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Capítulo 18: "Batalla al rojo vivo"

Hay ruidos: De botones y palancas plásticas siendo manipuladas a alta velocidad, ruidos de la estática que se desprende de la pantalla, y ruidos electrónicos del parlante. Así estaba la biblioteca cuando Lupe entró; Alicia y Marcos concentrados en un duelo, y casi al fondo del cuarto, oculto en las sombras, estaba Gabriel, con su puño enterrado en el pómulo, e indescifrables murmullos saliendo de su boca. La chica lo saludó, pero fue ignorado como advertencias del calentamiento global. Entonces, con un poquito de malicia, Lupe se escabulló hacia su costado, infló su pecho como globo hasta que reventó:

—¡Hola, Gabriel!

—¡AAAH! ¡¿Lupe?! ¡¿e-en qué momento llegaste?! —balbuceó, mientras trataba de volver a sentarse en su silla.

—Hace poquito, Y tú, ¿en qué andas pensando, Gabrielito? —inquirió con una pícara mirada.

El chico dio media vuelta en su silla, dándole la espalda y contesto:

—Nada importante.

—¿Y por qué estás sudando tanto? —observó, a la vez que le daba vuelta a la silla.

—E-está haciendo calor —contestó rápido, girando de nuevo.

—¿Y la cara roja? —replico, volteándolo nuevamente.

—Exceso de bronceado, ¿por qué tantas preguntas? —respondió molesto, y rotó la silla una vez más.

—¡Ay, no seas así, Gabo! ¡tenme tantito de confianza! —expresó Lupe, a la vez que lo volteaba una última vez hacia ella— Mírame a los ojos y dime que-¡ay! ¿qué te pasa? —gritó sorprendida, al verlo con la cara verde y las pupilas desencajadas

Después de resistir el súbito impulso de vomitar, Gabriel se recompuso, pero la fleco de tubo todavía no estaba dispuesta a desistir en sus intenciones:

—Entonces, ¿estás listo para decirme qué pasa? ¿o necesitas más vueltas?

El chico se mordió el labio, y sin verla de vuelta, confesó:

—...Va a haber un torneo.

—¡¿Y no me ibas a avisar?! Buena nota, Gabo... —contestó sarcástica.

—No es solo un torneo, ¿ok? Se trata de "Burning Down The House".

—¡Claro! ¡se me había olvidado que era esta semana! —interpuso Mateo de la nada— ¿Ya encontraste gente para la Crew Battle, Gabo?

—¿Cru...batels?

¡Crew Battles! O, batalla de equipos en español. La naturaleza social del humano siempre ha generado una atracción intrínseca a las competencias en grupos, ya que, si tu equipo gana, tienes el mismo derecho de presumir, sin importar el grado de participación, y si pierden, puedes culpar a tus compañeros: ¡Una ganga!

—Burning down the house no solo es importante por los jugadores que van, sino que ahí siempre se dan las mejores y más intensas crew battles del país. Y lo que pasa es que don Gabriel aquí, por andar de bocón en los foros, se embarcó y tiene que conformar un equipo antes del domingo, si no quiere ser la burla de toda la comunidad —señaló Mateo.

—¿Y cómo fue que te metiste en eso para empezar? —cuestionó Lupe.

Gabo chasqueó con la lengua, y respondió:

—Una nimiedad.

—Con gran altanería y osadía, redactó un manifiesto de quinientas sesenta y ocho palabras dirigido a la escuadra de CrizpySnax, comparando las habilidades de los miembros a las fétidas excreciones humanas, y a grosso modo, aseverando tener la aptitud suficiente para batirse en combate ante cada uno y a la final, ser coronado por la diosa de la victoria —explicó Alicia.

Después de un minuto entero de decodificación, la chica habló:

—...Entonces, le dijiste a Crizpy que tú solito te la podías apañar contra él y toda su gente, y ahora, tienes que buscar un equipo para no quedar como un jetón y farsante.

—Básicamente... —admitió Gabo.

—Y, como lo primero que haces al conocer a alguien es insultarlos, por eso aún no tienes equipo.

Con una interjección de dolor del chico, Lupe se dio cuenta que dio justo en el clavo. Entonces, respondió lo que todos sabían que iba a decir:

—¡Ok! ¿dónde me inscribo?

—Lupe.

—¿Qué? ¿acaso no admites mancos en tu equipo? —le contestó, inclinando la cabeza.

—No es eso. Has mejorado bastante, en serio, ¡pero esto es diferente! La presión está al máximo, y solo tienes cuatro vidas, todo esto mientras la afición clama por tu cabeza a cada rato.

—Meh, no puede ser peor que ser la visita en una final de fútbol —contestó, encogiendo sus hombros.

—P-puede ser, pero...

—Pero ¿qué?

El muchacho relamió sus labios y apretó el puño, ante la mirada expectante de los demás presentes, mas, la respuesta no salió de su boca, sino de Alicia:

—El temor de Gabriel radica en que es una batalla cruel, y que tu corazón no de abasto al daño infligido, desviando tu ser y el suyo en caminos divididos.

—No...¿no quieres que me vaya? —preguntó la fleco de tubo, mirando al chico de pelo negro; este evitó la mirada y rascó su nuca.

Los ojos de Lupe se abrieron ante la revelación. Hizo reminiscencia al pasado, cuando era evidente que Gabriel no quería que formara parte de su mundo, y más de una vez, trató de echarla a patadas. Finalmente, pudo sentir que su trabajo de los últimos meses estaba rindiendo frutos, y que las murallas que bloqueaban el corazón del chico comenzaban a erosionarse. El muchacho notó esto en la expresión de ella, así que llamó de emergencia a Granada para que se encargara de lo que Gabriel no podía:

—A nadie le conviene que haya menos jugadores compitiendo. Es una acción meramente pragmátic-¡aah! —Sufrió un calosfrío al sentir las calientes manos de la muchachita tomar las gélidas suyas:

—¡Déjame unirme a tu equipo, Gabo! ¡sé que te preocupas por mí, pero no es necesario! Desde que empecé a hacer deportes, perdí la cuenta de las veces que me gritaron que me romperían las piernas si perdíamos, ¿y crees que unos nerds que ni pueden subir una escalera sin ahogarse me van a intimidar?

Gabo no pudo evitar sonreír al verla tan animada hablando de amenazas dirigidas hacia ella. Al mismo tiempo, Mateo contribuyó otro punto:

—¿Sabes? Ella podría convencer a sus otras dos amigas de meterse al equipo, ¿no?

—La ganancia neta de tres jugadores más es demasiado masiva, y no parece que vayamos a tener otra chance así —apoyó la pequeña poeta.

—¡Vamos, Gabo! ¡di que sí! ¡di que sí! ¡di que sí!

El chico rozó su barbilla de manera lenta, obviamente profundizando los pros y contras de la propuesta, con el pasar del tiempo, se detuvo, miró fijamente a Lupe, y le extendió la mano: Se había formado el reparto. Lo que restó de la semana, Lupe se encargó de convencer a sus compas de unirse a la causa. La rubia aceptó, sin mucha resistencia, pero sin mucho entusiasmo, mientras que la peliceleste puso de condición que le cubrieran los "viáticos" de ese día. Seguido a esto, ayudó a Gabriel a conseguir dos miembros más a duras penas, ya que tampoco estaban en los mejores términos con Granada. Con el primero, llamado "Collins", un jugador al cual el chico había humillado a punta de lanzar ataques fuertes sin ton ni son. Tan solo bastó que Lupe le pusiera los ojos grandes de zahuate sin hogar para que cayera rapidito.

Al segundo, apodado "Godot", el muchacho bien vestido lo dejó esperando por un juego para irse a comer. Volvió cuarenta minutos después y lo decimó en menos de dos con un personaje que escogió con los ojos cerrados. Este tenía mucho más resentimiento, y la mirada de zaguate regañado de Lupe no tuvo mucho efecto. Cuando el trato parecía hundirse en el atlántico, a la morena se le ocurrió una idea "particular"; veamos cómo le salió:

—¡OUCH! ¡Ten más cuidado, mujer! —reclamó el chico de la voz grave.

—¡Hombre tenía que ser! Nada le hice, exagerado —Le decía la fleco de tubo mientras le pasaba un algodón remojado en el alcohol por el moretón—. Además, ¿de qué te quejas? ¡el chico aceptó ayudarnos!

—Aún cuestiono los métodos de dejarme golpear en la cara como disculpa funcionó, no sus resultados.

—Además, para el tremendo pichazo que te pegó, no quedaste tan lastimado —expresó, levemente sorprendida.

—No es el primer puñetazo que me han dado.

—Y conociéndote, tampoco el último —opinó la trigueña, entre risas.

El chico resopló, pero no se le negó. Mientras Lupe seguía con la sanación, él se concentró entre la calmada marcha de las nubes carmín del atardecer, el silbido reconfortante de las cinco y el sutil tacto de Guadalupe, y esa paz que le traía ese acuarelado cielo naranja se desbordó en él en forma de palabras:

—Es un paisaje muy hermoso.

—¿Verdad? Me encanta salir a esta hora. Tú y yo deberíamos salir a algo más que solo videojuegos, ¿sabes?

Desde el borde de su visión periférica, Gabo apreció un poquito el rostro sincero de su sanadora, luego, miró de nuevo al atardecer, y con una sonrisa, dijo:

—Sí...sí deberíamos.

Pasaron los días, Granada logró completar el equipo con las otras dos personas que no querían su cabeza haciendo de funda de picas: Metallica y Cambodia. El día antes, estaba Lupe cruzada de piernas sobre su cama, control en mano y el espectral brillo celeste del televisor iluminándola. Mientras practicaba, su ángel de la guardia, la doctora A. B., reapareció para hablarle:

—Tus combos han mejorado bastante, niña, ¡y en muy poco tiempo, debo añadir! Pero no debes olvidar que mi verdadero poder viene de sanar a tus rivales.

—Claro, doctora. Gabo confía en mí, y con lo que costó llegar al punto de poder decir eso, no quiero arruinarlo. Por cierto, estuve pensando algo: Si alguien tiene mucho daño, vuela más lejos, y pegar combos es más difícil, y viceversa...

—Así es, señorita... —asintió la doctora imaginaria.

—Y tú puedes sanar a la gente, así que, si los sanamos a cada rato, ¿eso no significa que podríamos hacer combos por siempre?

—Pues...hmm —sobó su frente—. Pero, no sé qué tan útil sería hacer eso, porque lo que quieres es quitarles las vidas, ¿no?

—¡Sabía que se me estaba olvidando algo!

—¿Se te olvidó el objetivo del juego...?

—Eeh...no le puedo mentir a mi propia conciencia, ¿no?

—Sigue entrenando, niña...

[42]

Mañana se cambió el nombre a "Hoy", y el escenario donde se llevaría a cabo la batalla campal estaba listo para recibir a la marea de jugadores ansiosos. Al entrar, parecía como que todo el evento corría a un ritmo tropical: Los controles conectándose, los botones haciendo click, los zapatos chocando con cerámica, monedas y billetes entrando y saliendo de una cajita de metal, un abanico flojo rechinando cada segundo: Sin necesidad de un metrónomo, el evento marchaba al compás de una sinfonía inquieta hacia al gran crescendo; la gran batalla de equipos.

No obstante, la sinfonía del conflicto no era lo único que caminaba, sino que, a un costado del lobby, Loretta deambulaba de un lado a otro, apresando la uña de su pulgar en cadenas de calcio y flúor. El fleco de Lupe se levantó con el mismo grado de alarma de una gacela en la sabana africana, sintiendo la perturbación en la fuerza, y al ver el andar acelerado de la foránea, se fue a hacer lo suyo:

—Sé que no soy la mejor manicurista, pero tampoco tienes que arrancarte el esmalte así —bromeó

La rubia ocultó su mano tras su espalda a la velocidad de la luz, y con una subida de presión en el área de sus cachetes, respondió con zozobra:

—N-no es a propósito. Q-quiero ayudar, p-pero no sé si doy la talla y no puedo dejar de pensar que seré más una carga que una ayuda, y-.

Lupe le revolvió el cabello, provocando que su amiga sintiera ráfagas nerviosas viniendo desde donde la toco, provocando cosquilleos en el camino, cosa irónica, porque lo que quería era tranquilizarla:

—Tú ya lo hiciste frente a Granada, ¿recuerdas? Además, es una batalla de equipos; ¡si hay patadas, hay pa' todos! —afirmó, con un guiño juguetón.

La risa de Lore fue tan suave como fue rápida, pero, esas ondas de aire bloquearon la incesante orquestra de ruidos al alrededor; y el tren que llevaba palabras de ida y vuelta se descarriló, dejando un puente en donde se encontraban las dos miradas, ambas estáticas, ambas atrapadas por la otra. Pero, Lupe sentía que algo la jalaba desde el otro lado, y las familiares pupilas frente a ella se expandían como la marea alta, y asustada, arrancó de nuevo la locomotora:

—Eeh...c-creo que deberíamos buscar a Ale, ¿no?

—...¿Qué? ¡AH! ¡SÍ! ¡sí! ¡deberíamos! Para practicar y...practicar, ajá —respondió, entre sonrisas angustiadas.

Loretta caminó adelante, pinzando su hombro y generando un remolino de carne para devolverse a la realidad, y tras ella, Lupe acomodó un poco su fleco, y al hacerlo, sintió gotitas en las yemas de sus dedos; eran de sudor, y al revisar su mano, notó que el pulso de estaba agitado. A través del jardín de cabezas, una pareja dispareja caminaba alejados de la conmoción, sumergidos en pláticas ajenas a la contienda de esa tarde:

—Sabía que nuestro último encuentro te había dejado afectado, pero no imagine que fuera a tal escala —declaró Alejandra, mientras se aplicaba polvos.

—No voy a mentir diciendo que no me dejaste loquito después de aquella vez... —contestó Erick, con una sonrisa agazapada, y manos en los bolsillos de su suéter.

—Necesitarías de mucho auto-engaño para negarlo.

—Pero, ¡es una vara rarísima porque aún sigues aquí!

Al escuchar esto, Ale cerró su espejo, y con porte fulminante, le respondió:

—Eso lo hago para no aburrirme. En cuanto encuentre a las chicas, te desecharé, igual como haces con todas tus "nada serio".

—Entonces, vienes a un torneo de un juego, te aburres, y prefieres venir a hablar paja conmigo, alguien a quien no se aguanta, y si es así, ¿quién se está engañando solito? ¿usted o yo? —atinó artero, incitando a una respuesta con sus cristalinos ojos ámbar.

La propia mirada de la peliceleste no cedió ante la presión, no obstante, cuando preparaba su represalia, sus amigas la encontraron, y naturalmente, se convirtieron en piedra al ver con quién había estado. Todas sus neuronas tuvieron que remar en contracorriente, ahora para explicar su presencia ahí, pero cuando iba a empezar control de daños para su propio chisme, llegó la única persona de ahí libre de los dramas de la juventud (al menos, durante las próximas horas):

—Una hora. ¡Queda una hora para la crew battle, y están aquí, hablando con el enemigo!

—Ay, ¿por qué tan tarde, abuelo? ¿la enfermera se pasó con las pastillas para dormir? ¿y cómo le hiciste para meter estas... —se detuvo un momento, mirando a Lupe— bellas chicas a tu equipo? ¿le secuestraste a los papás?

—¿Sabes lo que es "tener papás"? ¡no tenía idea! —replicó, con mano en el pecho y ojos abiertos. Dejó de actuar, y le pasó un papel—. Como sea, aquí está mi equipo... ¿seguirás viendo a Bachelorette como la última coca en el desierto o me darás tu lista también?

Erick tragó pesado, pero restauró su porte rápidamente y se la entregó con confianza. En el papel venían impresos los nombres de CrizpySnax, De la Soul, Diddy bop, Barracuda, Sky, DOA, Guaca, Skiptrace, Meneíto, y...

—¡Uf! ¡qué calor! Para esa gracia, hubiera venido solo en brasier —gritó una muchacha a la espalda del grupo.

—¡Mirá quién llegó! Mi queridísima Ugo. —mencionó Erick.

[43]

La extraña exhibía como portentos un rostro tallado por artesanos griegos, ojos acuarelados de tonos musgosos y frescos, como si pintados por el mejor impresionista, cabello negro como el alquitrán, rizado como enredaderas, y con gotas de rocío intercaladas, seguramente, por una reciente ducha. Por un último, un cuerpo esbelto y curvilíneo, apenas limitado de su máxima expresión naturalista por una camisa a tirantes de tan poca longitud que fallaba en cubrir el arete perforado en su ombligo.

—Ish, téngame fe, mae. Anduve de fiesta anoche, terminé en una casa de un mae ahí, y pues, me tocó venirme de largo —sonrió coqueta, enredando un rizo cerca de su boca.

—¿Es esta tu Cleopatra, Marco Antonio? —comentó la peliceleste, con ironía.

—Podría ser la tuya —contestó la chica de inmediato.

Con esa misma presencia que poseía el galán de piel oscura, la tal "Ugo" puso su pierna en el espacio entre las dos de Ale, haciéndola retroceder. En un parpadeo, tomó su mano, la inspeccionó y acarició, para luego decir:

—¿Sabes? Me gustan las y los altos; con ellos, no se me cansan tanto las rodillas —espetó, sacando la lengua de forma pícara.

La invasión del espacio personal de Ale no duraría mucho, ya que su atención cambió hacia Lupe súbitamente, e inclinando el cuello unos paupérrimos quince grados, y sacando a relucir una dentadura impoluta, le dijo:

—Mmm, ¿nos conocemos?

—Ah, no...bueno, tal vez, soy pésima recordando-¡Wow!

La chica se quedó brevemente estupefacta al ver como Ugo acercó su cara a unos cuantos centímetros de la suya, y levantó su fleco para verla fijamente:

—Sí, no te conozco. Jamás olvidaría esos ojos.

—¡Y tampoco el fleco! —se rio con inocencia la muchacha con brackets.

Procedieron con las introducciones, en frente del resto. Granada solo bufaba y miraba a su reloj, en cambio, Loreta tenía sus pupilas reducidas a una singularidad, y las venas en sus manos marcados como la cordillera de los Alpes. Entre todo esto, Ugo colocó sus manos en los brazos de Lupe, y estas serpentearon toda la longitud hasta llegar a los hombros, y mirándola a los ojos, con el labio mordido, dijo:

—Es una linda jacket.

—¡Lo es! Mi amiga Ale me ayudo a elegirla —contestó, señalando a la referida con la mirada.

La sugestiva muchacha giró el cuello hacia Ale y expresó su opinión:

—Eres buena con la ropa, yo soy lo contrario.

—¿Por qué? Yo te veo bien vestida —cuestionó la fleco de tubo.

—La mayoría solo dicen que me veo bien —le respondió, jugando con el tirante de su camisa.

Fue aquí cuando Granada se interpuso, corriendo a Lupe a un lado, y tomando la palabra:

—Puedes socializar con la emperadora Josefina DESPUÉS de la crew battle.

—Téngala adentro y relájate, Benjamin Button —interrumpió CrizpySnax—. Las güilas están aquí porque no quieren aburrirse con un amargado como usted.

—Y yo las entiendo, a mí también me encantan los shows de los payasos, pero, que no cunda al pánico, acabaremos tan rápido con ustedes que habrá amplio tiempo para disfrutar de tus bufonadas, Erick —declaró con sonrisa de coprófago incluida.

—Ay, Gabrielito —dijo Ugo, poniendo una mano sobre el rostro de Granada, juntando su pecho contra el suyo—, no te obsesiones con ir rápido, no conseguirás ninguna chica así.

El capitán agarró la mano invasora con la suya, la alejó, y habló:

—Usa tus manos para practicar, Ugo.

—...Nene, no podrías comprender cuánta práctica tienen estas manos —espetó la muchacha, soplándole un beso.

Ella y Crizpy se marcharon, este último, despidiéndose de Alejandra. Mientras se alejaban, Granada negaba con la cabeza, a la vez que comentó:

—¿Pueden creerlo? Está a nada de tener una pelea importante, y se pone a perder el tiempo. Es una vergüenza para el juego que alguien así esté en la cima.

—Que me quemen en la hoguera por esto, pero estoy de acuerdo con el resentido social —añadió Ale.

—Pero no hacemos nada solo hablando al respecto. Entrenemos ya —expresó Blondie, con una seriedad en su voz que hasta intimidó al mismo Granada.

Sin embargo, eso era justo lo que quería escuchar, y sin más retrasos, se pusieron a practicar. La sesión de entrenamiento intensivo vino y se fue, a la vez que el capitán se iba coordinando con el resto de su equipo, para ir marcando la pauta con la que quería llevar la batalla. A pocos minutos de que sonara el silbatazo inicial, Loretta fue brevemente al tocador, para echarse agua en la cara y apagar todas esas hormigas de fuego que le recorrían el cuerpo cada vez que pensaba en aquella atrevida. Miraba al espejo, y no veía su reflejo, sino como Ugo había pasado sus taimadas manos sobre Lupe, y se mordía el labio al verla.

Sus venas sonaban como teteras por lo mucho que le hervía la sangre, y en ese momento de debilidad, al fin volvió a ver su imagen en el vidrio pulido, y asegurándose que no hubiera nadie viéndola, trató de imitar el gesto sexy de Ugo, pero lo hizo con demasiada emoción, y terminó marcándose los incisivos en el labio. Entonces, escuchó voces familiares viniendo de la entrada, se acercó a ellas, y vio que eran los dos ligadores, hablando entre ellos:

—¿Se le metió el agua, mae? ¿cómo puede estar tan loca para tratar de ligarse a la guapa? —preguntó Erick.

—¿Por qué con Betty, la fea? Simple: Es presa fácil, un número fácil para mi récord —explicó Ugo.

—Qué necedad con ese récord de cogidas, mae... —opinó con apatía.

—¡Ay! ¿es que ya la altota me lo doméstico? —se burló, agarrándole el cachete.

Este la empujo y dijo

—Varas. Usted sabe que eso también me gusta, pero también me cuadra hablar con las güilas, salir al mall, ver una película, ir al parque, varas así, y usted solo usa a sus ligues como ziplocs, ¡abre y cierra!

—¡Qué polada! ¡todo ridículo! —mencionó, entre carcajadas— Te compadezco. Como sea, esa güila será la siguiente.

—Tampoco me la trate mal, será feíta, pero no se merece sus canalladas.

—Si se enamora, será su culpa. No importa si es hetero o no, solo habrá que...meter mano. Y, para cuando me la quiera llevar bajo las sábanas, unas palabras melosas servirán, eso es demasiado, ¡seguro ella solita se entrega! Y después, si me queda tiempo, veo si le logró hacer la finta al playo de Granada —exclamó, con una mirada intensa.

La chispa había caído, su puño ahora estaba cerrado, y ella podía sentir su agitado pulso dentro de este. Sus dientes se rozaban violentamente bajo sus labios, como una falla tectónica preparándose para sacudir la tierra con su poder, y su iris era un caleidoscopio con fotos del infierno. 

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