Capítulo 14-II
El alma de la fiesta volvió a la cabina, llevándose todo su color con él. Aun así, el show debía continuar. Crizpy acabó con su duelo de semifinales en un santiamén, y celebró su éxito estirándose sobre su silla por un extendido lapso. Con los músculos ya relajados, habló en medio de un suspiro:
—Bueno, ahí va otro al hueco.
—Debes usar esa frase tanto aquí como con tus ligues, ¿no? —añadió Ale de manera sobria.
—Nah, tampoco soy TAN hijueputa. Es un huequito pequeño para ellas —replicó, arrugando la cara divertidamente.
Mientras seguía esta conversación, a sus espaldas se encontraba Barracuda, concentrándose para afrontar su siguiente encuentro, entre masajes al cuello y exhalaciones cronometradas. Entonces, su tímpano se agudizó ante aquella conversación, interceptando los mensajes codificados cual máquina de Turing.
—Eso lo único que me dices es que fácil para tus víctimas escapar —elaboró la peliceleste.
—Me pintas como el malo, chica —se rio Erick—. Ninguna sale insatisfecha conmigo, te doy mi palabra.
—¿Y cuánto valor tiene la palabra de un mentiroso? —debatió, con una mirada atizadora.
—Se lo da quien le cree —contestó seductivo.
Una vena se marcaba en la sien de Elena mientras oía esto, y gruñidos mudos escapaban de las comisuras de sus labios como vapor de una olla de presión.
—Si quieres que regatee, pues bien, mae. ¿Qué puedes ofrecerme? —declaró, colocando su cabeza sobre sus manos cruzadas.
—¿Te suenan ramos de flores cada semana? ¿y mensajes diarios de buenos días y buenas noches?
—Ajá...
Cada fibra de Barracuda se estaba tensando por el influjo de adrenalina, y cada palabra nueva era una dosis extra, aumentando este feral sentimiento a pasos agigantados.
—¿Qué tal citas en cada lado lindo que se te ocurra? Donde aprovecharemos cada instante para tomarnos fotos hasta que el cel se quede sin memoria.
—¿Tan solo fotos?
—Las fotos solo serán recuerdas para presumirle a la gente, lo importante no va a salir en cámara...a menos que quieras.
—¿Y algo más?
—He visto que te gusta todas esas varas de moda y costura, y se me ocurrió que, si necesitas un modelo... —El tipo paró y se señalo de cuerpo entero, con una mueca de confianza.
—Wow, ¿en serio? —dijo Ale, con una ceja arqueada y una sonrisa incrédula.
—¡Hago lo que quieras! ¡si tú dices, me lo pongo! Y si quieres, también puedo hacer de modelo desnudo. Tus deseos...son órdenes —coqueteó Erick al máximo de sus capacidades, y Elena en ese momento, sintió como el plástico de su control crujía igual que un fajo de ramas rompiéndose, al mismo tiempo que su rival al otro lado del televisor cayó al suelo en posición fetal, y sobre la cerámica, lloriqueo lo siguiente:
—Ayyy, me destrozaron...en menos de tres minutos...ni siquiera estuve cerca de quitar una vida —gemía el tipo, rodando de un lado al otro como una tortuga que cayó de espaldas.
—¿A...acaso vencí a este mae sin estar poniendo atención? —mencionó en voz alta, con el rostro colorado...
De inmediato, escuchó una risa venir de donde estaba el origen de su malestar, con Alejandra destornillada de la risa.
—¡Eso fue hermoso! Me imagino que ese es tu "guion de ataque", y solo cambias lo último para hacer a la chica sentirse especial —exponía la alta, mientras que Erick estaba rígido como una tabla ante tan inesperada reacción— En serio, no puedo darte más que mis respetos por mantener la cara de guapo al decir tanta palabrería —aplaudió, mientras se limpiaba las lágrimas de la risa.
Erick recuperó el porte, y con una sonrisa tan reluciente como sus aretes, respondió:
—Es parte de la oferta, baby. La cara viene incluida como regalía.
—¡Oh, eres tan generoso! —contestó, aún con unas cuantas risillas furtivas escapando— Disculpa, voy a limpiarme la cara un poco.
—Te espero... —se reclinó como un cazador admirando a su presa colgando de la pared de su cabaña.
Elena decidió que ya había tenido suficiente con esta peliteñida, y la siguió al tocador con el fin de poner las cartas sobre la mesa. Una vez ahí, el entorno monocromático e inerte como una morgue, el silencio abrumador solo acrecentado por los solitarios susurros del agua vertiéndose sobre el desagüe, y el enorme espejo que abarcaba la mayor parte de la longitud de la pared hacía sentir a la chiquilla aún más pequeña de lo que era, y la figura casi de basquetbolista de Ale no ayudaba en nada.
Se colocó en el lavabo a la par de ella y empezó a lavarse las manos, mientras Ale hacía los mismo. El silencio se estiraba al mismo ritmo que el caudal que vertía del grifo, y la más baja creyó tomar el valor para hablar, y abrió su boca, mas al sentir la mirada del obelisco, la cerró y tragó profundo. Fue entonces cuando...
—¿Por qué te gusta Erick?
—¡¿Q-q-qué?! ¡¿C-cómo me podría gustar-?!
—Si no te gusta, entonces no hay problema con que salga con él, ¿verdad? —expresó Alejandra, mirándola a través del espejo.
Elena relajó sus facciones, y bajó su cabeza. Sin establecer contacto visual, dijo:
—...¿Por qué? ¿por qué coqueteas con él? ¿qué es lo que buscas?
—¿Por qué quieres saber?
—No lo conoces como yo.
—Ilústrame, entonces.
—Yo...soy de Nicaragua, y pues calzar aquí ha sido difícil...
—Me sorprendería más bien que una nicaragüense no sufriera de xenofobia en este país —opinó con vehemencia— Y... ¿Qué tiene que ver eso con Erick?
—Lo conozco desde la escuela, y en ese entonces...él era mi único amigo —recordó con ternura en su expresión—. Él me metió a su grupito, sin importarle en nada que fuera nica, y nunca nos hemos separado desde entonces.
—...Eso suena extrañamente desinteresado de su parte —dijo, reubicando su mirada.
—Creo que soy la única chica en el mundo que él no ve con esos ojos—expresó, con un palpable fastidio—. E-el punto es que, si Erick es tan bueno para tratar con doñas, es porque él está abierto a todo, y nunca juzga a nadie más de lo que se juzga a sí mismo.
»Yo he visto todos sus trucos para ligar y la vara, ¡pero él nunca ha tratado a ninguna güila mal! ¡Y aunque sea algo bombetas e inventor, nunca ha ilusionado a una chica con algo que él sabe no va a cumplir! Él solo...le gusta andar con muchas muchachas.
La peliceleste meditó todo lo que había escuchado, y tras volver a abrir los ojos, retomó la palabra:
—Última pregunta: ¿Por qué me dices todo esto?
—Ya te dije, conozco sus trucos; la mayoría del tiempo, ya ni me importa, es lo mismo de siempre. Pero contigo...las cosas que te ha dicho, la manera en que te mira y como te habla es...distinto. Es muy extraño —le confesó, cariacontecida.
—Bien, te creo, y descuida, mi objetivo no es lo que imaginas.
—¡Y-y-yo no imagino nada! —respondió agresivamente— ¡s-sólo digo esto porque me preocupa que mi mejor amigo se meta en problemas!
—Estoy segura de que el juez se creerá eso, chaparrita —pensó—. Y cuanto a lo que me dijiste, te voy a dar mi opinión —Y con los ojos bien abiertos, dictó esto—: Lo que me has dicho es, en su mayoría, verdad, pero, estoy segura que hay algo que tú misma desconoces de él.
La extranjera saltó con sorpresa al oír esto, pero Ale no había terminado:
—Y cierra el grifo, que desperdicias agua —Al decir esto, se marchó.
Elena se abalanzó sobre la llave y se apresuró a darle vueltas hasta que quedara bien tallada. Soltó un respiro de alivio y en su soledad, clavó su vista en su reflejo, moviendo la cara y cambiando de perfil, y de un pronto a otro, bajo la vista hacia su bulto, abrió el zipper de una de las bolsas para revelar una humilde cajita de polvos, un lápiz labial lleno de rayones en su exterior y un delineador que ha visto mejores días.
Agarró el labial, quitó la tapa, y lo fue acercando a sus labios tímidamente. A tan solo milímetros del contacto, su mano desocupada la traicionó y detuvo a la otra, dejando caer el cosmético al suelo. Lo junto con desánimo, lo guardó de nuevo, y se alistó para salir, pero antes de cruzar por completo la puerta, volvió a ver el espejo, y se dijo a sí misma:
—Eso solo sirve para chicas como ella, tonta...
El torneo concluyó; se dieron la mano, se abrazaron, se tomaron las fotos, todo muy lindo, y salieron para encontrarse un cielo oscuro, ahogando los últimos gritos de un sol agonizante, no obstante, la ciudad aún estaba más que viva, con todos los bombillos prendidos y las multitudes transitando igual de atareados que al medio día.
El grupo se bifurcó, con Erick y Ale de un lado, y Elena y el resto de la pandilla del otro. La muchachita de piel morena ignoraba las menudeces de sus acompañantes, y agudizaba la vista, filtrándola en medio de los espacios entre las personas, pero, al final, la parejita se perdió entre las calles de la ciudad de las flores.
Mientras tanto, Erick acordó acompañar a Alejandra hasta su parada antes de irse a su casa, pero en el camino, la chica se quejó de un dolor de pies, por lo que buscaron reposar en un poyo de cemento en un parque aledaño.
—¿Apoco eres tan sedentaria? Ni llevamos medio kilómetro —mencionó el joven de ojos ámbar con tono burlón.
—El pie de atleta es solo para Lupe, no para moi —se señaló con la mano extendida—. Además, si una zapatilla no te corta la circulación, es que no tiene estilo...he estado pensando...
Esa pequeña frase bastó para tambalearle el suelo al galán. Había más energía en esas sílabas que en todo un día de conversación con ella.
—...En la última vez que hablamos —interpuso, mientras levantaba su vista hacia la calle.
—Oh, lo del cole. Sorry si me pase de brusco.
—No es eso, sino lo que me enseñaste ese día, acerca del amor...y acerca de mí misma.
De un pronto a otro, Erick torció el cuello como un poseído y la miró completamente incrédulo a lo que acababa de escuchar.
—Porque no es muy difícil ver que lo que dices se cumple en la realidad; ver cómo las personas se ponen, se quitan y cambian máscaras a conveniencia, en una danza perpetua donde nadie nunca baila con la misma persona, incluso cuando solo sean dos en un salón.
—¿T-tras de guapa, poeta? —opinó el joven mientras se estiraba su solapa y trataba de darle lógica a ese calor apabullante que estaba sintiendo a las seis de la tarde, a dieciocho grados de temperatura.
—Pero eso no importaba, quería contradecirte, quería mostrar que las cosas no son así, y por eso...decidí que yo misma me entregaré como sacrificio para mi propio argumento —exclamó seria, nada más que añadir.
—¿A-a qué te refieres con-? ¡Ah! —expresó Erick su desconcierto, al ver como Ale acababa de tomar su mano— ¡Wow, chica! ¡en verdad eres una caja de sorpresas!
—No, soy la caja de Pandora —replicó—. Dijiste que todos mentíamos para ocultar lo peor de nosotros. Ahora, yo digo que no debe ser así, y te lo mostraré —Lo miró fijamente, y el Casanova, por vez primera desde su alma sintió debilidad y tuvo que desviar sus ojos hacia el costado.
—Te diré mis verdades: Todos mis vestidos contienen algo robado en su fabricación, disfruto de todas y cada una de las canciones de Ricardo Arjona, me he metido a piscinas para niños solo para orinarme y arruinarles el día, he robado vasos del basurero de Mcdonalds solo para no pagar la bebida, a veces, deseo arrancar pedazos del arrebol en el cielo y tejerlos en mis trabajos, y mi mayor y más terrible verdad... —Al decir esto, se acercó peligrosamente al área rival y colocó una mano en su pecho— nunca he amado a nadie —confesó con una mirada saturada de brillantina.
CrizpySnax, el hombre, la leyenda, estaba sin palabras, atónito, como si hubiera visto una aparición, y peor aún, el espectro estaba haciéndolo sentir pavor y excitación en igual medida. Sin darle tiempo para recuperar el aire, Ale sentenció:
—Ahora, dime: ¿Te quitarás la máscara ante mí? —Al concluir esto, cerró los ojos y comenzó a empujar sus labios hacia el frente. Erick había experimentado muchos besos, pero esta era la primera vez que tenía miedo de uno, con un sudor que empañaba su vista como cataratas, pero ya cerca del final, bajó las cortinas de sus párpados y se dejó llevar, acercándose él también, sus vahos, calientes como el mismo infierno, combinándose en un denso incienso que anunciaba el nacimiento de algo nuevo. Y hasta que, al fin, las pieles que morían de hipotermia compartieron su calor, y Erick pensó:
—Esto...esto es...muy pequeño para ser una boca —La confusión lo llevo a abrir los ojos al instante para encontrarse un dedo encima de sus labios, y al frente, Alejandra con la cara más malévola que puedas imaginar. Al verlo tan desconcertado, habló:
—Te atrapé, Erick.
—¿C-cómo dices?
—Mi trabajo aquí está hecho, te saqué la verdad a la fuerza, tal como quería.
—¡¿Qué estás diciendo, linda?!
—Después de pensar mucho lo que me dijiste aquella vez, imaginé una hipótesis, una bastante obvia: Que incluso mientras me decías todo aquello con tanta seguridad, aún seguías mintiéndome.
—¿En qué sentido?
—Sí sabes qué es el amor, pero a diferencia de lo que dejaste ver aquella vez, tú tampoco lo has experimentado, y no por falta de oportunidad, sino por una única razón: Le tienes un increíble miedo a la idea.
—¡¿Qué le tengo miedo?!
—Puedes negarlo si quieres, pero ese pavor que mostraste cuando sentiste que estaba a punto de comprometerte a revelarme tu verdad, bueno...es lo más real que has sido hasta ahora conmigo —La quijada de Erick cayó como un yunque hasta el trecho de las Marianas.
—Bueno, mejor me apuro antes de que se vaya mi bus. Estoy segura de que seguiremos esto otro día, o dicho en términos más apropiados, esto apenas es el juego dos, aún falta un round por ganar —Y se marchó caminando con buen ritmo y sin rastros de molestia, pero antes de irse, Erick vociferó a sus espaldas.
—¡¿Y-y que hay sobre lo que no habías amado a nadie?! ¡¿dónde me deja eso a mí?!
Con rostro arrogante, y negando con el dedo, la perspicaz chica contestó:
—Qué adorable, no te diste cuenta de que dije que nunca "he" amado a nadie, no que nunca "había" amado. Alguien debe aprender más sobre conjugaciones —Y con eso, dio santa sepultura a la conversación.
El joven, reclinado en el poyo, se inclinó hacia el frente y colocó su frente sobre sus manos juntas, analizando lo que había pasado, pero entonces, la sonrisa de galán resucitó como Lázaro, levantó la cara, se limpió los dientes con la lengua, y con la mano como pistola aguantando su barbilla, declaró:
—Esa chica es mala.
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