Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

El maldito invierno - Fuga

—Bueno, GGs —exclamó Granada, dándole su mano al rival, mientras el reverberante sonido de su victoria resonaba en el fondo.

Terminada la formalidad, acomodó su pelo, agarró su sombrero y su saco, y camino con paciencia en dirección hacia Duce. Una vez a su lado, le habló directo:

—Te lo juro, pelear contra scrubs es un despropósito, ni siquiera entretiene. Como sea, ¿Contra quién me toca ahora, Duce?

El organizador levantó su mirada de la computadora con desconcierto y preguntó:

—¿Le ganó a Karma Police?

—Obvio, ¿Para qué me pregunta?

—Eso era la gran final; ganaste la gran final...ganaste.

Un tanto boquiabierto, Granada puso las manos en el mostrador, lanzando sus vistazos como dardos ciegos hacia todos lados, buscando el momento en que pasó el torneo. Se puso de espaldas hacia Duce, y mientras miraba al lobby del torneo, preguntó:

—¿Cuántos llegaron hoy?

—Treinta y cinco en la lista, pero no todos vinieron.

El jugador bien vestido escaneó todo el lugar de izquierda a derecha: El salón, envuelto por una diáfana tela con estampados de sobras de las gotas de lluvia que se deslizaban por el vidrio. Contó cabezas: Eran unas once en total, haciendo que el lugar se viera casi vacío. Con el rabillo del ojo, uno de los televisores le llamó la atención, porque parecía que ambos jugadores estaban teniendo un intercambio de palabras agitado, que más temprano que tarde, escaló a empujones. En ese instante, el jugador soltó su control sobre la mesa, y tanto él como Duce y demás jugadores corrieron para separarlos.

Entre le marea de brazos que buscaban alejar a los sujetos, estos no paraban de tirarse de todo: "¡¿Por qué no aprende a jugar mejor, mamapichas?!", "¡¿Ahora YO soy el tiene que aprender?! ¡¿Cómo me va a decir eso cuando usted está usando ese bicho?!", "¡Uy, lloré, mae! ¡Si está en el juego, vale!", "¡Perder con ese bicho es una decisión! ¡Me he hecho pajas que han ocupado más esfuerzo que ganar con Ozzy! ¡Sin ese bicho, usted no es NADA!". Al final, Duce levantó la voz, y les dijo con firmeza que se largaran de ahí y que se les prohibiría la entrada para el siguiente torneo. Con la mirada inquisidora del resto de jugadores clavadas sobre sus espaldas, los dos tipos se marcharon sin hacer más escándalo. Cuando la multitud se dispersó, Duce y Granada volvieron a quedar aislados del resto, lo que le permitió al muchacho dar su opinión al respecto:

—Nunca es un buen augurio cuando las excusas empiezan a sonar razonables.

—Cállese, mae. Esa mentalidad no nos va a ayudar en nada —explicó el organizador, mientras volvía lentamente a su puesto.

—No podemos tapar el sol con un dedo. Desde que Ozymandias salió, todos nos dimos cuenta de que él es, y por mucho, el mejor personaje.

—Pues todos exageran, porque aquí, él no ha ganado nada —contestó, sin despegar la mirada del computador.

—¿Y no es eso justo lo mismo que decían en Melee cuando llegó Woolie? —contraatacó Granada, haciendo que Duce tragara pesado. Pero su retórica no acabó ahí— Además, sea Ozzy el más fuerte o no, nadie quiere pelear contra él y eso es un hecho. Cada vez vienen menos jugadores nuevos, ¡Inclusive algunos tops ya no vienen!

—No todo se debe al personaje. Créeme, este maldito clima no ayuda a subir la asistencia —refutó tranquilamente, levantando la mirada tan solo un poco para ojear la tormentosa acuarela pintada tras las puertas de vidrio.

El muchacho calló, aceptando la realidad de lo que había escuchado, pero sin poder apaciguar la impotencia que eso le producía. Las continuas lluvias y perpetuos cielos grises le quitaban años de vida a todos, él incluido. Se preguntaba cómo en menos de un mes parecía que todo había salido mal, cómo fue que tanto momentum positivo que venía trayendo tanto su vida como la del juego...frenó en seco, y mientras observaba su reflejo en el vidrio, sintió un deseo de jugar con su cabello, enredar sus dedos en este, y hacer pequeños cilindros de pelo de esta manera. Ver esta imagen lo obligó a cerrar los ojos, arrastrar sus manos sobre el arco de su nariz, y mirar hacia el techo mientras soltaba un cansado suspiro. Acto seguido, procedió a caminar con ambas manos en la cintura hacia uno de los televisores, sin embargo, antes de que se fuera a ir muy lejos, el adulto lo detuvo con un recordatorio:

—Cuidado se le olvida su control —dijo, al mismo tiempo que le daba un breve vistazo—...Este es distinto. ¿Qué le pasó al modificado que tenías?

Granada tomó el control, lo malabareó por un momento, y cuando se detuvo, solo se encogió de hombros ante Duce y se fue hacia una esquina. Al mismo tiempo, este le aseguró que no había nada de qué preocuparse, ya que él y Mint Jams estaban "trabajando en algo grande". La noticia suscitó un diminuto interés en él, pero igual que como el sonido de un balazo no mantiene a los pájaros fuera de sus nidos por siempre, el prospecto de "algo grande" no lo iba a sacar del embarrialado sitio donde sentía estancado. Era asfixiante, claustrofóbico, y lo único que deseaba era que todo fuese un sueño; que, si se cacheteaba con fuerza, despertaría de esta terrible-.

—¡Eso, maes! ¡Llegó papi! —Irrumpió CrizpySnax en el venue, remachando la puerta contra Granada, y dejando marcada la figura de su rostro sobre esta.

El chico se recompuso inmediatamente, y levantó la cara, que vestía una desubicada sonrisa y ojos abiertos que contrastaban irreconciliablemente con su nariz sangrante, no obstante, al ver que se trataba de Erick, la emoción desapareció:

—Oh...eras tú...

—¡Uyyy! ¡Qué pichazo te di! Sorry ahí, mae —se disculpó, extendiéndole la mano, la cual Granada rechazó. De nuevo erguido, limpió la sangre con una toalla, y dirigió su atención hacia el recién llegado:

—¿Qué haces aquí? El torneo ya acabó.

—Nada, hacer feo —dijo con sinceridad, mientras jugaba con su arete—. No hay mucho que hacer.

—Eso suena casi a que fuimos tu última opción, ¿No deberías estar con tu tan grandiosa novia que tanto te costó conseguir? —contestó, impregnando su sarcasmo con cianuro.

—¡Claro! Claro, claro —esbozó con seguridad, la cual bajó poco a poco—...eeh, sí, ¡La hemos estado pasando chivísima!, ¡En serio! Cualquier otro día me encontrarías con ella, comiendo en algún lugar bonito, tomándonos fotos, yendo al cine, al parque y...la vara está rara.

—Eso dista mucho de "estarla pasando chivísima" —sonrió pedante—, pero, seamos honestos: ¿Qué esperabas recibir de una persona a la cual amarraste por medio de una apuesta?

—¡Pues algo mejor, mae! —exclamó Erick, efusivo.

—¿A poco?

—¡Se lo juro, mae! Es que, güevon, no es como que le había raptado a los padres o algo. La única amenaza que le di para que se metiera en la vara fue que, si no lo hacía, te ayudaría a ligar con-.

—Detente ahí —interrumpió el jugador, poniendo su mano entre él y Crizpy, y con una voz profunda, habló—. No quiero escuchar ese nombre, muchas gracias.

—Ok...la vara es que, realmente no había ningún motivo fuerte para que ella se metiera de su voluntad en la apuesta, y después de todo el asunto aquel, ¡Mucho menos motivo tenía ella de cumplir la apuesta! ¿Me entiende?

—Sí...un poco. Nadie que no tuviera al menos un poco de interés hubiera participado en esto. Es más como que lo usara como fachada para ocultar cómo se siente.

—A veces quisiera que fuera más honesta conmigo... —suspiró Erick.

—El burro hablando de orejas...

—No voy a mentir, tienes toda la razón...

—¿Y Elena? ¿Cómo terminó todo con ella?

—Sigue igual. Super fría, ya no anda con nosotros en el cole, ni me vuelve a ver.

—¿No has ido a hablar con ella?

—¿Y qué le diría si lo hiciera? —respondió, volteando el rostro hacia Granada, esperando una idea, mientras que este solo se quedó de brazos cruzados. Crizpy estiró cada vertebra de su espalda y se fue, despidiéndose y diciendo que jugaría unas cuantas partidas para olvidarse de todo por unas horas.

De nuevo solo, el jugador no encontró deseo de volver a jugar, tampoco de irse del lugar, solamente recargó su peso contra la pared y se quedó mirando hacia la desgarradora nada, hasta que sintió un leve toque en el hombro que lo sacó de su trance con susto. Apenas volviendo a la realidad, y viendo hacia todos lados, encontró a su siniestra a Alicia, con sus pupilas esmeraldas fijas en él. Antes de anunciar su sorpresa ante tan inesperada aparición, ella lanzó una interrogante sencilla:

—¿Te sientes triste, Gabriel?

El chico soltó un respiro, y llevó su mano hacia la sien para masajearse, mientras explicaba lo que sentía:

—No te preocupes. Solo es que muchas cosas han pasado y en muy poco tiempo. Realmente, es muy difícil explicar todo lo que sucede en mi mente en estos días.

Ambos se quedaron viéndose a los ojos, y Gabriel tomó un momento para reflexionar en algo que daba por sentado hasta ahora: Desde que conoció a Alicia, él tomó sin mucha consideración y de manera involuntaria el rol de hermano mayor que Minerva no podía ejercer, sin embargo, aunque él pueda verse como la figura de autoridad en esta curiosa relación, él nunca ha ejercido verdadero poder en ella, y es porque cada vez que la ve a los ojos, entiende que esa pequeña chica sabe más de él que cualquier persona en el mundo. Dándose cuenta de esto, solo asintió con la cabeza.

La poetisa lo agarró de la manga y lo arrastró con inesperada fuerza hacia el pórtico, y luego, hacia la acera de enfrente, donde lo esperaba una mujer, de espaldas, bajo una sombrilla, vistiendo botas, pantimedias, falda, abrigo y bufanda, todo de negro que, de no ser por sus sutiles movimientos, bien podría tratarse de la sombra fugitiva de alguien más. Al escuchar el sonido de pasos tras ella, se volteó; Era Minerva, por primera vez fuera de un cuarto de hospital en mucho tiempo. El chico esbozó una agazapada, pero sincera sonrisa, y preguntó:

—¿Era necesario que estuvieras de espaldas? Sé que es algo genial, pero por un momento, pensé que Alicia me estaba llevando con una agente secreta o una abogada que me dijera que un tío tercero murió y me heredó un mapa del tesoro.

—No es a propósito... —respondió la mayor de las Ferreto, aún sin voltearse.

Con un paso pausado, el chico se acercó a su costado, en silencio, lanzó un vistazo hacia su rostro, sereno y contemplativo, que se quedaba adherido a un único punto en la carretera; específicamente, un enorme charco.

—Es muy bello, ¿No? —opinó, agarrando a Gabriel desprevenido— Son pinturas naturales. Sus bordes son erráticos; su composición, efímera, e incluso cuando son algo que vemos desde que empezamos a vivir, nunca perdemos la capacidad de sentirnos sorprendidos por su fluido reflejo.

Entonces, caminó hacia el charco, se inclinó sobre sus rodillas, y con paciencia, sumergió una de sus manos en el agua, la dejó ahí por un momento, luego, sonrió, y luego, la sacó. Mientras se limpiaba la mano, y mostrando un poquito de autopercepción, dijo:

—Discúlpame, solo quería sentir los charcos un poco, antes de que tenga que volver al hospital...Gabriel, le dije a Alicia que te preguntara algo, y que si respondías que sí, te trajera aquí.

—...¿Es esto una intervención?

—No, es una disculpa... —paró momentáneamente, y luego, bajó la cabeza— Me quiero disculpar por haberte provocado tanta tristeza, durante tanto tiempo.

El muchacho bien vestido estaba desconcertado por lo abrupto de todo, rascándose detrás de la nuca mientras pensaba en cómo responder. Titubeante, entregó su contestación:

—N-no tienes que disculparte, nada de esto tiene que ver contigo...¿Verdad?

—...Yo no me disculpo sin razón.

—¿Qué dices...?

—La fecha se remonta a hace cuarenta y dos días, en mi visita número trescientos dos a la primogénita Minerva —interfirió Alicia—. En esa ocasión cuyo recuerdo es vívido como las imágenes de los charcos, presenté a... —De forma extraña, la muchachita se calló, hasta que su hermana habló por ella:

—A la persona que le prohibiste mencionar. En el momento que la conocí, sentí que era más que una amiga...la verdad es, que pensé por el más mínimo de los instantes que se trataba de Aurora.

Esta oración le provocó un inesperado vacío, como si el suelo bajo sus pies hubiera cedido por completo. No obstante, se mantuvo firme para seguir escuchando lo que Minerva tenía que decir.

—Desde entonces, imaginé que podía haber un mundo donde ella sería tu revancha con la vida, por lo que perdiste, y una vez estuve segura de que la amabas, le dije a Alicia otra instrucción: "Cuéntale todo lo que pasó hace dos años".

—¿Fuiste...tú? —exclamó Gabriel, con su rostro delatando como su realidad se desmoronaba frente a sus ojos— P-pero, ¿Por qué? ¡¿Por qué lo hiciste?!

—...En otro momento, te hubiera dicho que ella tendría la convicción suficiente para romper a través de la muralla que hiciste entre tu corazón y el mundo, y si bien, hay verdad en eso...estaría incompleta.

Minerva levantó su rostro y llevó su mano libre hacia sus ojos, tocándolos con suavidad, haciendo que Gabriel se cuestionara más seriamente si no estaba en un sueño en realidad. La acción no era una incoherencia onírica o un acto de psicopatía por parte de la chica, sino que estaba removiendo unos lentes de contacto, y estos en particular, estaban coloreados negros. Lo primero que dijo Gabriel fue:

—Son...azules.

—Los de mi madre eran negros, iguales que los de Alicia. Ella también usa lentes coloreados. Este color viene de mi padre...y mi padre también lo es de Damián y Nathan Cruz.

—...¿Qué? —dijo Gabriel, con sus pupilas reducidas a una singularidad.

—Claro, en ningún registro encontrarás eso que te acabo de decir. Soy una hija ilegítima, fuera de matrimonio...una bastarda. Sin embargo, a los ojos de ese hombre, solo fui y seré un escándalo; el fruto podrido de la relación de un hombre importante y casado con una estudiante ingenua y enamorada, una que se aferró a las raíces de ese aciago retoño el cual él exigió extirpar, y por su desobediencia, él la castigó con todos los tormentos que el dinero pueda comprar, haciéndola una paria en su propio pueblo, obligándola a huir y empezar una nueva vida, con un nuevo nombre y un nuevo amor, mientras cargaba aún con las quemaduras del perjuicio y la traición, que a la final, marchitaron su ser, pero antes de volver a la nada, nutrió otro fruto, dejando dos en total: El del engaño y el del amor.

—Por eso es que odiabas a los Cruz...

—Mi madre era buena, pero no podía ocultar su tristeza. Ella nunca me lo dijo, pero después de que se fue, busqué entre sus cosas, donde había un viejo carné con el nombre que tuvo que descartar: Helena Ferreto Esperanza, y ese nombre me llevó a las noticias, al escándalo, y a los Cruz, quienes usaron su influencia para pintarla como una estafadora, una indecente y una desquiciada, y desde entonces, tanto yo como Alicia llevamos su apellido...pero solo yo cargó con su rencor, y fue eso lo que me llevó a encontrarte, y también...

Minerva cerró su boca, pero sus labios temblaban, apenas conteniendo la verdad que rasgaba desde adentro, anhelando el exterior, y cuando la joven inspiró aire, la verdad experimentó la libertad fuera de sus labios:

—...Y-y también me llevó a usarte.

—¿Usarme? P-pero yo te ayudé de mi propia voluntad, tú no-.

—No fue eso, fue algo más. Yo...el día antes de aquella fiesta, en donde esos dos... —apretó fuertemente el puño, y prosiguió— el punto es que, aquella vez, pude espiarlos después de clases, y les escuché decir cosas como "nada puede salir mal, nos estamos jugando el cuello", "Papá no puede enterarse de nuevo" y..."Asegúrate de que Aurora venga".

—¿Tú...sabías? —cuestionó Gabriel, cada vez con el rostro más deformado por todas las emociones encontradas.

—Imaginé que fuera lo que fuera, lo utilizarían para sacar algo de ti, y si obtenía tu ayuda para sacarlo de ellos, tendría evidencia de algo, lo que fuese, con tal de causarles el mismo dolor que causaron a mi madre...pero, subestimé la clase de monstruos con los que trataba, y nunca me detuve a pensar en el peligro que podría correr Aurora

Al terminar de contar todo esto, la presión interna de Minerva finalmente la rompió, y comenzó a llorar, algo que ni Gabo ni Alice la habían visto hacer antes. El jugador deambulaba de espacio a otro, siempre con las manos tras la nuca, buscando qué sacar de todo eso. De repente, bajó las manos, y preguntó:

—¿Por qué hasta ahora me lo dices?

—Porque...desde eso, te volviste mi único amigo. Te lo digo porque, cuando envié a Alicia a hablar con ella. pensé que lo hacía para disculparme por lo que te causé, pero, pero estaba equivocada, y ahora que mis ojos ya no están turbios por el matiz del engaño, puedes mirar el reflejo de mi verdad sobre ellos cuando digo... "lo hice por mí". Desde que te conocí, te usado como mi vicario, alguien cuya vida uso para engañarme con la ilusión de ser algo más que una prisionera: A través de ti, puedo ser una competidora, una amiga, una hermana...y-y pensé, que también podía experimentar amor por medio de ti.

—...Pues ahora, parece que ninguno de los dos experimentará nada —afirmó Gabriel, dándole la espalda.

Acto seguido, las gotas de lluvia volvieron a tomar la batuta de la conversación, ahora que todos se encontraban en un contemplativo silencio. Después de agonizantes segundos en que permaneció petrificado, llevó ambos índices bajo su nariz, inhaló con la fuerza de un tifón tropical, y partió a la mitad la Antártida en que estaban con su voz:

—Hablaremos más de esto después, que no me siento de humor —Entró a casa Sourspot y salió con sus cosas en mano, pero cuando parecía que se largaba, ancló sus pies al suelo, y girando su cabeza unos cuantos grados hacia su espalda, habló—. No me siento capaz de perdonarte, Minerva, pero tú también...Da igual, sabes a lo que me refiero.

Al escuchar esto, la hermana mayor asintió con una sonrisa, escurriendo así su última lágrima. En medio de este reducido espacio de intimidad, Alicia se había colocado en el camino del joven. De su bolsillo, sacó un papel sorprendentemente liso, escribió rápidamente en algunas partes del folio, lo dobló y plegó en varias secciones hasta que terminó con un origami de una mariposa, el cual puso en manos de Gabriel:

—¿Es un poema para mí?

—No.

Gabriel miró la mariposa, confundido, luego a Alicia, y de nuevo a la mariposa, cuando finalmente sus neuronas hicieron cortocircuito, desplegando sus párpados tan rápido como una persiana elástica, al entender quién debía darle el poema.

—En todos los granos del reloj de arena que cayeron durante nuestra convivencia, escapó de mí la noción de que, igual que abejas, y montañas, ella tiene alguna residencia, y-.

—¡No sabes dónde vive, entiendo! —La detuvo con voz exasperada— ¿Por qué debería ir a entregársela yo?

Alicia removió con cautela sus propios lentes coloreados, y con sus perlas azabache, dijo:

—Porque los quiero a ambos, y quiero que no estén tristes.

El chico resopló con los ojos cerrados y guardó con cuidado a la mariposa dentro de su bolsa. Con un árido "No prometo nada" de su voz, tomó rumbo hacia su casa.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro