Capítulo 17: "Mi guitarra llora dulcemente"
Arriba, una sábana celeste se extiende infinitamente, sin ningún mosaico nuboso tejido sobre esta; una imagen común en el verano, pero anómala en el vigente invierno. El cielo reflejaba a la tierra, no en la uniformidad de su apariencia, sino en su ausencia de vida, donde lápidas, panteones y mausoleos reemplazaban a los habituales árboles de la pradera. La familia Espinoza resaltaba como lo único vivo ahí, aparte del pasto y las lombrices, pero no las flores que abrazaba la muchacha sobre su pecho, amarradas en un cariñoso ramo casero fruto de su propia labor.
Delante de ellas, una tumba rezaba "Andrés Salvador Medina: Amado hijo, padre y esposo" en letra nítida sobre una placa de cerámica. La mayor dejó el regalo sobre el frío concreto y retrocedió. Doña Jeanette dio un paso al frente, acomodó su fleco, idéntico al de su niña, respiró, y enterneció su rostro justo antes de comenzar a hablar:
—Hola, Andy. Qué rápido pasa el tiempo estos días, ¿no? Siento como si fue ayer la última vez que vinimos a visitarte, y de eso a cuando aún estabas aquí...tan solo un segundo más atrás... —confesó, lanzando una nostálgica mirada sin rumbo— pero, bueno, ¿qué se le va a hacer? Han pasado muchas cosas desde la última visita: Acabo de cumplir treinta años...
—¿Qué no los había cumplido el año pasado? —murmuró Fabián.
—El antepasado también... —Le susurró de vuelta la Lupe.
La madre prosiguió:
—Ya reparé aquella eterna gotera que había en el cuarto de los chicos, le di por accidente a don Justiniano cuando metía el carro, me aprobaron el préstamo para la cocina nueva, y pues, eh...aún no he tenido el tiempo para tocar la guitarra; cada vez que pongo a la vieja Jacoba en mi regazo, toda la energía se me escapa por mis dedos, y termino por no hacer nada.
Lupe mordió levemente su labio al escuchar esto, provocando que una gota de sangre brotara de la herida.
—A pesar de todo, estoy agradecida con Dios por la vida que tengo, en especial, por los dos maravillosos hijos que me ha regalado —dijo, dirigiéndoles la más amorosa mirada a los dos hermanos—. Lupe, nuestra chiquitica, ya es toda una muchachona, bien linda, activa y servicial. Y Fabián: ¿Qué te puedo decir de Fabi? ¡es tu viva imagen! ¡desde la cabeza hasta los pies! Mirá que aún no entra al cole sino hasta el otro año y ya me saca una cabeza de alto, imaginate vos.
Se rio al respecto, pero luego, volvió a enseriar el rostro:
— Desea algún día llegar a ser un chef, igual que su papá, y a veces, cuando lo escucho decirme eso, yo...y-yo... —Y hasta ahí le llegó la compostura, cuando cayó de rodillas súbitamente, cubriendo su boca para silenciar su desolado llanto.
Tanto Lupe como Fabi se abalanzaron a abrazarla. La mayor no se contuvo en expresar abiertamente su tristeza, permitiéndoles a sus lágrimas brotar, mas el muchacho se las reservó con gran esfuerzo. Doña Jeanette se tomó un momento para recomponerse y limpiarse la cara con una toallita, y cuando finalmente la fuerza volvió a sus piernas, concluyó lo que quería decir:
—Disculpa, que estar mucho tiempo aquí hace que se me baje la azúcar —soltó, con una sonrisa—. Solo quiero que sepas que, seguimos bien, y que siempre estamos pensando en ti y que...sí, eso era todo. Chao, Andy...
Las lágrimas se filtraron entre la tierra, nutriendo el zacate aledaño hasta el próximo año, hasta que vuelva a llover. Ahora, solo aguardaba el silencioso viaje de vuelta, contemplando borrosas memorias plasmadas en los vidrios del viejo Toyota. Cuando llegaron a la casa, doña Jeanette comenzó a trotar con prisa por toda la casa, cambiándose el vestido y guardando unos fólderes de cartulina en su bolso. Lupe comentó acerca de esto:
—Qué mala nota que solo te hubieran dado libre hasta el mediodía, mami.
—Sí, mi amor, pero ahorita estamos bien tallados en la oficina con el trabajo que está llegando para que me dé el día entero, pero diay, ¡gracias a Dios hay trabajo! —contestó con radiancia.
—Eso sí —correspondió, también radiante, aunque un poquito más forzada— ¡Bueno, ve tranquila, ma! Yo voy a aprovechar el sol para lavar la ropa.
—¡Gracias, mi chiquita preciosa! Cuando vuelva en la tarde, ¿qué tal si salimos a comer a algún lado?
—No inventen, yo cocino hoy —interpuso Fabián, señalándose con el pulgar.
Madre e hija se dieron un guiño cómplice, pero, ya no había tiempo para más; era hora de ir a trabajar. Los dos hermanos se quedaron como dueños de la casa, y Lupe se retiró a su cuarto, cerró la puerta, se dejó caer al suelo, rodó debajo de la cama y volvió a desenterrar a la Jacoba. La sacó del estuche, tragó profundo e inició la práctica. Esta vez, al menos se esforzó en buscar una que otra ayuda en internet: Videos, blogs y demás tutoriales disponibles en la red. Todos fueron distintos grados de inútiles, porque la música de la niña aún sonaba como una psicofonía del espíritu errante de un gato muerto; la niña era una desafinada crónica. Tiró la guitarra a sus pies, con un rostro como si fuera a llorar piedras de la frustración y justo después, Fabián entró al cuarto:
—Oiga, mae, ¿Ha visto-? ...¿practicando con esa vara de nuevo? —mencionó, arqueando una ceja.
—¡Nnno era eso! Solo estaba...limpiándole las cuerdas.
—Al chile no entiendo para qué la usa si ni te gusta la música —confesó, encogiendo los hombros.
—¡Sí me gusta la música! ¡que sea malísima tocándola son otros cien pesos! ¡no tiene nada que ver! —vociferó
—¡Ta bien, ta bien! Relájela... —Apaciguó con las manos— Y si quiere aprender, ¿por qué no le pedís a ma que te ense—?
—¡Jamás, mae! Usted sabe que nos vende primero a usted y a mí antes que a esa guitarra, ¡imagínese lo que haría si llega enterarse que la he estado usando sin permiso! Además, ella ya anda demasiado ocupada como para que yo la joda más pidiéndole que me enseñe a tocar, así que... —Y se pasó un zipper por la boca.
—Como tú quieras. Termine rápido para poder lavar antes de que baje el sol.
Con esto, Fabián salió despacio, de vuelta a la cocina. De nuevo sola, Guadalupe volvió a colocar sus ojos sobre la guitarra, pero su mirada era apática y desinteresada, y llena de repulsión, pero inmediatamente, ocultó su cara con las manos, como asqueada de lo que ella misma sentía. Descubrió su rostro, hinchó su pecho aire y exhaló con rapidez. Entonces, pensó:
—No, debo recordar por qué es que hago esto.
Saltó de nuevo debajo de la cama, y después de mover muchas más cajas e aspirar peligrosas dosis de polvo, Lupe salió de ahí con telarañas atascadas en su fleco y una vieja caja entre sus manos, con una videocasetera del año del Matusalén y cintas que ya podían recibir el descuento para ciudadanos de oro. Milagrosamente, la chica sabía cómo usar estos vetustos, y seleccionó una de las grabaciones sin pensar. Sopló la cinta, la introdujo en la máquina, y le dio "play".
La pantalla estaba negra, y con una fecha al costado inferior: 21 de abril del 2001. Líneas blancas intermitentes distorsionaban el video y los colores en la pantalla, producto de la antigüedad de la tecnología. De pronto, la pantalla es encandilada por la iluminación del lugar donde se tomó el video, y se escuchan los gritos incomprensibles de una gran multitud en el fondo. Cuando el foco se adecua a la luz, se puede ver a una banda a punto de tocar, con el vocalista parado erguido frente al micrófono, el baterista con las baquetas en ambas manos, puestas en alto, esperando algo, igual el bajista, pero las cámaras parecen estar concentradas en la guitarrista; una muchacha tal vez de veinte años o menos, con jeans negros rotos y deshilachados en los ruedos, una camisa de tirantes del mismo color, un sinfín de pulseras y collares que adornaban su piel morena, y su cabello, café y andrajoso, que le cubría la espalda y un poco de la frente.
[40]
El cantante dio una rápida cuenta de tres, el baterista golpeó los timbales y la chica rasgó su guitarra eléctrica, dando por iniciado el concierto. Las canciones hablaban sobre amor, libertad, unidad, rebeldía, melancolía, presidentes corruptos, espinillas, erecciones incómodas y árbitros de fútbol comprados (No todas las canciones tenían buenas letras), pero en todas, la guitarrista tocaba con una energía exorbitante, que le brotaba de los dedos como agua de una tubería roto e inundaba al público, mientras lanzaba su cabeza como si su pelo se la estuviera comiendo, y nunca, pero nunca, soltando su sonrisa radiante y eléctrica.
Entonces, la banda de jóvenes terminaba su última canción, reverenciando y saludando a la afición después del gran show que tuvieron, pero ahí, siempre pasaba algo extraño, y era que la transmisión original por alguna razón, perdía el sonido en esta parte, quedando solo ruido blanco, que cuando Lupe escuchaba esto, su mente se llenaba de otros sonidos más incómodos, similares a cuando queda agua atascada en los oídos después de ir al mar, y poco a poco, crecía hacia un burbujeo incesante de algún oleaje violento, hasta que finalmente, el sonido de la grabación se reestablecía, y la chica volvía a la realidad, respirando fuerte y sudando frío. Era una entrevista para la chica de la guitarra:
—¿Cuál era tu nombre, flaca?
—¡Jeanette! —respondía, agitada por la adrenalina.
—¿Algo que quieres decirle a los televidentes?
—¡Esta va para güilas amantes del rock! ¡y esta para los malparidos que piensan que una doña no puede tocar guitarra bien! —gritaba, enseñando el dedo del medio a la cámara— ¡Que viva el rock y viva Costa Rica, carepichas!
Tan solo esas palabras, tan sinceras y desenfrenadas, levantaban los ánimos de Lupe, que inmediatamente paró el video, volvió a acomodar todo debajo de la cama, y cuando estaba a punto de tocar de nuevo...
—¡LUPE!
—¡AH! ¡v-voy, voy! —Le respondió la fleco de tubo.
Sacó el estuche y colocó con delicadeza a la Jacoba adentro, la vio con melancolía, y se dijo a sí misma:
—...¿Qué estaré haciendo mal?
Con ambas manos, cerró el estuche. Y esto sirve de transición perfecta a la Lupe cerrando la lavadora, y dándole vuelta a la perilla.
[41]
El aparato ya mostraba su edad, y temblaba como Chile cualquier martes, por lo que necesito el peso de ambos hermanos para no desarmarse. Mientras se mecían sobre la máquina, el menor notó algo colorido en el piso, así que lo juntó con los dedos de los pies, y lo acercó hacia él para ver que se trataba de una foto:
—¿Y este? —preguntó, empujando con en el hombro a Lupe.
—¿Quién? ¡oh! Es la foto que me tomé con Gabo —contestó, robándole la foto.
—Ah, el mae de los torneos. Entonces, el saco que trajiste, ¿era de él?
—Obvio, y de seguro, ahí venía esta foto. ¡Rayos! ¡se la hubiera devuelto junto al saco! —lamentó, chasqueando los dedos.
—Espera, ¿cuándo se lo devolviste?
—Técnicamente, yo no se lo devolví...
Al otro lado de la ciudad, en el colegio, caminaban Loretta y Alejandra durante el recreo. La fiesta fue un éxito, y el chisme se esparció tan rápido como un virus en una estación de tren, así que mientras la rubia iba caminando, muchos la felicitaban por la fiesta, le daban palmadas en el hombro, y le preguntaban cuándo sería la siguiente. Incómodamente, agradeció todos los cumplidos, pero, cuando se alejaron lo suficiente de la gente, compartió sus preocupaciones:
—Espero no meterme en problemas...
—Relax, la fiesta gustó...bueno, al menos entre los que recordaban cómo llegaron a sus casas al día siguiente —mencionó Ale.
—Aunado a eso, también tengo que explicar cómo Anthony terminó en un centro de reciclaje.
—Yo también tendría mis dudas; no hay nada en él de lo que se pueda sacar provecho —comentó, entre sardónicas risas—. ¡Sonría, mae! Todo salió bien: tuviste tu baile de fantasía, te divertiste en tu lapsus de rebeldía, y te quedaste a solas un buen rato con tu chica.
—Sí...sí lo hice —dijo Loretta, sonriendo entre rubores.
—Y no te estreses, estamos en Junio; solo veremos las consecuencias de esa noche hasta, no sé, ¿Mayo del próximo año? Y no serán problema nuestro.
—¿Por qué ese mes en específico...? Cambiando de tema, ¿me acompañas a devolverle su saco a Gabriel? Lupe me lo encomendó
—¿A ti? ¿y por qué no espero hasta para devolverlo ella misma?
—¡Verás, hermanito! —exclamó Lupe, aún encima de la lavadora— Descubrí que Lore está loquita de amor por alguien.
—¡No! ¡¿él?! —respondió Fabián, incrédulo.
—¡Él! —asintió enérgica.
—¿Cómo se entero?
—Ojo de loca no se equivoca. Hay una tensión romántica fuertísima entre esos dos —afirmó con fe ciega.
—Entonces, le diste el saco a ella para que tenga una excusa de acercarse a Gabriel, así es ¿no?
—¡Precisamente! Ahora bien, solo espero que a Lore no le dé mucha pena acercársele a Gabo para dárselo... —cruzó los brazos y arrugó un poco la cara.
—No me importa, la verdad, solo lo hago porque ella me lo pidió —mencionó Loretta, en el colegio, con la emoción de un decapitado.
En su camino, la extranjera percibió una fragancia cercana llegando a su nariz, y con un rápido rastreo, pudo ver que la fuente era el saco. Lo acercó para olerlo con más detalle, y en su mente, Loretta analizó el olor:
—Huele igual que Lupe. Lo ha lavado con el mismo detergente que usa, me imagino, pero hay algo muy distinto, tal vez sea que está recién lavado, pero este aroma es placentero...hmm, no, ese adjetivo es algo débil. Tal vez, ¿lindo? No, tampoco, "lindo" es para algo que se puede ver, y los olores son invisibles, quizás...
Dejaremos a Lore por un momento mientras volvemos con los dos hermanos:
—Ok, digamos que Lore sí le entrega el saco... —conceptualizó Fabi, con ambos índices juntos bajo su nariz— ¿qué sigue después?
—¡Ay, Fabi! ¡si hasta la pregunta ofende! Yo también pensé que, si fuera solo darle el saco, nada importante saldría de ahí, por eso, le dejé una pequeña ayudita en el saco a Lore.
—¿"Ayudita"? —dijo con una ceja levantada, mientras que su hermana solo se rio pícaramente
Ahora, de vuelta con Lore, su calvario con describir el olor de un detergente había tomado un rumbo...peculiar:
—Es más como un "Ahhhh" que un "Mmmmm", que tal vez llega al nivel de un "Uhhhhh", y es en la diferencia entre "Ahhhh" y "Uhhhhh" donde radica lo hipnótico de esta fragancia y, Dios mío, nada de lo dije tiene el menor sentido ¡¿Qué me está pasando?!
—¡Lore!
—¡AH! —gritó la rubia, alejando el saco de su cara.
—Gabriel está ahí —le señaló la alta con la cabeza.
—S—sí, claro... —contestó inquieta, mientras caminaba casi de puntillas hacia donde el joven.
Gabriel saludó a la extranjera de forma amena, y reaccionó con sorpresa al ver que ella traía su saco, considerando quién se lo había quedado el fin de semana pasado. La chica extendió la prenda hacia con cierta resistencia, y cuando el muchacho de pelo negro lo tomó, jaló y jaló y jaló, pero la chica caucásica no abría sus manos para soltarlo, como si estuviera sujetando un manto sagrado. Ale raspó su garganta de manera sonora para devolver a Lore a la realidad y que soltara el bendito saco. El chico agradeció el gesto con una justificada confusión, pero Lore ya había partido antes de escucharla, pensando en cómo un jabón en polvo de marca pirata le había arruinado el día.
De nuevo solo, Gabriel recordó la importancia del saco, y hurgó dentro de los bolsillos de este. No encontró la foto, pero sí una carta, pero, ¿cómo había llegado ahí?:
—¡Ajá! Le dejé una tarjetita de cartón en el bolsillo del pecho, para ir "preparando la cancha" entre esos dos, ya sabes, crear puentes y eso —explicó Lupe.
—¡Wow, wow, wow! ¿le diste una carta de amor a Gabriel de parte de Lore? ¡¿Sin que ella supiera?! —reaccionó Fabi, indignado.
—Claro que no es de amor, tampoco soy bruta, y menos que le voy a poner que Lore la escribió —replicó, blanqueando los ojos.
—¿Y si se da cuenta que la escribiste tú?
—¡Jamás lo hará! Escribí con una letra super linda y super distinta a la mía.
Saltamos hacia el colegio, donde Gabriel está leyendo la carta y pensando:
—La carta está escrita con una letra muy linda y elegante. Imaginaría que es de Loretta...si no fuera por todas estas faltas de ortografía. Parece más algo que escribiría Lupe.
—¡No sospechará nada! —espetó la fleco de tubo, porfiada— Pensará que es de Lore, pero como no tiene nombre, no dirá nada, y así, ¡todos ganamos!
El hermano gruñó desconfiado, e hizo una última pregunta:
—¿Y qué decía la carta?
¡Me diverti mucho contígo el sábado pasado!
¡Espero que pasemos más momentos asi a ahora en adelante!
—Es una carta tierna —pensó Gabriel—. Además, venía con un confite de miel adherido al papel. Es dulce...Lupe...¡Argh! ¡¿en qué estoy pensando?! No tengo tiempo para esto, no cuando "Burning down the house" es el próximo mes. Estoy decidido a ganar y...¿a qué huele?
Detectó el mismo olor del saco, lo acercó a sus fosas nasales, y dijo:
—Huh, huele rico.
Acaeció la penumbra nocturna, y después de practicar un poco más con la guitarra sin fruto alguno, Guadalupe la volvió a guardar y se rindió sobre su colchón con los brazos extendidos. Entonces, su teléfono vibró:
—¡Oh, es Lore! ...¿Que cuál detergente uso? —exclamó confundida, y ahí, acabó el día.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro