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CAPÍTULO 1



Al levantarse de la cama tropezó con los zapatos que había dejado tirados la noche anterior. Maldijo.

Tenía una sed diabla, de esas que solo se quitan a media tarde después de haberse zampado dos litros de agua. Se puso la parte de abajo del pijama y tomó una aspirina de su mesita de noche, saliendo del dormitorio.

Bajar las escaleras fue una hazaña digna de gimnasta olímpico. Alguien se dio el tiempo de poner un montón de botellas vacías en cada escalón. Lucy pensó que tuvo suerte de no tropezar con alguna de ellas cuando subió esa misma madrugada.

—Buenas, buenas —la saludaron desde la cocina.

Era Tamara, quien comía yogur sentada sobre la encimera. Era el único lugar medianamente limpio de la cocina. Lucy miró a los alrededores y, como cada día posterior a una fiesta, lamentó haber prestado su casa.

—¿Cuáles fueron las pérdidas? —preguntó en lo que llenaba una taza con agua.

—Tres vasos, pero de los baratos. También se cayó el macetero de la entrada. Tuve que colocar al Sr. Plantita en una casa improvisada.

—Vaya, pensé que sería peor.

—Somos dos, pero aún no he revisado el baño. Asco.

Lucy le dio la razón, y en lo que se hacía un pan con mermelada, un alma en pena se arrastró hasta ella y Tamara.

—Creo que me resfrié —lamentó Martina, sorbiéndose la nariz—. Nadie me tapó.

—¿Dónde te dormiste? —le preguntó Tamara.

—En el sillón —apuntó—. No me acuerdo ni cómo terminé ahí, je.

—Esperemos a que despierten Florencia e Ivonne para empezar a limpiar. La casa está hecho un chiquero.

—Bueno —accedieron las otras dos.

Era domingo y estaba haciendo más frío del esperado pese a ser finales de primavera. Para cuando las dos chicas restantes se levantaron ya era medio día, y en lo que llegaban las fajitas que se habían pedido para almorzar se pusieron a limpiar. Siempre era lo mismo: Barro en el suelo (sin que hubiese llovido), rollos de papel higiénico vacíos y tirados al azar —aunque una vez alguien los dejó apilados en forma de pirámide—, y loza sucia; cientos y cientos de vasos y platos que no debían haberse usado. Por algo compraban los de plástico, carajo.

—¿De verdad nadie va a mencionar lo que pasó ayer? —Iv parecía incrédula, mirando a sus amigas mientras comían.

—¿Hablas del porrazo de Enzo? —preguntó Lucy.

Todas rieron. Había sido una caída monumental y memorable.

Ivonne negó.

—Hazte la tonta —dijo con malicia—. Hablo de las personas que llegaron casi al final, ¿Quiénes eran? Uno de ellos era precioso... eso creo. Andaba sin mis lentes.

—Eran conocidos de Enzo y Damián —dijo Tamara, lamentando con rapidez haber mencionado ese nombre—. Perdón Lucy...

—No pasa nada —la tranquilizó ella, sin inmutarse—. Es agua pasada.

Bueno, no del todo. Era más parecido a agua estancada, pero no quería preocuparlas.

—Pero Damián no vino, ¿cierto? Yo no lo vi en toda la noche —comentó Florencia.

—Nop, no estuvo aquí. No es tan valiente —rio Martina—. El que sí vino fue Lucas, su primo, ese que era bonito. Enzo lo invitó y le dijo que trajera a quien quisiera.

—¿Por qué Enzo invita gente a casa ajena? —Tamara parecía indignada, pero prontamente se resignó. Siempre era igual.

—Tú estás muy callada —le dijo Ivonne a Lucy—, ¿lo conocías?

Mierda. Bandera roja. Lucy no podía dejar que Ivonne se diera cuenta.

—¿A Lucas? Lo vi un par de veces en el pasado.

—¿Nada más? —indagó, trenzando su melena rojiza—. Pensándolo bien, se parecía mucho a Damián. Demasiado, quizás.

—Son familia, claro que se van a parecer —soltó como quien no quiere la cosa.

Los oscuros ojos de Ivonne se posaron sobre los de Lucía. Negro contra verde.

A Lucy no le quedó duda alguna de que ella lo sabía, la muy zorra.

—No la hostigues, Iv.  —La defendió Martina—. Si Lucy no nos quiere decir que se besó con el primo de su ex no podemos obligarla.

Desgraciadas.

Todas lo sabían.

Se empezaron a reír a costa suya en lo que a ella se le coloreaban hasta las orejas. Debió haberlo sabido, con razón llevaban mirándola raro desde temprano. Joder, apenas si se acordaba de lo que había pasado y...

Mentira. Lo recordaba muy bien, pero no quería hacerlo. No estaba orgullosa de eso.

—¿Vas a contarnos qué paso? —preguntó Tamara, sorbiendo ruidosamente su bebida de manera intencional.

—¿Tengo opción siquiera?

—No —respondieron todas al unísono.

¿Había algo más desagradable que ventilar las vergüenzas amorosas estando con resaca? Lucía maldijo, muy, muy en lo profundo, a su propia estupidez. En un penoso acto de valentía alcohólica se topó con Lucas —alias la víctima—, en lo que hacían la fila para usar baño. Él era amable, como siempre, y eso le hizo pensar a Lucy que podía ser confianzuda. Esto era, por supuesto, porque Lucía podía llegar a ser muy tonta. Lucas tenía los ojos preciosos, enmarcados con gruesas pestañas, y debajo de su ojo derecho había un distintivo lunar. Lucy estaba encantada con ellos, pero no tardó en mezclar las cosas. La nariz, la forma del mentón, el cabello negro... todo eso le recordó a Damián.

Y lo suyo fue una acción por inercia. No recordaba habérselo cuestionado siquiera.

Lucy se había puesto de puntitas y puso sus labios sobre los de él. Fue tan inocente como eso y, aun así, había sido un suceso que la atormentaría hasta el fin de sus días.

Simplemente no podía besar al primo de su ex. Sabía que estaba mal, pero lo que más lamentaba es que la hubieran pillado infraganti. Ella podría haberse llevado ese pequeño secreto a la tumba con una sonrisa en la cara, pero no, el karma se aseguró de que no fuera así.

—Culpemos al vodka —dijo Martina, restándole importancia—. ¿Quién no ha tenido un desliz así antes?

De las cinco ahí presentes, Florencia podía ser la única que aún albergaba oportunidades de ir al paraíso. Las demás ya estaban acumulando hectáreas en el inframundo.

—No fue un beso como tal —suspiró Lucy—. Apenas le rocé los labios. Como cuando juegas a la botellita.

—Entonces no cuenta —finiquitó Iv —. Con lengua o nada.

—Pero Lucy, no tendrás problemas, ¿cierto? —Florencia parecía ser la única preocupada por ella—. Damián y tú siguen siendo compañeros de carrera.

Lo tenía claro. A esas alturas solo le quedaba rogar que no llegaran a toparse en clases y que Lucas le guardara el desliz. Aunque, si era calculadora sobre el asunto, no es como si Damián y ella siguieran juntos. Su relación había terminado, sin solución, y él lo dejó claro. Cuando pensaba en eso todavía se le apretaba el pecho, sin estar segura de si seguía siendo amor. Necesitaba que no lo fuera.

—A lo hecho, pecho —dijo, resignada—. No se enterará por mi boca, y espero que por la de ustedes tampoco.

Las cuatro juraron guardar silencio.

—Nosotras no seremos el problema —aseguró Tamara, un poco nerviosa—. Enzo sí. A él se va a salir.

Alto.

Pausa.

La cara de Lucy perdió todo color y abrió mucho sus bonitos ojos. ¿Qué Enzo qué...?

—Por favor, no me digan qué...

—¿Y cómo piensas que nos enteramos nosotras? Él se fue con el chisme.

Estaba muerta. Realmente jodida.

Había sido pillada por Enzo, el mejor amigo tanto de ella como de Damián. El mismísimo Enzo que vivía con su exnovio...

A la mierda. Enzo y ella iban a tener que hablar largo y tendido, aun si él no quería. 

NOTA DE AUTOR:

¡Hola, un gusto! No les quitaré mucho tiempo.

Esta es la primera historia que subí en wattpad. He ido aprendiendo mucho desde que empecé, y cada tanto voy corrigiendo mis errores (no son menores ._. me di cuenta tarde). Agradecería si pudieran decirme si me equivoco en algo, de verdad quiero hacer aprender a escribir decentemente; bien sea algo con la puntuación o con la ortografía. 

Prometí actualizar dos veces a la semana, pero caí en mi propia trampa hahaha Lo haré una vez a la semana, ahora sí va en serio. 

PD: Nunca creí que lograría hacer banners. Si no fuera porque estoy en el computador insertaría un emoji emocionado hahaha

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