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Capítulo 7: "Ojos azules"

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Ha pasado un poco más de una semana desde el último torneo; El día era gris, nublado, las doce no se veían distintas de las cinco, y estaba haciendo frío. Loretta y Alejandra, sentadas en un poyo, perdidas en tan melancólica atmósfera, no tenían mucho deseo de hablar; la primera se limitó a leer "El Conde de Montecristo", y la otra, a ojear su teléfono. Fue la chica de gran estatura la que se atrevió a romper el silencio primero:

—Recuérdame, ¿A dónde dijo Lupe que iba?

—Ah, a comprar su almuerzo. Olvidó empacarlo esta mañana.

—Ya...

De nuevo, solo era el repetitivo sonido de zapatos sobre concreto y los residuos de conversaciones ajenas llenaban el espacio. La sajona vio su interés con el libro saciado por el momento, y habló:

—¿Qué ves? No le has quitado la vista en un buen rato. Tampoco te he visto parpadear, la verdad...

—De ser por mí, me cortaría los párpados con tal de no perder ni un solo segundo de esto ¡La nueva colección de Growing Pains! La exhibieron hace tan solo unos días en Tokio —contestó, casi poniéndole el celular en la cara.

—W-wow.

—Lo mismo pienso, querida: "¡Wow!". Un pastiche exquisito entre la ropa de las mujeres trabajadoras de los años cuarenta, modas militares del siglo veinte y un tinte de sadomasoquismo con el uso del látex. Además, siento que este estilo te quedaría bastante chic.

—N-no me veo vistiéndome en látex, sinceramente...

—Hmm, no sería así si Lupe te lo pidiera, ¿O n-? —La siguiente vocal quedó atrapada en la mano de Loretta.

—¡¿Estás loca?! —susurró— ¡¿Cómo se te ocurre decir algo así en público?!

La peliceleste tan solo la miró con desinterés, y señaló la mano que la amordazaba. Lore la quitó lentamente, sin cambiar su rostro de alerta, y Ale retomó la palabra:

—Hacer eso solo te delata más, y tener la piel tan blanca tampoco te ayuda.

—N-no sé de que hablas —contestó, girando su cuello a un costado.

—¿Te tomo una foto para que veas?

—¡No vas a tomarme una foto!

—¿Por qué no? Si hasta estás riéndote.

—¡No me estoy riendo! ¡Son los nervios! ¡Tómate esto en serio!

Ale cesó cuando vio que ya se había sacado suficiente entretenimiento de joder a Lore. Acto seguido, giró la conversación:

—Ahora que lo pienso, nunca me contaste por qué te gustaba Lupe, solo que te gustaba.

—Yo no te conté, tú lo averiguaste sola y me obligaste a admitirlo... —gruñó la rubia, aplanando su mejilla sobre su mano.

—Ah, claro, sí, me ganó la curiosidad, perdón por eso. Encontrar una situación así se me hacía mil veces más interesante que un amor heterosexual llano, silvestre y con sabor a vainilla.

Loretta, viendo hacia la nada, le sonrió a esta, y dijo:

—Ella es tan extraña. Solo piensa en la situación con Gabriel: ¿Por qué se empeñaría tanto en ayudar a alguien que es poco más que un conocido?

—¿Por metiche?

—Es por que le gusta hacerlo, Ale.

—Lo sé, lo sé —expresó con una risa relajada.

—Desde que la conozco, siempre ha sido así de gentil, y cálida...

—Ustedes se conocían desde la escuela, ¿Verdad? —Lore asintió.

—Era una chica distinta; mucho más retraída y algo antipática, y sin muchos amigos...b-bueno, sin amigos del todo. Supongo que eso fue lo que llamó la atención de Lupe en primer lugar... —se detuvo un momento. Pasó su dedo sobre la mesa, dibujando sobre el aire, y luego, levantó la cara al cielo— Ver el cielo así me genera nostalgia, ¿Sabes? Cuando llegué aquí, eso era lo que más extrañaba...

Loretta Robinson había llegado a Costa Rica en 2011, junto con su familia. Su padre había conocido a su madre, una costarricense, en la universidad, y ya pueden imaginar la historia. Veinte años y dos hijos después, al padre, un exitoso hombre de negocios, se le presentó la oportunidad de llevar a su querida de vuelta a su patria querida. El hijo mayor, Henry, ya un adulto, y enlistado en el ejército, se quedó en el norte, mas, el resto de los Robinson migraron hacia al sur. Siendo una niña de nueve años, obligada a dejar el único hogar que había conocido, a los únicos amigos que había hecho en sus escasos años de vida y al hermano que era su modelo a seguir, imaginarán que no fue del todo placentero.

—De vuelta en Minnesota, casi siempre hacía frío, y el cielo estaba obstruido por nubes. Suena triste, pero yo amaba ese cielo, y siempre lo veía en las tardes, soltando escarcha por toda la ciudad —compartió la extranjera, absorbida por su reminiscencia.

—Ustedes, los gringos, siempre presumiendo su nieve, sin experimentar placeres tan simples como ataques de calor y epidemias de Dengue.

—C-cada lugar tiene lo suyo —se rio con algo de culpa— ¿Quieres que te cuente un secreto, Lupe? Pero no te rías, por favor, ¡Promételo!

—Prometo no reírme...frente a ti —juró con la mano levantada.

—Ok...cuando era pequeña, mi hermano me había explicado cómo los cometas estaban constituidos por hielo, y estos, a su vez, eran las estrellas fugaces. Desde entonces, asocié el hielo con estas, y cada vez que veía caer los cristales afuera de mi casa, creía que eran mini estrellas fugaces, así que me ponía a pedir tantos deseos como se me ocurrieron.

La peliceleste puso una mueca risueña.

—¡Ale!

—No se por eso. Recordé que ha un primito le dije que las estrellas eran luciérnagas que se morían y se quedaban pegadas en el cielo. Lloró como una hora entera —compartió con una cara complacida, que rayaba en orgullosa.

—V-viniendo de ti, no me sorprende. Volviendo al tema, aunque fuera una idea bastante ingenua, recuerdo que esa fue una de las razones por las que no me gustaba vivir aquí —mencionó con una mirada más seria—. El cielo no era el mismo; aquí casi siempre estaba el sol, y nunca había nieve, sino un bochornoso calor. Me exasperaba, siempre llegaba cubierta por litros de sudor, me sentía sucia —entonces, y sin que la misma niña se diera cuenta, el tono de su voz bajó y dijo—. Lo odiaba.

Recordaba su primer día; en su historia, el primer calvario. Ella era completamente distinta, un verdadero unicornio: Ojos celestes, modelados artesanales de esmeraldas, un cabello rubio tejido con seda persa, y piel de muñequita de porcelana. La reacción de todos fue la misma: "Era una princesa", no obstante, el castillo en que vivía Loretta era uno de soledad. No es una injuria decir que ella nunca fue buena para hacer amigos; añadan a eso que todavía no dominaba el lenguaje local, y se juntó el hambre con las ganas de comer. Las fallas de comunicación llevaron a los malentendidos, y estos, a las burlas y los resentimientos, por lo que se vio obligada a crear un muro que la protegiera del resto de los niños, generando que algunos se alejaran de ella, o en un todo, la encontraran intimidante.

Incluso con su dominio regular del idioma, Loretta seguía siendo una genio, y le iba excelente en todas las materias (menos español) y esto, tristemente, solo le ganó más apatía por parte del montón, tanto así que unos cuantos indeseables la empezaron a llamar "La princess nerda", un apodo que odiaba con pasión, y aún detesta hasta ahora. El rencor solo hacía más robusto el muro y, en consecuencia, alentaba la incomprensión del resto; Era un círculo vicioso.

—Tal vez sea algo prematuro decir esto, pero...diría que ese primer año en Costa Rica ha sido el punto más bajo de mi vi-.

—¡Ya estoy aquí! —irrumpió Lupe con la sutileza de un conductor ebrio pasando por una escuela.

—¡L-lupe! Estaba extrañán... ¡E-extrañada de que no llegaras! —se corrigió, salvándose por los pelos.

—¡Me imagino! ¡Vieran que filón más monstruoso! Pensé que me perdería todo el almuerzo, pero me pude colar mientras nadie veía —rio con picardía, pasando su pulgar sobre su nariz— ¡Bueno, a comer, que me estoy palmando del hambre!

Mientras engullía su grasoso y barato almuerzo, el cual bajaba como un ratón por la tráquea de una anaconda, la fleco de tubo preguntó:

—¿De qué hablaban?

—N-nada importante, en re-.

—Le preguntaba a Lore sobre su tiempo en la escuela —contestó la alta, sin pelos en la lengua, lo que puso a la extranjera roja como un tomate—. ¿Recuerdas cómo era ella entonces?

Masticó, tragó, respondió:

—Me caía mal.

La respuesta tan brutalmente honesta agarró de sorpresa incluso a la serena Alejandra, mientras que Lore, bueno, si hubiera estado conectada a un monitor cardíaco, ya alguien le hubiera clavado una inyección de adrenalina en el pecho. Sin embargo, Lupe no las iba a dejar con solo una escueta oración:

—Tampoco era como que la conocía. No hablaba con nadie, entonces solo sabía lo que veía, y para mí, parecía que tenías la vida perfecta, Lore: Eras linda, inteligente, tenías papá y siempre te venían a recoger un super carro último modelo. Te tenía celos, pero ahora, s-siento mucha vergüenza cuando pienso en eso—confesó, riéndose con nerviosismo.

—Hmmm, no me sorprende, creo que tu opinión era la de la mayoría...Lupe, nunca te he preguntado: Si pensabas todo eso sobre mí, ¿Por qué te acercaste? —preguntó.

—¿Nunca te había dicho? —reaccionó sorprendida— La verdad, fue un poquito de coincidencia. De chiquita, jugaba a las aventuras, así que me ponía a explorar la escuela sola, y en un toque, llegué a donde quedaba el antiguo comedor abandonado.

—¿El embrujado?

—¡Ese mismo! Ese día estaba jugando a cazadora de fantasmas, así que era el lugar perfecto. Entonces, cuando entré, vi a una chiquita pálida adentro y casi me muero del susto, pero, pasa y resulta que eras tú.

—¡E-espera! —La cortó in promptu— S-sí me encontraste ahí, s-significa que me viste-.

—¡Jugando sola con un yoyo! —exclamó sonriente, mientras Lore tenía en la cara dibujada una expresión de terror— ¿Qué pasa, güila?

—¡N-nada, nada! C-continua, por favor —solicitó la niña de pelo dorado, temblando como gelatina.

—Pues recuerdo que hacías unos trucos impresionantes. ¡Parecía un show de talentos! Pero...te veías triste —recordó, lo cual, también entristeció su rostro un poco.

Loretta permaneció en silencio, haciendo reminiscencia de esas desoladoras memorias. Ese yoyo, tan pequeño e insignificante como era, se había convertido en el único amigo que tenía en esa tierra extraña, y un recuerdo perenne de su hermano, ya que fue un regalo de él.

[20]

—Entendí que no eras mala por ser mala, solo era que no tenías nadie con quien hablar. Creo que pensé "es otra chiquita como yo, solo que habla chistoso". Me da un poquis de lástima que ya no hables así —sonrió con nostalgia, mientras Lore se tapaba la cara de la vergüenza. La fleco de tubo prosiguió—. Entonces, decidí que no merecías estar sola, ¡Así que traté de hacerme tu amiga! ...Aunque terminó siendo un poco más difícil de lo que pensé.

Era natural, todo el trabajo que había ejercido Loretta para construir su fortaleza solitaria, le tocaría a la Lupe derrumbar piedra por piedra. En el proceso, como la bendita niña no sabía cuándo callarse, Lore finalmente encontró a alguien con quien hablar (aunque de manera involuntaria) y así, empezó a aprender el mejor español que existe: El de la gente. Fue pasando el tiempo, y no solo la "parla de calle" se le fue pegando, sino esa intoxicante amabilidad de la chica de cabello tubular que, a cuentagotas, fue cambiando su visión del mundo y de aquellos que lo habitan. Llegó el momento en que pudo disfrutar del Sol; ya se había acostumbrado, gracias a que siempre tenía uno a su lado.

—Yo la verdad no siento que sea la gran cosa, pero, cuando ayudo a la gente, siempre descubro gente excepcional, así que busco hacerlo cada vez que tengo la oportunidad, y esa forma de pensar mía empezó contigo; Cuando resultaste siendo una persona tan linda, tierna y brillante. ¡Es gracias a ti que ahora ayudo a Gabriel! —confesó Lupe, con la misma mirada radiante de aquellos días.

—¡¿A mí?! —vociferó con shock

—Después de encontrar a una amiga tan maravillosa, estoy segura de que alguien igual puede encontrarse dentro de todo el mundo, incluso él. Solo falta que quiera dejarlo salir ¡Así que seguiré buscando hasta encontrarlo! —declaró con amplia determinación en cada una de sus palabras y marcada en todo su rostro, rostro que Loretta ya había visto antes, en una noche estrellada, en una historia para otra ocasión. No hace falta decir lo roja que se puso después de recordar tal imagen. La pobre tuvo que dar el cierre de emergencia a esta situación.

—¡C-c-creo que ya es suficiente hablar del pasado! M—me daría mucha vergüenza continuar hablando de esto —gimió a son de súplica.

—¡Pues a mí me gustó bastante!

Justo en ese momento sonó el timbre.

—Parece que ya nos toca ir —exclamó la chica dientes de lata.

—Adelántense, yo tengo que ir al baño primero —contestó la peliceleste,

—En ese caso, ¡Iremos tú y yo nada más, Lore! —replicó con una sonrisa deslumbrante. Loretta no pudo recomponerse cuando Lupe entrecruzó brazos con ella, y esto fue demasiado para la desahuciada niña de Minnesota, que colapsó al instante, como una pieza de dominó con subidas hormonales.

—¡AHHH! ¡LORE! ¡¿QUÉ TE PASÓ?! ¡ALE, AYUDA! —Gritaba como una desesperada urraca.

—Creo que se le subió la azúcar... —dijo— Te pasaste de dulce... —pensó


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