6
MONICA
Cinco minutos, fue todo lo que pude soportar de las demostraciones de amor entre mis padres. Bajé hasta la cocina y comencé a preparar un par de sándwiches para la merienda.
No podía quitarme de la cabeza la imagen de Sara, su mirada vacía, sus mejillas bañadas en lágrimas, no, aquello era demasiado para mí.
-¿Cómo pudiste callarlo y soportarlo todo este tiempo? –susurré.
-¿Aguantar y soportar qué?
-¡Papá! –grité girándome a verlo.
-¿De qué hablaban? –añadió Marcos abrazando a Gabriel por la espalda.
-No lo sé, la encontré hablando sola –explicó Gabriel.
Ambos me vieron confundidos y no supe cómo abordar aquella conversación.
-Hablaba de Sara, hoy ha hecho una confesión muy fuerte.
-Continúa –dijo Gabriel tomando su lugar frente a mí.
Marcos en tanto puso a funcionar la cafetera, eso significaba sólo una cosa, reunión familiar y para largo.
Tras servir una taza para él y otra para Gabriel, tomó asiento en la isla ubicada en mitad de la cocina de nuestra casa.
-Somos todo oídos, hija.
-Pues, yendo al grano, Sara resultó ser lesbiana –lo dije, sin anestesia.
Ambos quedaron mudos, con sus tazas en sus manos, ojos abiertos, mandíbula desencajada.
-No...
-Lo...
-Creo...
Dijeron turnando cada palabra, y era real, esa era su reacción cuando no creían algo demasiado fuerte para ellos.
-Hija, ¿estás segura? –preguntó Marcos con una seriedad perturbadora.
-Hasta terminó su relación con Agustín.
-No lo creo –repetía negando Gabriel.
-La hija modelo, respetuosa y educada de la familia Márquez –siguió Marcos con su diatriba.
-Esa misma, muchachos, me parece extraño que ambos reaccionen de esa manera –dije frunciendo el entrecejo.
-No nos malinterpretes, hija, no estamos reaccionando de ninguna manera –comenzó a defender Gabriel.
Haciendo una señal con las manos les indiqué que siguieran con su excusa.
-Mónica, no estamos reaccionando, estamos preocupados –afirmó Marcos tomando la mano de Gabriel.
-El padre de Sara...
-Lo sé, y me preocupa papá, ella está en peligro –interrumpí poniéndome nerviosa.
-Hija, creo que hasta los padres de Agus y Mariana son más receptivos que los padres de Sara, odian ser la comidilla de la sociedad –siguió hablando Marcos.
-Está bien, pero de ser comidilla de la sociedad, ya lo son y no por el comportamiento de su hija específicamente –replicó Gabriel.
-Eso lo sabemos, amor, pero también sabemos bien que el Honorable Señor Márquez –añadió Marcos haciendo seña de comillas con las manos- dejará que toda la culpa caiga sobre su hija sin ningún remordimiento.
-Será la perdición para Sara, ya está demasiado afectada con lo de Marian...
Sí señores, esa soy yo cagándola una vez más, pero es que no puedo conmigo misma.
-¿Agus...
-A ver –continué con lo iniciado- Sara estaba enamorada de uno de los hermanos...
-¡Joder! –dijeron al unísono.
-Pues, sí, joder –reafirmé lo dicho.
-¿Y Mariana? –preguntó Gabriel, es el más cotilla.
-También...
-¿Mariana no salía con Oliver? –recordó Marcos.
-Y Sara con Agustín, o sea –agregué con ironía.
-Esto es demasiado –dijo Gabriel dándose aire con una servilleta.
El sonido del timbre hizo que nos calláramos de repente, no solíamos recibir visitas, éramos de los que salían a visitar.
-¿Esperas a alguien? –me preguntaron.
Negué con la cabeza al tiempo que corría la banqueta para dirigirme a la entrada de casa.
Al abrir la puerta me encontré con Abel Quinteros, el padre de Agustín y Mariana. Su rostro preocupado me decía que más malas noticias llegarían para nosotros en aquel instante.
-Hola Mony, ¿Cómo estás? –saludó besando mis mejillas.
-Bien y usted señor Quinteros, ¿qué lo trae por aquí? –dije dándole paso.
-¿Tus padres? –cuestionó manteniendo la seriedad.
-Por aquí, Abel –dijo Marcos llegando hasta nosotros.
-¿Cómo están? –saludó a ambos con un abrazo.
-Extrañados de tenerte aquí y a estas horas –agregó Gabriel.
-Creería que ya Mony los puso sobre aviso de lo que sucedió esta tarde.
-Estamos enterados de una parte, ¿hay algo más? –cuestionó Marcos guiándonos a la sala.
-Sabemos acerca de la salida del closet de Sara, su enamoramiento con Mariana...
-Y ruptura con Agustín –completó la frase Gabriel, costumbre de ellos.
-Pues lamento decirles que eso no es lo peor que podía pasar –continuó hablando Abel.
Oír aquello puso todos mis sentidos en estado de alerta, si aquello no era lo peor, no podía creer que Sara callara algo peor que esto, o sea, era su mejor amiga, ¿no confiaba en mí?
-Agustín y Sara volvieron a encontrarse hace un par de horas, estuvieron hablando y Sara explicó el verdadero motivo por el que había terminado la relación entre ambos.
Pasó las manos nerviosas por su rostro, secando una gota de sudor imaginaria, el señor Quinteros era anticuado, pero cuando se trataba de sus hijos su mente era tan flexible como para no dañarlos.
-Todos aquí sabemos el hábito lúdico del señor Márquez...
-Lo mismo estábamos recordando hace un minuto –interrumpió Gabriel.
Marcos presionó la mano de Gabriel a modo de callarlo y dejar que Abel hablara.
-Exactamente, Sara contó a Agustín que el verdadero motivo por el que debía terminar la relación era otro, no el hecho que le gustaran las chicas...
-Rafael –mascullé poniéndome de pie.
-¿Qué? –volvieron a gritar mis padres.
-El maldito niño pijo de Rafael, su padre es un prestamista...
-Así es, Mónica, el padre de Sara tiene 48 horas para cancelar una deuda de juego con el señor Riviera –siguió contando Abel.
-¿A cuánto asciende la deuda? –cuestionó Marcos interesado.
-Un millón quinientos mil dólares –soltó de una vez el padre de Agustín.
-¡Joder! –exclamaron mis padres poniéndose de pie.
-¿Qué tiene que ver Sara en la deuda? –pregunté colocándome frente a Abel.
-El señor Márquez de no pagar perdería sus acciones y la mansión donde viven, a no ser...
-¿Qué? –cuestionamos los tres expectantes.
-Que Sara se case con su hijo, Rafael –terminó de decir.
-¡No! –caí de rodillas cubriendo mi rostro.
Aquello era un infierno, no podía suceder, no debía suceder, recordaba exactamente lo sucedido y el por qué Rafael buscaba con tanta desesperación tener a Sara en sus manos.
-Venganza –susurré perdiendo la mirada en la puerta de calle.
-Correcto, es lo que él desea, vine a ustedes por pedido de mis hijos, Sara es tan importante para ellos como lo es para su hija, sabrán entender que deseo evitar cualquier dolor para ella, es como una hija también para nosotros –sentenció viendo a mis padres que aún no salían del shock.
-¿Cuánto tiempo tenemos? –habló Marcos con voz profunda.
-48 horas –respondió Abel con el mismo gesto.
-¿Qué piensas, amor? –dijo Gabriel.
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