Capítulo 26-IV
Al mismo tiempo, muy lejos de ahí, un bombillo rojo brilló y zumbó encima del marco de una compuerta metálica , y se escuchó una cerradura abriéndose, dando entrada al grupo de estudiantes de la excursión dentro de los laboratorios de Ad Astra Rocket, con Lupe y Lore yendo a la cabeza:
-¡Qué montón de máquinas tan grandes hay aquí! -Admiraba Lupe, con la boca abierta.
-¡Es un lugar maravilloso! -Expresaba la rubia nerd, maravillada con todo el equipo de punta a su alrededor.
-¡Es casi como si estuviéramos en el futuro! ¡Las puertas, las ventanas, los baños! ¡Hasta tienen un jetpack aquí! -Opinó, mientras señalaba un contenedor cilíndrico de color cromo.
-C-creo que ese es un extintor, Lupe...
-¿Del futuro?
-Más bien, de Amazon -Corrigió el guía del grupo que estaba ahí cerca- ¡Síganme aquí, jóvenes! Aquí están los equipos principales que utilizamos para realizar nuestros experimentos con el motor de plasma -Indicó el hombre, apuntando al gigantesco diseño mecánico, al mismo tiempo que se acercó a una escotilla al costado del aparato y procedió a abrirla.
Toda la brigada observaba expectante, mientras el sujeto se metía dentro de aquel sarcófago de hierro en búsqueda de algo, y cuando finalmente lo encontró, ¡Salió de ahí para revelar que se trataba de...una lonchera con el logo de la compañía.
-E-es que todavía están reparando el refrigerador en el comedor -Explicó el guía-. No pasa nada si no se está utilizando el motor, pero si ese fuera el caso, eso podría acabar con la vida como la conocemos -Reveló ante todos los niños sin nada de tacto-...¡Es una broma! ¡No me crean! Peeero, es posible que la presión vuele la escotilla y mate mínimo al pequeño de allá al fondo -Señaló a un pobre chico de sétimo año, al cual todo el color de la cara se le fue directo a la vejiga, mientras que el guía continuaba-...o tal vez sí sobrevivas. No sería una buena vida, pero es algo.
Ante el pesado silencio del lugar, el guía dio una fuerte palmada y dijo:
-¿Quién quiere aprender acerca de motores de plasma?
Mientras el amigo de los niños iniciaba su explicación detallada del trabajo diario del centro de investigación, Loretta mantenía su oído atento al discurso, y su mirada, inseparable de la fleco de tubo. Sentía que se veía más bella de lo normal. No solo sus ojos traicionaban su silencio, sino que también sus manos, como provistas de mente propia, deseaban entrelazarse con las de la chica trigueña, y tenía que usar la derecha para agarrar la muñeca de la izquierda y mantenerse detrás de la raya que ella misma trazó.
Terminó la exposición científica, por lo que muchos aprovecharon para tomarse fotos, preguntar si ofrecían vacantes, y demás cosas antes de que llegaran los buses, que irían directamente al hotel. Del edificio al centro de Liberia era un salto, y una vez pusieron pie en el lobby del lugar, la profesora coordinadora asignó a los estudiantes sus cuartos, dividiéndolos de tal manera que mujeres quedaran con mujeres, y hombres, con hombres, todo esto, explicó la profe, era para que "nadie se devuelva a casa con una anécdota para toda la vida". A los chiquillos no les podía importar menos la distribución, porque lo único que querían eran las llaves para dejar todo y zambullirse en la piscina del complejo.
No falta decir que nuestras chicas quedaron en la misma habitación (Pausa para suspirar de sorpresa...listo, sigamos), además de la capitana del equipo de futbol y Olivia, la chiquilla fan de Loretta. Había dos camas matrimoniales, así que tendrían con compartir, y bla, bla, bla, chicas en la misma cama. Como el norte del país es la clase de lugar donde puedes romper un huevo sobre tu mano, y a los tres minutos, lo tendrás frito ahí donde los sostienes, imaginarán que Lore sufría estar ahí más que un parto, por lo que se apuró en ponerse su traje de baño. Se lavó el sudor en la ducha, y salió exhibiendo el nuevo fit que había comprado para la ocasión (Con ayuda de Alejandra). Era sencillo pero efectivo; Un traje de una sola pieza, liso y negro por debajo, y con un patrón de rombos de tonos verdes por encima, y un escote moderado en la espalda. Con la pena matizando sus mejillas, Loretta preguntó:
-¿C-cómo me veo?
-¡Estás...preciosa, nena! -Expresó la fleco de tubo, abriendo bien sus ojos para captar toda la geometría de la anglosajona; Acto seguido, se desplazó a su lado, y metiéndole el codo suavemente por debajo de las costillas, le preguntó- ¿A quién tratas de amarrar, ah?
La joven caucásica tan solo ignoró la pregunta, lanzando una risilla culposa hacia un lado, y cambiando de tema al instante:
-¿No te vas a meter a la piscina conmigo?
-¡Ah, no! ¡Por su pollo!
-Entonces, ¿Cuándo te vas a ir a poner tu traje de baño?
-¡No hace falta! Yo lo traigo puesto -Y procedió a desvestirse ahí mismo, ante el desconcierto de Lore.
Una vez sus pantaloncillos cayeron al suelo, Loretta absorbió la silueta entera de Lupe. Vino con un "Ruffle bikini" de dos piezas, con la superior cubierta de varios pliegos de tela ondulados, mientras que solo uno en la pieza inferior, aproximándose a una pequeña falda. El corazón de la muchachita extranjera comenzó a bombear sangre como si la estuviera persiguiendo un león, y añadido al traje era la figura ya atlética y definida de la ñoña de Lupe. Todo esto confabuló para que una de sus rodillas flaqueara, casi desplomándola hacia el suelo.
-¿Diay, qué te pasó, Lore? -La sostuvo Lupe, preocupada.
-D-d-debe ser el calor, no te preocupes -Explicó falazmente.
-Pero si acabas de salir de la ducha... -Contestó, legítimamente confundida.
-Ah...pues...p-pudo ser que un pulso gravitacional espontáneo salió justo en esta coordenada y me derribó. ¡Sí, debió ser eso! -Obviamente, eso era una mentira.
-Oh...¡Ok! -Obviamente, Lupe se la creyó.
Entrar en las frescas aguas de esa piscina se sintió como la gloria, y fue aquí donde también Loretta pudo ser un poco más laxa con sus propios límites, debido a una pequeña cosita, que es que no era la más habilidosa nadando, y al darse cuenta de esto, Lupe nunca dejó que estuviera lejos de ella durante toda la bañada. Hacían los típicos juegos de lanzarse agua y ver quién podía aguantar más le respiración, y como el sol aún estaba vivo, cada vez que pringaban hacia el cielo, se podía distinguir un momentáneo arcoíris; Tan bello espectáculo, y para la rubia, era secundario a ver a Lupe con su fleco mojado.
El lugar también tenía un tobogán, del que lógicamente se lanzaron unas diez mil veces, con la rubia siempre agarrando fuertemente a su amiga por la cintura, mientras alarmas y chispas volaban por su mente, al estar sintiendo la desnudez de una parte de su chica que no había tocado antes; esa intimidad que para alguien mayor pueda parecer mundana, pero no para alguien en pleno descubrimiento de su ser y de su propia sexualidad. Cuando se sintieron cansadas, salieron de la piscina y se pidieron unas suculentas salchipapas para compartir, y ahí estaban, al borde de las aguas pobladas por energéticos mocosos de secundaria, mientras hablaban, se trataban de robar las papas de la otra, se tiraban agua con los pies, y lo más importante, reían, reían juntas y reían solas, como tanto lo quería la enamorada.
Cuando ya no se podía divisar el sol, y todos los chicos tenían los dedos tan arrugados como pasas, la profesora llamó a todos fuera del agua y directo a sus cuartos a vestirse, porque para las siete, sería la hora de la cena, y había dos opciones: Ir o no comer. Con el ultimátum claro, nuestras protagonistas se pusieron una ropa más fresca para la noche y partieron junto con sus compañeras de cuarto al comedor. La comida era tipo buffet, entonces tomabas lo que querías, y mientras algunos, como Lore, se decantaban más por la idea de una cena ligera, otros...
-¡Buen provecho! -Exclamó Lupe, poniendo su plato sobre la mesa, soltando un pesado estruendo al hacerlo.
-Qué talento para balancear todas las opciones del menú en un solo plato...
-¡Gracias, capi!
-Vamos, Lupe, que no estamos en el cole. Solo llámame Yolanda -Sonrió la capitana.
-¡Ups, perdón! Es la costumbre -Contestó entre risillas, enrollando su fleco con el tenedor.
-¿No crees que sea demasiado para ti sola? -Cuestionó Loretta, intimidada por la montaña de comida que se erigía frente a ella.
-¡Dijeron que era buffet incluido y no lo voy a desperdiciar! ¡Además, todo aquí se ve riquísimo, así que voy a probar un poquitico de todo! -Reafirmo la chica trigueña- Ahora, cuídenme esto un toque, mientras voy por el postre, ¡No me tardo!
La hambrienta puberta salió expedida con fuerza en busca de su rebanada de tiramisú. Ya en la mesa de refrigerios, solo quedaban las migajas, pero de milagro, aún había un único postre rogando por ser devorado, y Lupe no hizo caso omiso a la plegaria. Sin embargo, cuando fue a tomarlo, vio que otra mano que no era suya también agarró el borde del plato. Al mirar hacia el frente, se encontró con la otra comensal, que se trataba de una muchachita de su misma edad, con piel algo pálida, mejillas moteadas por pecas, cabello rubicundo, ojos oscuros, y tan solo un poco más alta que ella. Nuestra protagonista quedó algo sorprendida por la linda chica, y soltando el plato, dijo:
-Uy, disculpa, no vi que tú ya lo habías tomado...
-¡Ah, no! Para nada -Contestó la otra joven, con el mismo grado de pena- De hecho, sería mi segunda porción, ¡Pero es que estaba tan rico, y lo vi tan solo, que pensé que nadie se lo comería!
-Descuida, lo entiendo. Cuando mi mamá trae mangos a la casa, nunca me puedo comer solo uno -Carcajeó Lupe, y la otra chica no pudo evitar imitarla, y por esta nimiedad, terminaron conversando.
Pasó un rato, y justo cuando Loretta estaba a punto de preguntar dónde estaba Lupe, con el rabillo del ojo logró verla caminando hacia su mesa, pero curiosamente, sus ojos no estaban dirigidos a la fleco de tubo, sino a su acompañante, que le provocó un vacío repentino. Cuando estaban en rango para hablar, Lupe saltó a las introducciones:
-¡Y ellas son mis compañeras! ¡Chicas, les presentó a-!
-A-aurora -Interpuso la rubia involuntariamente.
-¿Qué tal, Loretta? -Respondió alegremente la chica rubicunda
-¿Cómo, cómo, cómo? ¡¿Ya se conocían?! -Reaccionó Lupe, pelando los ojos.
-Hace unos años, en uno de los exámenes para olimpiadas de química. Me gustaría pensar que soy su rival, pero Lore es demasiado buena -Admitió Aurora.
-N-no es para tanto -Contestó la extranjera, con rubor en sus mejillas, y sin mirarla directo a los ojos-. H-hablando otro tema, no te había visto desde mi quinceaños
-¡Tienes razón! Aquella vez, me tuve que ir temprano, pero cuando fui a buscarte para despedirme, no te encontré -Recordó en voz alta.
-¡Oh! ¡Yo creo que ya sé por qué! -Expresó la Lupe, chasqueando sus dedos- Te cuento: Aquella vez-.
-¡Lupe! -Volvió a interrumpir Loretta, pero esta vez, con una firmeza reverberante en su voz, dejando a todos congelados por insoportables segundos hasta que la anglosajona realizó control de daños- ...Ehm, Lupe, quisiera que eso fuera...mi secreto de quinceañera, si no es molestia -Aclaró, con el índice frente a su boca.
-Aah, n-no, para nada. Bueno, Aura, ya la oíste.
-Supongo que será una historia para otro momento... -Suspiro con decepción- ¡Ni modo! ¡Fue un placer encontrarlas a ambas aquí! -Se despidió de beso con ambas.
-¡Igualmente, chica! ¡Tal vez podamos hablar más mañana! ¡Chao! -Exclamó Lupe, agitando la mano mientras veía a Aurora alejarse. Al perderla de vista, se dirigió a su mejor amiga- Es muy buena gente Aurora, ¿verdad, Lore? ...¿Lore? ¡Alóoo! ...¡LORE!
-¡AAAH! -Gritó del susto.
-¿Qué te pasó? Te desconectaste de la nada. ¿Será que te está mareando el calor?
-No, no es eso. Tan solo pensaba en...Olvídalo -Expresó, zarandeando la cabeza, e indicando que se fueran a comer.
Lupe accedió, pero no pudo evitar quedar con una espinita de duda clavada, tratando de sacar una conclusión del por qué Loretta se había tornado tan ensimismada y ansiosa de repente. Lo más irónico de esto es que la propia Loretta tampoco podía poner en palabras por qué se sentía así, o, mejor dicho, no quería aceptarlo, porque si hay un sentimiento que mata en las guerras, incluso en las más diminutas como las guerras del amor, es la culpa.
También, algunos se preguntarán "¿Cómo es que Lupe parece no reconocer en lo absoluto a Aurora, aun cuando ella ya escuchó toda la historia de Gabriel previa a su cambio de colegio?". Bueno, atentos lectores, la respuesta es sencilla: Nunca la había conocido porque, si bien Alicia le contó la historia, su hermana mayor le instruyó explícitamente para que no mencionara ningún nombre de las personas involucradas más que Gabriel, obviamente previendo que Lupe fuera a hacer alguna investigación que terminara desenterrando aún más heridas. Con eso aclarado, continuemos.
Ya se estaba haciendo un poco más tarde, y el agua de la piscina, más fría, por lo que menos personas quedaban nadando. Lupe, percibiendo que su amiga se sentía agobiada por algo, la invitó a caminar por el terreno del hotel y tomar un poco de aire fresco, y por invitar, me refiero a arrastrar fuera de la habitación. Aunque inicialmente indispuesta, el frescor del viento nocturno en verdad calmó sus ansiedades, y además, era otro momento para charlar a solas con Lupe: ¡Premio doble! Era divertido caminar entre los jardines del hotel, entre risas y cantos de chicharras, entre pisadas sobre el cemento y sonidos en el viento, entre silencios tímidos, y palpitaciones delatoras. Cuando le dieron la vuelta al complejo, Lupe saltó al recordar algo y le pidió a Loretta que se quedara parada justo donde estaba. Entró al cuarto con poca delicadeza, y salió de la misma forma, sacando lo que parecía una gran alfombra de trapo, y sin un segundo que perder, la amarró a dos columnas de madera aledañas, y presentó con orgullo su última magnum opus:
—¡Ta-rán! ¡Una hamaca, para su conveniencia!
—¡No inventes, Lupe! —carcajeó la rubia
—¡Esto es mejor que cualquier cama matrimonial! —afirmaba la chica morena, regodeándose y balanceándose en su hamaca.
—No lo dudo
—Hay lugar para una más —dijo, con tono cantadito.
—M-mejor traigo una silla y listo...
La chiquilla resopló insatisfecha. No obstante, mientras Loretta le daba la espalda, la malicia le salió a flote, y con sus piernas, se impulsó hacia la rubia con todas sus fuerzas, haciéndola caer sobre la hamaca:
—¿En serio? —comentó, mirando con fastidio la sonrisa de Lupe—. Al menos nos aguantó a ambas. Hazme espacio, ingeniera de hamacas.
Columpiadas sobre la cama de tela, decidieron que era el mejor momento para una sesión de selfies: Sonriendo, como patos, haciendo caras, con bigotes de cabello, con el filtro de gatito, con el de hechicero, con el de Margaret Thatcher, etc. Muy divertido y todo, hasta que recordaron que seguían en Latinoamérica, porque se fue la luz. Sin embargo, la oscuridad no arruinaría el momento; más bien, una visión única se presentó entre las tinieblas.
Arriba de ellas, había una lámpara colgante, que también se había oscurecido con el apagón, pero que aún gozaba de brillo, ya que una banda de luciérnagas se había posado sobre ella. La intermitencia de la luz y el peculiar color de estos insectos era una imagen inolvidable, y si cerrabas un poco los ojos, podías confundirlos con...
—Estrellas...
—Como las de aquella vez, en la colina —rememoró Lupe.
—Las que vimos aquel día están allá —mencionó Lore, señalando a la alberca; sus aguas quietas reflejando el cielo—. Es como si estuviéramos sentadas frente al mar, ¿no crees?
La otra muchacha calló por un momento; su mirada, fija en las calmadas aguas, y con una voz suave, dijo:
—Mamá ya no puede ir al mar. Le tiene miedo. Después de tanto tiempo, apenas tolera ir a las piscinas, pero nunca nada en lo profundo...pienso que yo también tendría miedo si volviera a verlo. Tener en frente algo tan...enorme. ¿Cómo harán los marineros para estar navegando y no perderse? Yo, con solo verlo en fotos, siento que nunca más encontraría el camino a casa...
Loretta colocó su mano sobre el brazo de Guadalupe con afección, sin decir nada, hasta que la otra se volteó hacia a ella y volvió a hablar.
—¡Por eso prefiero ver cosas pequeñas, como las luciérnagas! ¡O como tú!
—Pero soy ocho centímetros más alta que tú—sonrió quisquillosa.
—Detalles, detalles... —se rio; ambas lo hicieron, hasta que se quedaron sin aire.
Entonces, Lupe excavó el poco espacio que había entre ellas, y anidó su cuerpo en el pecho de su amiga, quién se sentía como encerrada en una caldera. La más pequeña inhaló fuerte y declaró:
—Siempre me ha gustado tu perfume; de eucalipto. Cada vez que lo huelo, se vienen a la mente recuerdos muy bellos.
—A-a-a mí también me gusta tu fragancia.
—¿A qué huelo yo?
—...A detergente —confesó, tapándose la cara, mientras que se torturaba en su interior—. ¡Soy una idiota! ¡¿cómo llegué a admitir algo tan-?!
Tomaron sus manos, y un par de ojos suplicante preguntaron:
—¿Por...por qué te gusta?
—...Huele a flores; es un aroma dulce, fresco, intenso...lindo.
—¿Cómo un olor puede ser lindo?
—...Porque me recuerda a ti.
El viento se quedó sin aliento, y las cigarras empacaron sus instrumentos. Ambas mujeres tenían los ojos fijos en la otra, con la boca abierta, aguantando la respiración. El único movimiento que había en todo ese lugar fue el de sus manos, que involuntariamente se entrelazaron:
—En aquella colina, recuerdo cuando vi las estrellas fugaces reflejadas en tus ojos, y a pesar de que fuera de día o de noche...nunca dejé de verlo. ¿Es eso raro...Lupe?
—...No.
Las blancas estelas se hundieron en el negro telón de sus párpados, y la respiración de ambas se condesaba como rocío sobre la boca de la otra. Es la comunicación con otros la que nos permite percibirnos como individuos, y es por la boca por donde la mayoría nos comunicamos a diario, por eso, viene al caso que sea por la boca donde la mayoría queramos unirnos por primera vez; que sea el origen del ego, su propio final.
Y el reflejo de las estrellas dio paso a la oscuridad, cuando ambas comenzaron a cerrar sus párpados, y sentir como la respiración de la otra se condesaba como rocío cerca de la comisura de su boca. Es la comunicación con otros la que nos permite percibirnos como individuos, y es por la boca por donde la mayoría nos comunicamos a diario, por eso, viene al caso que sea por la boca donde la mayoría queramos unirnos por primera vez; Que sea el origen de nuestro ego quien nos permita volvernos...uno...so-.
-¡VOLVIÓ LA LUZ!
-¡ES HORA DE QUE TODOS VUELVAN A SUS HABITACIONES! -Gritó la maestra, y tanto Lupe como Lore se cayeron de la hamaca, hacia la fría cerámica de las oportunidades perdidas, sin haber tocado ni un píxel de labio de la otra.
Ya con la iluminación de vuelta, las dos jóvenes notaron cómo ambas estaban tan rojas como para creer que las habían pintado así, haciendo que inmediatamente volviera el "sentido común".
-¡W-w-wow, sí que es tarde! ¡Deberíamos ir a dormir ya, porque mañana es importante levantarnos temprano!
-¡S-s-sí, y d-dormir es super importante!
-¡Extra importante! ¡Mega importante! ¡Lo más importante!
-¡Así es! ¡Dormir, dormir, dormir!
-¡Así que vayamos a dormir! Tú...y yo.
Lo único que podían dar en ese momento eran risas robóticas y muecas plásticas, y mientras el inescrupuloso autor contaba a cuántos había capturado con su red de mentiras, las niñas se fueron a sus cuartos...a dormir. Ya en la cama, Lore quiso probar suerte, y ver si podían seguir en dónde habían quedado, pero al darse la vuelta, se dio cuenta que su amiga platónica estaba jugando con su consola que había traído de contrabando al viaje, junto a las otras dos compañeras de cuarto. La rubia ni se molestó en unirse, y tan solo colocó la almohada encima de su cabeza para descansar, mientras que, en el cerebro de Lupe, se repetía la misma serie de preguntas ad infinitum:
-¿Qué fue eso? ¿Qué iba yo hacerle a Lore? ¿Qué iba Lore hacerme a mí
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