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SARA

Lo había roto, su respiración agitada, ojos cristalizados, semblante duro, nada del Agustín que estuvo frente a mí horas atrás quedaba ya.

-No puedo entenderte –habló colocándose frente a mí.

-Créeme que yo tampoco lo hago –susurré viéndolo a los ojos.

-¿Tanto daño te he hecho?

-¿Qué?

¿Por qué decía eso? Jamás me había dañado, al contrario.

-Tú y Mónica han sido mis pilares durante todo este tiempo, Agus...

-¿Agus? Ahora me llamas así.

Reía a carcajadas mientras negaba con la cabeza y caminaba frenéticamente en círculos.

-Me rompiste, Sara, has roto todo en mí –dijo deteniéndose.

Vi su espalda tensarse una vez más y supe que realmente estaba roto, colapsado, igual o más que yo.

-No era mi intención...

-Pero lo hiciste, con o sin ella, me rompiste...

-Yo...

-¿Cómo se supone que siga?¡Joder! –gruñó golpeando el tronco del primer árbol que se le interpuso.

Medí cada reacción de cada músculo de su cuerpo, debía hacerle entender, el problema no era él, él era más que perfecto, me hizo feliz de manera indecible durante el tiempo que estuvimos juntos, pero no podía más con esto.

-No er...

-No seas tan complaciente y patética ¿Quieres? –murmuró.

Patética, la palabra que mejor me definía en ese momento. No tenía derecho alguno a decir o replicar algo de lo que salía de su corazón herido.

-Patética, esa es la palabra –susurré girando sobre mis pies.

-¿Te vas?

-¿Qué otra cosa puedo hacer Agustín? Eventualmente lo nuestro iba a terminar...

-¡Porque estás enamorada de mi hermana! –gruñó.

Esa declaración hizo que girara a verlo absorta y con los ojos desorbitados.

Nos vio.

Traté de recomponerme, debía sacarlo de su error, no era ese el motivo principal, aquello sólo fue una consecuencia.

-Tienes razón...

-No lo niegas...

-Pero no fue el motivo principal de la ruptura, fue una consecuencia, Agustín...

-¿Consecuencia? O sea que lo mío es tan sólo un, ¿Cómo decirlo? Daño colateral –añadió agitando los brazos riendo nervioso.

-¡Que no!

Traté de acercarme a él, sin embargo, lo vi retroceder al tiempo que negaba una y otra vez.

-¿Entonces que fui yo en todo este teatro?

Fijó sus ojos en los míos, tan triste, tan roto, tan dolido.

-Fuiste la persona que más feliz me hizo en todo este tiempo, aunque te cueste creerlo, me mantuviste viva y con los pies en la tierra.

-Pero...

-Ven –dije tentando a mi suerte extendiendo la mano hacia él.

Me vio extrañado, con aquel gesto que tanto me gustaba, levantando una ceja al tiempo que inclinaba su rostro hacia un lado. Lentamente lo vi mover su pie hacia mí y su cálida mano tomar la mía.

Extrañamente me sentía completa. Era él, mi apoyo, mi amigo.

Caminamos por el pequeño sendero que rodeaba al lago que había en el parque, aquel que siempre recorríamos tomando refrescos o comiendo un helado entre risas.

Parecía tan lejano aquello ahora mismo.

-¿Qué ocurrió, Sara?

Sus pasos se fueron deteniendo lentamente, presionó mi mano dándome la seguridad que necesitaba para hablar.

Quise aletargar aquel momento, no sabía cómo encararlo, cómo explicarle, cómo sacar todo el dolor que también me estaba consumiendo.

No podía verlo a los ojos, era demasiado importante para mí, su perdón, era lo que tanto anhelaba.

Sentí sus brazos rodearme, su calor me embargó y las lágrimas rodaron libres por mis mejillas.

-Yo... no...

-Lo sé, yo tampoco quise llamarte fenómeno, pero...

Comencé a hipar, el llanto se hizo más fuerte y mis piernas lentamente perdieron la poca fuerza que había en ellas.

-Tienen mi vida en sus manos, Agus, siquiera tengo permitido respirar –comencé a hablar.

-Cálmate, Sara –susurró haciéndome girar hacia él- estoy aquí.

Limpió mis lágrimas como si nada hubiera cambiado entre nosotros y aquello me derrumbó aun más.

-No te merezco.

-Sara, háblame –ordenó sosteniendo mi mentón haciendo que lo viera.

-Como te dije antes, eventualmente nuestra relación iba a terminar...

-Por Mariana, yo...

-No, esa fue una estupidez mía que jamás debió suceder –afirmé haciendo que me viera extrañado.

Me guio lentamente hacia el árbol donde siempre nos sentábamos a pasar el tiempo. Luego de sentarnos apoyé mi cabeza en su hombro y continué.

-Lo que siento por ti es un cariño tan fuerte, Agus, siempre que estuve contigo fui feliz, soy feliz –confesé entrelazando mis dedos con los suyos.

-¿Entonces? –susurró acariciando mi mano con su pulgar.

-Tu sabes el problema que tiene mi padre con el juego –fui abriendo camino para soltar la verdad.

Asintió dándome pie a continuar.

» Estamos al borde de la quiebra, se metió con gente que no debía y apostó todo lo que tenía –dije suspirando con agonía.

-¿Qué clase de gente? –preguntó colocándose frente a mí.

-Gente que si o si cobra tus deudas, de una manera u otra.

-¿Mafiosos? –cuestionó temeroso.

-No exactamente, pero cayó en la trampa de una persona que sabía exactamente mi punto débil y mi secreto.

-Eres lesbiana –susurró.

-Recuerdas aquella salida con Mónica –reanudé el relato- cuando al día siguiente aparecí con el moratón en mi muñeca.

-Lo hago.

-Aquella noche, en el pub donde habíamos ido, estaba el hijo de esta persona a la que mi padre debe dinero, un pijo de cuarta que se cree importante por el dinero que su padre lleva encima.

Sólo recordarlo hace que la hiel de mi estómago arda.

-¿Rafael? –gruñó viéndome extrañado.

-Te había contado, esa noche me persiguió y acosó, hasta que terminó siendo arrojado fuera por la seguridad del local.

Asintió formando puños con las manos, tensando su mandíbula con fuerza.

-Al parecer el niño de papi le fue con el berrinche a su padre, éste es un prestamista en uno de los casinos a los que mi padre suele asistir.

-¿Te apostó a ti? –rugió poniéndose de pie.

-Indirectamente, si.

-¿Indirectamente?

-Apostó las acciones de la empresa y el título de la mansión.

-¡¿Está demente o qué?!

Comenzó a caminar en círculos, sin dejar de negar con la cabeza, sabía lo que estaba pensando.

-Y tú que tienes que ver en todo esto, no quiero creer que...

-El padre de Rafael lo llevó hasta el límite, sabe la ambición que acarrea mi padre, vendería su alma al diablo antes que perder dinero.

Y aquello era así, tan real y doloroso.

-Continúa –exigió volviendo a tomar mi mano.

-Rafael, en acuerdo con su padre, le ofreció un trato nuevo a mi padre...

-Tú...

-A cambio de recuperar las acciones y el título de la mansión.

Decirlo en voz alta lo hacía sonar más real y más cercano de lo que parecía.

-¡Es una putada! –gritó furioso.

-Lo es...

-Rafael sabe...

-Me oyó hablarlo con Mónica aquella noche.

-No entiendo –replicó curioso.

-Dijo que le encantaría domar a la lesbiana que llevo dentro y hacerme rogar por lo que un hombre en realidad es –terminé por soltar aquello con asco en la voz.

-Es un hijo de ...

-Que su madre no tiene nada que ver, es la mierda que es porque quiere. Su madre ha hecho lo posible por criarlo bien, pero su padre, sí que es una escoria en todo el sentido de la palabra.

-¿Qué vamos a hacer?

Levanté la vista hacia él, perpleja.

-¿Vamos? –susurré viendo su mano unida a la mía.

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