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Capítulo 23: Viaje al norte

Es de noche, y no se ve nada más que la nada, y no se escucha más que el amortiguado sonido de las gotas al morir en el tejado metálico. Entonces, en medio de la nada, se hizo la luz, y de esa luz, salió algo vivo y que se movía...Bueno, vibraba en realidad. El espectro fantasmal venía de un celular, y tan pronto como sucedió esto, una mano apenas delineada por el brillo del aparato se movió a tientas en la oscuridad como un borracho trasnochado, buscando agarrarlo. Después de haber botado todo lo que había encima de la mesita de noche menos el teléfono, lo encontró, y entre bostezos, atendió la llamada.

-¿Aló...?

-¿Lupe?

-La misma. Mmm, su voz suena igual que la capitana, qué simpático... -Pensó la fleco de tubo en voz alta; Su cabeza cayendo lentamente de vuelta a la almohada, como una planta dormilona al tacto.

-Es porque soy ella, Lupe. Disculpa por llamarte a estas horas, ¡Pero necesito tu ayuda urgente!

-¿Ayuda urgente? -Se despabiló ipso facto.

-Sí, te explico: Mañana es la cuadrangular final del torneo institucional de futbol 11, y como ya sabes, el equipo del cole fue uno de los clasificados.

-¡Felicidades de nuevo, por cierto! -Expresó Lupe con sinceridad.

-¡NO ES MOMENTO PARA FELICITACIONES! -Gritó la capitana, explotando el parlante del lado de nuestra protagonista, lo que provocó que su celular saltara de sus manos y tuviera que hacer malabares para que no cayera. Cuando pudo agarrarlo firmemente, respondió:

-¡Ya, ya! ¿Pero por qué los gritos, capi? -Reclamó, mientras se acariciaba el interior de su oreja.

-¡Ay, perdón, Lupe, pero es que estoy demasiado enojada y nerviosa! Todo lo que pudo salir mal, ¡SALIO MAL!

-¡Pero decime qué pasó, mujer!

-¡Pues que como medio equipo no va a poder jugar! -Escupió con fastidio.

-¡¿Qué?! ¡¿Y-y cómo así?! -Preguntó la jugadora retirada, acercándose aún más el celular.

La capitana desglosó cada tragedia que había pasado, como si se tratara de Moisés dándole la lista de plagas al Faraón. Primero, pamela sufrió un esguince en el entrenamiento de inicio de semana. Después, fue Kali, que se intoxicó con el pollo que sirvieron el martes; A Becky le dio varicela; A Giselle, Dengue; Rocío, una bala perdida le dio en el hombro, y a Rosalía la levantó un carro. Cuando terminó, Lupe no podía dejar de pensar que en algún lado del colegio estaba enterrado algún muñeco maldito que provocara tanta desgracia. Ya desahogada, la capitana fue directa al punto:

-Perdimos demasiada gente, incluso del once inicial, y en este momento, solo tú puedes ayudarnos, Lupe.

-P-pero...¿Estás segura que solo yo puedo ayudarlas? ¿No hay nadie más? Es que...no sé si yo sea la mejor opción -Expresó la chica morena, con tantos de inseguridad y culpa escurriéndose de su voz.

-¡No digas eso, Lupe! Fuiste excelente cando jugabas con nosotras, así que, te lo pido ¿Aceptas? ¡Por favor di que sí! ¡ESTOY DESESPERADA! -No mentía, al mismo tiempo que se escuchó un retumbar al otro lado de la línea (Provocado por la capitana arrodillándose)

Guadalupe tardó un poco en dar su respuesta, hasta que dijo:

-...Claro, cuenta conmigo -Contestó, determinada.

-¡Al fin una buena noticia! ¡Oh, muchísimas gracias, Lupe!

-¿A dónde va a ser la mejenga, capi?

-O-oh, ¿No te había dicho? Verás...

Saltamos de la oscuridad y el silencio del cuarto de Lupe al bullicio y resplandor de una estación de buses, con los motores de los vehículos resonando por todo el lugar, y el calor de las máquinas chocando con el frescor del amanecer, generando un vapor que se disipa por el pabellón como una ligera niebla. En un rincón, aún se encuentra funcionando una cabina telefónica; una reliquia de tiempos arcaicos, pero hoy, alguien la está usando por primera vez en años:

-El partido cae a las tres, así que voy a llegar tallada con el tiempo; apenas me va a dar chance para calentar un rato...No me queda de otra, si tomo un bus más tarde, no llegó a Liberia a tiempo.

Un poco de contexto para los lectores no costarricenses: Todos nuestros personajes viven en la provincia de San José, en el centro del país y donde queda la capital con el mismo nombre, y Liberia queda al norte, separado por un viaje de 4 horas en autobús. De vuelta con la historia:

-Relájese, pa, mañana mismo nos regresamos...Sí...No...Tal vez. Bueno, ya le cuelgo, que ya está saliendo. Lo llamo cuando llegue...Chao, pa -Colgó el teléfono en donde estaría por los siguientes diez años, juntó su maleta del suelo, y le dio la espalda a la cabina, para revelar que se trataba de Elena, o séase, la temperamental y seguidora eterna de CrizpySnax: Barracuda. Cuando llegó su turno de entrar, el conductor quedó brevemente confundido, al ver un espacio vacío en la fila, claro, hasta que bajó la mirada y encontrarse con una muchacha atlética de 158 centímetros, mirándolo con cara de pocos amigos. Elena subió de un salto; con un vistazo rápido a su tiquete y luego, al pasillo, ubicó su asiento, casi al fondo del bus. Quería llegar con prisa, pero una señora mayor también tenía su asiento al final, y a Elena no le quedó más que pisar el suelo con exasperación mientras la anciana llegaba a su destino.

Una vez superado el tráfico lento, llegó a su campo, y para su buena suerte, todavía no había llegado el otro pasajero, y pudo quedarse con el asiento que daba a la ventana. Se estiró sobre su lugar, tronando su cuerpo como papel de burbujas, y acto seguido, sacó un par de audífonos y un tetrabrik de jugo, lista para el largo viaje que tenía por delante. Miró hacia afuera de la ventana, y después, se volt-.

-¡Hola, Elena!

-¡AAAH-! ¡OUCH! -Gimió la chica, al estrellar su rostro contra el vidrio; dejando el perfil de su cara marcado sobre el cristal.

-¡Ay, ay, ay! ¡Perdón, perdón! -Se disculpaba Lupe, mientras ayudaba a Elena a despegarse de la ventana- No pensé que te iba a asustar.

-¡¿Tú?! ¡¿Qué haces aquí?! -Chilló la nicaragüense, con los ojos bien abiertos.

-¿Yo? -Se señaló Lupe- Tengo que ir a jugar un partido en Liberia.

-¿U-u-un partido en Liberia? -Repitió con voz ahogada.

-¿Qué? ¡Ah! ¡¿Tú vas a lo mismo?! -Dedujo nuestra protagonista, con brillo en su mirada.

-¡Pues por supuesto que...Sí -Dijo, enterrando su cara entre ambas manos.

-¡Qué coincidencia! ¡Iremos de viaje juntas! -Expresó la Lupe con emoción, mientras que en el fondo solo se escuchaban los gritos silenciados de Elena mezclándose con la ignición del motor.

El transporte corría raudo por la autopista, y dentro de él, Elena y Lupe, sentadas a la par, mirando hacia el frente, en silencio, que no iba a durar. La fleco de tubo se lanzó a picar el hielo como una esquimal ignorante de los límites personales. Limpió su garganta y habló.

-Bueeeno, ¿Cómo has estado?

-Bien -Contestó Elena, sin emoción de qué hablar en su voz.

-Me alegro, me alegro -Sonrió-. Entonces, tu equipo también clasificó al cuadrangular.

-Sí.

-E-en mi caso, yo no jugué con el equipo para el final de la temporada, pero pasaron unas...cosillas, y diay, la capi me pidió si las podía ayudar -Expresó Lupe, ya con una expresión más tensa.

-Ya...

-...¿Y-y vas para representar a tu liceo, o a otro equipo?

-Mmm... -Lanzó el sonidito y levantó un poco la cara.

-¡¿Qué se supone que eso significa?! -Se mortificaba en sus adentros la lupe- En verdad no quiere hablar, será mejor que lo deje así, no quiero molestarla -Finalmente, nuestra protagonista había experimentado crecimiento...tan solo veintitrés capítulos después.

A buen entendedor, pocas palabras bastan, y la chica entendió que no sacaría más de Elena que lo que había obtenido hasta ahora; era mejor ponerse a escuchar música y pasar un viaje tranquilo. El asunto no hubiera progresado de ahí, sin embargo, del lado de la energúmena futbolista, el eco de una memoria rebotó en su mente; Imágenes y palabras de Alejandra Chavarría: "Si yo gano, te harás novio de la persona que yo diga", "La novia la escojo yo...", "Aún no he decidido la persona", y todo este surplus de palabras le dejó a entender una cosa: Que había más en juego en esta conversación de lo que creyó inicialmente.

-...Estoy jugando para el equipo municipal -Espetó de la nada.

-¡Oh! ¿E-en serio? -Reaccionó Lupe, un poco sorprendida- ¿Y por qué ese y no tu cole?

-Al principio, iba a jugar el campeonato con ellas, pero la municipalidad nos paga una cuota por partido. No es mucho en realidad, pero más plata es más plata -Explicó Elena, recostándose sobre el marco de la ventana.

-Te entiendo, chica. Cuando la situación ha estado ruda en mi casa, he buscado trabajos durante las vacaciones para ayudar a mi mamá con los gastos.

-¿En verdad? -Contestó la otra, con un repunte de interés.

-Tampoco he hecho mucho -Comentaba Lupe, mientras recordaba sus oficios previos, con el índice bajo su labio-. Me pusieron a lavar platos en una soda que quedaba cerca de la casa, y en otra, me pusieron como cajera, aunque... -Y la llamó a acercarse con la mano- Aquí entre nos, ese brete lo deteste, porque no se me dan bien las mates rápidas -Reveló, con una sonrisilla vergonzosa que, de forma inesperada, suscitó la más minúscula risa en Elena.

Este subatómico avance no sirvió de mucho en el gran esquema de las cosas, porque la atmósfera volvió a caer en el completo silencio. En su interior, Elena gritaba:

-¡¿POR QUÉ NO SIGUES HABLANDO?! ¡Esto es demasiado difícil para mí! ¡¿Cómo se supone que saque el tema de esa chica, Loretta, si ni se cómo conversarle?!

Como por telepatía, Lupe atendió al llamado de auxilio, enviándolo un halago:

-Por cierto, quise decirte esto antes, pero ¡Me encantan tus uñas! Yo nunca logro que me crezcan tan largas.

-No he tenido el tiempo de cortármelas, ¿Ok? -Contestó, un poco fastidiada.

-No, no, no es nada malo -Se rio nerviosamente la fleco de tubo, y volvió a intentar adularla-. Otra cosa es que tienes un olor muy peculiar que me gusta bastante.

-Es el perfume de mi papá, ¿Algún problema con eso? -Replicó al instante Elena, levantando una ceja con cierto perjuicio.

-¡N-no me malentiendas! Solo fue que me pareció muy chiva cómo olía, y me resaltó mucho. Nadie que conozca huele así -Trató de remedar lo que sea que haya hecho mal en medio del pánico.

-¡Pues obvio! ¡Es un perfume de hombres! -Contestó, dejando relucir sus dientes apretados, a la vez que volvía el silencio, y Lupe lo intentó una última vez:

-...Ah...eh...Me gusta tu curit-.

-¡¿Cómo te atreves?!

-¡Perdón, perdón, perdón! ¡Ya me callo! -Suplicó la chiquilla, con ambas manos sobre sus oídos. Elena gruñó un poco, se volteó hacia la ventana, y cuando parecía que le iba a aplicar la ley del hielo, exhaló un gran suspiro y añadió:

-...¿En verdad te gusta?

-¿Ah? ¡P-pues sí! ¡Pienso que se ve muy bonita en ti! -Afirmó gentil. La chica de la curita continuaba mirando su reflejo en el cristal, y bajó su respiración, susurró:

-Claro...en mí.

Saltaban de una corta tertulia a otra, con silencios prolongados intercalados en la secuencia, matando el tiempo del viaje hasta que llegaron a la mitad de este, donde el bus hacía una parada rápida en una estación donde los pasajeros podían aprovechar para satisfacer sus necesidades. La biología tocaba la puerta para ambas viajeras, y tan pronto el chofer abrió las compuertas, salieron en un sprint hacia los baños, solo para verse obligadas a frenar en seco ante la fila que se extendía hasta el parqueo. Con los brazos cruzados, las piernas torcidas, y tratando de alejar su mente de cualquier imagen de cataratas o grifos abiertos, las chicas esperaban pacientemente su turno, no obstante, entre más esperaban, más sentía Lupe que había algo "raro" a su alrededor.

Sentía muchos ojos encima, pero cuando levantaba la mirada, todos a su alrededor movían la cabeza de forma errática, casi como un espasmo, y evitaban el contacto visual. Las miradas no lo eran todo: Cuando pasaban cerca de ella y Elena, lo hacían poniendo rígido el cuerpo, como quién pasa frente a un policía sabiendo que se robó uvas del supermercado, y para rematar, podía escuchar susurros y cuchicheos viniendo de esta gente. Todo era tan inexplicable hasta que se dio cuenta que el comportamiento raro no era para ella, sino para su acompañante, y después de afinar un poco el oído, la fleco de tubo logró sacar frases en limpio de los cuchicheos: "Tan jovencita y ya anda de ilegal", "Salen hasta por debajo de las piedras", "Como no es época de cosecha, se estará devolviendo", "Qué milagro que no la hayan deportado".

A Lupe no le costó juntar uno con uno: De alguna manera, ya fuera por viles prejuicios infundados, o algún "sexto sentido", algunos de los presentes se habían dado cuenta de que Elena era una extranjera, y no cualquier extranjera, sino una nicaragüense. Para darles contexto, Nicaragua colinda con la frontera norte de Costa Rica, y sus inmigrantes representan el grupo extranjero más voluminoso de acá, lo que les ha ganado una cantidad bárbara de xenofobia. Si en Costa Rica existe algún problema, nunca faltará el troglodita que opinará que "es culpa de los nicas". Volviendo al momento, Lupe escuchaba todos estos comentarios con indignación, pero al ver el rostro de Elena, solo había indolencia; Esto era su pan de cada día.

Cuando salieron del baño, nuestra protagonista sugirió que fueran a la tienda a comprar algo para el camino; En parte, porque seguía siendo Lupe y estar hambrienta es su ajuste de fábrica; en parte, para ir a un lugar sin tantas miradas juzgantes. Elena aceptó con poca emoción, aunque, si algo compartía con nuestra heroína, era su apetito. Ambas entraron y tomaron cuanta botana pudieran sostener con las manos, y en un dos por tres, pagaron y estaban listas para irse, pero cuando dieron el primer paso afuera, ¡PIIIIIIP! ¡La alarma sonó al mismo tiempo que las chicas, y una tercera persona salían de la tienda! El cajero gritó:

-¡Ustedes dos, deténganse! -Y salió de su campo para ir a encontrarlas.

Aunque el súbito grito las sorprendió un poco, ninguna estaba particularmente preocupada; Sabían que no se habían llevado nada. El sujeto empezó con Lupe, ella le abrió el compartimiento más grande de su bulto para que revisara. Dio un vistazo rápido y decidió que Lupe no había robado nada. Elena hizo lo mismo, pero en cambio, el cajero tomó su mochila y la inspección de manera quisquillosa, abriendo cada bolsa y compartimiento, haciendo un desastre del equipaje de la jugadora. El momento, aunque incómodo, parecía que ya había terminado, y cuando ya ambas chicas estaban dispuestas a irse, el cajero detuvo a Elena una vez más, diciendo:

-Quítate el suéter para revisarte

No hay palabras para describir el shock en la cara de Elena al escuchar esto. Más obvio no podía ser quién, a los ojos del cajero y del resto de compradores, era el culpable, y la humillación que sentía la chica ante semejante injusticia fue tan fuerte para hacerla sentir débil e insignificante; Sus ojos empezaron a llenarse de líquido, y cuando con la mano temblorosa disponía a bajar el zipper de su suéter, la fleco de tubo la detuvo fulminantemente:

-No te quites nada, Elena. ¿Por qué está haciendo todo esto, si se puede saber? -Le preguntó al cajero, cruzada de brazos.

-Es procedimiento estándar en caso de que se active la alarma, señorita -Ella chasqueó la lengua con incredulidad y replicó.

-Ah, ya, ¿Y por qué no me revisó de la misma forma que a ella? ¿O al otro mae que estaba con nosotras en la entrada? ¿Por qué solo a ella? -Inquirió de forma cada vez más agresiva.

-E-es que usé un criterio distinto para ella, no fue nada personal -Se escudó el cajero.

-¿Y por qué es diferente con ella? ¿Es que ya había robado antes?

-N-no, señorita.

-O quizás, ¿Será que la vio robando en el momento?

-T-t-tampoco, señorita -Contestó el tipo, ya cubierto en sudor.

-Pero, ¿Está seguro que no hay ninguna otra razón? ¿En serio NADA se le viene a la cabeza? -Exponía Lupe, pero con un porte desafiante, como retándolo a que expusiera su "verdadera razón". Al final, el cajero respiró profundamente y respondió:

-No, no hay una razón en específico para revisarla a ella.

-¡ENTONCES, DEJA DE REVISARLA, HIJUEPUTA! -Explotó la joven trigueña, ante el asombro y shock de todos los presentes, que no pudieron hacer nada más que continuar con sus comprar y actuar como si nada hubiera pasado. Lupe solo añadió una última cosa- Deberían ir a buscar al otro mae antes de que se vaya si quieren agarrar al ladrón. Vámonos, Elena -La agarró del brazo y finalmente, se largaron de la tienda.

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