1| EL DIA EN QUE TE VOLVI A VER
¿Cuál es la edad correcta para decir que realmente lo que sientes es amor y no una simple ilusión? tan solo tenía 12 años cuando lo miré por primera vez, 12 años cuando mi corazón dio un brinco que estuvo a punto de derribarme. Aquel niño de cabello oscuro, ojos café y piel oliva me había hipnotizado por completo. Cualquiera podría decir que esto no era real, que solamente eran cosas de niños, pero ¿como explican lo que sentía cada vez que lo veía pasar por mi casa y al voltear me observaba como si conociera cada uno de mis sentimientos?
No sabía en realidad quien era, no conocía ni su nombre, ni su edad, ni sus pasatiempos favoritos, absolutamente nada de él. Solo tenía claro que era real, que íbamos al mismo colegio y que vivía a unas dos cuadras de mi casa. No podía evitar sonrojarme cada vez que pasaba a mi lado, pero también me entristecía mucho saber que yo no existía para él, que solamente era una más del montón, aun así, era feliz por saber que para mí él era totalmente real, no obstante... un día simplemente desapareció por completo sin dejar algún rastro de donde podría estar, mi corazón se rompió en mil pedazos, a pesar de nunca haber cruzado una palabra me sentía tan sola y abandonada, quería verlo, necesitaba saber de él, no podía simplemente seguir con mi vida como si nunca hubiera estado ahí. Podría viajar por todo el mundo sin importar cuantos años pasasen, podría reconocerlo, jamás lograría olvidar aquellos ojos cafés que me hicieron sentir tan especial, sin embargo, a pesar de que todo parecía hermoso jamás imagine que acabaría pronto.
3 años habían pasado y aunque nunca volvió aún seguía sintiendo aquellas mismas mariposas en el estómago tal cual como la primera vez que lo vi. Aquella mañana del lunes 10 de enero del año 2021 me levanté temprano, ya que era mi penúltimo año en la secundaria y estaba muy contenta de volver a ver a mi mejor amiga; siempre fui una persona perezosa a la hora de arreglar mi cabello así que no quise demorar tanto con la plancha, luego apliqué algo de labial de un tono muy suave y lista para irme.
—¡Hija, el desayuno ya está listo! —gritó mi madre desde la cocina como de costumbre sin siquiera pensar en los vecinos.
—Mmmm huele rico. ¿Qué preparaste? —respondí sentandome con una linda sonrisa.
—Pan con huevo y salchichas, come rápido que ya se te hace tarde, ¿llevas todo? —Husmea en mi mochila.
—Si, ¿qué tal me veo?
—Hermosa, pero nada de abusar con la plancha no quiero que luego andes llorando porque te dañaste el cabello.
—Tranquila, igual tengo el cabello lacio no necesito de tanta plancha —dije culminando con mi desayuno—. Ya me tengo que ir gracias por el desayuno te amo mamá. —Le di un beso en la mejilla y salí de la casa.
—¡TE CUIDAS! —La oí gritar a lo lejos.
El sol de la mañana hacía ver el brillo que tenía mi cabello y eso me hacía feliz, tardé demasiado para lograr tenerlo muy saludable. Cuando somos niños no le damos mucha importancia el cuidarnos para vernos bien, ya hoy tengo 15 años y lo entiendo perfectamente.
De camino pasé por aquella casa donde alguna vez vivió aquel niño que hoy día ya no lo es y me traía tantos recuerdos, a decir verdad, cada que pienso en aquel año me río de mi misma al ser tan inocente. Al llegar al colegio lo primero que hago es buscar a mi mejor amiga por todos lados.
—¡MI AMOOR! —me sorprende por detrás— te extrañé demasiado. —Me abraza bruscamente.
—Nooo Elena, sabes que detesto los abrazos. —Le hago una mueca de asco.
—Lo sé, por eso mismo lo hago —comenta burlándose.
—Chistosita, ¿qué tal esas vacaciones?
—Divinas, conocí a un chico espectacular —decía con su mano derecha en el pecho—, pero no sabe que soy su novia —ríe a carcajadas para luego guiarme a nuestro respectivo salón ya que cada año siempre nos cambiaban y para mi suerte su madre era la directora así que Elena siempre lo sabía todo.
—Pobre chico, no tiene ni idea de con quien se está metiendo —reímos—. ¡Espera! ¿este año nos toca en el segundo piso?, dime que no —exclamé.
—Lamento decirte que sí, así que deje lo floja y suba las escaleras, por cierto, ¿aún no sabes nada de aquel amor tan apasionado que tenías a los 12 años?
—No, y tampoco quiero hablar de eso así que no lo menciones, entremos.
—Bien, como quieras.
Las clases aburridas como siempre, no entiendo como hay personas que tienen sus materias preferidas y yo la verdad no sé cómo es que logro aprobar. Luego de cuatro eternas horas tocan el timbre para salir al recreo.
—Abi, lamento tener que dejarte sola en el descanso, pero mi madre quiere verme.
—Tranquila, de todas maneras traje un libro para leer.
—¿De qué trata ésta vez? —preguntó curiosa.
—No lo sé, creo que son relatos cortos que escribieron niños de 10 años.
—Bueno, entonces nos vemos al rato. —Se aleja con una sonrisa mientras yo quedaba sola y abandonada.
Lo bueno de estar en el segundo piso era el poder observar a todos sin que nadie te observase a ti y el silencio que se había era increíblemente genial. Me sentía asombrada por cómo estos niños llegaron a escribir todo esto a tan poca edad yo con 15 años aún se me dificulta. Pero era entretenido me quitaba el aburrimiento.
—¿Qué lees? —me susurra una voz masculina al oído ocasionando que me sobresaltara del miedo dejando caer el libro al primer piso—. Lo siento, ya lo busco.
¿Pero qué carajo ha pasado? ¿Quién era ese sujeto tan maleducado? Entre el susto y el coraje juntos quería asesinarlo sea quien sea no debería andar por ahí asustando a las personas, una persona atrevida y maleduca... Hay momentos en la vida que sobrepasa nuestras expectativas. Es por eso que siempre debes estar preparado para no ser atrapado por sorpresa, y honestamente no me prepare para éste momento. Una vez más mi corazón volvía a intentar tumbarme, una vez más me costaba respirar y no creía lo que mis ojos tenían al frente.
—Ten —me entrega el libro—, disculpa, no te quería asustar. —Muestra su linda sonrisa.
—N-no te preocupes —tomé aquel libro con mi mano temblorosa.
—¿Estás bien?, te noto algo pálida. —Se inclina hacia mi rostro.
—S-si todo está bien. —Mentí, mis piernas me temblaban y sentía que en cualquier momento me iba a desmayar.
—¿Segura?, puedo llamar a la enfermera. —Seguía insistiendo.
—Debo irme ya va a comenzar la clase. —Intenté huir lo más pronto posible, si seguía hablando con él mi corazón iba a estallar.
—Aún faltan 10 minutos —tomó mi mano para detenerme—. Estás fría.
—Y tu muy caliente, creo que no soy yo quien necesita que la revisen.
—Jajaja muy cómica, eso me gusta.
—¿Q-qué?
—Nada, ¿Podemos hablar un rato? Aún queda tiempo.
—E-eh no, ¿ya podrías soltarme por favor?
—¿Y si no quiero? —me miró fijamente con aquellos ojos café que me hacían olvidarme de todo lo que pasaba a mi alrededor. ¿Acaso sabía quién era yo? Lo dudo, esto es solo casualidad, pero, ¿Cuándo volvió?
—¡OYE, SUELTALA! —escuché a Elena que corría a toda prisa para sacarme de ésta situación.
—Tranquila, tampoco es como si le estuviera haciendo algo malo, solamente quería charlar un rato —comentó en tono de burla con sus manos arribas.
—Pues ve a charlar a otra dirección, vamos Abi.
—¿Abi? bonito nombre. —Lo escuché susurrar antes de irme.
Elena me llevó al aula a esperar a que todos volvieran y para yo lograr recomponerme de todo lo que había pasado.
—Elena, tengo algo que decirte.
—No nena, primero yo y ésta es la noticia del año, creo.
—Bueno cuenta. —Me senté para escuchar lo que tenía que decir.
—Mi madre me dijo que hay un chico nuevo en el colegio y yo creo que es aquel niño por el que te volvías loca ya que la dirección de su casa es por donde vives.
—¡Eso es lo que quería decirte, es él!
—¡¿QUEEE?! —gritó como loca.
—Baja la voz, no tienes que gritar. —Traté de calmarla, pero me era imposible cuando algo la sorprendía exageraba la situación.
—¿Por qué no me dijiste que era él?
—Pues me acabo de enterar.
—Espera, ¿acaso él sabe quién eres? porque hasta donde tengo entendido nunca hablaron.
—Si así es, tal vez solo fue causalidad.
—Pe...
Los demás compañeros comenzaron a entrar al aula junto con el profesor de física y yo sólo quería que esto acabara para ya irme a mi casa, aunque una pregunta repercutía en mi cabeza una y otra vez ¿Cómo le haría para pasar al frente de su casa sin sentir tanta pena? Es lindo que alguien te guste, aunque si este no te corresponde no se siente nada bien, sólo hubiera preferido que nunca más volviera a mi vida. La clase acabó rápido y como no asistió la profesora de la última hora nos pidieron irnos a nuestras casas.
—Qué mal que ya tengas que irte —dijo Elena con los ojos tristes.
—Tampoco es como si no nos fuéramos a ver más en la vida, Chao.
—¿Y si te quedas? —me sujetó de la mochila para detenerme.
—No, ya quiero ir a casa, estoy cansada. Mañana nos vemos sí.
—Bueno, chao. Por cierto, su aula está diagonal a la nuestra.
—¡¿QUÉ?! —¿Acaso no puede dejar de pasar cosas? efectivamente Elena estaba en lo correcto, al salir mi mirada se fue directo a esa dirección y allí se encontraba él mirando al primer piso para luego levantar su mirada hacia donde yo me encontraba. Rápidamente desvíe mis ojos hacia las escaleras para irme lo más pronto de aquel lugar, el camino fue largo pero rápido hasta llegar a mi casa.
¿Y ahora que me espera a partir de mañana? Esto no va a ser nada fácil.
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