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Capítulo 16-II

—¡Lore! —vociferó Lupe a sus espaldas— ¡qué buena idea la del novio! ¿y qué putas con ese mae?

—Gracias, y en cuanto a él, siempre es lo mismo... —declaró, poniéndose la mano sobre el rostro—. Desde pequeño, cree que, como nuestras familias son amigas, estamos destinados a casarnos algún día.

—¿Qué cree que esto? ¿la dinastía Borbón? —opinó Ale— Mejor dejemos de pensar en ese idiota, y disfrutemos de la fiesta. Mientras tengas al señor aprieta botones cerca, no creo que se te acerca el bicho raro aquel.

—Eso suena adecuado, pero claro, Gabriel tiene que estar de acuerdo —Indicó la quinceañera, por lo que las demás le dirigieron la mirada.

—Exijo un pedazo extra de pastel para mi hermana. Con eso me basta —exclamó el chico

—¡Gracias, Gabo! —respondió la fleco de tubo de forma tierna— ¡y ahora, a bailar! —gritó enérgica, mientras arrastraba a la quinceañera a la pista de baile.

El sonido hasta donde la perilla, el DJ con los dedos calientes, y la algarabía del baile hacía vibrar al edificio como una armónica de cristal; Los pies de los bailarines, indómitos y erráticos, castigaban el piso sobre el que estaban, los saltos y los brincos resonaban al compás del parlante, haciendo saltar las vajillas que reposaban en las mesas. Los cuerpos chocaban, rebotaban y se rozaban los unos a los otros y aquí, el caos pasaba a ser el nuevo orden, él que no se moviera, sería escupido de la centrífuga que era la pista. El sudor volaba y lloviznaba, formando una atmósfera húmeda y calurosa que solo inyectaba a todos con más adrenalina, siempre con ansia de saltar más alto con la próxima canción.

La música, la sangre que nutría al corazón de la fiesta, no se podía ser quisquilloso con ella, la música para bailar es bombástica y al momento que suena, o gusto o pa' fuera. Son estas poderosas frecuencias las que excitan todas las fibras del cuerpo y obligan a cada quién las escuche a liberar ese endemoniado impulso a punta de movimiento, y Loretta no era inmune. Con los reflectores encima, en esta noche donde todo parecía girar en torno a ella, poquito a poco, el ritmo fue deslizándose entre sus poros, sus músculos se fueron relajando, y una corriente de energía saltaba desde la punta de sus dedos hasta la planta de sus pies, pasando por la cadera, y ya todos sabemos lo que dicen: Las caderas nunca mienten.

En su emoción, se había desentendido de sus alrededores, y ahora estaba en medio del huracán de gente. Confundida entre parches de luz y sombra, zigzagueaba entre los cuerpos, comiéndose empujones y codazos, no obstante, una mano la sacó de un jalón, y de repente, ahora tenía a Lupe frente a ella. Ella movió los labios, pero no le escuchó nada; poco importó, porque ya su amiga le estaba dando vueltas, moviendo las manos, y marcando los pasos con ella. Era raro; en medio de un equipo de sonido de alta gama, no escuchaban nada, y en medio de un pelotón de puertos, estaban solos; los reflectores eran opacados por el brillo de sus ojos, y una fiesta entera dedicada a ella quedaba en segundo plano ante esa sonrisa chueca que amaba.

Entonces, Lupe se exaltó, le dijo a algo que Lore de nuevo no escuchó y esta volvió a ser arrastrada. La amiga hizo espacio, volando gritos y empujando gente, y pronto, volvió con una silla en sus manos y todos se quitaron de su camino, inmediatamente entendiendo el propósito de esta; todos menos Loretta, a quién sentaron en dicha silla.

—¿Y-y esto, Lupe? —preguntó, sacada de ritmo.

—Solo relájate, chica... —susurró Lupe de tal manera que le generó un breve escalofrío.

Acto seguido, agarró a Gabriel y lo llevó a la fuerza al frente de la chica sentada. Una vez ahí, usó su poderosa voz para llamar la atención de todos.

—¡Aló, Aló! ¿me escuchan? Como ya saben, hoy Lore es la quinceañera —Todos silbaron y vitorearon en ese instante—. Por eso, aya hoy le toca recibir de todo, ¿y qué mejor regalo que un baile sexy, exclusivo y único para ella hoy en su día especial? —Y todos concordaron en un grito multitudinario, menos Lore, que estaba con los ojos bien abiertos, tratando de levantarse a la fuerza de la silla.

Verán, los quinceaños se pueden ver como un ritual de transición de la niñez a la adultez, ergo, aquí se introducen algunas prácticas adultas de una manera "acolchonada": Brindar con cidra, parrandear hasta la media noche y vestidos más escotados, por ejemplo. Viéndolo así, una versión "Kid—friendly" de un baile de striptease no suena tan descabellado. Con Loretta aturdida, Lupe continuó lo suyo:

—¡Vas, Gabo! —dijo, dándole una palmada en la espalda que le tronó las vértebras.

—¡¿Cómo que voy?!

—¡Eres su novio! —Le guiño— Si alguien le va a bailar de primero, debes ser tú. ¡Vamos, que es para vacilar!

—Siento que la única que se está divirtiendo aquí eres tú... —comentó con escepticismo, mientras la fanaticada expectante coreaba y alentaba al muchacho bien vestido a que se aligerara un poco de sus ropas.

Al final, y para sorpresa de la quinceañera, Gabriel cedió a la presión social y se quitó su saco de forma desafiante. En realidad, todo lo que se hizo aún podía ser transmitido en horario familiar, y lo más picoso que llegó a hacer fue quitarse la faja, además de un vergonzoso, pero divertido intento de bailar como stripper, siendo igual de sugestivo que una lagartija zarandeando. Lore, por su lado, estaba sufriendo con un ataque de risa, a la vez que su cara brillaba de un rojo incandescente por la vergüenza ajena, mas no podía negar lo mucho que estaba disfrutando esto, en verdad sentía cómo con cada instante que transcurría, dejaba de ser una niña. Llegaron más dizques bailarines, y luego, propias y extrañas la corrieron de la silla y disfrutaron un rato del paisaje.

Después de un rato, el calor dentro del gentío se había hecho insoportable, así que era buena hora para la sesión de fotos en el jardín. Bajo los arcos de arbustos recortados, y sentadas en las escaleras de un precioso quiosco, posaron ante las cámaras; todos querían una foto con la cumpleañera. El rollo del fotógrafo se derritió como algodón de azúcar, pero Lore aún no estaba satisfecha, por lo que se llevó a su séquito, novio falso incluido, y con polaroid en mano, tomó unas fotos más personales, pero se presentó un problemilla:

—No te va a matar a sonreír, ¿sabes? —opinó Ale, sosteniendo la cámara.

—La sonrisa aumenta el precio —contestó Gabriel, sin flexionar en lo más mínimo las comisuras de su boca.

—Wow, ni siquiera cambia la pose; es como si lo hubiéramos metido con Photoshop —comentó Lupe, repasando las instantáneas que ya habían revelado.

Fue aquí cuando a la fleco de tubo se le prendió el bombillo, y con una sonrisilla alevosa, propuso:

—¡Tómame una con Gabo!

—¿Solos? —preguntó el joven.

—¿Qué? ¿te cela la novia? —bromeó, ante las risas de las otras.

Con los ojos blancos con sarcasmo, se movió en posición, manteniendo un brazo de distancia con Lupe, sin quitar su cara de póker, pero, cuando Ale comenzó la cuenta de tres para tomar la foto, la chiquilla se movió hacia él en el último segundo, abrazándole, y haciéndole cosquillas. Cuando el flash los baño, Gabriel finalmente había abierto su boca:

—¡¿Estás loca?!

—¡Ay, no seas así! ¡mira lo lindo que salimos!

—Ajá, claro, seguro me veo espan-.

La imagen plasmada se veía, para sorpresa de todos, linda. Milagrosamente, la risa del chico quedó natural. Él se quedó brevemente absorto viéndola, hasta que Lupe volvió a hablar:

—Considéralo nuestro primer recuerdo como amigos, ¿ok?

—Como "más que conocidos", mejor —replicó, metiendo la foto en el bolsillo de su saco.

—Bien... —contestó, haciendo un puchero— corre, que te deja tu novia, "más que conocido".

A pesar de los traspiés, tanto literales como figurativos, la fiesta seguía yendo a la perfección, y Loretta sabía que solo faltaba el gran final, la pièce de résistance para que todo saliera de acuerdo al plan. Entraron de nuevo al edificio a la hora de la cena, mas, en el portal, los esperaba el padre de Loretta, jugando nerviosamente con los dedos. Al verlo así, la hija le dirigió la palabra:

—Papá, ¿está todo bien?

— Hija, llevaba un rato buscándote. Es sobre Katie.

—¡¿Ya llegó?!

En ese instante, todas las moléculas de aire huyeron como aves ante el disparo de un cazador, y el señor no pudo responder; para su suerte, no ocupaba hacerlo, su rostro era claro. Al verlo, las pupilas de Lore se contrajeron a un tamaño diminuto, su sonrisa se pulverizó en una línea que, igual que en un monitor cardiaco, indicaba que ya no quedaba rastro de vida presente. Su padre explico ñaa situación.

—Tuvo un problema en la aduana. Nada grave, pero la van a retener en el aeropuerto hasta la madrugada. E-en verdad lo siento, pequeña, sé lo mucho que significaba para ti...

Lore solo bajó la cabeza, cuando miles de pensamientos se lanzaban unos contra otros en un coctel de ruidos y palabras llenas de odio y disgusto que acrecentaban ese círculo vicioso de furia dentro de ella, hasta que los sonidos colapsaron sobre sí mismos en una horrible cacofonía, y ya no pudo más, todas estas frustraciones se concentraron en su puño. Lo levantó con lentitud, aumentando la anticipación y en un parpadeo, lo dejó caer cual mazo sobre la mesa, levantando todos los objetos en esta y produciendo un sonido que silenció a absolutamente todos los presentes:

—Me disculpo por esto —dijo con voz quebradiza—. Necesito un momento a solas. Continúen la fiesta sin mí —Y se esfumó con un caminar recto pero apresurado, y el DJ hizo caso a la instrucción, reiniciando la música.

Tanto Lupe como Ale la vieron subir por las escaleras al segundo piso, por lo que la peliceleste preguntó:

—¿No vas a ir tras ella?

—No todavía, es obvio que debe estar puteadísima ahorita y con ganas de matar a alguien. Le daré un rato para que se calme.

Mientras Lupe le daba tiempo al tiempo, Gabriel encontró una oportunidad para dejar su puesto y deambular hacia la pista de baile. Aunque había llegado con la intención de hacer su trabajo como chambelán, y luego, quedarse arrecostado contra la pared en una esquina, su infructífero intento de ser stripper lo impulsó a participar más en la bailadera, e incluso, socializar un poquito con los demás. Claro, solo comentarios inocuos como "Estaban ricos los canapés ¿verdad?" y así: Pasitos pequeños. Entre la multitud, sus pensamientos divagaban:

La verdad, esperaba salir lo más temprano posible y llegar a practicar Cosmos el resto de la noche, pero la verdad es que, esto de las fiestas y los bailes...podría ser peor. Tal vez me quede un rato más. De todos modos, ¿Qué es lo peor que podría pasar?

Ingenuamente, dijo la frase maldita, y el destino lo castigó inmediatamente, porque un sector de la pista se despejó en la pista, y entonces, el tiempo se detuvo. En ese único espacio iluminado por el reflector, todo parecía moverse en cámara lenta, al tener al frente a una muchacha, de ojos avellana, pecas moteadas, y un cabello rubicundo atado en una trenza helicoidal; una chica linda, no obstante, la expresión del muchacho contaba una historia muy distinta: una de terror. Una parálisis completa se apoderó de cada uno de sus nervios, su corazón redobló notas al ritmo de una taquicardia, empujando hacia afuera todo el aire de sus pulmones. El poco aliento que le quedaba lo gastó en para decir:

—A...aurora.

De manera milagrosa, reaccionó y salió del edificio para tomar aire fresco, un poco más y se hubiera desmayado en el lugar.

En el balcón, yacía Loretta, abrazando sus rodillas sin decir ni una palabra, solo acompañada por la enorme luna llena a sus espaldas, y la frialdad del viento era lo único que se permitía sentir. La llama en su mirada volvió a brilla cuando vio desde ahí a una parejita entre los arbustos del Jardín. Era solo otro amor adolescente, con palabras cursis en naturaleza, pero sinceras en su ternura; un cariño desmedido, inmaduro, hasta autodestructivo, mas, genuino hasta la raíz, y un beso, torpe y vulgar, que era producto de un amor que no deseaba permanecer oculto.

¡Qué extraño era! Semejante cosa frente a sus ojos, en su propio cumpleaños; era un chiste de mal gusto donde ella era, simultáneamente, la única que lo entendía y el remate del mismo...y aun así, desde ese gélido balcón, ella anhelaba eso que veía para ella, y deseaba más que nada gritarlo, mas, ella misma asfixió el deseo, enterrando su rostro entre sus rodillas otra vez. Fue entonces cuando sintió un toquecito en la espalda, y frente a ella había un plato con un cheesecake encima, y una mano delicada que la sostenía:

—Pensé que tendrías hambre —le habló Lupe con voz suave.

Lore se limpió la cara, agradeció la comida y pausadamente, se lo fue acabando, mientras que la fleco de tubo hacía lo mismo con el suyo. Cuando la vajilla quedo limpia, Lupe preguntó con la cabeza inclinada hacia un costado:

—¿Te sientes un poquito mejor?

Ella asintió, y sonrió débilmente.

—...No hiciste nada malo, Lore.

—No, yo-.

—Lo digo en serio —La miró a los ojos con decisión—. Querías que fuera un día perfecto, y no le fue. Yo te entiendo

—...Ya debería saber que solo porque algo salga mal, no es el fin del mundo-.

—Entonces, ¿no te enojaste?

—Sí lo hice, pero no debería; no tiene justificación.

—¿Y eso importa? No tienes que justificarle a nadie por qué te sientes como te sientes, y menos a mí.

—L-lupe, no es tan sencillo —contestó, viendo hacia el suelo—. Después del cariño que me mostraron todos viniendo, irme de esa manera es pisotear ese cariño; un berrinche.

—¡Pero no fue a propósito! —insistió Lupe— ¡T-tal vez se vio un toque mal o feo! ¡pero lo que sentiste fue real y no pudiste evitarlo!

La trigueña vio el aún decaído rostro de su amiga, así que respiró, le dio un poco de espacio y dijo:

—...Perdón, me pase. Solo quiero que sepas qué...no tienes que justificarte conmigo por eso.

Por varios segundos, los únicos que tenían deseo de conversar eran los grillos aledaños, hasta que la rubia volvió a hablar:

—Katie no solo iba a dar un discurso, sino el de él...

—¿Él?, ¿te refieres...a Henry?

—Sí, venía en su testamento, y dispuso que solo se leyera hasta que yo cumpliera quince, y ella lo traía. Desde que tengo memoria, mi madre me contaba sobre su quinceaños, sobre lo hermoso que fue y sobre como fue su primer paso para madurar. Imaginé tantas veces este día, y de tantas diferentes maneras, pero había dos cosas que nunca cambiaban: Que ese día, me convertiría en una mujer...y que Henry estaría ahí para verlo.

Los ojos de Guadalupe se abrieron de par en par, a la vez que Loretta apenas podía contener el temblor en sus labios para seguir hablando:

—S-sé...sé que ya no está, pero...pero, quería que él fuera parte de este día, aunque fuera solo ese papel, y ahora-.

Antes de terminar, Lupe la frenó en seco con el abrazo más fuerte que podía dar con sus brazos, ya con el maquillaje marcando cataratas en sus mejillas. Fue la fuerza de ese acto lo que agrietó la represa; sus defensas desfallecieron, y la niña rompió en llanto sobre el pecho de Guadalupe. Los azulejos del piso mutaron en un suampo, diluidos por la lluvia ácida que caía de sus ojos, que era el agua arrastrando sedimentos de viejos dolores. Los gritos que pegaba olían como libros viejos, de tanto haber añejado en su corazón, pero, con el tiempo, estos gritos desaparecieron en ecos, y las lágrimas se fueron por el desagüe.

Guadalupe acarició el pelo de la quinceañera, y con una voz suave, casi susurrada, se sinceró:

—Lore, él es parte de hoy, porque es parte de ti, y debe estar orgullo de quién eres. Bueno, ¿cómo no lo estaría? Si fueras yo, ahí la cosa sería distinta —compartió, riéndose después de la última oración.

—¿Por qué? —preguntó la extranjera, sin reírse.

—O sea, seamos serias, Lore: No soy linda, tampoco buena estudiante, no sé qué voy a hacer con mi vida, y siempre soy una carga en cada club que-.

—Detente, Lupe. Me desagrada demasiado que te refieras a ti misma de esa manera —declaró con el entrecejo fruncido—. Eres la muchacha más especial que he conocido en mi vida. Tú fuiste la única que vio en mí más que una extranjera, y tú haces eso con todo el mundo; ver lo especial en ellos. Por eso, me entristece demasiado que no puedas verlo en ti...

Loretta entonces dejó de ser ella. Su mano se deslizó sobre el regazo de Lupe, y su cuerpo poco a poco se fue inclinando en dirección hacia ella; sin embargo, fue la última acción involuntaria la que tuvo más peso, y no, no fue un beso (lloren), sino un estruendoso rugido de tripas:

—...Lore ¿Esa fuiste tú?

—B-bueno, n-no he comido desde las once —explicó la rubia, apenada.

Lupe se destornilló de la risa y dijo:

—¡Se nota! ¡sonó como Godzilla!

—¡T—tampoco hay que exagerar! —Se quejó con un fluorescente esplendor rojo en toda la cara.

—¿Cómo que no? Si hasta llegó un gato pensando que lo llamaba otro —bromeaba la bandida, al ver a un inoportuno felino posándose sobre el borde del balcón.

—¡U-una mera coincidencia!

—Ajá. ¡Mira lo lindo que está el Michi! —contestó Lupe, agarrando al animal y mostrándoselo—. Yo nunca me he creído eso de que los gatos negros traen mal suerte, al chile. O sea ¿Cómo algo tan lindo podría hacer eso? ¡claro que no! ¡jamás! —Se dirigía al gato, hablándole como a un bebé.

—Tal vez haya un poco de mérito en eso... —resopló con descontento—. Trae un collar, ¿crees que esté perdido?

—Nah, los gatos son así —Tomó al gato, lo pasó por encima de la baranda, y lo dejó ir—. Incluso como mascotas, siempre andan vagueando en las calles a cada rato, tan libres y sin ataduras...libres...¡AH! ¡LO TENGO!

—¿L-lo atrapaste?

—¡No, no al gato! ¡tengo una idea excelente! ¡huyamos de aquí!

—¡¿Qué?!

—¡Al fin y al cabo, es tu quinceaños! Si la fiesta no salió de acuerdo al plan, no pasa nada si tú también te sales de él.

—N-no lo sé, Lupe...

—¡Piénsalo, chica! ¡Si hay un día en que puedes portarte mal es hoy! ¡además! ¡será la oportunidad perfecta para usar...esto! —exclamó, mostrándole un par de zapatos tipo converse.

—¿Y esos? —preguntó Lore.

—¡Tu regalo de cumpleaños! Quería esperar hasta el final de la fiesta para dártelos, pero ¿qué mejor manera que usarlos en algo que no olvidaremos el resto de nuestras vidas?

Entonces, la enérgica muchacha saltó sobre el marco del balcón, y desde ahí, le extendió la mano a la quinceañera, y le dijo:

—¿Qué me dices? ¿estás conmigo?

Loretta vio su cara: Ojos brillantes, sonrisa dispuesta en un gran arco oblicuo, y una postura fuerte y llena de vida; Todo de Lupe gritaba confianza a los cuatro vientos. Y pensó: "¿Cómo no creer en ella?".

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