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PROLOGO

—¡Que no sucedió de esa manera! –grité exaltada.

—Acéptalo Mónica, tomar decisiones importantes no es tu fuerte –añadió Sara tapando su boca.

—¡No te rías Sara! –estaba comenzando a sacar mi Hyde.

—Vale, vale, cálmense las dos –sugirió con voz ronca Agustín.

Su leve roce en mis piernas hizo que me estremeciera de pies a cabeza.

—Agustín, esa es mi... —añadió Sara jadeante.

—Lo sé, ¿te molesta? –inquirió también jadeante.

—Para nada –contestó sonriendo coqueta.

Debo de admitir que verlos interactuar con tanto sex appeal desbordando por los poros, me ponía a mil, eso aunado al roce suave de las yemas de los dedos de Agustín aproximándose lentamente a mi zona erógena, se estaba volviendo una tortura.

—¡Joder! Una se descuida en ir al sanitario y ya empiezan sin mí –refunfuñó Mariana levantando la sábana aparatosamente.

La imagen de Agustín acercándose peligrosamente hacia el sexo de Sara al tiempo que su mano apresuraba las caricias en el mío hizo que mis hormonas y todo lo demás estallaran iniciando el camino para tocar el cielo.

—¡Eso no se vale! –gruñó Mariana.

Mariana se acercó a mis labios y tras un leve roce con su lengua solicitando permiso que, sin dudar un instante acepté, se adentró iniciando un baile tan sexual que agradecí de mil maneras a los dioses, o bien, no creo que los dioses estuvieran de acuerdo con esto ¿o si? Ya que más da, joder con este poliamor que me encanta.

Ahora bien, como llegamos a esta incómoda, divertida y excitante situación ésta, no lo podrán creer.

AÑOS ATRÁS

Dicen que la adolescencia es la edad donde las hormonas se revolucionan y la ambigüedad que expresamos son meramente momentáneas.

Creo que mi amiga Sara se tomó aquello tan a pecho que oírla decir.

—Me gustan las chicas, Agustín –dijo hablando con una seriedad que mataba.

Y al ver la cara de Agustín transformarse supe que realmente lo estaba asesinando, está bien, exagero, pero un buen trauma se llevaría el pobre muchacho.

—¿Es una broma? –preguntó con la voz temblorosa.

—Para nada, tan real que asusta –siguió declarando ella con total calma y seriedad.

—¿Estás bien? –pregunté tocando su frente.

Sara manejaba sus emociones tan meticulosamente que era difícil de ver algún atisbo de dolor, ira o tristeza en su rostro.

—Un tiempo, es lo que necesitamos, somos jóvenes... –añadió Agustín en medio del caos que se desataba.

—Llevo años en esta encrucijada, Agustín, pero al igual que tú lo estás haciendo ahora, no soy escuchada, estoy en el cuerpo de una mujer y debo de hacer todo lo que dicen que una mujer debe de hacer ¿sólo por ese motivo?

Las primeras lágrimas abandonaron tímidamente los ojos de Sara ante la mirada azorada de Agustín, boquiabierto y sumida en una completa negación.

—¡Pues que te den Sara! –gruñó alejándose de nosotras agitando los brazos.

—¿Es... —

—No, Mónica, no lo estoy, no quería dañarlo, es un chico excepcional, amable, cálido, comprensivo, sin contar su atractivo, pero ¿qué le hago si mis sentimientos no van en sincronía con los suyos? –admitió cayendo de rodillas al suelo.

Estaba tan rota como Agustín, me acerqué lentamente hasta quedar junto a ella, tomé su rostro secando las lágrimas con las yemas de mis dedos.

—Lo que hiciste te convierte en una gran persona y una gran mujer, no te atrevas a juzgarte –sentencié con voz firme y dulce a la vez.

—Lo lastimé, lo hice llorar... —continuó diciendo hipando.

—Y puede que seas la primera, pero te aseguro que no serás la última, es hora de pensar en Sara –sostuve su rostro haciendo que viera la sinceridad en mis ojos.

—¿Te vas a ir? –preguntó temerosa.

—Jamás, menos por una minucia como esta, ¿por quién me tomas? –solté haciendo la mejor pose dramática que me sabía.

Una sonrisa, sorbió su nariz, limpió sus lágrimas y se abrazó a mí como un koala perdido en el desierto. Le devolví el abrazo con la misma fuerza, acariciando su cabello, frotando su espalda, calmando su alma, su vida cambiaría a partir de ahora, o tal vez no, pero esto era nada comparado a lo que debía afrontar.

—¿Sara? –susurré sin soltarla.

—Lo sé Mónica, mis padres –afirmó volviendo a apresarme en sus brazos.

—¿Miedo?

—Terror, nervios, quiero huir de esta ciudad, ¿si nos fugamos? –la escuché decir apartándose— ¿Qué me dices?

La esperanza en sus ojos por poco y hace que cometa la mayor estupidez de mi adolescencia.

—Llegará el momento de enfrentarlos –coloqué mis manos en sus hombros— son tus padres, deben entenderlo.

—Tanto o más de lo que yo debí comportarme como una mujer, vamos Mónica, tus padres son totalmente opuestos a los míos –confesó dejando ver al fin reacciones más humanas en ella.

NOTA DE LA AUTORA

¡Hola! 

Pues comenzamos a conocer a nuestros peculiares protagonistas, adolescentes en búsqueda de su yo ideal, no aquel que le imponen sus padres.

¿Qué creen que hará Sara?

¿Hablará con sus padres?

¿Huirá con Mónica?

¿Agustín?

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