Capítulo 13: "Reflejo irreconocible"
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—El volumen de un átomo es 99,99999% espacio vacío. Si se escalara un átomo al tamaño de una catedral, el núcleo sería comparable a una abeja dentro de esta —Lee un muchacho las páginas de un libro.
La edad del folio no pasa desapercibida; se ve en sus hojas ásperas y amarillentas como coral muerto, en sus arrugas y grietas de usos pasados, y en los variados jeroglíficos tallados sobre la celulosa, desde mensajes de amor de románticos sin remedio, pasando por representaciones estilizadas de los genitales masculinos, llegando a un simple pero delator recordatorio: "¡Devolver a la biblioteca el lunes!".
—Espera: Si todo está hecho de átomos, ¡¿significa que nosotros también estamos vacíos?! —pregunta una niña al lado, enarbolada por semejante información.
—Hmmm, quizá. ¡Probemos! —Dice el joven, y empieza a picar a la chiquilla con el dedo justo en medio de la frente.
—¡Para, Henry, para! —Le grita la niña, con alegría. El joven atiende la petición, y entre risas, menciona.
—A como suena ahí adentro, creo que sí —La niña le hizo pucheros, sin embargo, aún no tenía una respuesta satisfactoria, así que era responsabilidad del mayor evacuar sus dudas—. Incluso en la punta de un alfiler puede haber millones de átomos.
—¡¿Millones?!
—Millones, y llega un punto en que hay tantos que los espacios vacíos empiezan a verse más y más pequeños hasta que parece que desaparecen...Parece que se desaparecen, jeje...
—Ya veo... —Contesto la chiquita, asintiendo con la cabeza, mientras miraba los incomprensibles símbolos impresos en las hojas.
—Pero, dejemos ese tema atrás. ¡Ahora! ¿quieres que volvamos a leer el capítulo sobre el sistema solar?
—¡Sí, sí, sí! —aceptó con ahínco.
En la visión de la niña, solo cabía la resplandeciente cara joven del muchacho, mientras que todo alrededor de él se iba poniendo más borroso, como acuarelas impresionistas siendo arrastradas sobre el lienzo. Unos sonidos empezaron a zumbar en los oídos de la niña poco a poco, hasta que comenzaron a formar palabras coherentes:
—¿Capitana? ¿Me escucha?
—¡Ah! —exhaló, escapando de aquel lienzo de su propia creación.
—Capitana Loretta, ¿se encuentra bien? —preguntó una chica frente a ella.
—O-oh, claro, solo...me distraje por un segundo —sonrió la rubia con nervios— ¿Necesitabas algo, Olivia?
—Era sobre el volumen del átomo, capitana.
—Recuerda que puedes llamarme Loretta nada más —aseguró con gentileza.
—¡P-por supuesto, capitana! ¡digo, Loretta! ¡lo siento mucho, capitana! ¡ay! —La pobre, más nerviosa que la misma Lore, frunció la cara con frustración.
—Respecto a tu pregunta, el espacio de un átomo es casi totalmente vacío, y está principalmente compuesto por la nube electrónica, aunque el volumen de los electrones en sí es despreciable, pero por la teoría de orbitales moleculares, hay un gran espacio que estos pueden ocupar en determinado momento.
—¡Oooh!! ¡gracias, capitana! —agradeció entusiasmada y volvió a su asiento, pero en su camino a este, tuvo una epifanía y exclamó— ¡Rayos, lo hice otra vez!
Esto era una ocurrencia habitual dentro del club de olimpiadas de química. Loretta había entrado desde su primer año, y a pulso, se había ganado la posición de capitana recién este año, y no había ni un solo miembro que estuviera dispuesto a discutirle el puesto; tanto así que, algunos acudían a Lore primero antes que con la profesora.
"¿Cuál era el elemento J?", "¿para qué se necesitaba el número del Abogado?", "Si reacciono hidróxido de potasio con ácido clorhídrico, ¿lo que me queda es peligroso?", esa clase de preguntas, incomprensibles para alguien que no lleve la materia, pero más que básicas para un estudiante de química, no obstante, Lore siempre respondía cada una con amabilidad. Así se iban sus tardes del club, de claro en claro, y de turbio en turbio.
Pronto, el celaje naranja del cielo crepuscular se derramó viscoso en las paredes, anunciando el fin de la jornada, y la profesora lo reiteró con sus propias palabras:
—Eso es todo por hoy, chicos. Vayan a sus casas, repasen todo lo que puedan, y duerman bien, porque mañana los necesito a todos aquí a más tardar a un cuarto para las siete. ¿Entendido?
—¡Sí, profe! —contestaron en manada.
—Bien, y se encuentran con alguna duda que no les haya surgido antes, me la pueden traer mañana mismo para responderla.
—O se la mandamos a la capitana, profe —exclamó uno de los estudiantes con seguridad.
—O a Loretta, si ella está dispuesta —dijo, mirándola con admiración, igual que el resto.
——C-claro, me encantaría ayudar —Se ofreció con modestia.
Salieron amontonados, hablando de los nervios que tenían por el examen, lo que esperaban que apareciera, y la mucha confianza que les traía tenerla al frente, mientras que ella solo asentía, respondía y sonreía, como una ansiosa celebridad con incomodidad social. Al final, solo quedaron ella y Olivia, la estudiante del principio, pero de forma pronta, los padres de Lore vinieron a recogerla primero en su auto. La capitana se despidió, y mientras la distancia entre la chica inexperta en química y la placa trasera del coche aumentaba, la primera pensó:
—La capitana es excelente. Quisiera ser como ella...
Una vez se cerraron las puertas del auto, el lugar se puso en silencio sepulcral, uno corto, pero agónico a pesar de su brevedad. la mamá de Lore, Doña Amelia, rompió el hielo e inició la conversación:
—¿Cómo estuvo tu día, mi cielo?
—Estuvo bien, mamá —respondió, mirándola a través del retrovisor.
—¿Algo que reportar?
—Nada que reportar —dijo, esbozando una sonrisa.
—¿Y Lupe y Alejandra? ¿cómo están?
—Bien. Lupe dice que ya tiene listas las invitaciones y la música para la fiesta; me las va a entregar mañana. Ale se ofreció para hacer los centros de mesa y a ayudar con la decoración.
—¡Esas dos, siempre tan lindas contigo! —respondió la mamá con alegría.
—Sí, lo son —contestó, mientras sus ojos desvariaban hacia la ventana del vehículo.
De nuevo, el lugar calló, por mucho más tiempo esta vez, con solo el ahogado sonido del motor haciendo alguna clase de presencia. Fue en medio de este silencio, que su padre, Mr. Gerald, tomó la palabra.
—Y...¿Cómo te sientes para el examen de mañana? —exclamó el señor.
—Bien...eeh, estoy preparada —respondió con timidez.
—Bien, eso está muy bien...
Ambos permanecieron con bocas selladas, pero buscando hablar; Sacaban suspiros y aspiraban, pero se volvían a callar cuando escuchaban que el otro hacía lo mismo, regresando al punto de partida para repetirlo nuevamente, hasta que finalmente, el adulto habló sin contemplaciones.
—Ya conseguí el lugar para tu quinceaños, Loretta. El espacio es amplio y moderno. ¿Te gustaría verlo mañana?
—Claro, papá... —replicó, poniendo una tenue sonrisa.
Cuando parecía que no habría más palabras por el resto del viaje, la taciturna muchacha tomó la palabra:
—...¿Eso es todo?
—Yo no tenía nada más que decir —respondió la mamá.
—¿Querías que habláramos de algo más? —preguntó el papá.
—No...no, señor.
La muchachita giró su cuello con firmeza hacia la ventana, a la vez que su ceño se hundía, y los dedos de su mano se hundían en su hombro opuesto. En mente, circularon palabras que no verían la luz del día:
—Detesto que actúen como si no supieran...como si él nunca hubiera existido.
Tic, toc, son las seis y cuarenta, y de nuevo, alguien está repasando un concepto en los últimos momentos, como cualquier otro estudiante:
—Se llaman "anfóteros" aquellas sustancias que cambian su comportamiento dependiendo del medio en que se encuentren, ya sea-¡Oh! Buenos días, capitana.
—Hola —contestó rápida e inexpresiva, manteniendo su mirada únicamente en su libreta.
Tan rápido como se enteraron el resto del equipo que Loretta había llegado, se fueron hacia ella como clavos a un imán; unos para saludarla, otros para hacerles preguntas, y otros solo para saber cómo se sentía. Entre ellos, estaba Olivia, que fue la primera en llegar a incurrirla.
—¡Buenos días, Loretta!
Loretta levantó su mirada de su libreta. Sus iris se habían convertido en estalagmitas punzantes, aptas para perforar el corazón de Drácula, y tan helada vista solo pudo ser seguida por un vaho frigorífico, cuando ella le respondió:
—Cuida ese exceso de confianza. Es incómodo.
El color se le bajó por completo, como un pintor lanzándose a un acantilado con todo y pinturas. No podía hablar después de semejante shock, así que fue Loretta quién prosiguió:
—¿Necesitabas algo?
—¿Q-q-quién? ¿Y-y-yo? —trataba de hablar mientras temblaba como un chihuahua con taquicardia.
—¿Ves a alguien más a quién le pudiera hablar?
—Eeeh, n-no, creo que-.
—¿Necesitabas algo? —Cerró la libreta y la miró con desganada obstinación.
—¡N-no, nada!
—En ese caso, me retiro, debo repasar.
—¡C-claro, capitana, disculpe, capitana! —espetó la chica con mil y un reverencias a su superior.
Lore estaba lista para irse, pero se detuvo, comprimiendo sus labios, se volvió a ella y le dijo:
—Disculpa, no quise ser grosera, solo estoy algo tensa...
—O-o-oh, claro. ¡Descuide, capitana! ¡e-estoy segura de que le va ir muy bien hoy!
—...Gracias.
Esto no fue un caso aislado, ya que, tan pronto llegaron el resto de miembros, todos pudieron percibir que la caucásica muchacha estaba actuando distinto, empezando por sus respuestas; Ayer, detalladas y gentiles, hoy, monosílabas y mecánicas. Ninguna conversación con ella superaba los treinta segundos hoy, eran puras charlas express. Todo su amplio vocabulario conseguido de un sin número de lecturas y experiencias durante toda su vida fue reducida a cenizas como una bruja de Salem, y los únicos vestigios sobrevivientes fuero "Sí", "No", "Mal", "Ajá" y "Ok".
La profesora hizo un cono con sus manos y avisó a todos los estudiantes que se arrimaran a la buseta que los llevaría. Loretta llegó primero, y se sentó de último, en el rincón más recóndito del transporte. Como no podía ser más obvio que ella no estaba de buen humor a menos que llevara el mensaje tatuado en la cara con pintura fosforescente, sus compañeros se dedicaron conversar entre ellos para distraerse, mientras que la rubia escuchaba disimuladamente. En una de estas tantas conversaciones, alguno de ellos contó:
—¡¿Eso salía en el examen?!
—¿Siquiera leyó el temario, mae?
—Lo confundí con una servilleta cuando estaba comiendo un pollo frito en la soda y se me despedazó, mae —relató apenado—. Pero, bueno, dígame en qué página está, para echarle una ojeada.
Súbitamente y sin invitación, la muchacha anglosajona se introdujo en el diálogo:
—Te aconsejo que desistas de hacerlo, sería una pérdida de tiempo —opinó.
—¿U-usted cree, capitana? —dijo, tragando saliva.
—Esto es una competición, no un examen colegial; buscar explotar el sistema para conseguir una ventaja desmerecida desvaloriza las olimpiadas. Además, aunque fuera un examen calificativo, tampoco te recomendaría hacerlo, porque con el tiempo que tienes, solo podrás entender lo más básico de lo que sea que vayas a aprender, por lo que siguiera una pregunta ligeramente más avanzada hará inútil tu esfuerzo. Pon esa energía en lo que ya sabes, y si no sabes nada, ponla en arrodillarte y rezar.
Así habló Loretta Robinson, sin pausas, sin tartamudeos, sin dudas. Todos se quedaron callados y con mandíbulas dislocadas ante semejante tesis que les había descargado la joven encima. El desafortunado joven que recibió de frente toda la crítica balbuceó:
—...C-creo que mejor seguiré repasando equilibrio de reacciones.
Olivia obviamente escuchó todo esto, y un joven que estaba al lado de ella le susurró:
—¿Crees que sea su periodo?
Ella le incrustó el codo por debajo del esternón y le contestó severamente:
—¡Serás irrespetuoso! La capitana es muy disciplinada, y no le agrada que nos tomemos las olimpiadas a la ligera. Además, estoy segura de que la capitana puede controlar esas...cosas.
—¿Así funciona? Todavía no lo hemos visto en clase...—mascullaba el chiquillo, con los últimos chorros de aire que le quedaban.
Llegaron al lugar, frente al auditorio en donde por las siguientes tres horas, resolverían un examen diseñado para retar a cualquier estudiante, incluso a prodigios como Loretta. La capitana se encontraba en una esquina, respirando con los ojos cerrados, preparándose mentalmente para lo que venía, cuando su bolsillo zumbo cual abejorro.
Sacó lo que había vibrado, para ver la razón de su zumbido: Un mensaje de texto, aunque, más que texto, era más un molote de emojis y palabras de motivación de ortografía regular, con una sinceridad tan insólita y natural que evaporaba el cinismo de cualquiera al instante. Por primera vez ese día, una linda sonrisa se plasmó en el rostro de Lore, calmando esa tensión como por arte de magia. La chica se acercó hacia el resto de su equipo, que estaba tan o más tensos que ella hace unos momentos. Todos quedaron absortos al ver el cambio tan drástico en su expresión, justo lo que ella necesitaba para hablarles sin interrupción:
—¡Muchos éxitos a todos hoy, chicos! Concéntrese en lo que saben, confíen en que lo saben, y desprecien aquello que desconocen hasta el final, no hay nada de malo en no saber algo inmediatamente. Y si realmente es necesario, nunca está de más una... "suposición educada" —les sonrió justo después de decir esto.
—¡Ya escucharon a la capitana! ¡si no saben, batéenla y nos fuimos! —tradujo uno de ellos, entre carcajeadas, siendo acompañado después por la risa de todos, desestresándose un poco, y agarrando confianza para lo que se venía.
Y finalmente, se vino, y ahí estaba Loretta, nuestra Loretta, "La" Loretta, porque sí, ella ya era conocida dentro de ese círculo de genios y eminencias. Muchos se podrían sentir intimidados por estar sentados en medio de tantos otros talentosos estudiantes...y Lore era una de esos muchos. Por más lista que fuera, no podía dejar de ser nerviosa de un pronto a otro. Hacía de todo: Ordenar y reordenar todos sus útiles por todo su pupitre con compulsividad, mirar por encima a los otros estudiantes a su alrededor, hacer un ritmo con el sonido de sus uñas tarareando sobre la madera, y hasta ponerse a jugar con un mechón de pelo suelto sobre su frente, como una tal chica morena con dientes amalgamados.
No obstante, ella había desarrollado un método para evitar que esta zozobra deteriora su desempeño. Lo que hacía era poner un cronómetro en su reloj, tratándolo como una competencia de velocidad y curiosamente, más que presionarla, la concentraba. Entonces...
—Ya vamos a empezar. Iremos pasando por sus lugares entregándoles el examen. Cuando les digamos, podrán voltearlo e iniciar con la prueba. Son cien preguntas, para un tiempo estimado de tres horas. Buena suerte a todos.
Con el papel blanco justo en medio de la mesa, Lore mantenía la respiración, con su mano opuesta encima del reloj, con los ojos bien abiertos, y las orejas atentas, esperando el inevitable...
—Listo, pueden empezar —Anunció, las sílabas vibrando como una bala de salva en su tímpano. Activó el cronómetro, y se dijo a sí misma:
—Procedamos.
Ya se ha dejado bastante en claro que Loretta tiene un elevado poder mental, no obstante, nunca se ha detallado en cómo ella saca el máximo provecho del mismo. Cuando se concentra, sus pensamientos se materializan como ilusiones tridimensionales, nítidas y concretas, desde números y moléculas, rostros y fechas, geometrías y carpetas, todo ordenado y listo para ser referenciado según ella lo necesite. Puede sonar como algo sobrenatural, mas no es tan excepcional como puede parecer, es solo el resultado lógico cuando se combina un intelecto excepcional con una activa imaginación, y tampoco es como que salió de la noche a la mañana, fue con innumerables horas de estudio y dedicación.
En el auditorio, cada sonido rebotaba en las paredes, amplificándose, incluso las dudas de cada estudiante; cada vez que se rascaban la cabeza, o que mordían su lapicero, Lore lo escuchaba como si lo tuviera al lado, viviendo en carne propia la contracción del espacio; pero no fue el único fenómeno relativista; ahí adentro, no había luz natural, y solo podía confiar en su reloj para saber que el tiempo seguía moviéndose. Aquí, se hubiera puesto una descripción exacta, completa y detallada de cada una de las cien preguntas contenidas, pero el extracto se perdió en post-producción. Las disculpas del caso.
Loretta apagó su cronómetro, y salió con una marcha erguida y sofisticada del auditorio, con movimientos sutiles y premeditados en cada paso, igual que una Geisha, respetando el sacro silencio del lugar. Una vez fuera, respiró profundamente, escupiendo ese abrumador silencio que la ahogaba a ella y al reto de estudiantes. A su salida, la profesora se acercó para hablarle:
—Y, ¿cómo estuvo?
—Más difícil de lo que pensé —Respondió de una manera cuasi—profesional.
—¿En serio? Muy poca gente diría que sintieron un examen difícil si salieran con más de una hora de tiempo sobrante —aludió juguetona.
La rubia desvió su ruborizada cara y con timidez respondió:
—D-de hecho, salí diez minutos más tarde que el examen anterior...
La profesora se rio con mesura, y acto seguido, dijo:
—No podía esperar nada menos de la capitana que escogí. En verdad eres la mejor chica que he tenido en todos los años que llevo entrenando al equipo de química.
—Muchas gracias —contestó con una agraciada reverencia suave con la cabeza.
—Ahora, esperemos a que tus compañeros también les esté yendo bien. Cuando salgan, planeaba llevarlos a comer por aquí cerca como recompensa por sus esfuerzos.
—O-oh, ¿en serio? —expresó con una inequívoca expresión de decepción.
—¿Qué sucede, Loretta? ¿no puedes venir?
—Le prometí a mi padre que haría una diligencia con él después del examen. De haber sabido, no me hubiera comprometido en—.
—No, no, tranquila, fue mi culpa por no avisarles con antelación. Te lo compensaría dándote puntos extra en el cole, pero sé muy bien que no los necesitas —bromeó.
—L-le agradezco el gesto —dijo—. Unos puntos de más en Educación física serían maravillosos, pero ¿puede ofrecerme puntos con tanta facilidad? ¿y a cuántos puntos equivaldrá un almuerzo? —Pensó.
Al cabo de un rato, el resto fue saliendo poco a poco, inmediatamente corriendo hacia la capitana para preguntarle qué había puesto de respuesta en X o Y pregunta, para poder volver a respirar con libertad o torturarse aún más su paz mental, y al rato de un cabo, el grupo se despidió de Loretta en la entrada de la universidad, no sin antes insistirle que viniera con ellos aunque fuera un rato, mas ella prefirió permanecer ahí quieta hasta que llegaran a recogerla, desilusionando a todo el mundo, ella incluida.
Ahora Loretta estaba sola. El aire hervía, espejismos celestes agujereaban el asfalto frente a ella, y el único otro sonido que acompañaba su cansada respiración eran los repetitivos ruidos de las cigarras. Mientras el sudor de su frente humedecía su regazo, solo se podía visualizar dentro de una tina de agua fría.
La sofoca dio pasó a la monotonía, y esta, al aburrimiento. Lore miró hacia su bolso, primero, concentrada, después, con desgano. Revisó sus alrededores, y metió la mano en el bolso, sacando aquel yoyo suyo. Viéndolo con condescendencia, pensó
—¿Por qué lo traje de nuevo? Se que me tranquiliza un poco, pero no debería. Es solo un juguete...
Su conciencia trataba de racionalizar todo eso, mientras que su cuerpo se movía independiente, amarrando el lazo del yoyo a su dedo. Entonces, el zumbido del celular volvió a tomarla por sorpresa, haciendo que lanzara el yoyo y que este se devolviera directo a su frente. Se apuró a contestar mientras se sobaba el golpe:
—Ayy...¿hola?
—Hi, hello, ¿habló con la quinceañera más buscada de Minnesota? —habló una mujer.
Lore carcajeó y le contestó:
—Sí, soy yo, Katie.
—What's up, girl?
—Oh, nada en especial, solo un examen.
—¡Uy, chica lista!
—¿Y tú? ¿Qué has estado haciendo estos días?
—Trabajo, Lorey dorey. Sigo trabajando en Cosmos, y también estamos desarrollando juego nuevo en la oficina y todavía no es...eeh...ah, fuck, How do you say "fun" in spanish?
—Tranquila, tranquila, ya entendí —Se rio brevemente—. Sabes que puedes hablar inglés conmigo.
—Gracias, pero quiero practicar mi español para cuando voy a tu cumpleaños, y ¿Quién sabe? Tal vez encuentre un novio en el paseo —exclamó sus intenciones con cómico orgullo.
—Claro... —Rodó sus ojos con diversión. De pronto, su rostro se enserió totalmente, casi de la nada, y preguntó— Hey, ¿fuiste a visitar la-?
—Como todos los años. Nunca me quedé mucho tiempo ahí, no me gustan los cementerios —contestó la voz tras el teléfono, ahora, con un tono más grave de voz.
—¿Su tumba está bien cuidada?
—El ejército limpia el lugar. Quitan las flores y los recuerdos que deja la gente.
—Quisiera visitarla antes de mi quinceaños-.
—Don't —interrumpió Katie—. Recuerda a Henry como era cuando seguía vivo, no como una tumba.
Lo que Katie no sabía es que no había semana en que Loretta no recordara a Henry Gerald Robinson, su querido hermano mayor. Era un simpático joven que le llevaba nueve años a la rubia; Ojos celestes y torso amplio como su padre, y cabello castaño y sedoso, como su madre. Sirviendo en el ejército de su país, su vida fue derramada sobre las matas secas de Afganistán; la ironía de era que, murió un día antes de que su brigada se desplegara de vuelta al continente americano.
—...Si recuerdo bien a mi hermano, cada vez que fuera a ver su tumba diría algo como "¿Acaso esperabas verme menos muerto que la ocasión anterior? —dijo, con una triste sonrisa.
—Él quería verte sonreír, igual que yo. Well then! ¿Todo listo con tu fiesta?
—Casi lista, solo faltas tú.
—YAS QUEEN! —gritó la chica como si no estuviera hablando por teléfono—Oh, by the way, I mean, por cierto, ¿Todavía usas el yoyo?
—¿P-por qué preguntas? —respondió Lore, tensa, mientras miraba al juguete en su mano.
—El estudio, estamos haciendo animación para un personaje que usa un yoyo, y necesito uno referencia—aclaró Katie.
—N-no tanto como antes, pero puedo ayudarte, si quieres —replicó, guardando el yoyo de vuelta en su bolso.
—Thanks, girl! Pensaba regalarte un yoyo, pero no creo que lo uses mucho. Ya no eres una niña.
Loretta volvió a mirar al objeto rojo reposando al fondo de su bulto con detenimiento, y después de unos breves segundos, subió el zipper de la bolsa, y con un tono sobrio y maduro, contestó:
—Así es.
—Sí, cómo pasa el tiempo...well! ¡vuelvo al trabajo! Sigue mejorando en Cosmos para jugar cuando llegue. También, llevaré dvds de Sailor Moon para ver juntas. See you in a week! Love you, girl! —se despidió la extranjera.
—Love you too —devolvió el gesto Loretta, mientras que en su interior, pensó— yoyos, caricaturas y videojuegos...soy tan inmadura. Pero eso va a cambiar. Lo prometo, Henry.
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