1. Back to school
Definitivamente mi vida es un asco...
Pero bueno, qué se le puede hacer. Me miro por última vez en el espejo y no termina de gustarme nada. Quizá el problema no sea yo después de todo, digo, no tengo tan mal cuerpo y no soy tan feo, o eso dice la abuela. Tal vez sea el cómo me visto o estos estúpidos lentes de ñoño que me cubren medio rostro. En fin.
Ah, claro. Soy Will... William Halliwell. Tengo dieciséis años, y estoy a punto de iniciar onceavo año, y pues nada, creo que es lo que deben de saber de mí por ahora.
Me doy cuenta de la hora y tomo mis cosas para bajar las escaleras, dispuesto a tomar el desayuno antes de que sea más tarde.
—Buenos días, campeón, ¿dormiste bien? —pregunta mi padre, Thomas.
Alto, de cabello castaño, guapo, barbón y de buen cuerpo. Los genes Halliwell son fuertes en cuanto a belleza. Se le nota más con las interminables camisas a cuadros y jeans con botas militares.
—Regular, los nervios acapararon mi sueño toda la noche.
—Te comprendo mi pequeño —dice la mujer de mi vida... Mi abuela Piper—, los primeros días siempre dan miedo.
Bajita, de cabello totalmente gris y un rostro que refleja sesenta y cinco años de edad, junto a su sonrisa preciosa que jamás me cansaré de ver.
—Bah... No entiendo por qué tanto alboroto si siempre es lo mismo —reniega Cleo, mi hermana mayor.
Estatura normal, cabello negro pintado, ojos claros que compartimos por genética y su piel blanca, como la de mamá. A veces es como si la viera en ella, cosa que no es posible puesto que mi madre lleva muerta mi vida entera.
—Tal vez porque tú no eres de las más interesadas en la escuela —la cara de mi hermana se transforma en una mueca de enojo ante el comentario de papá.
—Por favor, no hay que pelearnos ¿si? Al menos no hoy cuando me está comiendo vivo la ansiedad.
Mi abuela me sirve el desayuno y comienzo a devorarlo, literalmente.
—¿Y qué tal tu horario? Tengo entendido que lo mandaron ayer.
—Nada mal... —me limpio la boca y tomo mi mochila para sacar un papel, el cuál le doy a mi padre—. Toma.
Mi abuela se acerca a él y ambos miran atentamente.
—Interesante. Al menos tendré compañía de alguien en las tardes.
—O puedes salir a divertirte tú sola o con tus amigas en vez de esperarnos. No me gusta que nos esperes y te prives del tiempo libre que ahora tienes —le reprocho con un pequeño puchero.
Cleo se pone de pié y le arrebata mi horario a mi padre. Él la mira con enojo.
—Es increíble. Tu horario es perfecto. Hasta tus profesores son buenos. Los míos por donde tengo entendido son pesados y no con eso, debo de estar en las tardes para reponer materias —se queja mi hermana.
Al parecer la inteligencia que no le dieron a ella me la pasaron a mí.
—Nadie tiene la culpa más que tú. Ahora estarías en último año preparándote para salir e irte a la universidad —dice mi papá mientras da un sorbo a su café.
—Bueno, ya. ¿Podemos hablar de algo que no sea la escuela? —digo elevando un pico el tono de voz.
—Me parece bien... ¿Qué tal tus amigos Will? ¿Feliz de verlos otra vez? No me imagino lo feliz que estás de ver de nuevo a Mandy —si tan sólo supieras, pienso.
—Em... Si... Supongo —miro a mi hermana y sólo entrecierra los ojos. Ella sabe también como yo la verdad de la situación.
—¿Y con los chicos? Digo, si estás más que guapo, ya debes de tener a alguien tras tus encantos —casi me atraganto ante su comentario mientras Cleo se ríe por lo bajo.
Mi familia sabe acerca de mi orientación sexual hace tiempo. Mi abuela y mi hermana parece que lo aceptaron muy bien pero...
—Se nos hace tarde, andando —esa frase, la "no quiero tocar ese tema" de mi papá.
Él no lo tomó muy bien. Cada vez que se habla de eso lo esquiva y se niega a charlarlo. Parece ser que lo decepcioné... Lo único que me sale muy bien. Decepcionar.
Él se pone de pie y pasa a darle un beso en la mejilla a mi abuela mientras nos hace una seña para que nos apuremos. Ya después de que mi hermana tardara la eternidad en el baño y pudiera lavarme los dientes partimos al instituto, no sin antes despedirnos de mi viejita.
En la camioneta nadie habla. Cleo va con mi papá adelante y yo atrás. Miro por la ventana pasar el tiempo mientras llegamos. En menos de quince minutos estamos frente al instituto "Raymond Hill", uno de los más caros de toda la ciudad. Sólo los "brillantes jóvenes" estudian ahí, claro, siendo hijo de papi con dinero te puedes considerar importante. Yo tengo beca de cien por ciento y papá sólo paga lo de Cleo, ya que sus calificaciones no son tan buenas para ser acreedora de una. Salimos del auto y nos despedimos de papá.
—¿Tienen suficiente dinero? —pregunta antes de irse.
—Yo no. ¿Me puedes prestar algo? Iré con los chicos a comer cuando acaben las clases.
—¿A comer? Vamos Cleopatra, me has dicho mejores excusas.
—Si, a comer... No pienso irme de fiesta el primer día... ¿Por quién me tomas? —responde ella con gran enojo.
—Estás advertida —mi padre le exriende un billete de veinte dólares y ella lo toma. Se despide de nosotros y arranca el coche. Cleo y yo caminamos hasta la entrada de la escuela y nos detenemos antes de entrar.
—Bien, ya sabes... No te conozco ni tú me conoces, no somos nada y si nos descubres, eres el adoptado ¿entendido?
—Como si hubiera otros Halliwell en la escuela, pero bueno... Feliz inicio de clases —le digo con sarcasmo.
Ella me ignora mientras refunfuña por lo bajo y entra. Yo sin embargo, aún dudo por hacerlo. Los nervios y la ansiedad no eran por querer entrar, más bien por lo contrario. Me armo de valor y cruzo la entrada para finalmente adentrarme en el instituto.
No tarda en hacerse presente lo que tanto temía. Algunas miradas de varios estudiantes me examinan de pies a cabeza. Otros se secretean mientras me señalan descaradamente. Al parecer éstos nunca olvidan.
El título del "nerd maricón del Raymond Hill" me perseguirá hasta que muera, lo presiento.
Un tipo pasa a mi costado y me empuja con el hombro, haciendo que me tambalee y casi caiga. Logro escuchar un débil "maricón" mientras se aleja.
Finalmente llego al casillero 111 para guardar mis cosas. Ahora que vieron esto, no tardarán en llegarme notas o ver mi casillero pintado con aerosol.
No logro comprender qué les hice a todos esos hijos de puta mantenidos. Si, soy gay... ¿Y qué? ¿Es un sacrilegio? Demonios, ojalá algún día puedan sentir lo que...
—¡Hola! —escucho una voz femenina y alguien me tapa los ojos. Al voltear veo a esa chica, mi única amiga. Amanda Johnson.
—¡Mandy! ¡Te he extrañado mucho enana! ¿Qué tal las vacaciones? —le digo mientras la abrazo.
—Aburridas... San Francisco es aburrida siempre... ¿Y tú? ¿Qué tal el viaje a Nueva York?
—Normal... Mi padre se la pasó todo el tiempo con sus hermanos, Cleo en el teléfono y mi abuela y yo estuvimos recorriendo la ciudad mientras pudimos... Ah, por cierto... Toma —le extiendo un llavero de la Estatua de la Libertad.
Ella lo toma. Muy delgada, piel apiñonada, cabello castaño que le llega a los hombros, ojos verdes y nariz afilada. Siempre vistiendo coloridos vestidos y ballerinas que le hacían juego a su ropa, además de las mil y un diademas con moños o cintas. Debo admitir que me gusta su estilo. Es más bajita que yo por tan solo unos centímetros.
—Gracias, está hermoso ¿cómo sabías que necesitaba uno? —me dice con una sonrisa en el rostro. La miro y pienso que es muy hermosa... ¿Por qué tuve que decepcionarla también?—. Tu abuela es genial, desearía que la mía fuese así.
Una mano con uñas postizas cierra la puerta de mi casillero con fuerza, haciendo que mi mejor amiga y yo demos un pequeño salto del susto. Al ver quién es no hago más que maldecir en mi interior. Si hay alguien peor de molesta e insistente que los bullys de este maldito colegio, esa es Nicole Benson. La rubia teñida con siliconas en vez de senos y toneladas de maquillaje combinado con vestuarios "sensuales". ¿Bonita? Si, pero a mí no me levanta ni el pelo.
—Hola, Willy cariño —me dice sonriendo mientras juega con un mechón de su cabello.
—Nicole, ya hablamos de esto.
—¿Hasta cuando piensas seguir con tu juego del rarito? ¡Vamos! Lo que te hace falta es una chica con quien divertirte y hacerte todo un hombre —dice mientras enrosca sus brazos alrededor de mi cuello dispuesta a besarme pero...
—¿Qué no oyes perra? Mi amigo no quiere nada contigo, maldita silicona —los comentarios de Mandy siempre son los mejores.
—¿Me hablas a mí, estúpida? —responde la rubia con falsa indignación.
—Bien, ya basta las dos —me giro a Nicole—. Entiende de una vez por todas... ¡No-me-gustas! ¡Ya deja de insistirme de una buena vez! ¿Por qué no te vas con los del equipo de fútbol y me dejas en paz?
—Porque conmigo te dejarán de decir maricón de mierda como acostumbran... Además desperdicias tu buen potencial al no unirte al equipo o estando con nosotros... Guapo pero estúpido, pero eso lo puedo cambiar yo cariño. Si te arrepientes, llámame —me da un beso en el aire y se aleja sonando sus tacones fosforescentes. Esa tipa sólo me da lástima, a diferencia de...
—¡Esa maldita puta me va a matar de un coraje un día de estos! ¡Le voy a meter un maldito palo de metro y medio a ver si se le quita lo zorra! —el inmenso odio que le tiene no conoce límites.
—Ya, no vale la pena hablar de ella. Vamos, se nos hace tarde —le digo y la arrastro hacia el aula.
Las cosas no cambian mucho. Al entrar noto las miradas de asco y burla de algunos, escucho murmullos de otros y los demás simplemente me ignoran. Al pasar para sentarme tropiezo con algo y voy directo al piso, perdiendo mis anteojos.
—Además de puto, estúpido —escucho al gordo de Robert Graham decir contra mí y carcajearse.
Mandy me ayuda a levantarme y me da mi anteojos. Dispuesta a atacarlo, la detengo a tiempo cuando el profesor va llegando al aula. Nos pide que tomemos asiento y comienza su clase.
—Bien clase, mi nombre es Theo Brenington, pueden llamarme profesor, sr. Brenington o símplemente Theo —sonríe y lo miro, es guapo—. Seré su profesor de biología este año... Bien, para comenzar...
Lo interrumpe el toquido de la puerta, mientras camina para abrir me giro con Mandy que me sonríe por saber quién puede ser.
Al abrir la puerta, lo veo... Habla con el profesor y le entrega un papel el cuál lee y asiente. Cuando entra se escuchan los murmullos de la mayoría de las chicas y uno que otro suspiro.
—Bien chicos, al parecer tienen un nuevo compañero —se gira hacia él—. Démosle la bienvenida a...
—David Miller... —pronuncio inconscientemente...
Miro a ese chico de cabello negro y cuerpo de adonis, alto y con su ropa cara, el más bello en este puto mundo. Lo miro y sus ojos celestes se encuentran con los míos.
Me sonríe, joder, esa sonrisa tan blanca y perfecta...
Por fin...
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