Capítulo 15: "Un chisme no se cuenta a medias"
Era el final de otro día, y en la biblioteca, un santo lugar lejos de los dramas estudiantiles, la poca luz que entra embarniza el polvo que desprenden los carcomidos libros, y los pocos sonidos se limitan a gotas escurriéndose por las enmohecidas ventanas. Fue aquí donde Lore entró con un libro abrazado sobre su pecho, y se acercó al mostrador, que estaba desatendido.
La rubia reposó el libro sobre la madera y se puso a tararear mientras esperaba a la señora, luego, a marcar el compás con su pie, y después, a balancearse de atrás para adelante. Como la espera se extendía, le dio por cantar en voz baja, o eso intentó antes de pegar un salto al oír una puerta abrirse a sus espaldas, volteándose al instante.
—¿Gabriel? —comentó, algo intrigada.
—Oh, Loretta, hola... —saludó moviendo levemente la cabeza, igual de carismático que siempre
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Vine a recoger unas cosas y ayudar con unos espejos... —mencionó con desdén—. En fin, si necesitas algo, te puedo ayudar.
—¿Eres asistente en la biblioteca?
—Eeh, más o menos. Hoy fue que algo en el almuerzo le cayó mal a la bibliotecaria. Me dijo que iría al baño un momento...y eso fue hace más de media hora —comentó, poniendo cara de preocupación.
—¿N-no deberías ir a ver si está bien? —aconsejó Lore, consternada.
—Si sigue en el baño, será mejor no acercarse ahí por un par de días...o semanas—comentó el muchacho, con los brazos cruzados—. En fin, ¿vienes a dejar eso? —dijo, mientras señalaba el libro que ella traía.
—A-ajá —asintió.
—Yo lo puedo devolver por ti; conozco bien en dónde van —se ofreció, estirando la mano para recibir el libro
—Muchas gracias—Le entregó el folio, junto a una sonrisa gentil.
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Gabriel agarró el libro, mientras que Loretta esperaba que se moviera hacia la puerta al costado del mostrador y entrara a la sección de las estanterías por ahí, pero no, el chico saltó y se deslizó por encima del mostrador, dejándola atónita. El chico se limpió el pantalón por detrás, y al ver la expresión desencajada de la rubia, dijo:
—...¿Qué?
La chica soltó una pequeña risa y respondió:
—¿Quién diría que tú fueras tan rebelde, Gabriel?
Él resopló con gracia, y con su patentada sonrisa, contestó:
—Qué estándar más bajo de rebeldía tienes. Como sea, ¿vas a entrar?
—O-oh, claro —Caminó hacia la puerta y la levantó con delicadeza, diciendo—. Con permiso.
El muchacho buscó y encontró la estantería con bastante eficacia, y ya que estaba en eso, la extranjera aprovechó para vinear el catálogo, esperando encontrar algo interesante en una biblioteca colegial, o sea que su rango podía desde un libro en un idioma que no se enseña ahí hasta una pistola. Viéndola tan interesada en su búsqueda, Gabriel esbozó una expresión maliciosa y bromeó:
—Si buscas un libro sobre cómo ganarme, lamentablemente no lo vas a encontrar.
La chica gruñó levemente, pero, de repente, levantó las cejas y respondió:
—Eso es obvio. Erick te vence todo el tiempo, y él no me da la impresión de que sea un lector apasionado.
—...Ganas este round, Blondie —refunfuñó Granada.
Con esto, la boca de la anglosajona delineó la más sutil de las sonrisas, pero no había ni pasado ni un minuto de regodeo cuando captó algo de su interés.
—¡Wow! ¡tienen una copia de "La Rosa de Versalles"!
—Creo que lo había escuchado. Es el de la chica espadachina durante la revolución francesa, ¿no?
—¡Así es! —contestó Lore, con un extraño brillo en sus ojos.
—Eeh, no me gusta el diseño de la protagonista —opinó Gabriel, encogido de hombres.
—¿Disculpa ? —el brillo ahora venía de afiladas navajas descansando en su iris.
—No soy fan de los ojos azules, sin ofender.
—¿Hay alguna razón para eso? —interrogó, sentándose en un banquito.
—Todos los que he conocido con ese aciago tono suelen ser imbéciles; solo tú eres la excepción.
—Me tranquiliza saber que no estoy en la lista.
—Yo me siento más en paz sabiendo que estoy en la lista de otras personas; menos expectativas que mantener, ¿sabes? —sonrió el jugador, orgulloso.
—Me parece que Lupe no te tiene en la suya.
—Lupe ni lista tiene; abrazaría a un cactus si este le dijera que tuvo un mal día.
—Sí, supongo que sí... —expresó, volteándose. En breve, volvió a girar para encararlo, y con una sonrisa, confesó—...Bueno, en la mía, tampoco estás.
Gabriel abrió al máximo sus párpados por un instante, se rio brevemente, rodando los ojos en sus cuencas, y sugirió salir de la estantería. También, le dijo a la muchacha que podía quedarse con el manga. Con todo listo y apuntado, Gabriel volvió a deslizarse para salir de ahí; a sus espaldas, Lore observaba la pulida madera con intensidad, y el joven, ni lento ni perezoso, se movió del camino, miró a la agazapada chica con una expresión provocadora, y le señaló el camino con las manos.
La primer promedio cerró los ojos e inhaló con fuerza, dio dos pasos atrás, y salió cual bala de aire comprimido hacia el mostrador, volando más allá de la superficie, y cayendo bajo una pila de viejos documentos. Con un soplo, se quitó el papel y cabello que tenía encima, solo para ver la pedante carita de Gabriel, diciéndole:
—¿Quién diría que TÚ fueras tan rebelde, Robinson?
Acto seguido, se pusieron a ordenar el desastre, y cuando estaban a punto de terminar, Loretta le preguntó
—¿Tienes algún compromiso este fin de semana?
Cambio de escena, ahora saltamos a una hora más avanzada de la tarde, y encontramos cómo una lima espolvoreada de piedritas brillantes acaricia el borde de una cutícula con precisión, dejándola tersa y limpia como mármol griego. Sobre la lisa superficie, dispersas las hebras de una brocha caen arrastradas sobre esta; sus huellas, estelas de cálido turquesa son, enterrando a la uña rosada. Por último, un pincel moldea hermosos cristales de hielo hechos de acrílico, y una cuota de esmalte perpetúa el diseño al menos hasta el siguiente fin de semana. Con un suspiro revitalizador, y usando su antebrazo como toalla para limpiar el sudor, el artista se detuvo temporalmente a apreciar su trabajo.
—¡Bueno, ahí ya va una mano, falta la otra! —exclamó Lupe entre sonrisas— Tus uñas son un amor para trabajar, Lore.
—G-gracias, las crecí yo misma —dijo con pena— ¡¿Por qué dije eso?! —gritó internamente.
—¡Qué gracioso, chica! —carcajeó con el chiste involuntario.
—¿Está todo listo, Lore? —inquirió Ale, levantando su mirada de su revista.
—En buena teoría, sí. Ya se consiguió el sonido, el servicio de catering y los fotógrafos; se arregló el lugar y la iluminación, el vestido ya está, también el pastel. ¡Ah! Y Katie llega al país mañana al mediodía.
—Olvidas lo más importante, querida —interpuso la peliceleste—: Las damas de honor, o sea, nosotras.
—Claro que no las olvide —Sonrió la futura quinceañera—. ¿Cómo van los vestidos, Ale?
—Listos, y entregados a cada una de las chicas —Aseguró, ondulando su largo cabello— La tela que conseguí hizo maravillas, lo notarás una vez nos veas vistiéndolos.
—Confío plenamente en ello.
Lupe volvía a su trabajo no remunerado de estilista, y Ale, al de lectora. Para matar un poco el silencio, la fleco de tubo lanzó una propuesta:
—Hey, Ale, ¿no te ha llegado otro chisme por ahí? El que nos contaste sobre Ximena, Armando y Mario estuvo super bueno.
—¿Verdad que sí? Pero uno de esa calidad no llega todos los días. ¿Les había contado el del profe Arturo?
—¿Qué lo vieron con la profe Melany? Sí, ya.
—Pues no se me viene nada más a la cabeza —declaró Alejandra, volviendo a hundir su cara en la revista, ante los suspiros de aburrimiento de Lupe.
Cuando nada parecía que les iba a evitar quedarse solas con el sonido de los pájaros, una fuente inesperada avivó de nuevo la conversación:
—Y-yo podría contarles algo que me pasó hoy... —musitó Loretta.
Las chicas ni se dieron el tiempo suficiente para procesar lo escuchado, y ya se habían recostado sobre la alfombra, con rostros hambrientos por el fuego prohibido del chisme. Ahora, siendo el centro de atención, la tímida niña trató de nivelar las expectativas:
—L-lo mío no es tan interesante como los de ustedes, pero...a-ahí les va. Bueno, como ya saben, las damas de honor para mi quinceaños las definí casi al principio, no obstante, con los chambelanes, fue más difícil, porque no tengo muchos amigos varones.
—Me habías contado que aún te faltaban personas —mencionó Lupe, y Lore le reafirmó:
—La lista iba así: Dos compañeros de olimpiadas, Alex y Esteban; el novio de Natalia, Enrique, mis primos, Terry y Perry y, como ya me estaba quedando corta de tiempo, mi padre sugirió una opción: A Tony Harvey...
—No eres una fan, ¿verdad? —infirió Ale.
—Es...un personaje, pero, no creo que cause mucho problema... —suspiró la rubia y se encogió los hombros.
Lupe contó con los dedos y luego, vociferó:
—¡Pero esos son seis! ¡aún falta uno!
—A eso iba. Hoy me pasé por la biblioteca a dejar unas cosas y...me encontré con Gabriel.
—¡No! —expulsó Lupe.
—¡¿Él?! —cuestionó Ale, incrédula.
—Tuvimos la oportunidad de conversar un rato, y no es tan insufrible como parece. Además, no me queda mucho tiempo; la fiesta es este sábado.
—La sequía de tipos que valgan la pena nos ha traído a aceptar como solución a un friki con complejo de Napoleón; Roma ha vuelto a caer —expresó la peliceleste con apatía, extendiéndose sobre el suelo como una alfombra de cuero de oso.
—¡Ay, no seas tan dramática! Gabo parece que le baja mucho a su ego cuando no tiene un control entre manos —señaló la trigueña.
—¿Gabo? —dijo la extranjera, confundida.
—Ya estamos en confianza y deja que lo llame así, ¡soy buenísima en esto! —respondió, reluciendo sus amalgamas dentales con orgullo, pero Lore solo enserió su gesto.
—Pues, si ustedes creen que no causará problemas, yo confío —mencionó la peliceleste—. Pero mantengo que la única forma de alejar a un hombre de su ego es cortándoselo.
—Sería muy difícil cortar la conexión que tiene él con Cosmos —opinó Lupe.
—No me estás entendiendo... —remarcó, haciendo un ademán de tijeras con las manos.
—Uyy...
Al mismo tiempo, alguien tocó la puerta con musicalidad. Lupe abrió de inmediato para encontrarse con su hermano haciendo de mesero, balanceando postres con sus brazos, e indicado al instante:
—¡Les traje brownies de chocolate con crema chantilly!
—¡Oh, Fabi! ¡Muchísimas gracias! —La mayor auxilió al menor con los pedazos por repartir, y se las entregó a sus amigas rápidamente. Ale fue la primera en ofrecer su crítica:
—Están excelentes, Fabi. La pasta te quedó esponjosa y con muy buena consistencia, mientras que el sabor a chocolate está justo en el punto entre ser notable y antes de pasar a ser excesivo —concluyó.
—¡M-m-muchas gracias por tu opinión! ¡seguiré mejorando para hacer cada uno de mis platillos digno de-!
—¡Gracias, Fabi! -cortó Lupe.
—O-oh, claro, ya me voy... —al decir esto, se metió entre el espacio de la puerta, pero luego, arrimó su cabeza para decir—y... ¿se van a quedar para la cena?
—¡GRACIAS, FABI! —replicó la fleco de tubo de nuevo, mucho más intimidante, haciéndolo cerrar la puerta con desánimo.
—Eres bastante ruda con él, ¿no? —comentó la peliceleste.
—Pues sí, pero, ¿acaso estás dispuesta a darle una oportunidad, querida cuñada? —contestó pícaramente.
—Me atrapaste ahí. Volviendo al tema, ¿quieres explicar a la corte que hacías con Gabriel Salazar? ¿hmm? —declaró, girando letárgicamente su cuello en dirección a la extranjera.
—Solo hablé con él un poco, se me ocurrió que podía invitarlo, así que lo hice.
—¿Y nada más?
—Pues, no...aunque, reaccionó de manera curiosa cuando le pregunté.
—¿Curiosa como Jorge, el curioso, o como la unidad 731?
—Curiosa en el sentido que acepto sin más. Pensé que diría que no, o pondría excusas, pero lo pensó un momento, y ya.
—Conque así fue, huh... —exclamó Lupe, con voz escéptica.
—¿Q-qué pasa? —preguntó Loretta, nerviosa.
—¡Ale, quiero tomar la palabra! ¡Tengo un chisme que contar! ¡Y es el más fresco que hayan escuchado!
—¿Por qué dices que es el más fresco? —cuestionó Lore.
Lupe se rio con malicia y replicó:
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—Elemental, mi querida Watson. Es el chisme más fresco porque está aquí, en este momento, ¡mientras hablamos!
—Veamos que tiene que decir la "Detective Guadalupe" al respecto —opinó Ale, cruzando los brazos.
—¡Vamos! —exclamó con emoción, levantando el índice con ahínco, lista para explicar su "deducción"— Primero, hay varios cambios muy notables en tu apariencia hoy, Lore.
—¿L-los hay?
—¡Así es! Empezando por tu peinado. Vos siempre andas con el pelo suelto, sin ningún solo accesorio, pero hoy, estás distinta, porque andas con una diadema, y una muy bonita para variar.
—De tonalidad Azul Francia; combina bien contigo —agregó Ale.
—G-gracias por notarlo, quería cambiar un poco mi apariencia en estos días antes de mi quinceaños.
—¡Ah! Pero ese no fue el único cambio, querida amiga —reveló una gran sonrisa llena de seguridad.
—¿A-ah, no?
—No te rías, Lupe —exclamó Ale, con seriedad.
—P-perdón —contestó la chica, tapándose la risa con una mano— ¡Continuemos! Hay otro cambio muy aparente a la vista, o mejor dicho, al olfato. Desde que te conozco, realmente nunca has sido de usar perfumes, porque dices que te causan alergia, pero no tengo duda de que hoy hueles muy diferente; un olor dulce y llamativo, para ser más específica.
—Eso no es muy específico... —opinó Lore, dudosa.
—Por el olor a vainas negras de vainilla y a flor de azahar del naranjo, debe ser "Signorina misteriosa" de Salvatore Ferragamo; un clásico entre las esencias dulces, y más importante aún, no es barato —informó la peliceleste.
—¿Por qué conseguirías un perfume así, Lore? —interrogó Lupe, con una mirada quisquillosa.
—I-igual, era para el quinceaños, solo quería probarlo antes del gran día —aclaró con un poco de tartamudeo.
—Hmmm, ya veremos —respondió la detective, de forma quisquillosa—. Hay otra cosa rara sobre ti, y es justo lo que estamos haciendo en este instante, o sea, ¡tus uñas pintadas!
—¿Eso es sospechoso...?
—No por si solo, pero si tomas en cuenta que es la primera vez que me has pedido que te haga la manicure, y siempre que te las veo, solo están esmaltadas, ya es algo raro ¿Qué te habrá hecho cambiar de opinión? —Comentó Lupe, revolviendo su fleco— ¡Continuemos! ¡Y este es el cambio más sutil! Y lo noté mientras te hacía las uñas.
Entonces, Lupe colocó un espejo debajo del mentón de su amiga.
—¿Ves aquí? Donde se une el cuello con la jupa, tu piel cambia de color.
—Es una mancha de polvos para la cara. Si no conoces bien tu tono de piel ni cómo aplicar tu maquillaje, puede quedar así. Señal obvia de una novata —Esclareció Ale profesionalmente.
—Lore, pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que te maquillaste sola? Porque la verdad, nunca te he visto hacerlo —aseguró Lupe.
—¡Argh! —lanzó Lore ese sonido, a la vez que se tapaba el cuello con una mano.
—Pero, ¿qué sacamos de todo esto? Mi ojo de detective se encargó de eso —Chasqueó los dedos y apuntó hacia una esquina—. ¡Esa revista que sobresale de tu bulto ata todos los cabos sueltos!
—¿L-la revista?
—¡Así es! Puedo ver que es el volumen de este mes de "Chic-Click", y pasa que yo también tengo una copia, ¡la misma que Ale ha estado leyendo!
—Es lectura barata pero, no me quejo —contestó la alta, lamiendo su dedo y pasando la página.
—Había un artículo muy interesante este mes, que se llamaba "Los cinco mandamientos para hacer caer a tu crush" —indicó la detective.
—¿N-no deberían ser diez? —comentó Lore
—¿Quisieras leerlos por mí, Ale? —sugirió Lupe
—Está bien... —Limpió su garganta y procedió a dictarlos— "Uno: ¡Cambia tu peinado! Búscate un look que esté de pelos y mira cómo se le ponen los pelos de punta. Dos: ¡Cambia tu perfume! Como todos los hombres son perros, notarán el cambio de inmediato. Tres: ¡Píntate las uñas! Que él disfrute ver la mano que le da de comer. Cuatro: ¡Cambia tu cara! O maquíllate, lo que sea más fácil. Cinco: ¡Acércatele, no te va a morder! Trata de pasar tiempo después de clases con él, aunque tengas que secuestrarlo" ...Eso es todo.
—...¿Quién escribe esos artículos? —preguntó la acusada, tragando saliva a la vez que Lupe se preparaba para darle el clavo final.
—Sabiendo que seguiste cuatro de los cinco pasos al pie de la letra nos lleva a deducir que tuviste que haber hecho el quinto, y combinado con lo que sabemos, no tengo ninguna duda. ¡Solo hay una conclusión en dónde encajan todos los hechos! Y esa es que... —extendió al máximo su índice en la dirección de Lore y gritó— ¡Secuestraste a Gabriel, y él se encuentra en este cuarto, justo en este momento!
Un silencio se apoderó del cuarto hasta que...
—Lupe, pregunta: ¿Dónde ocultaría Lore a un amordazado Gabriel aquí...en tu propia casa? —habló Ale, sosteniéndose fuertemente el arco entre sus ojos.
—...Ah. ¡AYY! —gimió de dolor después de que Alejandra le pegara con la revista enrollada en la cabeza.
—Inténtalo de nuevo.
—Perdón, es que me emocioné un poco —Se dio un suave coscorrón y sonrió con vergüenza—. Está bien, va de nuevo: ¡Solo hay una conclusión en donde encajan todos los hechos! Y esa es que...¡Tu encuentro con Gabriel no fue accidental, sino tú llevando a cabo el último consejo de la lista! ...¿Cómo estuvo esa vez, Ale? —Preguntó, segura de sí misma.
—Muy bien, pero omitiste el detalle de la ropa interior de seda negra.
—¡¿QUÉ?! —gritaron la detective y la sospechosa— ¡L-l-lore! ¡¿q-qué planeabas hacer con Gabriel?!
—¡Nada! ¡Es obvio que Ale está mintiendo! —contrarrestó, exasperada.
—Claramente —Se rio la cínica. Lupe exhaló con alivio, y luego, preguntó a Lore.
—¿Y a ti qué te pareció mi deducción, Lore? —sonrió con orgullo, y luego, levantó la mirada— ... ¿Y por qué pones cara de "¿En serio?"?
—Lupe, yo compré esa revista camino acá. ¿Cómo tendría tiempo para seguir los pasos?
—Eso es...un muy buen punto.
—Todavía peor, estás asumiendo que mi crush sería Gabriel. O sea, no es mala persona, pero, ya sabes...—Esto último lo dijo con decepción.
—Eso es otro buen punto... —suspiró Lupe, desganada, mientras analizaba a fondo la conclusión de todo— Supongo que me perdí en mi propia imaginación. Siento que se verían lindos juntos, pero, ¿ya qué? Aunque, aún me queda una duda y es: ¿Por qué Lore compró esa revista? Esa solo trae consejos y románticos, y a ella nunca le ha gustado eso. ¿En verdad estaré equivocada...?
Lupe se excusó al baño a filosofar un poco más; tan pronto como cerró la puerta, Loretta soltó un profundo suspiro. Al ver esto, la peliceleste le aconsejó:
—Ten cuidado donde la llevas.
—Hoy aprendí a tenerle miedo a los chismes, la verdad.
—Como debe ser. Aun así, recuerda revisar el artículo que te dije.
—"¡Auxilio, policía! ¡me enamoré de mi mejor amiga!", ¿verdad?
—Ese mismo. Léelo, apréndelo, ámalo, y ten fe, que siento que algo grande pasará en tu quinceaños.
—Sí...eso espero.
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