Capítulo 16: "¡Estás cordialmente invitado!"
El quinceaños de una chica es una fecha especial en todos los aspectos: Especial en la vida de una muchacha, especial para la familia, y especialmente estresante para todos los involucrados. Cada asunto por organizar es algo que puede salir mal. Sin embargo, tanto nerviosismo y preocupación dará sus frutos cuando la mujer pase las páginas de su álbum de recuerdos y vea las fotografías del momento con ternura (supuestamente). De todas maneras, la quinceañera no sufre sola su gran día, sino que todo su círculo hace guardia para compartir la agonía, y este era el caso de las dos más honradas damas de honor de Loretta:
—¡Ouch! ¡mami, no sea tan concha! —gruñía Lupe, mientras Doña Jeanette le movía la cabeza como a una muñeca de trapo greñuda, y con peine en mano, desenredaba, trenzaba y alisaba todos los cabellos de su hija, mientras le estiraba el pellejo de la cara como a un gato.
—Sóquenle, que ya casi son las cuatro —apuraba Fabián desde la puerta, tocando la madera con el nudillo.
—¡Sí, sí, sí, lo sé! —mencionaba inquieta— ¡Cuando le avise, nos llamas de un solo el taxi! ¿Y Ale ya está lista?
—Mi diosa sigue en el baño.
—¡Argh! —Se lamentaba, estirándose la cara y exponiendo su párpado inferior— ¡Tenía que atrasarse hoy! ¡AYY! ¡MAMI!
Ya con su pelo listo para la fiesta, Lupe se fue corriendo como un pingüino al baño, con el vestido y los tacones estorbándole a buscar a la peliceleste. Ella estaba frente al espejo, encorvada, trabajándose las pestañas con tranquilidad.
—Perdón que no teníamos un espejo más alto.
—Este funciona.
—¡Pero bueno! ¡¿Ya estás lista?!
—Espera dos minutos, no puedes acelerar una obra de arte —respondió, sin quitar la mirada de su reflejo.
—¡Ya, ya, pero póngale! ¡FABI, LLAME EL TAXI!
—¡Voy! —Se escuchó su grito ahogado desde la sala. El conductor estaba cerquísima del lugar y llegó en casi nada, comenzando a pitar fuertemente para maltratar aún más la paz mental de la fleco de tubo.
—¡Ya llegó! —Avisó el hermano menor.
—¡NO, GÜEVON! ¡NO ME DI CUENTA! —Replicó la mayor, que no se decidía si actuar sarcástica o neurótica— ¡ALE!
—Relax, solo cinco segundos más y habré terminado de aplicar-¡listo, vámonos!
Agarró a Lupe del brazo y la arrastró hacia la salida. Un rollo de fotos después, y ya podrían emprender su camino al punto acordado sin más retrasos.
El viaje fue uno callado, ni siquiera había música en la radio. En la calle, los autos de las vías aledañas parecían espejismos que se perdían en el apagado celeste del horizonte, para luego dar espacio al reflejo traslúcido de las caras de las pasajeras, que aprovechaban ese tiempo muerto para trabajar sobre el trabajo de maquillaje ya trabajado sobre sus caras. El taxi se detuvo enfrente de un llamativo edificio, con luces celestes resplandeciendo desde su interior, con dos plantas, paredes de vidrio esmerilado en el primer piso, y un enorme balcón en el segundo, rodeado por un muy bien cuidado jardín.
Tras cruzar la entrada, el lugar encogía a los invitados con su escala, y en esta ocasión, la decoración había tomado una temática invernal, con blancos y celestes cubriendo el lugar, como una pequeña boda de fantasía, complementado con una ostentosa fuente iluminada y una gran pista de baile por detrás. Esta podría ser la imagen inalcanzable que tienen muchas niñas de sus fiestas de quinceaños; una ilusión que frecuentemente se rompe cuando choca con los gastos de la renta, la luz y la comida, pero aquí, no había tal dilema.
Las muchachas, sin embargo, tendrían que esperar para explorar hasta el último rincón del lugar, ya que tenían una gran responsabilidad aún por cumplir. Lupe y Ale eran las encargadas de coordinar a las demás damas de honor y a los chambelanes. Los fueron acomodando y explicando cómo y cuándo debían moverse, siendo serias por una vez en su vida, pero había algo que aún no estaba resuelto a pocos momentos de la hora de la verdad.
—¡¿Y Gabriel dónde está?! —preguntaba la morena muchacha, con sus manos estrujando su cabeza.
—Esperemos que, por su bien, no haya decidido desertar —exclamó Ale con voz siniestra y una mirada aún peor.
—¡Si hace eso, lo colgaré de su control!
De repente, un taxi se parqueó al frente, derrapando sobre el pavimento, y de la puerta del pasajero, salió Gabriel, que no se veía muy distinto de su apariencia normal, solo exceptuando su peinado.
—¡¿Dónde andaba, mae?! ¡apúrele, que Lore está que llega en cualquier momento! —Le reclamó la fleco de tubo.
—Subestimé un poco el tráfico que habría a esta hora... —respondió apenado y con unas cuantas gotas aisladas de sudor en su frente.
Llegando a donde estaba el resto del pelotón, Ale posó de manera breve su atención sobre él, dirigió el semblante de nuevo al frente y dijo:
—Alguien finalmente decidió ir a comprar a una boutique en vez de profanar tumbas.
—¿Gracias...? —contestó el joven
—Se te ve bien el traje, Gabo —halagó la Lupe, con rostro ameno, y con una juguetona carcajada, concluyó—. Si entrecierro los ojos así, hasta pareces un mae guapo.
—Gracias por la aclaración... —bufó.
Acto seguido, Lupe saltó sobre un pie frente a él, dio una agraciada vuelta, y reluciendo sus impolutos Brackets con una sonrisa, preguntó:
—¿Qué opinas? ¿cómo me veo?
El chico retrocedió un poco el rostro ante la inesperada pregunta. Cuando volvió a enderezarse, siento que su cuello se había calentado repentinamente, y poniendo una mano sobre este para sofocar la sensación, contestó:
—...B-bien
—¿Eso es todo? —replicó Lupe, entrecerrando los ojos.
—B-básicamente. Hasta tu peinado se ve muy bien hoy...con todo y fleco de tubo.
—¿Algún problema? —contestó la chica de forma pasiva—agresiva.
—N-no, para nada...
—Aparte de las excentricidades de Lupe, el resto de su peinado es el último grito de la moda —aseveró Ale con propiedad.
—Eso lo puedo entender; cuando lo veo, yo también quiero gritar —compartió Gabriel con una sonrisa relajada, haciendo que la chica de los Brackets gruñera.
—En fin, vayamos a acomodarte —interrumpió entre pucheros—. Veamos...como que estás medio bajito, así que sería mejor que fueras al frente.
—¿Qué dices? No te escucho desde ahí abajo —replicó con fastidio.
Lupe tocó el hombro del primero que estaba en la fila e hizo algo curioso: Se dirigió a él en inglés, diciéndole lo siguiente:
—Oye, disculpa ¿Te molestaría que lo pusiéramos a él adelante tuyo? —El sujeto se volteó lentamente para revelarse ante el muchacho.
Era mucho más alto que Gabriel, casi igual que Erick, con un pelo castaño, peinado y perfumado. En su muñeca, un reloj que parecía todo menos barato, y unos ojos verdes incluso más incisivos que los de la misma Alicia, además de la notable atractividad del desconocido sujeto. En el mismo idioma, y con una elegante reverencia, respondió:
—No hay ningún problema, señorita —Y cedió el espacio. Ya acomodado, Gabriel le susurró una pregunta a Lupe:
—¿Y quién es el elegante caballero sajón?
—¿El gringo? Creo que es un conocido de Lore, pero parece que no habla español muy bien —aclaró.
Y cuando estaba a punto de responder, llegó una limosina. Era un automóvil negro y lujoso, digno de un carruaje real, entonces, el chofer salió, abrió la puerta y sostuvo la mano de la doncella, mientras ella baja sus piernas lentamente del auto hasta que, después de tanta anticipación, todos pudieron contemplar con asombro a la quinceañera.
Su vestido era celeste con acentos y accesorios blancos platinados; de su cuello, un bello collar colgaba, y cada hebra de su cabello era un precioso filamento de aurea composición, y estos, rizados y amarrados en espléndidas trenzas por algún maestro del metal. Ningún pintor podría encontrar mejor lienzo que el terso y pálido rostro de la muchacha, donde su maquillaje era una unión perfecta de colores suaves y negativos blancos, resaltando su belleza natural. Ante los ojos de todos los presentes, e igual que cuando recién llegó a esta tierra tropical, ella era una princesa de nuestros tiempos.
Con sus zapatillas de material diáfano y brillante robadas del guardarropa de la Cenicienta, y medias blancas y pulcras con diseños florales grisáceos confeccionados sobre estas que cubrían toda la longitud de las piernas, dio el primer paso hacia su día especial, luego el segundo, y el tercero, pero no un cuarto, porque se resbaló. Sin embargo, antes de besar el suelo, su caída se detuvo, y cuando volteó la mirada, vio a Lupe sosteniéndola con fuerza:
—¿Estás bien, Lore? —preguntó preocupada.
El centro de las miradas tardó en procesar lo que había pasado, pero en cuanto lo hizo, notó que Lupe la estaba sosteniendo justo en el pecho; peor aún, tocando la parte descubierta del vestido, cerca de la clavícula. Sus glóbulos rojos se ordenaron en una falange griega en toda su cara, y con su temperatura corporal a punto de derretirla, habló:
—S-sí, yo soy Lore, y e-estoy bien.
[36]
Como saltar frente a un carro sería muy descortés para los invitados, Loretta solo huyó de su vergüenza parecer, se maldijo a sí misma y a su inexperiencia con andar en tacones, y continuó su gala, como toda una campeona. Junto con la música, fue caminando por la alfombra, seguida por su corte, hasta que llegó con el hombre más importante en su vida hasta ahora: Su padre, con el mismo rostro cordial, pero algo tímido que siempre vestía. Con su hija al frente, extendió su mano y Loretta reciprocó la acción, para que después, ambos se fueran a la pista a bailar el vals ceremonial, mientras que las damas y los chambelanes rompían filas. Lupe y Ale aprovecharon para hablar:
—Te apuesto un rojo a que ponen "tiempo de vals" de Chayanne —susurró Lupe.
—Sabes que el sentido de una apuesta es que ambos lados puedan perder, ¿verdad? —respondió la otra con condescendencia.
La partitura de la melodía se desenrolló bajo una tenue luz azulada que bañaba el suelo donde danzaban. La figura portentosa del padre cubría completamente a la hija, como un eclipse intermitente que tapaba la luz de Loretta cada trescientos sesenta grados. Ambos iban en perfecta armonía: Un, dos, tres, con los melódicos tonos del padre de todos, mientras los asistentes admiraban en silencio, hasta que la canción finalizó, y la multitud llenó el vacío sonoro con sus aplausos. Loretta caminó y se acercó a sus damas y chambelanes, para darles su agradecimiento, pero se encontró un peñasco en su camino, un peñasco angloparlante:
—Glad to see you again, mademoiselle —interpuso el extranjero chambelán, tomando su mano besándola, y para nuestro fin, el resto de la conversación será traducida.
—O-oh, Anthony... —contestó la quinceañera, quitando la mano moderadamente— en verdad ha pasado mucho tiempo.
—Mucho tiempo, en verdad. Te has vuelto toda una dama, exquisita y con clase.
—Gracias... —respondió con una formal reverencia y empezó a caminar de nuevo.
—Espera, milady —cortó, poniendo su brazo en su camino—. Hemos esperado tanto tiempo por esta reunión y tenemos mucho de qué hablar.
—Así es, pero antes, debo primero atender al resto de mis acompañantes, así que, si me disculpas... —explicó con una mueca más tensionada y se alejó apresuradamente, hacia donde el resto— muchachos, en serio ¡muchas gracias! ¡lo hicieron de maravilla todos! ¡Jimmy! ¡Terry!
—Siempre a tu entera... habló el primer primo rubio.
—...Disposición, primita —concluyó el segundo.
—Veo que ustedes también han mejorado su español, chicos.
—Es una lengua compleja...
—...Pero nada que no podamos hacer para hablar contigo —expuso uno, mientras ambos posaban con espeluznante sincronía.
—Se los agradezco demasiado. ¡Ale! ¡Lupe! —Trotó hacia donde sus amigas y las abrazó.
—¡Estás hecha toda una princesa, amiga! —expresó la trigueña, agarrándola de sus manos y dándole vueltas a Lore hasta terminar mareada.
—Una emperatriz, querrás decir —corrigió Ale—. ¿Tan solo te imaginas si hubiéramos hecho aquella entrada con fuentes de sangre a ambos lados como te había dicho?
—N-no creo que los de limpieza compartan tu visión. Además, con lo agitado que ha estado mi día, agradezco una entrada más modesta.
—Imagino que ha sido agotador —opinó Lupe.
—Y doy fe de eso. Desde las seis de la mañana comenzaron los preparativos. Mis padres organizaron una misa en mi honor, pero hubo un error en comunicación, y tuvimos que compartir el recinto con los asistentes de un funeral...
—Las vidas que se esfumaron hoy serán compensadas por aquellas que surjan dentro de los baños, durante la noche —vaticinó Ale, recibiendo un codazo de Lupe que ni la inmutó.
—La misa se extendió media hora más, el catering casi mata a la mitad de mi familia trayendo un aderezo de maní, el equipo de sonido no funcionaba, Katie, que iba a dar un discurso para mí hoy, aún no ha llegado porque su vuelo se retrasó, casi estampo mi cara contra el suelo, y-.
—¡Lore! —gritó la fleco de tubo, poniendo su mano sobre el hombro de la chica— ...Tranquila. La fiesta y sus cosas no son para nosotros; son para ti, ¡así que disfrútala!
La mujercita de cabello dorado sonrió, y posó su mano sobre la de Lupe, y entonces, habló:
—Lo sé, solo que, he imaginado este día desde hace tanto tiempo, y...quiero que sea perfecto.
Justo después, la más alta colocó también su mano, y exclamó.
—Con todas juntas, lo será.
—Te lo prometo... —juró Lupe, y la frase e entonación de esta reactivó sensaciones atemporales, que conectaron cada célula de ella con su par en el pasado, donde esa misma voz habían echado chispa a la hoguera de obsesión que mantenía en su alma, aquella que cada día amenazaba un poco más con quemarla sino la dejaba salir, pero la llama cayó al fondo de un océano glacial cuando escuchó otra voz:
—Querida Loretta... —interrumpió de nuevo el tal Anthony en inglés.
—Ah, Anthony... —lamentó la quinceañera, y le contestó en español— agradecería que no hables inglés cuando conoces muy bien el idioma local —Le pidió con respeto, pero con una mirada severa.
El elegante angloparlante acomodó las mangas de su traje y con una sonrisa relajada, replicó en castellano:
—Por ti, lo que sea, mi bella señorita.
—Guacalé... —musitaron ambas amigas de Lore, en mal acento francés, aguantando arcadas.
—Me disculpo si fue descortés de mi parte, pero quería un poco de privacidad, mi bella Loretta.
—¿Privacidad?
—Habrá imaginado que no sabíamos inglés esa basura elitista...—pensó la peliceleste.
—Y es porque... —exclamó, agarrando su pecho— ¡Mis sentimientos por ti desean salir de mi corazón!
—...¿Huh?
El tipo se arrodilló, y de repente, los reflectores se colocaron sobre ellos:
—Mi amada señorita, desde que llegaron las noticias de tu quinceaños, limpié mi agenda y dispuse todo mi esfuerzo en llegar aquí tan pronto como pudiera, y volver a juntarme contigo, mi dulce musa —La miró fijamente con sus ojazos verdes.
—Ajá... —respondió Loretta, para nada impresionada, pero lo que sí la exaltó fue cuando Anthony se levantó y la acorraló contra de la pared, usando su brazo derecho para bloquearle el paso.
—Loretta...he venido de muy lejos para tratar de apagar este fuego en mi alma, para saciar esta indescriptible sed... —paró y tomó el mentón de la rubia con sus dedos— ...de tus labios.
—¡Suficiente, le voy a majar la jeta! —exclamó Lupe, arremangándose.
—Detente, Lupe —gritó Ale, agarrándola del vestido.
—¡El mae se está sobrepasando con Lore! —reclamó fúrica.
—¡Lo sé! —contestó con igual frustración— pero, mira a tu alrededor: toda la fiesta está viendo, si interferimos, podríamos causar un escándalo que podría arruinarle el día perfecto de Lore. Ese bastardo lo ha hecho a propósito...—Farfulló, lanzándole el mal de ojo más siniestro que tenía, y cuando parecía que el arrogante galán se robaría el primer beso de Lore...
—¡U-un momento, Anthony! —interpuso la quinceañera.
—¿Qué pasa, mi flor en cautiverio? —respondió coqueto.
—Siempre la llama como "mi algo" —pensó Lupe—. ¡Qué pedante es!
—M-me halaga tu proposición, pero me veo en la posición de rechazarla.
—Lo siento, Loretta, pero no aceptaré un "no" como respuesta —contradijo Anthony, intransigente.
—Es que... —La chica tomó una gran bocanada de aire y, en un segundo, enmudeció el lugar con sus palabras— ¡t-tengo novio!
—...¡¿QUÉ?! —escupieron todos los presentes, manchando el piso con la sidra del brindis.
—¡¿Q-quién se interpuso entre nosotros?! —cuestionó Anthony, que había retrocedido por el shock.
La quinceañera no tenía tiempo, estaba creando una mentira en el momento, así que lanzó dardos con los ojos a cada posible objetivo, hasta que se decidió en uno, y la verdad, apuesto que sabrán quién...
—Eeh...¡Él! —señaló la chica hacia el fondo.
—...¿Qué? —preguntó Gabriel confundido, sosteniendo un canapé a medio comer. Loretta se teletransportó hacia él, entrelazó su brazo con el del joven y tomó de nuevo la palabra:
—¡Ajá! E-este es mi novio, Gabriel Salazar.
—¡¿Que yo qu—?! ¡Argh! —gimió al sentir el tacón de la cumpleañera machacando su pulgar, a la vez que la niña, como haciendo de ventrílocuo, susurró:
—Di que sí, por favor...
—Ah...sí...¡sí! Yo soy Gabriel...el novio —habló pausado.
Entonces, la confusión y rabia en la cara del tal Tony dio pasó a una mueca risueña, y después, a una carcajada total:
—¿Él? Pensé que era el valet. Ya me preguntaba cómo haría para llegar a los pedales —se burló Antony—. ¿Cuánto tiempo llevas con...este, mi lote escarchado?
—Eeh, desde... —perdía Lore tiempo, mientras trataba de inventarse una respuesta.
—¿Hace una semana...? —dijo el "novio".
—¡A-a-así es! ¡s-se me propuso hace una semana!
—¡S-siento como si hubiera sido ayer! ¿No?
—¡Sí! ¡Pero no fue ayer, sino hace una semana! —ambos solo se limitaron a reír nerviosamente. El sujeto solo miró con más rencor a Gabriel y le reclamó lo siguiente:
—¿En serio prefieres a este donnadie? ¿Un hombre con tan poco espinazo que no hace nada para detener a otro que intenta robarse el corazón de su mujer? —Todos suspiraron ante tan malintencionado comentario, mientras Loretta estaba tratando de pensar en una excusa para tal contradicción, mas no sería necesario, porque en el momento que escuchó la risa monótona de Gabriel, todo había terminado.
—¿Qué ese tan gracioso? —cuestionó con disgusto.
—Mi buen caballero, es mi opinión que entiendes todo esto al revés —Y ahí estaba, la maldita sonrisa, mofando al chico rico con su sola existencia—. Si no dije nada es porque esperaba que, alguien con un mínimo de dignidad, orgullo, y sentido del ridículo se percatara de qué tan bochornoso era el espectáculo que estaba presentando, pero, conozco a los de tu tipo, y sé que hay que bajar las expectativas
—¿Qué acabas de decirme...? —Replicó en voz baja, conteniendo su furia bajo sus suspiros.
—¡Oh! Conque eres sordo ADEMÁS de desentendido con la sociedad. Vamos, que hasta un mínimo común denominador entre nosotros puede entender fácilmente la ridiculez de tus actos, ¿o no, Lupe? —preguntó.
—¡Así es! —respondió orgullosa— ...Espera ¿Qué-?
—¡Verás! —cortó Gabriel de nuevo— Tu plan es tan patético como es arcaico: Encarar a Loretta frente a una multitud expectante, poniendo todos los reflectores, literales y figurativos, sobre ella, para que la presión social haga lo que tu flácido carisma no puede.
—¡¿C-cómo te atreves?! —rechinó con los dientes.
—¡No! ¿cómo TÚ te atreves a hacer semejante show? —Lo señaló con perjuicio—. Mister, déjame decirte algo, y en tu idioma, para que no falles en recordarlo de ahora en adelante: You are the trash of society —vocalizó Gabriel con aterradora seriedad.
Entonces, cuando Anthony estaba a punto de sufrir un patatús, Loretta se acercó a su novio ficticio, tomó su mano, y la acomodó alrededor de su cintura, para asombro y sonrojo de él, y shock para el arrogante donjuán de ojos verdes. Ella dijo:
—Anthony, por respeto a la amistad de nuestras familias, te invité a esta fiesta, sin embargo, si intentas algo así de nuevo, llamaré a seguridad para que te escolten a la salida. Eso es todo —esclareció con la más imponente frialdad posible, que congeló el ponche, cristalizó granizo en el vidrio del lugar y sublimó los alientos de los presentes en un blanco y gélido vapor.
Anthony se recompuso, acomodando su traje y su peinado, y relajando sus facciones. Se disculpó ante la anfitriona y su "pareja", pero en sus ojos, un latente odio husmeaba tras sus pupilas, y simplemente, se fue a otro sector de la fiesta por el momento. Con esto arreglado, Gabriel suspiró de alivio y le preguntó a Lore:
—Entiendo lo de novio, pero ¿era necesario la mano en la cintura...? —preguntó, algo incómodo.
—Solo me divertía un poco a costa de él —sonrió tranquila—. Gracias por ayudarme...Granada —le dijo gentil, pero con una mirada algo pícara, a lo que él solo resopló y con un dedo tocándose la nariz, contestó.
—Me debes una, Robinson.
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