Capítulo 5: "Extrañas cadenas"
En el comedor, las voces poderosas substituyen el solemne silencio de las horas de clase, como si se tratara de un ser mancomunado exhalando de alivio después de haber estado reteniendo la respiración. Incluso, a veces, la comida era lo de menos; era la plática la que restauraba las energías. Entre todos los bulliciosos comensales de lugar, se encontraban Lupe y Ale, aportando su grano de arena al total del ruido de fondo:
—¡Ay, quiero jugar más! ¡desde el fin de semana, he querido jugar más de Cosmos! —aseguraba la fleco de tubo, rascándose a cada lado de su cabeza.
Ale la miró con incredulidad, se levantó de su silla, tomó a la morena por la testa, y contorsionó su cuello en varios ángulos, mientras decía:
—Definitivamente, has sido infectada, tocara cuarentana e incineración de toda tu ropa.
—¡Suéltame, Ale! —gritaba, mientras zarandeaba su cabeza de un lado al otro— ¡el juego es muy divertido, en serio!
—Ok —la soltó, juntó ambas manos y colocó su barbilla sobre estas—. ¿Es esto lo que piensas en verdad o solo es una excusa para seguir hurgando en la vida de Gabriel?
—No te voy a negar que hay un poquito de eso, pero te lo juro, ¡lo único que tengo en la mente es que quiero volver a jugar! —afirmó con una mirada brillante.
—Mi niña, intoxicada por un canalla —se compadeció Ale, persignándola.
—Lo dices como si yo fuera la inocente niña virginal de una novela y Gabriel, el chico malo que entra en mi vida de improvisto —comparó Lupe entre carcajadas.
—Compararlo a él con un "bad boy" de Wattpad sería lo mejor que una mujer le ha dicho en su vida y ni siquiera lo escuchó. Deliciosamente trágico —exclamó con una risa siniestra.
—¡Qué playada, Ale! —contestó, riéndose— Pero algo es cierto: ¡Ninguna pensó que fuera semejante malparido!
—Nadie ve la basura bajo la alfombra hasta que toca limpiar.
—Me pregunto por qué será así... —meditaba en voz alta, con la vista clavada al techo.
—No le des muchas vueltas al asunto. Tiene un ego grande y frágil en partes iguales; la gente así no busca amigos, sino perros falderos, y lo digo por experiencia —explicaba la peliceleste, tomando un sorbo de jugo.
—Tampoco podía no hacer nada, mae. Hablar con alguien tímido ya es bastante problema; hablar con alguien arrogante es mucho peor, porque te ven como estúpida y un desperdicio de tiempo. ¡Es como hablarle a la pared! —opinó, golpeando suavemente la mesa con el puño.
—...¿Ah? ¿Decías algo?
—¡No jodas, Ale! —reclamó golpeando no tan suavemente la mesa, para luego, reposar con desgano su cara sobre su antebrazo, mientras pensaba— ¿Cómo te haces amiga de alguien así?
Ale se rio con su característica sequedad, tomó un bocado, masticó relajada, y cambió el tema:
—¿Qué se habrá hecho Lore?
—Mmm, había dicho que la habían llamado para algo de su club de química y que no tardaría mucho-¡ouch! —Ale le dio en la frente con el dedo del medio.
—No hables con la boca llena. Como sea, me compadezco de ella. Cuadro de honor, capitana del equipo de olimpiadas de química, ¡ay, no! ¡qué estrés! —detallaba, sacando un ornamentado abanico.
—Tú también eres muy lista, Ale. ¿Por qué es que no te sacas tan buenas notas como Lore?
—Si puedo asegurar un ochenta sin despeinarme, un cien es avaricia. Además, ser primer promedio solo me traería más atención que no busco tener, considerando que—.
—¡A-a-alejandra! —tartamudeo un joven detrás de ella.
—...Trae un cartel, ¿No? —preguntó Ale, con disgusto. Lupe asintió con expresión incómoda, a lo que la peliceleste reaccionó con un... —Me cago en la puta...
[12]
El joven del frente hizo una señal con el dedo, y uno de sus amigos sacó el celular y empezó a reproducir "Niña bonita". Justo para este punto, Alejandra tenía la mano sobre la boca, pero no por la sorpresa, sino para resistir la increíble urgencia que tenía de vomitar.
—D-desde hace mucho tiempo, te había estado viendo y... —Repetía el joven, leyendo una hoja que traía con él, y al mismo tiempo, Ale se decía a sí misma:
—"Poco a poco, estos sentimientos fueron creciendo dentro de mí...".
—Poco a poco, estos sentimientos fueron creciendo dentro de mí.
—¿Qué será hoy, televidentes? Marquen uno si piensan que será rodilla más "Quiero que seas la luz que ilumina el resto de mis días"; marquen dos si piensan que será paso al frente más "Eres tú por quién late mi corazón".
—Para terminar... —dio otra señal hacia atrás, y le pasaron el ramo. Una vez en sus manos, se arrodilló y dijo— quiero que seas la luz que ilumina el resto de mis días.
(Los premios se estarán distribuyendo entre los lectores a partir del 32/13/2124).
El galán finalmente había terminado su declaración, todo el mundo tenía los ojos sobre él y su musa, había suspiros y balbuceos entre la multitud, había una gran tensión acerca de qué pasaría después, y era trabajo de la chica que podía tocar el cielo romperla:
—...¿Cuál era tu nombre? Me parece que no lo escuche —dijo con una apagada gentileza.
—¡O-oh, claro! ¡soy Zacarías! ¡Zacarías flores! —dijo, con la cabeza baja, mientras Lupe estaba intentando reprimir su risa.
—Muy bien, eh, Zacarías —respondió Ale, con sus palmas juntas tocando su labio inferior—. Muchas gracias por el detalle, pero tendré que decir que no, ya que no estoy interesada, no eres mi tipo, y no te conozco, sorry —le dijo, tan claro como el día, y fue a sentarse, no sin que antes Zacarías gritara a sus espaldas:
—¡E-espera un toque! ¡sé que no soy el mejor partido, pero te juro que si me das una oportunidad...!
La muchacha se detuvo en su camino, se volteó con un rostro fulminante y se acercó con un caminar lento y pesado, hasta estar a una distancia donde su sombra consumiera enteramente al joven:
—Por curiosidad, ¿cómo fue que te enamoraste de mí? —preguntó mirándole directamente a los ojos.
—¿C-c-cómo fue? B-bueno, la verdad es que sucedió de repente, siempre te veía en el recreo y quería la oportunidad para conocerte me-.
—Conocerme mejor, huh. En vez de acercarte y tratar de entablar una amistad conmigo...te me declaraste públicamente. ¿No piensas que te estás adelantando?
—¿A-adelantando?
—Primero, tendrías que conocerme antes de querer pasar tiempo conmigo, por ejemplo, digamos que, hipotéticamente hablando, suelo dejar la tapa del baño arriba, o que me meto los dedos en la nariz en privado. ¿Qué pensarías de eso?
—O-oh, b-bueno-.
—O algo más íntimo, como la clase de fetiches que podría tener: Tal vez sadismo, tal vez "cuckholding", o quizás, algo peor, algo que esta apenas al borde de lo moral. ¿Qué pasaría ahí? —exclamó, observándolo con pupilas privadas de brillo, mientras que el muchacho se mantenía en silencio, sudando de pavor.
—Por último, ¿qué tal si llegas a descubrir partes mucho más ocultas de mí? ¿Mucho más...oscuras. ¿Estarías dispuesto a arriesgar tu vida, Zacarías Flores? —Valga la redundancia decir que el joven no pudo responder— ¡Pero bueno! Son solo hipotéticos —afirmó, con una risa incómodamente tierna—, y por cierto, los poemitas rebuscados, las canciones quemadas y las cartulinas baratas matan más amores que la iglesia.
Y esta vez, sí se alejó definitivamente, no obstante, en un lapso de terquedad del cual el joven se arrepentiría el resto de su vida, él le gritó:
—¡No te vayas, escúchame! —Y tomó su mano.
—¡MAE, IMBÉCIL! ¡¿QUÉ ESTÁ HACIENDO?! —le gritó uno de sus amigos con desesperación.
De pronto, Zacarías sintió una presión terrible en la mano, obligándolo a soltarla, y en ese instante, como un flash de una bomba nuclear, todo a su alrededor se tornó blanco cuando cinco mil newtons de fuerza se estrellaron sobre su cara en forma de un puñetazo. Voló por un momento, viendo el techo y las caras atónitas de los demás, mientras sentía como su cuerpo estaba a merced de la gravedad. Cayó sobre el cartel que había traído, rompiéndolo en el proceso.
—Es una lástima que esto terminara así, me hubieras dicho desde el principio que eras un imbécil crónico y no entendías que "No" es "No" —dijo, mirándolo con desprecio.
Justo en ese instante, entró Loretta a escena.
—¡H-hola, chicas! ¡perdón por tardar tanto, pero tuve mucho que hacer y-! ¿qué pasó? ¿otra declaración?
—Dieciséis y contando... —comentó Lupe.
Aunque la violencia suele solo generarles problemas a los estudiantes, esta ha sido una herramienta importante para Alejandra. Su atractivo físico, su comportamiento sofisticado y su aura de misterio la hacían una "inalcanzable" dentro del cole: Envidiada por las chicas, deseada por los chicos.
No obstante, ella no se siente muy complacida con su estatus. No le molesta que todo el mundo la conozca y piense bien de su estilo (Al final, ese es su objetivo), sin embargo, esta atención trajo consigo una terrible consecuencia, ya que, dentro del colegio, declarársele a ella es visto como un acto de hombría, una verdadera hazaña, tanto así que hay una apuesta vigente para ver quién logra conquistarla. El problema es que...
—No me interesa EN LO ABSOLUTO tener novio —declaró enfática a sus amigas y cualquier otro que estuviera en rango—. Si digo "No", no es no de "aún no me decido", o no de "No, quiero que pelees más por mí". ¿Quieres buscar significado donde no lo hay? Lee el horóscopo; mi palabra es evangelio.
—¡Más clara no podrías ser, mae! —la apoyó Lupe con el ceño fruncido
—Todo eso en busca de un reconocimiento arbitrario que reafirme sus propios delirios de grandeza. Los hombres son unos ineptos... —opinó Loretta con ensañamiento.
La alta joven se hacía viento, tratando de bajar los ánimos, y con voz frustrada, habló de nuevo:
—Ay, como detesto dar esta clase de espectáculos, ¡no es para nada Chic! ¡qué cólera! ¡¿Pero cómo no me voy a putear?! Le dije DOS veces claramente, en español y con subtítulos. ¡¿Qué más quiere?! ¡¿señales de humo?! ¡coma mierda, mae!
—No te mortifiques por eso, Ale —reafirmó la fleco de tubo, extendiendo al máximo su brazo para acariciarle la cabeza—. Tal vez el puñetazo no fue la mejor idea, ¡pero el mae ya se la estaba buscando! Además, le va a servir como lección de vida, para que nunca vuelva a pasarse de intenso. Así que no te estreses más, chica, todo está bien ahora —le dijo con voz cariñosa.
—Gracias, Lupe, y por favor, continua con tu masaje, así se me va a quitar el estrés —solicitó la alta joven, plácidamente.
—La acaricias como si fuera un gato —compartió Lore entre risillas medidas.
—Si viera una gata tan alta como Ale, debería estar loca para ponerme a acariciarla —le contestó, riéndose también—. Por cierto, ¿por qué tardó tanto lo tuyo, Lore?
—Eeh...a-asuntos aburridos de olimpiadas, ya sabes —explicó con cierta inquietud.
—Ya veo...Ay, quiero volver a jugar Cosmos —volvió a decir la Lupe, estirándose sobre la mesa.
—Es un juego adictivo —contestó la rubia con una suave sonrisa—. Siempre puedes venir a mi casa a jugar cuando quie-.
—¡Oh, no, no! No quisiera distraerte de tus estudios cada vez que tenga ganas de jugar.
—S-supongo... —respondió cabizbaja
—¡Pero tranqui, que tengo un plan! Fabi y yo hemos venido ahorrando por si acaso había algo que ambos quisiéramos y no tuviéramos suficiente plata para comprarlo solos, ¡así que planeó usar eso para comprarme el juego!
—Ya veo. En ese caso, debes convencer a Fabi para que él también esté de acuerdo en usar así el dinero ¿no?
—¡Todos mis planes están fríamente calculados, Lore! Además, les quería decir que el torneo de Cosmos es este sábado, y quería que fuéramos a competir juntas.
—Pero yo ni he tocado el juego... —contestó Ale, escéptica.
—¡Eso es lo de menos, mae! ¿no lo ves? ¡Es justo el espacio donde puedes poner en su lugar a todo mae majadero que se te acerque! ¡y no te pueden decir nada, porque los golpes son solo en el juego!
—¿Romper los orgullitos de porcelana de los hombres? ¡ja! Lo haría hasta de gratis. Te la compro, Lupe.
—¡Esa es! ¿y tú, Lore? ¿quieres hacer estragos conmigo en ese jueguito? —preguntaba, con entusiasmo y tomando ambas manos de la extranjera.
—S-s-sí... —respondía, mandando la mirada hacia cualquier lado donde no estuviera la cara de la trigueña, a riesgo de hacer combustión espontánea si la veía a los ojos.
[13]
Al final, el resto del día terminó siendo tan mundano, común y silvestre como cualquier otro día. Ya separada del grupo, Loretta abrió la puerta de su casa, dejando salir un olor a cloro; la señora que venía a limpiar la casa de vez en cuando la saludó gentilmente. La señorita respondió de igual manera, y le preguntó si había algo en la que la podía ayudar, pero la señora le respondió que podía estar tranquila, que ella se encargaría de todo.
Con eso aclarado, tomó un paquete de galletas y un vaso con jugo, y se lo llevó a su cuarto en el segundo piso. Ahora, estaba en completa soledad, con solo el sonido de los pájaros fuera de la ventana para acompañarla. Empezó, sacando un libro y poniéndolo sobre el escritorio, luego, se levantó y lo sostuvo entre sus manos, después, se recostó sobre la alfombra y lo leyó mientras sostenía su cabeza con ambas manos; más tarde, se echó sobre la cama y lo puso justo apuntando hacia el techo; Todo esto pasó en un lapso de cinco minutos. ¿La razón?
—No quiero estudiar aún... —pensó la muchacha, mientras dejaba el libro y se sentaba sobre el colchón.
En esta posición, quedó mirando hacia su ropero, viéndolo fijamente como si esperaba que algo fuera a saltar fuera de él. Se levantó y caminó hacia este, lo abrió y dirigió su mirada hacia un pequeño cofre decorado dispuesto sobre uno de los estantes. Después de unas cuantas miradas furtivas y una uña mordida, aseguró la puerta, volvió hacia la caja, metió su mano dentro de su camisa, sacó una llave dorada que pendía de un collar y abrió el cofre. Adentro, estaban fotos, recuerdos y demás cachivaches con inmenso valor sentimental, pero había dos cosas a destacar: Una foto enmarcada, donde están Loretta y Guadalupe de niñas, y con ellas, un hombre alto, joven y corpulento, de pelo castaño, ojos azules, todos sonriendo hacia la cámara. La rubia tomó la foto y sonrió con melancolía.
El segundo objeto era más peculiar; un yoyo. Este era de un hermoso color rojo y se notaba en muy buen estado. Al inicio, parecía que la rubia estaba insegura de tomarlo, repasando cada esquina de su habitación con la mirada, un, dos y tres veces. Daba igual; no puedes ocultar el crimen si el tribunal lo llevas adentro.
Ella sacudió al jurado fuera de su cabeza, y con el juguete en mano, suspiró, estiró el cuerpo un poco y dejó ir al yoyo. Bajo su dominio, el yoyo se convertía en un cometa rojo que orbitaba como luna alrededor de ella, la cuerda se perdía por breves instantes, dando la impresión de que el juguete de madera flotaba de su propia voluntad, hasta que frenaba con violencia, saltando lejos de esa delgada cadena, hasta que la chica lo atrapaba en el aire con un latigazo; un espectáculo realmente glorioso. Con una última sacudida, el disco rojo escapó de la cuerda y cayó en su mano. Acercó el juguete para verlo más de cerca, en una de sus caras, escrito con marcador negro decía "¡Feliz cumpleaños! —Henry"; sus párpados temblaban ligeramente mientras leía. Inspeccionó el reverso, donde venía otro mensaje, pero del fabricante: "Edades: 5-12 años". Fue entonces cuando su semblante se tornó serio, y se volteó a mirar el espejo de su escritorio, concentrándose en la mano que sostenía el juguete, bajando un poco las cejas con cada segundo que pasaba.
El yoyo cayó sin mucho cuidado de vuelta a la oscuridad del cofre. La joven cerró el candado, suspiró y se sentó de vuelta en su silla, cuando su visión se desvió hacia otra distracción, esta vez, hacia su televisor, específicamente, a la solitaria caja de Cosmos en el mueble. Se acercó y tomó la caja, mirando fijamente a uno de los personajes (ya imaginarán cuál), luego, volvió su rostro hacia la negra y refractante pantalla y se dijo a sí misma:
—Si es un torneo, debería practicar un poco...
En otro lado de la gran ciudad, en otro barrio, en otra casa, dos hermanos se encuentran uno frente a otro, observándose fijamente, en silencio, cuando de repente...¡FWISH! ¡se lanza la primera estocada!:
—¡Fabi, Fabiancito! ¡holis! ¿cómo andas? —habló Lupe, con arcoíris y flores adornando cada una de sus sílabas.
—¡Ah! ¡mi tierna y amada hermana mayor! ¡luz de toda la casa! —contestó el hermano con el brillo de una armadura cubierta de gemas preciosas— Yo, estoy muy bien, gracias a Dios ¿Y tú?
—¡Muy bien! —se rio Lupe.
—¡Me alegro! —imitó el gesto, y así, el cuarto se inundó de una cacofonía de carcajadas que carcomían la paciencia, hasta que el silencio y los rostros estoicos cayeron de improvisto— Entonces...ya quieres usar EL dinero.
—NUESTRO dinero, así es. Tú también, ¿no? —le respondió la mayor con confianza
Ambos mantuvieron el contacto visual, sin ni siquiera dar espacio a algún arbitrario parpadeo, esperando a que el momento apto se presentara. El cantar de los pájaros de la tarde calló un momento, el viento también. Entonces, el reloj marcó las cuatro, y con endiablada velocidad, ambos desenfundaron sus celulares, para mostrar al otro el deseo de su corazón. Fabián, el opinador más rápido del oeste, dijo:
—¿Una consola de juegos? Tras otaku, gamer. Le diré a mami que no espere nietos tuyos —se deleitó el muchacho con su chiste.
—Ja. Ja. Chistosísimo, Fabi —contestó la fleco de tubo con fastidio—. Lo tuyo tampoco es mejor. Es solo un set de vajilla.
—¡EL set de vajilla! ¡Son solo de los que vez en restaurantes con estrellas Michelin! ¡Y están en oferta! De solo poner lo que cocino en un plato así, sabrá diez veces mejor. ¡LO NECESITO! —confirmó con desesperación.
—Para eso, ¿No puedes hacerte, no sé, diez veces mejor cocinando?
—¡No quiero servir boeuf bourguignon en el plato de Hulk que nos ganamos en el bingo, mae! ¡es "Hulk aplasta"! ¡no "Hulk degusta"!
—¡Ya, relájela, mae! Tú ganas, compramos la vajilla... —el chico de cabello amarillo apretó el puño en son de victoria, pero la chica no había acabado— Ahora, ¿Qué le voy a decir a Ale?
De pronto, la cara del niño quedó petrificada ante la inesperada mención del nombre.
—¡Epa, epa! ¡espérese! ¡¿c-cómo que Ale?!
—Ella también quería probar el juego, pero, diay, creo que no se va a poder... —mencionaba, a la vez que se encogía de hombros.
—Y-y digamos, de manera hipotética, que compras la dichosa vara: ¡¿Ale vendría más seguido a la casa?!
Guadalupe, con una sonrisa pícara, su índice enredando los mechones de su flequillo, y segura de su victoria, cantó la respuesta:
—¿Quién sabeee?
La astucia de la primogénita había ganado el duelo, y para las horas restantes de esa tarde, ambos se dispusieron a contar el dinero guardado. La trigueña dio el monto final:
—Cien mil colones.
—¿En serio? A lo que conté, falta un montón —dudó Fabi, masajeando su sien con el dedo.
—Aparté la mitad: Cincuenta para ayudar a mami con la cocina nueva, y cincuenta para tus platos —esclareció, mientras ponía dos bolsas con monedas y billetes en sus manos.
—Pero...¿crees que te vaya a alcanzar? Son ocho años de ahorros y-.
—Donde el hermano de Brandon me la dan con descuento, relax.
El muchachito observó brevemente el dinero en sus manos; acto seguido, soltó la bolsa al lado de su hermana y le dijo:
—Los platos pueden esperar. Un chef sin cocina solo es alguien con un gorro chistoso.
Sorprendida, pero contenta, Lupe le sonrió, para luego, lanzársele encima y ponerlo en una llave de sumisión, mientras decía:
—¡Más te vale que seas así de caballeroso con Ale y no se te ocurra ninguna cochinada!
—¡Déjeme en paz, mae! ¡lo mío con Ale es platónico! ¡un simple mortal como yo solo está feliz de vivir en la misma era que ella! —juró, mientras palmeaba el suelo con su única mano libre.
—Ajá... —contestó, con injuria.
—¡Es en serio! ¡ella es una diosa griega! ¡la reencarnación de Afrodita! Es la misma sensación que alguien siente al ver una obra de arte que les toca el alma, como cuando veo uno de los exquisitos platillos de Paul Bocuse, de Gordon Ramsay, de Alphonse Brienne. ¡Es simplemente otro nivel!
—Entonces, te quieres comer a Ale, ya capté -compartió la mayor, soltándolo.
-¡QUE NO, NECIA! —encaró de inmediato— Una güila con el cerebro tan corrompido por novelas de Wattpad jamás entendería las variopintas expresiones de amor que van más allá de lo meramente romántico.
—¡Ay, se nos freseó Fabi!
—¡Argh! ¡qué jodedera con vos! ¡¿sabe qué?! ¡me voy a mi cuarto! —refunfuñó
—¡Límpiate la mano cuando termines de "apreciarla platónicamente"! —le gritó su hermana, a lo que él solo respondió sacándole el dedo del medio.
Guadalupe siguió riéndose en el piso, hasta que se quedó sin aire. Mientras estaba tendida, se volteó hacia un costado, y su mirada quedó viendo debajo de su cama, donde sus ojos quedaron pegados a una particular caja, e inmediatamente la vio, un frío le recorrió el cuerpo, como si hubiera encontrado un cadáver. Se metió hasta el fondo y sacó el objeto. Era una guitarra dentro de su estuche de cuero duro, con una inscripción cocida sobre este: "Jacoba". La chica veía a la guitarra por breves instantes, antes de volver a desviar su mirada de ella, su cuello se ponía rígido, y su frente, sudorosa; era esa incomodidad que produce ser vigilado. Miró a un barato calendario colgado en su pared y pensó:
—Tres años...parece mucho tiempo. Debo empezar a tomarme las cosas más en serio y...¡no! ¡aún tengo tiempo! Aún puedo divertirme con las chicas, en el equipo de fútbol, y ayudar a Gabriel. Después de eso, ¡me meteré de lleno a aprender para entrar a la U!
Después de apagar sus propias dudas temporalmente, habló en voz alta.
—¡Además, ya he mejorado un poco! ¡Démosle!
Tomó el instrumento y lo acostó en su regazo, extendió su brazo cuan largo era, y lo dejó caer sobre las cuerdas. "¡Wrinnng!", un sonido que podría hacer pensar a cualquiera que era una rata asustada corriendo encima de las cuerdas, tenía más armonía una flema.
—¡Argh! ¡Cochinada de instrumento! ¡Qué ganas me dan a veces de partirlo a la mitad! —exclamó, con la vena de la frente hinchada, no obstante, respiró lentamente y se calmó un poco— Pero si lo hiciera, probablemente mami se encargaría de hacer lo mismo conmigo. Da igual, puedo dejar eso para después, porque ahora, toca pensar en el torneo.
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