamaba así a menos que estuviera muy molesto o herido—. ¿Por qué tenía que ser mi primo?, ¿te gustaría que yo fuera y te hiciera lo mismo?
—No fue a propósito. —Lucy sentía que los ojos comenzaban a escocerle—. Había bebido mucho esa noche, y solo pasó. Fue mi culpa, no de él.
—El viernes él no se veía muy culpable. —Damián se sentó, ocultado la cara entre las manos—. Mierda, si somos como hermanos, y lo sabes.
Sí, lo sabía y lo recordó muy tarde. Los padres de ambos eran gemelos idénticos, y cuando el papá de Damián falleció su familia se acercó a la de Lucas. Crecieron juntos, y Lucas siempre lo cuidó como si de un hermano mayor se tratara.
—Lo siento Damián —pidió Lucy—. No lo hice para hacerte daño, te lo juro.
—Dime algo —habló él, pasando por alto su disculpa—. ¿Esto tiene que ver con Giselle?
A Lucy le subió y le bajó la sangre.
—¿Qué? No, por supuesto que no —dijo, alarmada ante la idea.
—¿Intentas vengarte porque empecé a ver a alguien más?
Mierda. Lucy ni siquiera sabía que lo de ellos era algo "formal". Se quedó helada ante la información y no supo qué decir.
—No pensé que fueras de las que se rebajaban así.
Aquella fue la gota que rebalsó el vaso. Lucy podía entender que dijera cosas crueles por estar herido, pero no significaba que las toleraría. Nuevamente se vio sometida ante sus impulsos y su mano ascendió, chocando con la mejilla de él en una cachetada que sonó más fuerte que el golpe en sí. Se arrepintió de inmediato de haberlo hecho, pero la vergüenza le impidió disculparse.
Él la miró aturdido, y ella solo atinó a dar media vuelta e irse, secándose las lágrimas con el dorso de la mano en lo que Damián la llamaba. Lucy no se volteó a verlo en ningún momento.
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