Intermisión: Días de escuela
Mi nombre es Loretta Robinson. Nací un dieciséis de junio del 2002, en el United Hospital de Saint Paul, Minnesota. ¿La razón que me impulsó a escribir este diario? Desahogo; Una necesidad urgente de sacar todo lo que me siento obligada a guardar dentro de mí con el fin de no agobiar a aquellos que más quiero, mas, ya no veo capaz de contener.
Ya han pasado dos años desde que mi familia tomó la incomprensible decisión de salir de nuestra vida acomodada y perfecta en Estados Unidos para venirnos a una diminuta región cercana al istmo centroamericano; Un "interesante" país llamado Costa Rica, y ya por cumplido un periodo prudencial para adaptarme al cambio cultural y demás aspectos, puedo decir una con absoluta seguridad: Este el peor lugar sobre la faz de la tierra.
Comparado a los Estados Unidos, este es un país "en vías de desarrollo" (Aunque llamarlo así es pecar de ingenuo), y las insoslayables diferencias entre ambos lugares se observan a la luz del día: Al llegar al país, note la enorme cantidad de "verde" que cubre todo el territorio, lo cual inicialmente pensé que se veía lindo, pero, no paré a considerar el por qué de tanto verdor: El clima tropical, que lo describiría como una experiencia fidedigna de lo que se sentiría morir encerrado en una olla de presión, con la humedad y el sol combinándose para hacer cada momento el exterior una vivencia miserable, y eso, aunado a los mosquitos, moscas, hormigas, y demás creaturas que reptan en esta jungla cuasi-civilizada.
Las cosas no mejoran en la urbe: El calor persiste aquí también, y exacerbando todo esto, está el horrible panorama de la capital de este país: San José, un lugar ahogado en indigentes, criminales, gente sudada, y un pungente olor a orina en casi cualquier esquina. Pasar aquí cualquier medida de tiempo es equivalente a tortura
Mis padres, en especial, mi mamá, me han dicho que es cuestión de "acostumbrarse", y de "fijarse en las cosas buenas", lo cual supongo es razonable, pero si hay algo que encuentro imposible de llegar a buenos términos con es con, sin duda alguna, sus habitantes. Son la colección más grande de mezquinos, crueles, deleznables, primitivos, y en un todo, estúpidos humanos con los que he tenido la desdicha de relacionarme. Desde que llegué, parece que solo buscan hacer cosas con el objetivo de ser odiados: Por ejemplo, yo no soy una persona sociable, y tampoco sé hablar muy bien español, incluso con las ayudas de mi madre, por lo que traté de conversar con mis compañeros, buscando aprender a desenvolverme mejor, pero ¿Qué pasó realmente? Empezaba a tartamudear, lo que hacía que los demás niños se rieran de mí, comenzarán a arremedarme y ridiculizarme por el hecho, y dejarán atrás cualquier intención de tener una conversación normal conmigo.
No comprendo qué les causa tanto orgullo en hablar español mejor que yo: Hablar bien el idioma predominante de tu país es el mínimo esperado, no alguna aptitud de la cual estar orgulloso, y si alguien piensa diferente, pues eso explicaría los niveles de pobreza y delincuencia de este lugar. A veces, justificó eso diciéndome "simplemente soy más inteligente que estos niños", pero, cuando veo a los adultos, ellos también parecen andar en el mismo espectro de intelectualidad que sus hijos, manteniendo el mínimo absoluto de actividades mentales para parecer seres humanos, ignorando problemáticas importantes en favor de los resultados de la selección nacional de fútbol soccer (La cual, siempre parece perder, y aún así, la gente se enoja cuando sucede. ¿Por qué alguien que, se supone ya ha llegado a la madurez mental, se enojaría cuando lo inevitable sucede?)
El punto es que, en este país, me siento rodeada de estúpidos, con los cuales me repugna la sola idea de tener que entablar algo que se aproxime a una amistad. Sin este diario, y sin las visitas de Henry, estoy segura de que podría considerarme la persona más solitaria en el mundo...No obstante, hay una persona que, aunque ni en mis más salvajes sueños llamaría "amiga" (A duras penas, la llamaría "confidente"), me ha funcionado como una especie de recipiente en el cual soltar mis pensamientos. Es una compañera de escuela, y podría decir que se diferencia un poco del costarricense promedio; No en lo que respecta a inteligencia, no, más bien, diría que recibió tan solo media ración de neuronas en comparación a sus compatriotas, pero, de forma milagrosa, no contiene la misma malicia que estos; Considerando el nido de ratas que este lugar, no estoy en posición de pedir algo mejor. De igual manera, ella es la única que no se burla de mi acento o pronunciación (Al menos, no frente a mí), y puedo sostener una que otra conversación con ella; Todas insulsas y frívolas, pero suficiente para entender mejor este molesto idioma. El nombre de la chica es-.
-¿Qué escribes, Lore? -Comentó la voz de una niña, completamente de la nada
Loretta saltó de la posición en que estaba, mandando a volar su lapicero de forma involuntaria, pero la niña, con reflejos rápidos, agarró el proyectil a medio camino.
-¡Casi me matas de un susto, Guadalupe! -Contestó la rubia, mientras acomodaba los objetos que botó con su salto- Es un diario, MI diario, y no es para que nadie, además de mí, lo lea.
-¡Aaah! -Sonrió la flequito de tubo, enrollándose su mechón- Es que como te vi tan concentrada, pensé que estabas escribiendo como, no sé, una historia o haciendo una tarea...no había tarea para hoy, ¿Verdad?
-No, Guadalupe, no había... -Afirmó, con cierta displicencia, mientras juntaba lo suyo y lo metía dentro de su bolso, lista para partir.
-¡Gracias a Dios! ¡Ah! ¡Y ya te dije que me digas "Lupe"! -Reclamó la niña, haciendo pucheros.
-Y yo ya te he dicho que no me llames "Lore". Soy Loretta -Le contestó con frialdad, mientras le pasaba de lado.
-¡Hey! ¿Y a dónde vas? ¿No vas a ir a almorzar?
-No tengo ham-. -A media palabra, su estómago gruñó, sonando igual que el rugido de un dragón.
-...Entonces, ¿Sí vamos a almor-?
-¡Sí, sí vamos a almorzar! -Contestó Lore, fastidiada.
De hacía un tiempo para atrás, la rutina de Loretta se componía de llegar al colegio, poner atención en clases, realizar lo que le pedían los profes, llegar a casa, hacer sus tareas, jugar con el yoyo, e irse a dormir, y en los intermedios, se encontraba Lupe. Sus conversaciones, para bien o para mal, iban así:
-Entonces, el fin de semana pasado, estaba ayudándole a mi mamá con las compras, y en el parque había una gente como actuando o algo así, y mi mamá me dijo que era una "Pasta Azucena".
-Querrás decir una "puesta en escena" -Corrigió Loretta.
Lupe quedó mirando hacia arriba y con la boca abierta por unos segundos, hasta que volvió en sí, hizo un chasquido con los dedos, y dijo:
-¡Eso era! ¡Con razón a mí también me sonaba raro! -Mencionó, carcajeando.
-Ajá... -Lore no parecía encontrarle lo gracioso.
-¡Bueno, como sea! Después de eso, llegó un mae que una marioneta, y hacía que la marioneta hablara sin tener que mover los labios. A esos se le llamaban...aah...¡Ah! ¡Sí! -Recordó, dejando caer el puño sobre la palma opuesta- Se llamaban "Viento en el culo".
-Ventrílocuos, Guadalupe, ventrílocuos... -Corrigió la rubia, colorada de la vergüenza ajena.
A veces, también podían ir en esta dirección:
-Pssst, Loretta. ¿Sabes cómo hacer la siete? -Susurró a su lado
-¿En serio no la sabes? Pero si lo vimos al inicio del semestre -Respondió, incrédula.
-Es que se me olvidó.
-Pues ese es tu problema, además, no voy a explicarte cómo hacerla en medio examen, así que déjame en paz -Calló y volvió a concentrarse en la prueba.
-...¿Por favor?
-...Argh, es la opción C.
-¡Gracias!
Y había días en que también se hablaban así:
-Qué bueno que ya casi se acaba la clase de educación física. Lo que menos quiero hacer es sudar más de la cuenta -Pensaba Lore, parada sobre la gramilla.
-¡Lore, cabeza! -Gritó Lupe, y antes de que pudiera reaccionar, la extranjera sintió como el balón le rebotó justo en la nariz.
-Por favor, no vuelvas a realizarme un pase dirigido a la cabeza, o un pase en general, Guadalupe -Se quejó, mientras tocaba la curita que la habían puesto.
-¡Vamos, un golpecito en la jupa no es la gran cosa! -Se justificó la trigueña.
-Es fácil para ti decirlo; No creo que tengas algo ahí arriba de qué preocuparte -Musitó.
-¿Me decías algo?
-No.
-...Pero fue un golazo, ¿No?
-¡Ese no es el punto!
Esa era la particular forma en que estas dos muchachas se relacionaban entre ellas: No del todo desconocidas, no del todo amigas; ni blanco, ni negro, sino entre los matices de gris. Tal vez no era exactamente lo que Loretta quería, pero le funcionaba, y realmente, eso era lo único que tenía que ser. Aunque nunca se lo admitió a nadie, siempre conservó la esperanza de que sus padres recapacitarían y se devolverían a Minnesota, tan solo tenía que aguantar un poco más. No obstante, de vez en cuando, sucedía algo distinto...
-¡Buenos días, Loretta! -Saludó Lupe, con la misma efusividad de todas las mañanas.
-Buenos días, Guadalupe -Reciprocó el saludo con porte afable y gentil. Para referencia, el saludo normal de la anglosajona consistía en un monótono y seco "Hola, Guadalupe".
Cada vez que pasaba esto, los demás la miraban como un bicho raro que substituía a Loretta durante un día, ya que andaba por todos lados con una linda sonrisa (Completamente fuera de personaje para ella), y tarareando canciones con suavidad mientras andaba por los corredores. Como imaginarán, la chismosa de Lupe le había preguntado varias veces qué la tenía así, y ella solamente respondía con un tono entre juguetón y enarbolado cosas como "Ay, no sé", "Nada, nada", "¿En serio? No lo había notado", o en otras palabras, no respondía absolutamente nada. Sin embargo, a la salida de la escuela, ambas niñas salieron, dispuestas a separar caminos e irse a sus casas, pero, a la salida, Lupe notó a un hombre desconocido. Era muy alto, y de torso amplio, con pelo castaño, y ojos claros, y le hacía toda clase de señales. La niña, obviamente extrañada, le habló a su compañera:
-Loretta...creo que ese muchacho de allá le está haciendo señas a usted.
-¿A quién te refieres? -Entonces, miró en esa dirección, y quedó paralizada por un segundo, para que después, explotara como un manojo de fuegos artificiales, abriendo sus brazos hacia ambos lados y pegándole un zurrazo accidental a Lupe. La chiquilla gritó- ¡HENRY!
-¡Ven para acá, mi nerd favorita! -E inmediatamente, la abrazó con completa e inequívoca ternura.
-¡Henry! ¡No sabía que vendrías a recogerme! ¡No sabes lo mucho que te extrañé! -Vociferaba rápidamente la hermana menor, sin despagarse del mayor.
-¡Ay, exagerada! Si tan solo ha pasado un año -Carcajeó, al mismo tiempo que vio a la Lupe, inmóvil, seguramente, intimidada por la presencia del alto varón. Tomó la palabra, pero esta vez, en español (Y uno muy bueno, para variar)- Veo que ya hiciste amiga aquí, Lorey-dorey.
-Ah, pues, eh, digamos, de cierta manera, ella-. -No pudo terminar de dar su explicación, antes de que Henry conversara directamente con Lupe:
-¿Cómo te llamas, niña?
-A-ah, s-soy Guadalupe, como la virgen -Contestó, aún asombrada por la contextura del hermano mayor.
-¡Mucho gusto, Guadalupe! -Saludó, dándole la mano con suavidad, para luego, enderezarse y saludar como todo soldado debe- ¡Cabo Henry Robinson, a la orden, señor! -Espetó con seriedad; Seriedad que no le duró ni un segundo, quedando esmorecido de la risa.
Al mismo tiempo que ocurría esto, una voz adulta llamó a través de la multitud de padres y chiquitos conglomerados en la salida, tan solo repitiendo "¡Luuuuupeeee!". Tan pronto como la chiquita distinguió que se trataba de su madre, la buscó con la mirada, y la encontró, caminando directamente hacia ella. No tardó ni un segundo en estrujar a su hija entre sus brazos una vez ella estuvo en rango de agarre, y con voz agitada, dijo:
-¡Ay, mamita! ¡¿Dónde se había metido?! Yo la esperaba en la entrada, y cuando no la vi ahí, ¡Me dio un susto!
-Pero si acabas de llegar, mami -Expuso Lupe, confundida un poco con la reacción de su mamá-. Es que estaba con Loretta, y ella se encontró con este familiar suyo.
-¡Mucho gusto! Soy Henry Robinson, el hermano mayor de Loretta -Saludó al verse referido.
-Es un...placer -Respondió la mamá, pausándose un momento para revisar con asombro al joven recluta, de pies a cabeza. Acto seguido, se enfocó en Loretta-. Entonces, esta es la amiguita de la que me has estado contando, Lupe.
-B-bueno, "amigas" podría no ser la palabra ade-. -Antes de que Loretta pudiera terminar de dar su opinión, Lupe se entrometió con un "¡Sí, mami!"
-Sí, me lo imaginé. ¡Mucho gusto, Loretta! Soy la mamá de Lupe, pero me puedes decir doña Jeanette.
-M-mucho gusto, igualmente -Replicó, haciendo una tímida reverencia con la cabeza.
-Bueno, ya que está aquí, doña Jeanette -Comentó Henry-, yo planeaba llevar a Loretta un rato al McDonald's. No sé si les gustaría acompañarnos -Propuso, ante la cara de shock de su hermanita, y antes de que pudiera meter la cuchara, la otra infante grito:
-¡Yo sí quiero! ¡¿Podemos, mami?! ¡¿Podemospodemospodemos?! -Escupió, poniendo ojos de chihuahua pateado.
-Primero, amárrese los cordones, y segundo, solo un ratito, porque tengo que ir a trabajar a las dos -Respondió la madre, gentil, pero firme.
Henry se ofreció a llevarlos a todos en su carro alquilado al restaurante. Como imaginarán, ambas escolares pidieron una cajita feliz, no obstante, Loretta trató de justificarse con que solo la pidió por las porciones más pequeñas, y que realmente no tenía nada de interés en los juguetes que venían incluidos en ella, pero cuando vio que a ella le salió un horrible payaso de pelo verde, y a la flequillo de tubo, un juguetito de Sailor Moon, su cara la traicionó, al no poder ocultar la recalcitrante envidia que se cargaba. De todas maneras, la felicidad de Loretta estaba en otro lado:
-¡Me saqué cien en todos los exámenes de hoy, Henry! -Compartía, con brillo en sus ojos.
-¡Felicidades, Lorey-Dorey! -Aplaudió Henry con suavidad.
-¡También ya puedo hacer el truco del trébol con el yoyo! -Exhibió ahí mismo, sacando el juguete suyo.
-¡Has mejorado bastante rápido!
-¡Y también, ya puedo pronunciar bien la erre de aquí! ¡Mira! -Expresó, señalando a su lengua para que viera con detalle como lo hacía
-Incluso a mí me cuesta, ¡Eres todo un talento! -Alabó con la misma sinceridad de la primera vez.
-Se nota que eres la luz de los ojos de esa niña -Opinó doña Jeanette, reposando su mentón sobre ambas de sus manos.
-Es tan solo lógico -Respondió, mientras revolvía los cabellos dorados de la "Little sister"-: Papá y mamá la tuvieron cuando yo ya le llevaba bastantes años de diferencia, así que la veo más como una hija que una hermana, aunque, si le soy honesto, no me gusta decirlo así, para evitar que la gente piense que soy un desviado sexual que embarazó a alguien a los diez -Bromeó.
-Me imaginó -Se rio también-. Eres una chiquilla muy afortunada, Loretta, por tener a un hermano mayor tan bueno.
-Sí...mi hermano es el mejor -Respondió la niña rubia con una voz prejuiciosa, mirándola fijamente, y agarrando fuertemente el brazo de su hermano.
-Por cierto, mencionaste que le llevabas bastantes años de diferencia a ella. Perdona mi impertinencia, pero ¿Cuántos años tienes?
-Veintiún años, tres meses, y ocho días, señora.
-¡Wow, vaya que estás joven! Yo ya voy saliendo mis veintes, ¡Pero no me he salido aún! -Comentó la mamá, con una amplia sonrisa.
-No se le nota para nada, doña Jeanette.
-¡Ay, no hay necesidad de ser tan formal! Puedes llamarme Jeanette.
-Claro... -Respondió con una sonrisa un poco incómoda.
-Y...¿Cuánto te vas a quedar por acá?
-Como unas dos semanas.
-Ya, es que, por si querías, podrías pegarme una llamada y si el horario me lo permite, podría darte un tour guiado por acá. Sé que no lo parezco, pero en mi juventud, anduve por todo el país, ¡Desde Peñas Blancas hasta Golfito! Por si te interesa... -Terminó, juntando las puntas de sus dedos índices.
Lupe seguía su comida, Loretta ahora estaba cortándole la circulación al brazo de su hermano con su apachurro, a la vez que sus pupilas se habían contraído en una aterradora singularidad mientras miraba a Jeanette. Henry quedó paralizado unos segundos, hasta que le contestó con una sonrisa:
-Gracias por tu oferta...Jeanette, pero planeaba pasarlo más en casa, con mi familia.
-...Bueno, valía la pena intentarlo -Exclamó despreocupada, encogiendo los hombros.
De repente, los tímpanos de Henry reaccionaron a un estímulo cercano; Se trataba de un televisor colgado en el techo, próximo a su mesa. Estaban pasando las noticias, y el presentador estaba reportando algo que llamó la atención de Henry: "Ahora, en noticias internacionales, la guerra en Afganistán continua, con los últimos ataques de las fuerzas del talibán contra bases diplomáticas y pelotones estadounidenses. Este conflicto se ha extendido, incluso...". Este fue el único momento de toda la tarde en la que Henry permaneció completamente callado y serio, dando toda su atención al televisor. Cuando el segmento terminó, y como si él mismo hubiera percibido su cambio de actitud, puso un carácter risueño y dijo:
-Estas guerras son como lombrices; Solo se alargan y se multiplican, ¿No?
-A mí me dan miedo las lombrices -Compartió Lupe.
-Sí...sí, a mí también, niña -Reciprocó, soltando un suspiro; Loretta mantuvo la mirada baja mientras esto pasaba.
Entonces, una ruidosa canción de metal sonó, e inmediatamente, doña Jeanette sacó su celular, y atendió la llamada. Saludó, asintió, gruño, se despidió y compartió con todos lo siguiente:
-Es mi otro hijo, Fabiancito. Lo dejé con el vecino y me dijo que casi le quemó la cocina. Creo que ya es hora de despedirnos, Lupe.
-¡Mmm mmmm! -Balbuceó, con la boca llena. Tragó, sin atragantarse, y se despidió de ambos hermanos.
Cuando los veían salir por la puerta principal, Henry sugirió que ellos imitarán el ejemplo y se largarán de ahí también. Loretta aceptó, y se preparó, levantando su cajita feliz, pero cuando lo hizo, vio que el juguete que estaba ahí adentro era el de Lupe, o sea, se le había olvidado. Ambos parientes fueron a donde estaban madre e hija de cabello tubular, y fue la niña rubia que fue a devolvérselo personalmente, pero cuando lo hizo...
-¡Es tuyo, Loretta! A como lo veías, pensé que te gustaría más a ti -Explicó, con una cara radiante.
-Oh...G-gracias, Guadalupe -Respondió, con rostro de sorpresa.
-¡Con mucho gusto! ¡Hasta mañana! -Y corrió de vuelta a donde su mamá. Henry puso la mano sobre el hombro de la pequeña, y declaró que:
-Es muy tierna tu amiga, Lorey-Dorey. Ven, vamos al auto -La niña no dijo nada, solo puso una sonrisa, y se fue hacia donde estaban parqueados.
Los siguientes días para la hija menor de los Robinson eran una navidad adelantada. Henry siempre la iba a recoger a la escuela, y después de esta, solo le esperaba diversión y aventuras con él. Iban a una pulpería cercana y siempre se compraban de la misma marca de papitas; La favorita del chico y que solo podía encontrar ahí. Katie también llegaba esos días, y los acompañaba en picnics y en salidas al parque de diversiones: Videojuegos, monopoly, charadas, noche de películas, karaoke; Cada día rebosante de variedad. Eran estos los únicos días en los que Loretta disfrutaba de estar en ese pequeño país del istmo. Solo que, siempre y sin falta, había ratos en que Henry salía de la casa sin decirle a nadie y regresaba mucho después, pero nadie se lo cuestionaba porque era Henry, el mejor hijo que los Robinson pudieran pedir. Tanta diversión naturalmente llegó a su fin, porque el chico debía volver a su patria, pero el chico dejó su mejor regalo para el final.
La noche antes del vuelo, llevó a Loretta a una colina cercana a donde vivían, libre de arboles grandes o postes de luz que pudieran bloquear el cielo nocturno. La llevó con una banda sobre los ojos, y cuando llegaron, se la quitó y...
-¡Ta-rán!
-¡AAAAAH! ¡UN TELESCOPIO! -Chilló con todo el grueso que su voz de once años le permitía.
-Como me dijiste que casi no veías estrellas fugaces aquí, pensé que esto podría ayudarte.
-¡Gracias, Henry! ¡Lo adoro, lo adoro! -Saltaba y se regodeaba.
-La cosa es que...no sé muy bien cómo se usa, y cuando abrí la caja, el manual se lo habían comido las termitas, ¡Pero estoy seguro de que lo vamos a averiguar juntos! -Pasaron la noche ahí, observando al firmamento, y aunque no lograron ver ninguna estrella fugaz, la noche valió la pena.
Era el último año de escuela, y poquito a poco, nuestra niña del extranjero se fue acostumbrando al lugar, a la cultura, a sus habitantes, y a Lupe. Aún sin ser amigas en la definición normal de la palabra, Loretta ahora le comentaba muchas más cosas a la nacional porque, como sabía que la gran mayoría no las entendía, se sentía libre de ser ella misma a su alrededor. Le fue agarrando un gusto a la comida del país, y a la abundante naturaleza del lugar, y más importante que esto, empezó a sonreír más a menudo. Esta imagen suavizada, aunada a la explosión hormonal de muchos muchachos durante esta edad, hizo que muchos de ellos comenzaran a declarársele, pero, si algo era Lore en este tiempo, era rencorosa, y jamás ignoraría como muchos de estos mocosos la habían tratado en el pasado, rechazándolos con sangre fría. Así fue su año, hasta que ya vio que se acercaba la visita anual de Henry, y sus ánimos volvieron a levantarse como la espuma.
Era la tarde del día anterior a su llegada, y la niña se encontraba leyendo un libro sobre astronomía. Había visto en las noticias que mañana, habría una posibilidad de que hubiera una lluvia de estrellas durante la noche, así que dedicó esas horas a prepararse para mañana, hasta que, alguien sonó el timbre de la puerta. Se arrimó por su ventana, y vio a alguien con uniforme militar; No podía ver quién era, porque su boina tapaba parte de su rostro, pero tenía que ser Henry. Bajó rápidamente las escaleras, para ver que sus padres ya le habían abierto la puerta al uniformado. Ya de cerca, distinguió que no se trataba de su hermano, por lo que decidió quedarse espiando tras de la pared, a ver qué quería. No podía escuchar lo que decía desde ahí, pero notó que su lenguaje corporal era rígido, y solemne...De un pronto a otro, su madre se llevó la mano a la boca, y unos segundos más tarde, se desplomó en el suelo, y soltó a llorar; y aquí, con un terrible vacío, Loretta entendió lo que estaba pasando. El llanto de ambos inundaba toda la casa, mas, nunca se había sentido tan silencioso en aquel lugar.
Loretta deambuló; Todo se sentía irreal, y nebuloso, como espejismos que pasaban frente a ella. Sin saber cómo, terminó en su cuarto, y en ese momento donde sentía que no podía razonar nada, se quedó viendo fijamente a su telescopio, que era, ahora, el último regalo de su hermano. Tuvo que pasar una hora entera para que los padres se calmarán, y ahora, tocaba darle la noticia a su hija. Mr. Gerald sería el encargado de transmitir las malas noticias, así que llamó suavemente a la puerta, solo para ver que con los golpecitos que le dio, esta se abrió, y al entrar al cuarto, otro horror se manifestó; El hombre bajó de prisas las escaleras, alertando a doña Amelia:
-¿Qué pasa? -Le preguntó.
-Lo...Loretta...no está.
En la colina, la noche ya empezaba a caer, y ahí estaba Loretta, montando el telescopio por sí sola a gran velocidad, ajustando el ángulo y buscando el sitio exacto para tener mejor visibilidad posible y una vez ahí, ancló el trípode y comenzó a buscar, pero de pronto, un enorme ojo apareció frente a su lente, haciéndola caer sobre su derrier.
-¡Ay, perdón! No quería asustarte -Explicó Lupe, mientras la ayudaba a levantarse.
-¿Qué haces aquí, Guadalupe? -Preguntó la rubia, aún aturdida.
-Buscaba matas de culantro para llevarle a mami...y oye, ¿Tú qué haces?
-Busco estrellas fugaces -Contestó seca.
-¡Ah, sí! Dijeron que hoy había lluvia de estrellas, ¿Verdad? Entonces, ¡Me voy a quedar contigo!
-No cuentes con ello. Vete a casa, Lupe.
-¡No, no quiero! ¡Yo quiero pedir un deseo también! ¿Sabes? -Respondió, fastidiada
-¡¿Cómo sabes que quiero pedir un deseo?! -Reaccionó Lore.
-B-bueno, si estás buscando estrellas fugaces, es por eso, ¿No? -Le contestó, algo confundida con la pregunta. Loretta se lo quedó viendo fijamente, volvió a poner el ojo en el telescopio y dijo:
-Tan solo no me molestes.
Ambas se pasaron las próximas horas con la vista clavada en el cielo, inspeccionando cada rincón de este con la esperanza de que algo se moviera, pero sin aval alguno, más que el infrecuente helicóptero o la desorientada luciérnaga, y la frustración empezó a hervir dentro de Loretta, hasta que tanta presión interna se liberó en un solo estallido:
-¡¿DÓNDE ESTÁN LAS ESTRELLAS?! -Gritó, y empujó el telescopio hacia el suelo.
-¡L-lore! ¡¿Q-qué te pasa?! -Preguntó la otra, asustada.
-¡Nada! ¡Y no me llames Lore! ¡Soy Loretta! ¡¿Entiendes?! ¡LO-RE-TTA! -Vociferó en la cara de Lupe, y esta, aún asustada, mencionó:
-L-loretta...estás...llorando -La rubia se detuvo para subir su mano hacia su cara, y sobre sus mejillas, donde pudo sentir la humedad que se deslizaba sobre estas. Con una voz mínima, casi rondando el silencio, expresó:
-Solo...solo quería pedir un deseo, solo uno. Q-q-quisiera...que mi hermano estuviera aquí, conmigo...p-pero, sé que eso no puede ser porque él...él... -La niña llevaba peleando todo este tiempo por reprimir lo que sentía, creyendo que podría ignorarlos hasta que se fueran, pero no...no pudo- ¡HENRY! ¡NOOOO!
Desfalleció sobre el telescopio, soltando desgarradores gritos, que flotaban como cadáveres sobre los ríos de lagrimas que vertían de ella, sin embargo, se perdían en la lejanía, entre la estridulación de los grillos y el silbido del viento; Casi como si estuviera en el espacio, nadie podía escucharla gritar...
-Yo...yo quería pedir solo una cosa... -Dijo Lupe, con la voz quebrada- quería saber...¿Por qué Diosito se llevó a mi papá? Y también, si algún día lo volvería a ver.
Loretta escuchó en silencio, pero se abstuvo de responderle algo. Unos segundos después, Lupe se limpió las lágrimas, puso un rostro determinado, corrió hacia la yerba aledaña, y se puso a buscar algo, hasta que lo encontró: Una piedra. Entonces, dio cinco pasos atrás, corrió hacia el frente con todas sus fuerzas y lanzó una piedra hacia el cielo.
-¿Qué haces? -Cuestionó Lore
-¡Voy a pegarle a una estrella para que caiga y se convierta en una estrella fugaz!
-Así no funciona, boba. Las estrellas están más lejos de lo que parecen -Respondió con desdén.
-¡No me importa! ¡Bajaré estrellas para las dos! -Confesó con seguridad, al mismo tiempo que la tomaba por las manos y la miraba directo a los ojos con esperanzas- ¡Confía en mí! -Anonadada, Loretta respondió.
-N-no sé...
-¡Encontraré la forma de bajar estrellas fugaces! ¡Así, yo veré a mi papá, y tú, a tu hermano! -La niña extranjera no podía desviar su vista de esos ojos tan llenos de esperanza y fe, y cuando no sabía que sentir al respecto, Lupe susurró solo para ella- ...Te lo prometo
En ese preciso instante, algo más brilló dentro de la pupila de Lupe, y Lore lo vio. Algo blanco y resplandeciente, que dejaba una estela en su camino, por lo que decidió voltearse, para así recibir...a la lluvia de estrellas. Cientas, no, miles de destellos entraban a la atmósfera a gran velocidad, cubriendo el cielo nocturno de infinitas líneas blancas, fragmentando los colores por donde pasaran e imbuyéndose en un onírico remolino arcoíris que disipaba la oscuridad. La tinta y el papel no podrían nunca dar justicia a la belleza inverosímil que esas dos niñas tenían al frente de ellas; Un espectáculo que ellas sentían que era solo para ellas
-¡Loretta! ¡Ahí están! ¡Ahí están!
-Es...hermoso.
-¡Ya podremos pedir nuestros deseos!
-Sí...Oye, s-sí no te molesta, puedes llamarme "Lore".
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