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Capítulo 22: Villano por elección: Parte I

Se pueden decir muchas cosas acerca de Gabriel Salazar. Se puede decir que, durante su infancia, él se movía por inercia: Estudiaba cuando se lo decían, comía cuando le ponían el plato al frente y hablaba cuando le dirigían la palabra; Mera acción y reacción. Se puede decir que esto no era algo que hacía conscientemente, y que esto se explica, más bien, en que él realmente no tenía mucho interés en el mundo real, sino en el propio; Le encantaba caminar por los recreos, perdiéndose en las fabricaciones de su mente, en las melodías de sus canciones favoritas y en sus divertidas travesías en los videojuegos. En su mundo, él tenía completa potestad para hacer lo que se le viniera en gana y a pesar de lo desabrida que pueda sonar esta existencia de movimiento involuntario, casi ameboide en su naturaleza, se podía decir que Gabriel Salazar era un niño feliz.

Al pasar el tiempo, el niño fue madurando y aprendiendo del mundo a su alrededor y, como fruto de este conocimiento, surgió una reflexión sobre su propia notoriedad, o mejor dicho, su falta de esta. Vio cómo era que él se desenvolvía en la sociedad; Como un fantasma, como un fuego fatuo que deambulaba entre la multitud, como una brisa apenas perceptible por la bolsa plástica que levanta del suelo. ¿Cómo alguien así podría crear alguna clase de lazo? Bueno, para su buena suerte, su "mundo" no estaba tan deshabitado como él creía, y eventualmente, logró identificar a los intrusos: Un montón de sujetos jugando su videojuego favorito en un centro comercial. Como cualquier otro niño, la posibilidad de jugar videojuegos fuera de casa lo dejaba salivando, así que arrastró a sus padres de la mano y se arrimó a los televisores. Tímidamente pidió si él también podía jugar cuando recibió una respuesta que cambiaría por completo el curso de su vida:

-Lo siento, chico, estos teles son solo para juegos del torneo.

¿Y qué es lo que piensa el niño? Pues obvio, "Si me meto al torneo, me dejarán jugar", y así fue como Gabriel Salazar entró a su primer torneo, y no solo eso, también fue la primera vez que jugó contra otro ser vivo distinto a su hermana; Ya imaginarán lo que pasó. Tan pronto como había entrado, perdió; Sacado a la calle igual que a un perro, pero él era indiferente a esto, al fin y al cabo, solo quería jugar un poco. Además, su atención estaba colocada en todo lo demás: Los jugadores con los que, ya fueran chicos o grandes, Gabriel lograba identificarse con ellos; Por primera vez, se sintió en medio de iguales, con gente que compartía su lengua, después de llevar buena parte de su vida como ser cognoscente pensando que era un extranjero en su propio mundo.

Incluso después de ser eliminado, se quedó ahí, hablando y escupiendo cada trivia, dato y curiosidad innecesaria que sabía del juego, una diarrea verbal que solo podría soportar un monje budista, y cuando la actividad cerró sus puertas, el muchacho salió con una nueva visión de vida. Desde ahí, empezó su carrera como competidor, aunque tal vez llamarlo "Carrera" pueda ser muy generoso; Más bien, "Secuencia de choques contra el concreto", porque durante casi año y medio de competir, el muchacho no pudo rascar ni una sola victoria, plantándose firmemente como el peor jugador en el país. Al inicio, realmente no le importaba, no obstante, conforme se fue rozando más y más con la comunidad, se le fueron pegando manías que incluyen, pero no se limitan al aroma corporal. Los torneos no son para gente que le gusta Cosmos, son para gente que le gusta el reto de ganar en Cosmos, y por más que todos digan que vienen por la diversión, nadie que pagué el precio de entrada lo hace con la intención de regalarles el pase al resto.

De tal forma, un hambre de victoria comenzó a acumularse, al igual que toda una montaña de sus numerosas derrotas, pero el jugador no sabía cómo salir de este ciclo de fracasos. Para eso, necesitaba un empujoncito.

-¡Argh! -Calló el pequeño Gabriel al suelo.

-¡Ups! ¡Perdona, bro! No te vi ahí -Le extendió la mano el sujeto que lo atropelló.

-¿En el piso? -Contestó el chiquillo, confundido.

El tipo se rio con espíritu, y volvió a dirigirle la palabra:

-Disculpa. Eres nuevo por aquí ¿no? No te había visto antes -Se rascó la barbilla el alto desconocido.

-De hecho, ya llevó casi dos años aquí... -Murmuró Gabriel con el mentón decaído.

-Perdona ¿dijiste algo?

-S-sí, soy nuevo, eso era... -Suspiró el chico

-Lo imaginé -Chasqueó los dedos, orgulloso de su incorrecta deducción- En ese caso ¡Soy Echoes!

-Mucho gusto -Respondió- ¿Quién no conoce a Echoes aquí? -Pensó.

-¿Y por qué la cara larga, amiguito? -Preguntó con brazos cruzados.

-Es que...acabo de ser eliminado...Otra vez -Bajó la mirada con decepción.

-¿Solo eso? Todo bien, entonces. Nadie gana en su primer torneo -Alivió Echoes con una sonrisa.

-E-eso dicen -Le devolvió una sonrisa deformada por dolor.

-¿Qué personaje usas, bro?

-A Amadeus.

-¡¿Al chile?! ¡Igual yo! ¡Qué coincidencia! -Reaccionó energéticamente.

-No hay coincidencia, empecé a jugar con él por verte jugar -Mencionó Gabriel dentro de su mente.

Echoes era, en ese momento, el número dos del país, conocido por su Amadeus, y considerado como el jugador con el mejor juego defensivo de todo el istmo, capaz de frustrar al mismísimo Pipe de vez en cuando. Competidores de este estilo no suelen ser muy populares, porque casi nadie encuentra divertido ver a alguien esquivando y huyendo del rival diez minutos a la vez, pero Echoes era más que eso; Su faceta era la del atleta controversial y lo demostraba a cada momento: Empezaba roces con otros tops solo porque se sentía aburrido ese día, iba a decenas de foros a regurgitar cuanta basura pudiera sobre ellos, todo con el objetivo de retarlos a un duelo, y nunca se disculpaba por nada. Él era el villano por voluntad propia, y amaba serlo. Sin embargo, incluso los villanos tienen límites, y había una regla implícita en todo esto: "Nunca ir tras jugadores de menor nivel", y por eso, estas figuras pueden ser populares con miembros que compartan su carácter o se ilusionen por llegar a ser como ellos algún día; Véase, Gabrielito:

-Si quieres, podemos jugar y te puedo dar algunas notas -Le propuso Echoes, mientras desamarraba el cable de su control.

-¡¿L-lo dices en serio?! -Se paralizó el chico al escuchar la propuesta.

-¡Claro! ¡Démosle!

Jugaron varias partidas, y poco a poco, Echoes fue señalando y corrigiendo algunos de los defectos en el juego de Gabriel, e incluso, enseñándole algunas cuantas de sus "técnicas especiales", no obstante, lo más importante llegó al final de sus enseñanzas; La verdadera diferencia entre un jugador experto y uno sobresaliente:

-La confianza, eso es todo. Jugadores buenos hay un montón, pero si quieres ser BUENO, debes creértelo primero, creer que tu estrategia tiene importancia, creer que tu oponente sabe que la tiene, y creer que cada golpe que pegas es un pasito más cerca a ganar -Aclaró el maestro-...Claro, yo nunca he necesitado recordarme esto porque yo ya sé que soy el mae más pichudo en este juego, pero te lo digo para que no se te olvide.

-Tengo que creérmela... -El consejo se incrustó en el cerebro del joven jugador como una bala perdida, y rebotó por su conciencia como una bolincha.

-Bueno, ya tengo que ir a jugar, así que voy jalando -El muchacho se levantó de su silla, haciéndola rechinar, e inició un trote hacia su estación, mas no pudo dar más de dos saltos antes de ponerse el freno, al recordar algo importante- ¡Uy! ¡Casi se me olvida! ¡No te pregunté tu tag, bro!

-Soy Gabo_02 -Respondió el que aún no era Granada

-¡Qué tag más mierda, mae! -Carcajeó Echoes- Ok, ¿Sabe qué? Olvide lo primero que le dije, lo más importante es tener un nombre saico. Si no se le ocurre uno, vaya con mi compa, Mint Jams, que el mae pone nombres bien hype, porque si no, va a terminar como la LOCA de Pipe, que hoy voy a culearme a su Júpiter como la perra que es -Vociferó a son de reto, como siempre, y se despidió con un ademán de la mano

Así que, Gabo_02 no pudo conseguir una victoria en su año y medio de competir, pero Granada se embolsó tres victorias al hilo en su "primer" torneo. Era una señal de que los tiempos estaban cambiando, y cambiar fue lo que hicieron, porque poco tiempo después, nuestro joven entró a la vida de estudiante colegial, siendo muy diferente al Gabriel de antes, en el sentido de que ya no se mantendría silencioso acerca de sus pasiones, en especial, de Cosmos, llegando y presentándose en su primer día como "Un jugador competitivo de Cosmos Melee", entre otras cosas. Y con su metamorfosis de carácter, pasando de un "no recuerdo haberte visto" al "rarito aquel", ahora tenía un punto de partida para conectarse con otras personas, aunque decir "personas" pueda ser engañoso, y un término más apto sería "hombres", porque el manual de cómo interactuar con gente del sexo opuesto se perdió en el mar, y Gabriel quedaría cubierto de coral y piedra antes de encontrarlo.

No era para tanto, hasta que sí fue, porque, había una chica (Porque siempre hay una chica). Era linda; su cabello era rubicundo (Es como un rojo-naranja, para que no tengan que buscarlo en Google), dispuesto en una larga trenza helicoidal que caía por encima de su hombro, y tenía un "Je ne se quoi" que guiaba su mirada hacia ella. Estaba en su clase, y siempre se sentaba a donde diera el sol, sin embargo, por más que la miraba, sabía que la chica no reciprocaría el acto, ya que había alguien más en el medio: Damián Román Cruz. Era la estrella del noveno grado, su apariencia hacía que las muchachas se desinflaran a punta de suspiros cada vez que su busto se asomaba, con su tersa piel de latón, pelo azabache (Negro, y sí, no sé qué es un azabache), peinado a la moda y bien encerado, ojos azules, barbilla de mármol e impresionante altura, algunos incluso decían que, cuando inclinaba hasta cierto grado su cuello, se podía ver una marca negra de un tatuaje cerca del pecho.

No era bueno en clases, bajo ningún sentido de la palabra, pero de alguna forma, se las "arreglaba" para pasar; Un amplio contraste con su carrera deportiva, en donde su talento brillaba tanto como su piel de latón, y para nuestro mostacilla, Gabriel, Damián era tanto la fuerza irresistible como el objeto inamovible, y el chiquillo se encontraba justo en el medio, así que, de forma implícita, aceptó que nunca sería más que un observador. Un día cualquiera, al muchacho se le ocurrió matar tiempo poniéndose a dibujar algo en su cuaderno. No iba muy en serio, solo un trazo ahí, un garabato allá, pero luego, sintió como la hoja se sentía muy vacía, así que no estaría mal meter algo más, y cómo que ahora quedaría muy bien un tercero, mal no le va a hacer, y con tres personajes, un marco para encerrarlos a todos caería de maravilla y entonces, mira y piensa "¿Las manos deben verse así?", y esta cadena de correcciones y aditivos apunta a perpetuarse hasta que alguien interrumpe su lapsus artístico:

-¿Qué dibujas?

-¡AHHH! -Chilló Gabo como una gallina de hule- Ah, eeh ¡¿Yo?! Estaba... -Se detuvo y pensó- ...¿Qué estaba dibujando? Solo quise hacer un dibujo cualquiera para distraerme, y ahora...

Con aquellos ojos oscuros fijos en su persona y una sonrisa relajada, pero expectante, Gabriel estaba siendo mirado por el rostro más radiante que había visto hasta ahora: Era la chica.

-¡N-no dibujaba nada! ¿Siquiera que es un dibujo? -Se rio nerviosamente, al mismo tiempo que encogía los hombros.

-¡Relax! No le voy a delatar por dibujar varas raras -Lo trató tranquilizar, moviendo la mano de arriba a abajo-. Yo dibujo chicos guapos besándose todo el tiempo -Aclaró mientras le deslizaba el cuaderno por debajo del antebrazo.

-¡E-e-espera! -Trató de arrebatárselo de las manos, mas la chica era más alta, y solo ocupó de brazo para alejarlo de ella.

-¡Solo lo voy a ver un poquito, ya te lo devuelvo! -Sonreía ladina la muchachita.

-¡N-no es bueno, de verdad! -Farfullaba con el poco espacio de la boca que no estaba cubierto por la palma de la tipa mientras pensaba- ¡Ni siquiera estoy muy seguro de qué dibujé!

-¡Vamos! ¡no ha de ser tan mal! ¡Pero hey! Si es un dibujo mío con senos grandes, bueno, diría que me halagaría un poco, ¡Pero me indignaría muchísimo también! -Rozó los dientes con tenacidad.

La chica encontró la página con el dibujo y lo contempló con los ojos bien abiertos, y de repente, bajó el brazo que tenía a Gabriel de lejos, de tal forma que el chico casi se cae al suelo. Se volteó hacia él y mencionó:

-No conozco a ninguno de los personajes que aparecen ¡Pero el dibujo sí te quedó excelente! -Alagó con un guiño y un pulgar arriba- Bueno ¡Aquí tienes!

Le devolvió el cuaderno con ambas manos, y el artista sonámbulo pudo finalmente ver su involuntaria obra y, curiosamente, quedar un poco maravillado con lo bien que había quedado.

-¿Y quiénes son? -Preguntó la muchacha.

-Oh, b-bueno, son personajes de mi videojuego favorito. Este se llama Amadeus Heartbreak, este es Lord Júpiter y este es Manfred Von Gravity.

-Qué nombres más curiosos, suenan como de super héroes...o de strippers -Opinó con sinceridad- ¿Y cómo se llama el juego?

Las pupilas de Gabriel se dilataron, y con fuerte ahínco, exclamó:

-¡S-se llama Cosmos Melee!

Aurora se quedó mirando hacia el ciprés tratando de rebuscar en su mente algo que sonara así, y después de un muy breve intento, se rio con vergüenza y admitió:

-La verdad, los únicos juegos que conozco bien son los Mario Kart.

-Imaginé que ese era el caso... -Se rascó la cabeza Gabriel, riéndose también, pero de forma más silenciosa.

-¡Pero bueno! Estos personajes que dibujaste son lindos, y mi mantra de vida es: "Si algo tiene chicos guapos, ha de ser bueno".

-S-supongo que lo son, pero estos no se besan entre ellos...creo. Más bien, se pelean.

-¡No hay problema! No es como que si no pudieran hacer ambas cosas al mismo tiempo -Declaró la chica, con una sonrisa de orgullo, mientras que Gabriel trataba en vano formar esa imagen en su mente-. Por cierto, creo que no te había visto antes ¿Te pasaste de colegio?

-N-no, he estado aquí desde inicio de año... -Esclareció.

-¿Podrías repetir eso? No te oí muy bien.

-¡S-sí! M-me acabo de pasar...

-Ya veo. ¡En ese caso, mejor introducirnos! ¡Soy Aurora Del Sol Abarca!

-S-soy Gabriel Salazar Varela -Respondió a la cortesía, aunque él ya supiera bastante bien cómo se llamaba ella.

-¡Un placer, Gabo! Entonces ¡Háblame de ese juego! -Se sentó Aurora, con su silla viendo hacia él, reposando su cabeza sobre ambas de sus manos, y el pobre de Gabriel no sabía ni por dónde empezar, y cuando suceden estas cosas, solo hay que recordar una simple frase: Comienza...desde el principio, duh.

-B-b-bueno, C-cosmos-.

No pudo seguir más de ahí, ya que un fuerte silbido proveniente de afuera del aula cortó su tren de pensamiento. Era Damián llamando a su novia, y esta atendió de inmediato, no sin antes prometerle a nuestro hombrecito que después seguirían con su conversación. Aurora trotó con animados saltitos hacia donde su amante, pero nunca escapando del rastreo involuntario de los ojos de Gabriel; Impulso del cual el chico se arrepentiría rápidamente, ya que, de manera inexplicable, Damián recalibró su visión para que hiciera un perfecto contacto visual con el jovencito, haciéndolo saltar en su pupitre, y ahuyentar su mirada hacia otro lado. El reloj de arena de ese día continuó vaciándose y vaciándose, hasta llegar al final del día, y Gabriel no logró volver a hablar con Aurora durante ese lapso, haciendo que pensará que, seguramente, la chica su promesa y prosiguió con su vida: Una resolución desoladora, pero predecible. Con el semblante deprimido, inició ruta hacia su casa, hasta que un breve toque en su hombro lo detuvo, y lo desolador pasó al éxtasis, y lo predecible, a lo extraordinario:

-¡Hey! ¿Ya te vas? -Preguntó Aurora, con su rostro inclinado vuelto en contra al sol.

-¡A-a-aurora! A-ah, s-sí ¡NO! ¡Digo! S-sí pensaba irme a casa, n-n-ni modo que me quede a vivir aquí -Rio nerviosamente por un total de diez milésimas de segundo, antes de que la vergüenza por esbozar semejante chiste paralizara cada nervio de su cuerpo como el veneno de una anaconda. Milagrosamente, a la joven sí le causó gracia, y después de reír, le preguntó:

-¿Tú también bajas por este camino? Si quieres, podría acompañarte. Es que me quedé con la espinita de saber un poquito más acerca de aquel juego tuyo -Expresó la alegre muchacha, juntando sus manos en oración.

-¡¿L-l-lo dices en serio?! -Contestó Gabriel, con obvia incredulidad.

-Ya te lo había pedido, ¿No? Quiero que me cuentes de todo, ¡En especial, de los maes guapos que estabas dibujando! -Fulguró el brillo en sus ojos, delatando sus verdaderos motivos.

Ya sea el destino, ya sea Dios, ya sea la acción de un escritor mediocre; No importaba quién le hubiera hecho el milagro, lo agradecería más tarde, porque ahora, debía tomar su oportunidad por los cuernos. Mantener su atención fue más fácil de lo que imaginó, ya que solo bastaban hombres superlativos con figuras de proporciones helenísticas y pasados trágicos para mantenerla involucrada, así que, durante los próximos días, Gabriel siguió impartiendo sabiduría del Cosmos sobre la chica, al mismo tiempo de que ella le impartía sabiduría de las formas en que se podía dibujar dos hombres acurrucados. En una de estas ocasiones, él le presentó una imagen de Manfred Von Schwere en su celular, y ella, ni lenta ni perezosa, desenvainó su lápiz y comenzó a retratarlo a su estilo en las hojas de atrás de su cuaderno. Nuestro tímido jugador podía distinguir la concentración que ponía Aurora al dibujar: Un temple serio, pero apasionado; Inerte, mas no por falta de energía, era la cara de un artista hundido en su labor, y Gabriel no podía escapar de los incesantes fuegos artificiales que explotaban en su mente al ver su rostro así, aún más bello que su habitual sonrisa. Su disfrute, sin embargo, fue interrumpido prematuramente, cuando aquella sublime figura se reclinó sobre el marco de la puerta del aula donde estaban, y llamó de esta manera:

-Hey, bebé... -Habló Damián, con el pelo mojado y reluciente, y su piel, rociada aún por las gotas de una ducha anterior, mientras masticaba con displicencia un chicle.

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