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MARIANA

-¿Hija? –oí la voz de mi madre tras la puerta.

Tras la huida de Agustín y limpiar todo el desorden que había quedado, decidí darme una ducha encerrarme en la habitación a tratar de recomponer mi mente.

-Sí.

-¿Puedo? –tentó su suerte.

-Sí mamá, pasa.

Abrió lentamente la puerta y la vi asomar su rostro preocupado.

-¿Cómo estás? –preguntó acercándose a la cama.

-No lo sé –afirmé en un susurro.

-Así que, Sara...

-Soy una maldita –añadí agachando la mirada.

Los penetrantes ojos marrones de mamá, eran demasiado inquisidores para mí en ese momento.

-No lo eres, tu hermano lo entenderá...

-Pero no me perdonará.

Su risa hizo que la viera como si otra cabeza hubiera salido de ella.

-¿Tan poco lo conoces? Es Agustín, Agus, te apuesto que al volver de esa carrera todo habrá cambiado.

-¿Lo crees realmente? –cuestioné dudosa.

-¡Por supuesto! Es mi hijo, al igual que a ti, los conozco como la palma de mi mano –añadió cerrando sus brazos a mi derredor.

-¡Que haría sin ti, mamá! –hablé comenzando a llorar.

-Siempre estaré aquí para ti, eres mi hija, mi primer amor...

-Y tú el mío –susurré escondida en su cuello.

-¡No mientas! Ese es tu papá y lo sabes y lo sé –rio haciendo que la imite.

-Pero no se lo digas que se la cree luego –añadí viéndola a los ojos.

-Agustín entenderá hija, el amor no es algo que se obligue ni que podamos...

-¡Cómo que me lleva la fregada no voy a permitirlo!

-¡¿Agustín?! –gritamos al unísono sorprendidas mi madre y yo.

-¡Definitivamente no podemos permitirlo, Mar! –siguió gritando.

De un salto fui hasta él, rompiendo el abrazo con mi madre, que lo miraba tan extrañada como lo hacía yo.

-¡Para! –dije tratando de tomar su mano.

-¡No hay tiempo! Se la llevarán el fin de semana –sentenció nervioso.

-Sara –susurré con las manos en la boca.

-Su padre es un mald...

-¡Esa boca! –gritó mi madre.

-¡No se merece otra cosa! Mamá, ¿cómo se puede nombrar a un hombre que entrega a su hija como pago de una deuda de juego?

-¡¿Qué?! –gritamos nuevamente.

-Como lo oyen, esa es una de las razones, la principal por la cual rompió conmigo –añadió viéndome de reojo.

-Necesitamos hablar con tu padre, vamos –sentenció mamá tomando las manos de ambos.

¿Qué está pasando aquí? De un momento a otro, un momento.

-¡Alto! –dije trayendo conmigo a Agustín.

-¿Hija?

-Busca a papá, ya vamos –dije apartándonos para hablar.

Vi los ojos de Agustín blanquearse, tal cual y lo hacía cuando perdía la poca paciencia que tenía.

-Habla.

-¡No hay tiempo! El fin de semana se la llevaran, tenemos dos días para que toda esta locura no sea más que eso y no una realidad.

-¿De qué estás hablando? ¿Qué sucedió en esa carrera?

-¡Nada!

-Y un cuerno tu nada...

-Aprendí a escuchar, Mar, la escuché después de mucho tiempo, siempre aceptaba todo con una sonrisa, nunca una queja, siempre tan diplomática y bien portada, nunca un grito o palabra fuera del lugar, pero, nunca, jamás fue realmente lo que ella quería ser o quería decir –soltó mientras acomodaba los rizos tras las orejas.

-¿A qué te refieres?

-A que, a excepción de Mónica, ninguna de las personas a su alrededor nos pusimos en sus zapatos, siempre pedimos, nunca preguntamos cómo está Sara, qué siente Sara, sólo la veíamos asentir a todo una y otra vez, y lo más estúpido...

-¿Qué?

-La felicitábamos, por ser buena, por ser excelente estudiante, hija obediente, novia amorosa y amiga incondicional, sin saber lo cansado que estaba siendo eso para ella.

Su nariz sonrojada me indicaba que el llanto estaba cerca, levanté su rostro y sus ojos cristalinos se veían apagados, cargados de tristeza y dolor.

-Yo la juzgué, la llamé fenómeno, la traté como una basura ¿Por qué? Sólo por aceptarse y ser ella al menos una vez en su vida –confesó al tiempo que una lágrima rodaba por su mejilla.

Joder, me ha dejado muda, no sé qué decir, qué hacer, cada una de aquellas palabras eran dardos certeros que se incrustaban en mi mente y corazón.

-Agus...

-Ese bastardo la hará sufrir, Mar –suspiró tomando una bocanada de aire- él sabe su condición sexual.

Sorprendida e imaginando los mil y un escenarios tras aquel descubrimiento, retrocedí negando.

-Exactamente, tu bien sabes lo que Rafael es capaz de hacerle teniéndola a su merced.

-No, no, no, no –dije poniéndome de pie.

Imaginar a mi pecosa en manos de ese lunático psicópata era más de lo que podía soportar.

Llegamos hasta la sala donde mamá intentaba poner a papá al tanto de lo sucedido. Los ojos desorbitados de él nos advirtieron acerca de la seriedad con la que se estaba tomando el asunto y aquello era bienvenido.

-Hijo, necesito todos los detalles que puedas brindarme –habló directamente a mi hermano.

-El padre de Sara tiene 48 horas para cancelar el millón quinientos mil dólares que debe al padre de Rafael o perderá las acciones de su empresa y la mansión –explicó apresurado.

-¿Qué tiene que ver Sara en aquello?

-En una noche de fiesta, Rafael quiso propasarse con Sara y ella logró que lo sacaran fuera los guardias del lugar. Rafael está al tanto de la inclinación sexual de Sara y se ha propuesto tenerla para vengarse del rechazo de ella aquella noche.

-¡Eso es una completa estupidez! –se exaltó mi madre.

-Es una locura, no pueden...

-Pueden papá, ya tienen todo previsto, por ese motivo Sara tomó la decisión de terminar lo nuestro, pero, bueno, no salió como esperaba –susurró rascando su cuello.

-Entiendo, veré qué puedo hacer, debo hablar con Marcos y Gabriel.

-Gracias papá –dijimos con Agus viéndolo tomar su chaqueta.

-Evitaremos esa locura –agregó antes de girar el pomo de la puerta.

Giré a ver como Agus se abrazaba a mi madre, a pesar de lo sucedido, él se preocupaba por ella, no estoy segura de si estaba enamorado realmente, pero...

-¿Mar?

-No puedo perderla Agus –susurré refugiándome en sus brazos.

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