Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 11


—¿No había en talla M?

—No, solo S y L, y las grandes se las dejaron a los hombres —respondió Ivonne a Tamara.

Las dos estaban probándose las camisetas del equipo de promoción. Eran exactamente iguales, aun así, se veían diferentes en cada una. A Tamara se le ajustaba a la medida, exhibiendo así su atlético cuerpo, mientras que a Ivonne le quedaba floja de todas partes. Comparó con lástima su busto con el de su amiga, pensando en lo injusta que podía llegar a ser la vida.

—Preferiría que no fuera tan ceñida —comentó Tamara viéndose al espejo.

—No tienes idea de la envidia que te tengo ahora mismo. Te ves estupenda.

—¿Qué dices? Tú te ves mejor.

—Es mentira, pero gracias por intentarlo.

Quedaba menos de una semana para que comenzara la gran feria de la universidad, y ese día por fin habían llegado los uniformes. La jefa del departamento distribuyó las tareas, dejando a Tamara en el equipo que guiaría a los visitantes y a Ivonne en el que animaría. Serían tres largos días de malabares entre clases, tareas y trabajo, aunque el pago lo compensaba.

El sonido de alguien bajando las escaleras las alertó. Lucía iba como alma en pena, arrastrando los pies y con los ojos tan hinchados que costaba creer que los traía abiertos. Las saludó y siguió hacia la cocina, de donde sacó un paquete de galletas y emprendió su camino de regreso; o al menos esa fue su intención. Ivonne la tomó por los hombros y la sentó en el comedor, incrédula ante lo que veía.

—Lucy, te quiero un montón y estoy preocupada —dijo, cruzada de brazos —. Apenas conocías al chico, ¿cómo puedes estar llorando por él?

Lucía subió la vista, incómoda con la luz encima de ella. Asumió que se refería a Lucas, y sí, estaba triste por eso, aunque no era el único motivo que la tenía así. Sacó su celular y les enseñó el mensaje que Eric le había enviado un rato antes. Era un screenshot de una foto posteada por Giselle junto a Damián, en la que celebraban una semana de noviazgo. A Tamara e Ivonne se les desencajó la mandíbula.

—La desgraciada lo logró —dijo Ivonne, ahogando la voz.

—Oh, Lucy, pensé que ya tenías superado lo de Damián...

—Pero, ¿qué están viendo? —preguntó Lucy, indignada. Frente a ellas agrandó la foto, enfocándola en el pie de imagen —. Miren lo que la rata escribió.

Iniciaba con frases cursis y unos emojis de corazón, para dar paso a un testamento. En un párrafo ponía: «Quien no quiso vernos juntos hoy no podrá separarnos», siendo una clara alusión a Lucía.

—Debo admitir que tiene agallas —comentó Tamara.

—Sigue leyendo.

—... Nuestro pasado queda atrás. Aun si no fui la primera en tu vida, espero llegar a ser la última —leyó Ivonne, largándose a reír—. Esta mujer no puede ir en serio, yo ni en broma subiría algo como esto.

—Eric dijo que la publicación ya no está.

—¿Por qué Damián accedió a salir con alguien como ella? —preguntó Tamara con genuina curiosidad—. Nunca llegué a conocerlo bien, pero no daba la impresión de ser del tipo empalagoso.

—No lo es —confirmó Lucy—. Esta clase de cosas le desagradan. Seguramente alguien se lo dijo a Giselle y por eso borró la publicación, quien sabe, quizás incluso fue él mismo.

—Ya, pero, ¿esto te tiene tan mal como para llorar?

Sí, había llorado, aunque no por tristeza.

Después de despedirse de Lucas, el peso en su pecho se hizo insostenible. Venía cargando una desilusión tan grande que era difícil pensar en ello sin abrumarse y, todavía peor, la culpa y la vergüenza nublaban los pocos recuerdos que tenía con él. Sentía que la madurez de la que tanto se jactaba no era más grande que un grano de arroz. Con todo eso en su corazón ya no quería más guerra, por lo que no bien llegó a casa se quitó la ropa, se acostó y decidió hacer una tregua consigo misma. Vería una película, escucharía música y comería lo que se cruzara en su camino. Y sanaría. Al menos por ese día.

Fue entonces que le llegó el mensaje de Eric.

Le resultó impactante ver a Damián y a Giselle juntos, porque solo un año atrás ella habría sido la de la foto, sin embargo, su desagrado no fue tan grande como creyó que sería. Pero a medida que leía el pie de la imagen, una naciente ira iba nutriéndose.

Y empezó a llorar. Era muy frustrante tener que soportar el rechazo de Lucas, el rencor de Damián y las burlas descaradas de Giselle. No había podido hacer nada para corregir sus errores porque ninguno de los afectados le daba la oportunidad: Lucas había puesto el finiquito y Damián ni siquiera le permitía hablarle.

¿Cómo iba a solucionar algo así?

Se sinceró con sus amigas, quienes la abrazaron y la escucharon quejarse. Cuando Florencia y Martina regresaron, decidieron ahogar las penas, pese a que era lunes y tenían clases al otro día.

Pusieron a Florence + The Machine a todo dar, y cantaron tanto, rieron tanto y bebieron tanto que al día siguiente tres de ellas quedaron inhabilitadas para ir a la universidad. Florencia y Tamara no sabían si Ivonne, Martina y Lucía estaban muertas o se esforzaban en ser estatuas.

Lucy se despertó con el estómago hecho un desastre y la boca amarga. Quiso levantarse, pero Martina se le había pegado y tuvo que forcejear para librarse de ella. Lamentaba no haber sido capaz de ir a la primera clase, pero albergaba la esperanza de alcanzar la de las once, así que se metió a la ducha con rapidez y luego se maquilló con todo lo que tenía. Nadie debía darse cuenta de que había un monstruo debajo.

—¿En serio irás? —le preguntó Ivonne, acurrucada en el sofá de la sala—. Ya no estoy tan joven...

—¿Tienes algo ahí para el dolor de cabeza?

Ivonne le estiró unos analgésicos y un sobre con dulces mentolados. Le dijo que se lo agradecería luego.

Llegó a la clase a tiempo, feliz de ver que Eric se había apiadado de ella, comprándole el desayuno. Le costó una infinidad poner atención y mantenerse despierta, y cuando por fin salió de clases y pensó que era libre, su camino fue obstruido por nada más y nada menos que por Damián.

—¿Podemos hablar?

Le cayó como un balde de agua fría.

—¿Ahora?

Con eso ella no se refería a "en ese mismo momento, en ese mismo lugar", sino a: "¿crees que es cuándo tú quieres?". Le molestó su actitud. La había bloqueado de redes sociales y la hizo sentir como basura, ¿y resulta que ahora quería que hablaran?

En un lado de la balanza se encontraba su orgullo, en el otro, su salud mental. Lo segundo pesó más.

—Ahora mismo no —dijo, agotada—. Envíame un mensaje y coordinamos.

—Bien.

Pasó de largo, arrastrando a Eric con ella. Fueron juntos a almorzar y luego a la biblioteca. Como había faltado a la primera hora, Eric le ofreció sacarle fotocopias a sus apuntes en lo que ella iba a por los libros que necesitaban.

La biblioteca era, en sí, un museo. Construida pocos años antes, el edificio contaba con mosaicos adosados a la pared donde se apoyaba la escalera, simulando olas, y en lo alto colgaban lámparas de vidrio con forma de animales marinos. A todos les gustaba mirarlas por lo bonitas que eran, pero Lucía no; ella lo hacía porque le daba pánico que una de ellas le cayera encima.

En eso estaba, con el mentón bien en alto, cuando la atraparon por detrás y le taparon la vista. Dudó un breve instante, hasta que el olor a pintura delató al bromista.

—Tus manos son inesperadamente ásperas —dijo ella—. Debes cuidarlas mejor, son tu medio de trabajo.

—¿Qué me delató? —preguntó Marco, decepcionado por haber fracasado.

—El olor a aguarrás.

Se olió la camisa, identificándolo con dificultad. Estaba tan acostumbrado que ya casi no lo detectaba.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó Lucy.

—Te vi desde el segundo piso y vine a saludar, ¿no soy encantador?

Ella intentó sonreír, pero no le salía. El dolor de cabeza, los recuerdos del día anterior y el reciente encuentro con el innombrable habían drenado su energía y simpatía. Como si lo hubiera sabido, Marco rebuscó en sus bolsillos y, ante la atenta mirada de Lucy, dobló una vieja boleta en varios pliegues. Con una facilidad aterradora había hecho un sapito de papel y se lo entregó.

—¿Me das una rana?

—Si lo apoyas en una mesa y aprietas en la parte de atrás, saltará.

Ella lo miró, sonriendo divertida debido al extraño regalo.

—Así estás mejor —dijo él—. Tienes cara de estar pensando demasiado.

—Gracias, lo guardaré bien —prometió, metiéndolo dentro de su chaqueta—. Aún no me has dicho cuándo volveremos a juntarnos para terminar el cuadro.

—Ah, sobre eso... Quería que fuera este sábado, pero Miranda ya se había inscrito. No quedan horarios disponibles para esta semana, así que estoy viendo cómo solucionarlo.

—Yo no tengo problemas con compartir la sala con ella.

—Yo sí —suspiró—. No me gustó lo hostil que fue contigo ese día, y se lo dije.

—Creí que no te habías dado cuenta.

—Si decía algo en ese momento te habrías sentido más incómoda, por eso esperé para hablarlo con ella en privado. —Se le acercó al oído antes de continuar—. Y no creas que no vi cómo la miraste de regreso. Fue muy divertido.

Lucy dio un salto atrás, sonrojada. Marco resultó ser inesperadamente perceptivo. Iba a tener que irse con cuidado con él o la atraparía volando bajo.

—Sé que dije que solo debía ser los sábados, pero puedo coordinar dentro de la semana.

—¿Lo dices en serio? —Marco no ocultó su alivio—. Mis amigos tienen reservada la sala este jueves, podríamos trabajar con ellos.

—¿A qué hora sería?

—A eso de las siete de la tarde, si no me equivoco.

Lucy se lo pensó un poco y le dijo que podía ir después de las siete y media. Marco, alegre con la noticia, le aseguró que tendría el café preparado para cuando llegara. Se despidió de él, un poco mejor de ánimo, y volvió a lo suyo.

Intentó estudiar, pero no podía quitarle la vista de encima al celular. Lucas no volvió a hablarle, y se preguntó si él le estaría dando vueltas al asunto como ella. Esperaba que no, porque no se sentía bien. Y dentro; muy, muy en lo profundo, Lucía albergaba la esperanza de que ese no sería su último encuentro. No, más que una esperanza era un presentimiento.

Y si llegaba a ocurrir, confiaba en que sabría cómo sobrellevar las cosas de mejor manera. O eso quería creer.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro